Imagen: dental-inno. Fuente: Pixabay.
Comer, masticar, morder. Acciones cotidianas a las que no le prestamos atención. La dentadura, de hecho, parece una parte de nuestro cuerpo un tanto olvidada, salvo por razones estéticas. Nos gusta estar guapos y, por eso, nos preocupa tener una sonrisa bonita. Pero no nos importa tanto que nuestra manera de morder sea la adecuada.
Ahora bien, un interesante estudio de un grupo de investigación italiano nos muestra que nuestra boca, concretamente, nuestra masticación, está estrechamente relacionada con nuestro cerebro. De tal manera, que si nuestro proceso de masticación no es el adecuado, entonces tendremos efectos colaterales en este órgano.
La investigación, publicada en la prestigiosa revista PLOS ONE señala que las disfunciones en el proceso de masticar implican también problemas en la musculatura facial, y que esto es transmitido al cerebro incrementando los posibles trastornos neuronales.
Masticación y estado de alerta
Seguro que se ha dado cuenta de que los conductores de autobús o de camión suelen masticar chicles. Si se les pregunta por qué contestarán, con bastante seguridad, que porque les ayuda a estar despiertos. Algo que tiene toda la lógica desde el punto de vista neurofisiológico.
Estudios realizados hace tiempo han probado que la masticación tiene ciertos efectos positivos en nuestro cerebro. De hecho, este fenómeno aumenta la velocidad de procesamiento cognitivo y nuestro estado de alerta. Además, también incrementa la capacidad de atención, disminuye el tiempo de reacción, y potencia una serie de eventos potencialmente relacionados con las señales moleculares dependientes del oxígeno sanguíneo en el cerebro.
Todo esto parece estar fuertemente vinculado con los indicios de nuestro comportamiento como primates. Es evidente que el momento de alimentación es un instante de debilidad para todos los animales. De ahí que sea lógico que los procesos de alerta y mantenimiento de la seguridad se vean incrementados en estos momentos de mayor fragilidad.
Ahora bien, lo que es mucho más desconocido y no responde a un patrón tan evidente es el fenómeno contrario. Es decir, si nuestra masticación está alterada o presenta problemas de funcionalidad, entonces ¿qué sucede?
Equilibrio masticatorio
Estudios realizados con animales en laboratorio han podido probar que la pérdida de dientes, y su consiguiente desequilibrio mandibular, genera (a largo plazo) una disminución en el número de neuronas de determinadas partes del cerebro.
Estas zonas del giro dentado están relacionadas con el aprendizaje y la memoria. De ahí que se podría inferir unarelación entre la función masticatoria y distintos tipos de demencia.
Además, también se ha conseguido probar que la pérdida de dientes incrementa una serie de células del sistema nervioso en la zona del hipocampo: los astrocitos. Algo semejante a lo que sucede en los procesos de degeneración neuronal.
Estos ejemplos, y muchos otros, nos hacen ser conscientes de que el mantenimiento de la funcionalidad de nuestra boca va mucho más allá de un pequeño problema a la hora de masticar, de una buena digestión y de una boca bonita. Masticar correctamente trae consigo un menor deterioro cognitivo. Algo que, a nuestro juicio, es enormemente impactante.
Ahora bien, un interesante estudio de un grupo de investigación italiano nos muestra que nuestra boca, concretamente, nuestra masticación, está estrechamente relacionada con nuestro cerebro. De tal manera, que si nuestro proceso de masticación no es el adecuado, entonces tendremos efectos colaterales en este órgano.
La investigación, publicada en la prestigiosa revista PLOS ONE señala que las disfunciones en el proceso de masticar implican también problemas en la musculatura facial, y que esto es transmitido al cerebro incrementando los posibles trastornos neuronales.
Masticación y estado de alerta
Seguro que se ha dado cuenta de que los conductores de autobús o de camión suelen masticar chicles. Si se les pregunta por qué contestarán, con bastante seguridad, que porque les ayuda a estar despiertos. Algo que tiene toda la lógica desde el punto de vista neurofisiológico.
Estudios realizados hace tiempo han probado que la masticación tiene ciertos efectos positivos en nuestro cerebro. De hecho, este fenómeno aumenta la velocidad de procesamiento cognitivo y nuestro estado de alerta. Además, también incrementa la capacidad de atención, disminuye el tiempo de reacción, y potencia una serie de eventos potencialmente relacionados con las señales moleculares dependientes del oxígeno sanguíneo en el cerebro.
Todo esto parece estar fuertemente vinculado con los indicios de nuestro comportamiento como primates. Es evidente que el momento de alimentación es un instante de debilidad para todos los animales. De ahí que sea lógico que los procesos de alerta y mantenimiento de la seguridad se vean incrementados en estos momentos de mayor fragilidad.
Ahora bien, lo que es mucho más desconocido y no responde a un patrón tan evidente es el fenómeno contrario. Es decir, si nuestra masticación está alterada o presenta problemas de funcionalidad, entonces ¿qué sucede?
Equilibrio masticatorio
Estudios realizados con animales en laboratorio han podido probar que la pérdida de dientes, y su consiguiente desequilibrio mandibular, genera (a largo plazo) una disminución en el número de neuronas de determinadas partes del cerebro.
Estas zonas del giro dentado están relacionadas con el aprendizaje y la memoria. De ahí que se podría inferir unarelación entre la función masticatoria y distintos tipos de demencia.
Además, también se ha conseguido probar que la pérdida de dientes incrementa una serie de células del sistema nervioso en la zona del hipocampo: los astrocitos. Algo semejante a lo que sucede en los procesos de degeneración neuronal.
Estos ejemplos, y muchos otros, nos hacen ser conscientes de que el mantenimiento de la funcionalidad de nuestra boca va mucho más allá de un pequeño problema a la hora de masticar, de una buena digestión y de una boca bonita. Masticar correctamente trae consigo un menor deterioro cognitivo. Algo que, a nuestro juicio, es enormemente impactante.
La simetría es importante
Las investigaciones que se han ido realizando en los últimos años han mostrado que los problemas de masticación, a corto plazo, generan transformaciones en la actividad cerebral. Las personas con trastornos temporomandibulares presentan asimetría en la actividad de los músculos que intervienen en la masticación.
Esta asimetría origina cierta disminución de la actividad cerebral en determinadas áreas. Ahora bien, además de estos efectos a corto plazo, los datos también sugieren que la actividad de la corteza cerebral debido a la masticación puede generar efectos a largo plazo sobre el sistema nervioso central.
Ello implica que el mantenimiento de la simetría dental y de la correcta funcionalidad mandibular puede ser útil en la prevención de la degradación de las funciones cerebrales. De hecho, los estudios epidemiológicos han informado de que la pérdida de dientes antes de los 35 años de edad es considerado un factor de riesgo significativo para padecer demencia o Alzheimer.
Implantes y cognición
Cuando una persona va al odontólogo y éste le habla sobre la posibilidad de ponerse un implante, el paciente simplemente piensa en la recuperación de una pieza dental que ha sido dañada y no puede ser recuperada. Pero seguramente el lector de este texto ya habrá intuido que la situación no es tan sencilla.
Los científicos saben que la naturaleza no es un conjunto de cajas que pueden moverse y cambiarse sin problemas. Nuestro propio cuerpo no es una excepción. Cuando alguna de nuestras funciones se ve alterada, lo normal es que otras también terminen viéndose afectadas. Lo que significa que todo en nuestro cuerpo está conectado.
La asimetría mandibular genera cambios en la función muscular de nuestro rostro. Las consecuencias más evidentes están en los cambios que se van produciendo en la cara. Torcemos la boca, nuestra apariencia se ve alterada, etc. Pero existen también unas consecuencias internas invisibles.
La asimetría mandibular implica un subsiguiente problema cognitivo, proveniente de una alteración en el funcionamiento de los músculos. Estos, a su vez, están conectados con el cerebro a través de neuronas. De ahí que el cerebro codifique de manera diferente el proceso de masticación asumiendo que no necesita el mismo nivel de neuronas puesto que los músculos no funcionan como en principio deberían, lo que provoca el deterioro cognitivo.
A través de los implantes, los investigadores han comprobado que se ha reducido, en gran medida, la asimetría en la actividad registrada y el desequilibrio del nervio trigémino. Este nervio es el principal nervio de nuestra cara y se distribuye por nuestra nariz, nuestros ojos y la mandíbula. Por tanto, la asimetría mandibular afecta a la información registrada por este nervio provocando, a su vez, efectos en la actividad del locus cerúleo.
Según los autores de este trabajo las prótesis dentales mantienen la simetría mandibular y por tanto reducen las posibles consecuencias cognitivas a largo plazo. De hecho, todo parece indicar que las prótesis permiten mejorar el rendimiento cognitivo en una compleja tarea sensoriomotor. Por todo esto, cuando su dentista le plantee la opción de colocarse un implante tenga en cuenta toda esta información.
Necesidades futuras
Al acercarnos a este trabajo no podemos dejar de pensar en las consecuencias de las disfuncionalidades relacionadas con los problemas ortodóncicos. Es decir, nos preguntamos si este tipo de problemas cognitivos se mantienen cuando una persona presenta problemas en la oclusión. Asimismo, también nos gustaría saber si la ortodoncia tiene consecuencias a nivel cognitivo.
En definitiva, este tipo de trabajos nos abre los ojos ante una realidad muchas veces invisible y desconocida. Además, también permite comprender que la recuperación de la función masticatoria y dental completa va mucha más allá de aspectos puramente dentales.
Las investigaciones que se han ido realizando en los últimos años han mostrado que los problemas de masticación, a corto plazo, generan transformaciones en la actividad cerebral. Las personas con trastornos temporomandibulares presentan asimetría en la actividad de los músculos que intervienen en la masticación.
Esta asimetría origina cierta disminución de la actividad cerebral en determinadas áreas. Ahora bien, además de estos efectos a corto plazo, los datos también sugieren que la actividad de la corteza cerebral debido a la masticación puede generar efectos a largo plazo sobre el sistema nervioso central.
Ello implica que el mantenimiento de la simetría dental y de la correcta funcionalidad mandibular puede ser útil en la prevención de la degradación de las funciones cerebrales. De hecho, los estudios epidemiológicos han informado de que la pérdida de dientes antes de los 35 años de edad es considerado un factor de riesgo significativo para padecer demencia o Alzheimer.
Implantes y cognición
Cuando una persona va al odontólogo y éste le habla sobre la posibilidad de ponerse un implante, el paciente simplemente piensa en la recuperación de una pieza dental que ha sido dañada y no puede ser recuperada. Pero seguramente el lector de este texto ya habrá intuido que la situación no es tan sencilla.
Los científicos saben que la naturaleza no es un conjunto de cajas que pueden moverse y cambiarse sin problemas. Nuestro propio cuerpo no es una excepción. Cuando alguna de nuestras funciones se ve alterada, lo normal es que otras también terminen viéndose afectadas. Lo que significa que todo en nuestro cuerpo está conectado.
La asimetría mandibular genera cambios en la función muscular de nuestro rostro. Las consecuencias más evidentes están en los cambios que se van produciendo en la cara. Torcemos la boca, nuestra apariencia se ve alterada, etc. Pero existen también unas consecuencias internas invisibles.
La asimetría mandibular implica un subsiguiente problema cognitivo, proveniente de una alteración en el funcionamiento de los músculos. Estos, a su vez, están conectados con el cerebro a través de neuronas. De ahí que el cerebro codifique de manera diferente el proceso de masticación asumiendo que no necesita el mismo nivel de neuronas puesto que los músculos no funcionan como en principio deberían, lo que provoca el deterioro cognitivo.
A través de los implantes, los investigadores han comprobado que se ha reducido, en gran medida, la asimetría en la actividad registrada y el desequilibrio del nervio trigémino. Este nervio es el principal nervio de nuestra cara y se distribuye por nuestra nariz, nuestros ojos y la mandíbula. Por tanto, la asimetría mandibular afecta a la información registrada por este nervio provocando, a su vez, efectos en la actividad del locus cerúleo.
Según los autores de este trabajo las prótesis dentales mantienen la simetría mandibular y por tanto reducen las posibles consecuencias cognitivas a largo plazo. De hecho, todo parece indicar que las prótesis permiten mejorar el rendimiento cognitivo en una compleja tarea sensoriomotor. Por todo esto, cuando su dentista le plantee la opción de colocarse un implante tenga en cuenta toda esta información.
Necesidades futuras
Al acercarnos a este trabajo no podemos dejar de pensar en las consecuencias de las disfuncionalidades relacionadas con los problemas ortodóncicos. Es decir, nos preguntamos si este tipo de problemas cognitivos se mantienen cuando una persona presenta problemas en la oclusión. Asimismo, también nos gustaría saber si la ortodoncia tiene consecuencias a nivel cognitivo.
En definitiva, este tipo de trabajos nos abre los ojos ante una realidad muchas veces invisible y desconocida. Además, también permite comprender que la recuperación de la función masticatoria y dental completa va mucha más allá de aspectos puramente dentales.
Referencia bibliográfica:
De Cicco V, Barresi M, Tramonti Fantozzi MP, Cataldo E, Parisi V, Manzoni D. Oral Implant-Prostheses: New Teeth for a Brighter Brain. PLoS ONE (2016). DOI: 10.1371/journal.pone.0148715.
De Cicco V, Barresi M, Tramonti Fantozzi MP, Cataldo E, Parisi V, Manzoni D. Oral Implant-Prostheses: New Teeth for a Brighter Brain. PLoS ONE (2016). DOI: 10.1371/journal.pone.0148715.