Desde la publicación de sus primeros poemas, incluidos en El sentido de este viaje (Editorial AguaClara, 2007) María García Zambrano (Elda, Alicante, 1973) no ha dejado de crecer como poeta.
Cada vez más precisa, cada vez más segura y plena de recursos, con Menos miedo (Ediciones Torremozas, 2012) su literatura ha dado un paso de gigante y nos ha regalado una obra importante que perdurará en el tiempo gracias a su capacidad de conmover y, sobre todo, de iluminar.
Sabemos sí, que hay luz, dice el verso de Pedro Salinas que ella toma prestado en su poema “Una certeza incuestionable”; o Tiembla una llama en algún lugar/ donde la oscuridad se preñó/ y ahora aguardamos en “Luz de emergencia”.
García Zambrano no niega la noche, pero la desafía; y rebate su negrura con la bondad, la belleza aparentemente nimia, la carne y la palabra-llama, porque conoce muy bien el rostro de lo oscuro.
De corte intimista y dividido en cinco partes (desde “Refugio familiar” hasta “Las mujeres de Modigliani”), en los primeros poemas García Zambrano revisita el imaginario de la infancia, un espacio de incertidumbre que para ella es tan árido como luminoso: “Yo nací atada a un árbol con almendras/ un tronco duro que había que limpiar en invierno./ Flores blancas perfumaron/ el hueco donde a veces me escondía/ hundida hasta los ojos).
García Zambrano escribe los versos con hachazos certeros, nunca es obvia y mucho menos discursiva. Como en el ejemplo del almendro (y el libro está repleto de ellos), en su poesía hace un uso original de la imagen, que es su punto fuerte y su principal instrumento evocador.
Cada vez más precisa, cada vez más segura y plena de recursos, con Menos miedo (Ediciones Torremozas, 2012) su literatura ha dado un paso de gigante y nos ha regalado una obra importante que perdurará en el tiempo gracias a su capacidad de conmover y, sobre todo, de iluminar.
Sabemos sí, que hay luz, dice el verso de Pedro Salinas que ella toma prestado en su poema “Una certeza incuestionable”; o Tiembla una llama en algún lugar/ donde la oscuridad se preñó/ y ahora aguardamos en “Luz de emergencia”.
García Zambrano no niega la noche, pero la desafía; y rebate su negrura con la bondad, la belleza aparentemente nimia, la carne y la palabra-llama, porque conoce muy bien el rostro de lo oscuro.
De corte intimista y dividido en cinco partes (desde “Refugio familiar” hasta “Las mujeres de Modigliani”), en los primeros poemas García Zambrano revisita el imaginario de la infancia, un espacio de incertidumbre que para ella es tan árido como luminoso: “Yo nací atada a un árbol con almendras/ un tronco duro que había que limpiar en invierno./ Flores blancas perfumaron/ el hueco donde a veces me escondía/ hundida hasta los ojos).
García Zambrano escribe los versos con hachazos certeros, nunca es obvia y mucho menos discursiva. Como en el ejemplo del almendro (y el libro está repleto de ellos), en su poesía hace un uso original de la imagen, que es su punto fuerte y su principal instrumento evocador.
Visiones y materiales de lo real
Me basta la masa de pan para mirar / los ojos profundos de mi abuela. Como dice en “Ligera de equipaje”; o En lo diminuto recogía/ montoncitos de té / para tanta desgana en el poema “Pequeñas alucinaciones”, un texto de corte más surrealista (que es una de las influencias, vía Pizarnik de la obra).
Porque, más allá de la alucinación, la literatura de María García Zambrano se construye de visiones, materiales de lo real que la poeta cristaliza en epifanías aparentemente cotidianas como en “El metro vuela”: Hay mujeres hermosas que derraman / claridad de lucero entre las sombras. / Mujeres cansadas que inclinan /sus ojos en el cristal del metro / y sueñan.
Ella ve lo que los demás no vemos. Por eso es poeta. Por eso canta. Y lo hace con un léxico propio, donde hay “alicias” y se “soliquea”, donde cruje la madera y se late.
Lo hace con una voz cada vez más propia y personal, que se ha construido con años de duro trabajo con el cincel poético, con años de probar, de buscar y de buscarse.
Menos miedo fue reconocido con el Premio Carmen Conde de Poesía 2012, un prestigioso galardón, al que solo pueden acceder autoras, y que otros años ha sido concedido a escritoras tan importantes como Juana Castro, Care Santos y Luisa Futoransky, entre otras. Se confirma así que esta obra se encuentra entre lo mejor de la poesía contemporánea en castellano. Y su luz no cesa.
Me basta la masa de pan para mirar / los ojos profundos de mi abuela. Como dice en “Ligera de equipaje”; o En lo diminuto recogía/ montoncitos de té / para tanta desgana en el poema “Pequeñas alucinaciones”, un texto de corte más surrealista (que es una de las influencias, vía Pizarnik de la obra).
Porque, más allá de la alucinación, la literatura de María García Zambrano se construye de visiones, materiales de lo real que la poeta cristaliza en epifanías aparentemente cotidianas como en “El metro vuela”: Hay mujeres hermosas que derraman / claridad de lucero entre las sombras. / Mujeres cansadas que inclinan /sus ojos en el cristal del metro / y sueñan.
Ella ve lo que los demás no vemos. Por eso es poeta. Por eso canta. Y lo hace con un léxico propio, donde hay “alicias” y se “soliquea”, donde cruje la madera y se late.
Lo hace con una voz cada vez más propia y personal, que se ha construido con años de duro trabajo con el cincel poético, con años de probar, de buscar y de buscarse.
Menos miedo fue reconocido con el Premio Carmen Conde de Poesía 2012, un prestigioso galardón, al que solo pueden acceder autoras, y que otros años ha sido concedido a escritoras tan importantes como Juana Castro, Care Santos y Luisa Futoransky, entre otras. Se confirma así que esta obra se encuentra entre lo mejor de la poesía contemporánea en castellano. Y su luz no cesa.