Morir es el último tabú para cualquier religión

Un Gran Quizás espera después de la desaparición del Yo


La idea de la muerte cruza por todas las religiones y se manifiesta de diferentes formas pero con un denominador común en todas ellas: hay una realidad más allá de la vida, un Gran Quizás que mejor dejamos en puntos suspensivos. Por Juan A. Martínez de la Fe.


Juan A. Martínez de la Fe
11/10/2019

Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir, nos decía Jorge Manrique. Plasmación gráfica de una realidad cotidiana y que, sin embargo, pese a su persistencia y a su indudable certeza, no deja de suscitar muchas y variadas posturas, reflexiones e intentos de explicación que, hasta ahora, no han desembocado en un único mar, en una respuesta de consenso. Ni se la espera.
 
Pero, con la idea de clarificar el panorama, una interesante obra de Toni Sánchez Bernal tiene la pretensión de abordar el hecho de la muerte desde diferentes perspectivas (Morir, el último tabú, Kolima Books, Madrid, 2019). Entrevistas sobre la muerte a representantes de las principales religiones y corrientes espirituales, reza el subtítulo para darnos clara idea del contenido.
 
Toni Sánchez nos ofrece una introducción donde explica qué le ha impulsado a acometer este interesante ensayo. Un ensayo que viene a engrosar la ya abundantísima bibliografía sobre el tema, que no deja de crecer pese a su ya veterana longevidad. Si introducimos “morir” en Google, nos aparecen 104 millones de referencias y, si es “muerte”, 404 millones. ¿Aporta algo nuevo una obra como esta? Sin duda.
 
Estado de la cuestión
 
Fundamentalmente el hecho de tener ante nosotros una actualización del status quaestionis es de por sí un suficiente mérito para avalar su presencia de esta nueva obra. Y la pretensión de su autor es que justamente por la extendida aceptación del carpe diem, el aprovechar el momento presente ante la inesperada actuación de la muerte, merece la pena reflexionar sobre la influencia que esta tiene sobre la vida.
 
Y otras cuestiones animan a Sánchez: si se acepta la existencia de un más allá, ¿no debería esto animarnos a ser mejores personas? O si tenemos apetencias de inmortalidad, ¿no es adecuado conseguirla gracias al recuerdo de nuestras acciones y a nuestro impacto sobre los demás?
 
Dicho esto, el autor nos ofrece una serie de entrevistas a destacadas personalidades dentro de cada una de las religiones o corrientes espirituales más en boga hoy día, tras una previa a Juan José Tamayo sobre una visión global del tema de la muerte en las diferentes creencias.
 
Puntos suspensivos
 
Sus respuestas dan una acertada orientación sobre la postura de las distintas religiones ante el tema de la muerte, ya que “la religión es consuelo para el futuro, coartada para el pasado y evasión del presente”.
 
Se detiene en su intento de aclarar por qué es un tabú, descendiendo a calificar de diferentes maneras la ruptura que supone con expresiones tales como “manifestación privilegiada de la nada, de la mayor desilusión, de la mayor traición, de la aniquilación de toda dicha, de la disolución de toda comunidad”, o “disolución de la consistencia humana”.
 
Aunque, eso sí, distingue entre la angustia ante el morir, común a seres humanos y animales, y el horror de la muerte, característico únicamente de nuestra especie. La muerte es, dice, la destrucción del Yo, algo terrible para nosotros.
 
Acaba Tamayo así: “podríamos hacer un resumen final. Las respuestas que han dado las filosofías y las teologías al problema de la muerte son: la de Epicuro, ante la muerte ni miedo ni esperanza, porque mientras vivimos no aparece la muerte y cuando llega la muerte ya no vivimos; la inmortalidad del alma de la filosofía griega, la resurrección de los muertos de las religiones monoteístas y la reencarnación del hinduismo y el budismo. A lo que yo añadiría, para acabar, que después de la muerte vamos al Gran Quizá, como decía François Rabelais”, o en palabras de Aranguren, “dejémoslo en puntos suspensivos”.
 
Más allá y el hinduismo
 
Sánchez Bernal ofrece seguidamente las entrevistas a personalidades destacadas de diferentes religiones o corrientes espirituales. Tales entrevistas contienen una importante serie de preguntas cuyas respuestas perfilan el planteamiento de cada entrevistado.
 
Quizás, la más importante sea la cuestión de qué ocurre tras la muerte; hay otras no menos importantes, pero que, a efectos de este comentario, hacen menos al caso; así, se cuestiona sobre la manera de actuar con los niños ante el óbito de alguien cercano, cuál fue el primer encuentro con la muerte o cómo espera que sea la última hora del entrevistado.
 
Es el hinduismo la primera religión abordada en el libro, con respuestas de Juan Carlos Ramchandani. Hay que tener en cuenta que, además de religión, el hinduismo es una forma de vida para cumplir el deber de todo ser humano, que es el estar en contacto con Dios, un Dios único con diferentes manifestaciones.
 
Según se manifiesta, quizás sea la forma de espiritualidad que da una descripción más detallada de lo que ocurre en el proceso de la muerte. El alma, que es una chispa divina igual a Dios en calidad, pero no en cantidad, cuando siente que el cuerpo ya es inservible, lo abandona; seguidamente se enfrenta a diversas posibles situaciones que dependen de cómo haya sido nuestra vida.
 
Según el hinduismo, el alma, ya separada del cuerpo, permanece algunos días en una especie de limbo, hasta que se celebra su juicio, un recuento de nuestras acciones positivas y negativas y de ese recuento dependerá la reencarnación siguiente.
 
Cuando, tras varias reencarnaciones, se llega a ser un alma muy elevada, cesan las reencarnaciones y vuelve al mundo espiritual, donde la persona vive eternamente llena de felicidad, de conocimiento y en presencia de Dios. No cabe, pues, en esta religión, la resurrección: solo la reencarnación.
 
Más allá y el islam
 
Hussam Khoja es entrevistado para que hable del islam. A la pregunta de qué ocurre cuando morimos, responde: “En el hombre bueno, el alma sale del cuerpo fácilmente, sin ningún dolor. En cambio, en la persona mala, su alma sale con mucho dolor”.
 
Si el alma ha sido buena, en el cielo se invoca a Allah por su misericordia, pero se la rechaza si ha sido mala. En cualquier caso, Allah pide que se devuelva esa alma a su tumba y espere junto a su cuerpo a la espera del juicio definitivo.
 
En realidad, como afirma el entrevistado, el islam se ha interesado más en explicar cómo tenemos que obrar en la vida,  que en cómo lo hemos de hacer en la vida tras la muerte, aunque, eso sí, existe una abundancia de textos sobre el día del Juicio Final.

Más allá en el sufismo
 
Para hablar del tránsito de esta vida en el sufismo, el autor entrevista a Shojaelddin Shahnavaz. Aquí hay que tener presente que, según afirma el entrevistado, el sufismo es una forma de vida, no una religión, aunque tenga su base en el islam. La religión es fe ciega y leyes, qué hacer o qué no hacer; pero el sufismo es sentimiento, misticismo.
 
Dicho esto, explica que la muerte no existe para el sufí, se trata solo de convertirse. No nos gusta hablar de la muerte porque se la considera el fin, por culpa del ego: el hombre no puede aceptar la muerte por no poder digerir el no estar; pero el sufí ha de pensar con frecuencia en la muerte, ya que es obligatorio morir voluntariamente, dejando de lado los deseos, desapegarse y vivir en paz.
 
El sufismo piensa en la existencia del alma, un alma que ya estaba y que es solo una, solo hay un alma; y el morir es desprenderse del carnet de identidad de esta vida y convertirse en la gran alma que somos.
 
Piensan que la vida es una sola, pero con varias existencias, por lo que al morir nos encarnamos en otra persona, según lo que necesitamos aprender. Al final, el paraíso es no tener que volver a nuevas encarnaciones, aunque no se precisa mucho en qué consiste ese no-retorno, solo que es algo mejor que el sufrimiento de aquí. Por eso, no se ha de temer a la muerte, únicamente se ha de intentar mejorar desde ya para no tener que “repetir”.
 
Más allá y el taoísmo
 
Para la explicación en el taoísmo, Sánchez Bernal entrevista a Itziar Torrecilla Gorbea (Tian Xin Xian). Hay que entender que el taoísmo es una tradición milenaria, con una estructura y una filosofía para el desarrollo del ser humano a través de la alquimia interior.
 
Aclaración importante para entender cómo vive el taoísta la muerte: lo ritualiza, existe la vida porque existe la muerte; se trata de un ciclo, donde la vida no fue el principio y la muerte no va a ser el fin.
 
Lo que predomina en el Universo es la fuerza, pura energía: “esta se convierte en forma, porque así ha de ser. Y la forma se hace vida y camina por el mundo. Para que la forma se haga vida es preciso nacer, pero como nada es eterno y nada es inmóvil, ese nacimiento se hará a su debido tiempo”.
 
Por supuesto, hay que tener un gran amor a esta vida, ya que aquí tenemos la posibilidad de mejorar y elegir el destino después de la muerte, por eso al taoísta le interesa más lo de aquí; y, lógicamente, cree en la reencarnación: “Cuando te cultivas un poco, puedes volver a renacer como humano. Si te cultivas un poco más puedes convertirte en inmortal, pero atado a este mundo, y ya el siguiente nivel es llegar a ser celestial, aunque hay que ser un espíritu muy superior para llegar a ese grado. La meta es unirse al Tao”.
 
Más allá y catolicismo
 
Más conocida, por nuestra cultura, es la tradición católica. Aquí, el autor entrevista a dos personas; una es el Padre Ángel, ampliamente conocido por su labor al frente de Mensajeros de la Paz; la otra es José Luis Sáenz Díez, sacerdote.
 
El primero ofrece una visión más personal que institucional; así, dice que la religión ayuda a creer que hay un más allá y que la gente que ha sido buena va al cielo; cuando se muere, parece que hay un juicio. Y no profundiza más en el tema, que considera muy sencillo, remitiendo a los teólogos para consideraciones más técnicas.
 
Sáenz Díez, por su parte, se encarga de las Exequias de la Iglesia; para él, lo que rodea a la muerte es un gran misterio, aunque sí tiene claro que Jesucristo es el centro de cualquier relato más allá de la muerte. Con San Pablo, dice que, al morir, “Dios, por medio de Jesucristo, llevará con él a los que han muerto”.
 
En cuanto al cuerpo, que dejamos atrás, dice que es nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con las personas, mientras que el alma dirige nuestras mentes y decisiones, algo que realiza, precisamente, a través del cuerpo, por lo que se pregunta que cómo podemos pensar en la resurrección de la vida sin la resurrección del cuerpo, aunque, ¿de qué cuerpo podemos hablar?
 
Finalmente, a la pregunta sobre el estado del alma tras la muerte, a la espera de la resurrección, responde: “No te puedo decir. Está en Dios… Pero está en Dios la persona, no la entelequia del alma. Porque, ¿qué es el alma? ¿Y qué es el espíritu? Porque cada vez me gusta hablar más sobre el espíritu, pero a través del cuerpo”.
 
Más allá y budismo
 
Interviene, seguidamente, el budismo, con la entrevista al lama Thubten Wangchen. También aquí es conveniente señalar que el budismo es más que una religión, es una filosofía de vida cotidiana, sobre cómo actuar, pensar y hablar bien, tanto en palabra como mente, que supone algo bueno para ti y para los demás.
 
Para el budista, la muerte no es un castigo, sino la naturaleza de la vida; la cuestión es cómo vamos a morir y cuándo y dónde, algo que desconocemos, por lo que conviene meditar sobre ello.
Sí es importante saber que no es Dios quien decide las condiciones de nuestra muerte, sino que lo determina el propio karma, es decir, las consecuencias de nuestras acciones.
 
El alma, ciertamente, no muere. Si nuestra mente está muy aferrada a lo material, la muerte será dolorosa y sufrida y, mientras mayor sea ese apego, será más complicada la reencarnación, en la que cree el budista.
 
Las sucesivas reencarnaciones constituyen el samsara, del que es necesario salir para alcanzar el nirvana y no proceder a una nueva reencarnación. Por eso, mientras más karma malo acumulemos, pasaremos más encarnaciones en el samsara y más costará alcanzar el nirvana; en definitiva, Dios no puede salvar al mundo, somos los humanos quienes podemos hacerlo.
 
Más allá y Brahma
 
Marta Matarín es la entrevistada para hablar de Brahma Kumaris. Aquí, advertir que se trata de una organización, no una religión, enfocada en el desarrollo de la persona, conectando con la fortaleza, la paz, la serenidad, mediante la práctica de la meditación.
 
En esta línea, Dios es una energía suprema a la que cualquier alma humana se puede dirigir. Sus integrantes consideran que no somos el cuerpo, sino un alma, energía, por lo que, cuando alguien muere, lo que ocurre es que esa energía que daba vida al cuerpo se ha ido, la chispa divina se ha marchado.
 
Siendo partes de esa chispa divina, se ha de hacer uso de las cosas materiales, pero con desapego, pues, realmente, no poseemos nada. Si somos un alma que tiene un cuerpo, es comprensible la creencia en la reencarnación: “El alma, cuando llega el momento, deja el cuerpo y se va a otro cuerpo en otro lugar”; eso sí: siempre se reencarna en un cuerpo de ser humano.
 
No piensan en un juicio tras la muerte, sino como una autocontemplación en la que vemos todas las vidas y lo hecho en ellas, llevándote al arrepentimiento para enmendar todo lo posible. No queda claro en la entrevista si las reencarnaciones terminan en algún momento.

Más allá y judaísmo
 
Para hablar del judaísmo el autor entrevista a Moshe Bendahan, quien explica que para los judíos, la muerte es la finalización de un período de tiempo que se le da al alma para desarrollarse en este mundo.
 
Dice: “La muerte es el retorno del alma a su lugar de origen y la tenemos que vivir como una noche entre dos días. El cuerpo muere, pero el alma sobrevive al sepulcro y permanece existiendo”.
 
Al morir se nace a un mundo espiritual el mundo venidero. Y la muerte es la despedida del alma que retorna a su Creador, mientras que el cuerpo regresa a la tierra, porque aquella viene de la esencia más interna de Dios.
 
La vida toda es una preparación para ese mundo venidero; si se dedica la vida a crecer internamente, la cercanía de Dios será un paraíso; lo contrario, constituirá un alejamiento del Creador.
 
Y, según Maimónides, cuando finalice el proyecto Mundo tal como lo conocemos, empezará una nueva etapa, la resurrección de los muertos, donde cuerpo y alma podrán vivir eternamente en armonía y toda la misión del cuerpo será estar al servicio del alma.
 
La muerte es como “una mudanza, un tránsito, donde el alma recobra su estado de cercanía al Creador y ya no hay barreras”.
 
Más allá y espírita
 
También la doctrina espírita tiene hueco en esta obra, mediante la entrevista a María Jesús Abertus y Juan Miguel Fernández. Aquí nuevamente no se trata de una religión, sino de una doctrina filosófica, basada en tres conceptos: 1. Científico: analiza y comprueba los fenómenos mediúmnicos investigándolos; 2. Filosófico: plantea el esclarecimiento de nuestra vida con preguntas tales como de dónde venimos, quiénes somos en realidad, hacia dónde vamos; y 3. Ético-moral religioso, no como una religión instituida, sino que se refiere a la transformación moral del ser religándose con el Creador, basándose en las enseñanzas de Jesucristo en el Evangelio.
 
Para los espíritas, la muerte, el hecho de pasar de una vida a otra, no significa que se cambien los conceptos del propio ser, sino que se sigue siendo el mismo que se es ahora; por eso, para ellos la muerte no da miedo, porque se trata de cerrar los ojos y abrirlos en otro lado.
 
Estas son sus palabras: “El espíritu es inmortal. La vida es la oportunidad que nos dan de aprender gracias a nuestro libre albedrío y de ir almacenando el conocimiento que precisamos para ir evolucionando. Cada uno de nosotros tenemos una meta (unos tardarán más que otros en alcanzarlo) y ahí entra en juego precisamente la reencarnación”.
 
De ahí que se haya de tener un comportamiento correcto, porque hoy recibimos lo que hemos gestionado en otras vidas. Eso sí: las diferentes vidas se viven siempre en un cuerpo humano, no en otro ser vivo.
 
Más allá en la fe Baha’i
 
Para hablar de la muerte en la fe Baha’i, el autor entrevista a Sergio García. Esta fe tiene como objeto unir todos los pueblos, razas y religiones en una causa común. En ella, se considera que tenemos una doble naturaleza, la material (que no es mala en sí misma, sino inferior) y la espiritual o superior, que se asocia con el alma racional o el espíritu humano.
 
La vida es un viaje que se inicia desde el mismo momento de la concepción, instante en que se emprende un viaje eterno hacia Dios, un viaje sin final, porque nunca se puede llegar al mismo nivel que Dios.
 
Aquí, pues, no se habla de reencarnación, sino de seguir diferentes etapas para ir cumpliendo misiones que dependen de las capacidades desarrolladas en el mundo en que nos encontramos ahora; con estas capacidades, al morir, la persona se desempeña bien en el mundo espiritual, un mundo que es un misterio: la muerte es un misterio porque Dios así lo ha querido.
 
Y según el desarrollo alcanzado por cada uno se está más cerca o más lejos de Dios, no con la parte física, sino con las características esenciales como persona.
 
Rigor coloquial
 
El libro que se comenta tiene, entre otras, una gran virtud: es de muy fácil lectura; al tratarse de entrevistas, el lenguaje es siempre coloquial y cercano, aparte de que al estar facilitado por personalidades reconocidas en sus respectivos ámbitos, se tiene una garantía de rigor.
 
Es cierto que faltan algunas, pero las que están son suficientes, aunque la presencia de alguien que no fuese creyente en estas cuestiones podría completar el panorama ya bastante amplio que ante nosotros despliega Toni Sánchez Bernal.
 
Además, al tratarse de una obra eminentemente descriptiva, no se adentra en disquisiciones metafísicas y elucubraciones que constituyen una verdadera tentación de seguir profundizando; pero no era ese el objetivo del autor.
 
Como ya se ha apuntado, las entrevistas no disponen de un cuestionario igual para cada uno de los participantes, lo que implica una cierta dificultad a la hora de comparar las correspondientes respuestas; lo que no constituye un demérito, pues el autor aprovecha cada situación para plantear cuestiones que ayudan a concretar el pensamiento de la religión o corriente espiritual de la que se trata.
 
El único denominador común que recorre todo el libro es la creencia en una existencia tras la muerte, aunque cómo sea esa existencia varía según la fuente que se consulte.



Juan A. Martínez de la Fe
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