Marte nos precedió en la historia

La vida en la Tierra puede seguir los mismos pasos que tal vez tuvo en el planeta rojo


La vida en nuestro planeta pudo formarse de microbios procedentes de Marte, convertido en una vastedad desolada de color rojo al quedarse sin agua. La Tierra también dejará de ser algún día un planeta azul, a medida que el Sol aumenta de tamaño. Puede, sin embargo, que la vida perdure debido a su enorme capacidad de adaptación. Por Eduardo Costas.


Eduardo Costas
22/09/2015

Marte. Imagen: USGS. Fuente: Wikipedia.
En 1894, Percivall Lowell, famoso millonario y astrónomo, terminó la construcción de un espléndido observatorio astronómico en Flagstaff, Arizona. Lo llamó el “Lowell Observatory” y todavía permanece activo en nuestros días. Poco después, Lowell dirigió su potente telescopio hacia Marte y quedó totalmente anonadado: Marte estaba lleno de canales (como ya había observado tiempo atrás Giovanni Schiaparelli).
       
Desde entonces, Lowell convirtió a Marte en el gran objetivo de su vida y pasó las siguientes décadas estudiando en detalle los sorprendentes canales de la superficie marciana. Desarrolló una sorprendente teoría que publicó en tre libros de gran influencia [1].

A grandes rasgos, Lowell sostenía que Marte se había desecando progresivamente: Los canales marcianos eran gigantescas obras de ingeniería civil construidos por una civilización tecnológicamente muy avanzada para llevar agua desde los casquetes polares hasta el reseco ecuador.
 
Inspirada en la obra de Lowell, la literatura de ficción abordó el tema de Marte: Edgar Burroughs (el célebre creador de Tarzán) comenzó una saga de ciencia ficción sobre marcianos que se convertiría en un fenómeno de masas. Pero fue la maestría de H.G.Wells en La guerra de los mundos quien desató la preocupación a nivel planetario: ahí al lado (en términos astronómicos)  había una civilización mucho más avanzada que la nuestra, a juzgar por la magnitud de los canales marcianos, ante los cuales los canales de Suez y Panamá eran obrillas ridículas. Y la avanzada civilización marciana se estaba quedando sin agua, condenada a la extinción por la sequía. Mientras tanto, los supuestos marcianos estarían viendo en sus telescopios un cercano planeta azul cubierto de agua en sus ¾ partes. La tentación de invadir la Tierra sería irresistible.
 
En este ambiente, el 30 de Octubre de 1938, al genial Orson Wells se le ocurrió leer por radio en la CBS de New Jersey una parte de La Guerra de los Mundos de H. G. Wells. De inmediato se desató el pánico en la ciudad: la gente creyó que los marcianos estaban invadiendo la Tierra…
 
Poco después una tragedia real haría que las historias de marcianos dejasen de ser primera plana: Había estallado la Segunda Guerra Mundial.
 
Microbios marcianos en la Tierra
 
Después de la Guerra, la investigación sobre Marte continuó. Las mejoras en los telescopios y el nacimiento de las sondas espaciales, que fotografiaron Marte de cerca e incluso se posaron en su superficie, dejaron muy claro que los canales marcianos solo habían existido en la fértil imaginación de Lowell.
 
Pero quedó claro que Lowell había tenido razón en parte: Marte, al ser más pequeño que la Tierra, no pudo retener el agua con tanta eficacia como nuestro planeta. Y aunque el Marte de hoy en día es un secarral inhóspito, en el pasado albergó incluso grandes océanos. Y, por supuesto que en Marte hay “canales”. Pero no los hizo ninguna civilización: son los cauces de antiguos ríos.
 
En 1996, la NASA volvió a la carga con los marcianos. El Dr. David McKay y su equipo estudiaron en detalle una roca marciana de unos dos kilos de peso: el meteorito ALH84001, destinado sin duda a convertirse en una celebridad entre los pedruscos, pues ALH84001 contiene estructuras microscópicas que, según el Dr. David McKay, eran microbios marcianos fósiles. Además ALH84001, que se formó en Marte hace 4.500 millones de años, también contiene una serie de materiales orgánicos que podrían tener un origen biológico.
 
Con el tiempo, la NASA se hizo con 57 meteoritos procedentes de Marte (eran 57 trozos de la corteza marciana). Y en tres de ellos hay indicios de vida (moléculas orgánicas, polímeros complejos, posibles restos de membranas biológicas, estructuras con aspecto de microbios fósiles…). Y, aunque hoy en día continúa la polémica sobre si estos meteoritos encierran o no pruebas irrefutables de vida marciana, existen numerosas evidencias de que Marte tuvo grandes cantidades de agua en el pasado, tanta como para tener océanos de hasta 500 metros de profundidad.
 
Pero, hace 3.500 millones de años, Marte empezó a perder agua. Parte se perdió escapando hacia el espacio desde la atmósfera (por disposición de oxígeno e hidrógeno) al ser Marte más pequeño que la Tierra. Otra parte está retenida congelada en los polos. También hay una gran parte congelada en el subsuelo. Lo cierto es que en la superficie de Marte hay abundantes huellas de riadas e inundaciones, vasta cuencas fluviales, e incluso grandes canales naturales.

Canal Hebrus Valles de Marte. Fuente: NASA/JPL-Caltech/MSSS/PSI.
Descendientes de marcianos
 
Hace 3.500 millones de años, ya existía una floreciente vida microbiana en la Tierra. Por aquel entonces Marte, con unas condiciones muy favorables para el desarrollo de la vida, probablemente también tenía una relevante vida microbiana.

Incluso hay científicos que sostienen que Marte tuvo vida antes que la Tierra, pues alcanzó las condiciones adecuadas para la vida millones de años antes que la Tierra. Y hasta hay científicos que sostienen que nosotros podemos ser los descendientes de los microbios marcianos primigenios que llegaron a la Tierra en meteoritos marcianos como ALH84001.
 
Estos científicos afirman que el agua líquida de Marte se perdió por la colisión de un gran asteroide contra la superficie marciana. El impacto habría lanzado al espacio trozos de la corteza marciana (de los que AHL84001 es su más célebre representante) y algunos de estos trozos de corteza marciana impactarían sobre la Tierra. Lo más relevante es que estos trozos de corteza marciana vinieron llenos de microbios de Marte (que en realidad fueron nuestros ancestros).
 
Así nosotros seríamos descendientes de los marcianos. La hipótesis que sostiene que la vida se originó lejos de la Tierra y llegó hasta aquí transportada de alguna manera se conoce como “Panspermia”. Francis Crick, el genial científico que desveló la estructura de la doble hélice del DNA, fue un convencido defensor de la panspermia.
 
Lo indudable es que la vida en Marte se enfrentó a desafíos ingentes: a medida que desaparecía el agua de la superficie marciana, la poca que quedaba se convertía en un ambiente extremadamente difícil para la vida (aguas hiper-ácidas cargadas de hierro disuelto y muchos otros metales pesados).
 
Ambiente parecido en Andalucía    
 
Y, sorprendentemente, en la Tierra tenemos un ambiente muy similar al que se enfrentó la vida en Marte (y al que tendría que enfrentarse la vida durante algún tiempo si alguna vez se decide “terra-formar” a Marte): el río Tinto, en Andalucía. Sus aguas, de un color rojo intenso, son extremadamente ácidas (pH ≈ 2) y contienen enormes cantidades (>20 g l-1) de metales tóxicos en disolución (hierro, cobre, zinc, arsénico…) representando un gran reto para la vida.
 
Generalmente, se asume que la vida se adapta muy poco a  poco a estos ambientes tan extremos, necesitándose grandes periodos de tiempo para lograrlo (evolución gradual). Así, en ambientes como el río Tinto (que ya estaba extremadamente contaminado de manera natural desde mucho antes de que hubiera seres humanos en la Tierra, por más que mucha gente piense que la contaminación es consecuencia de la actividad minera) sólo podrían proliferar unas pocas especies de organismos muy especializados a vivir en estos ambientes (llamadas especies extremófilas que tras decenas de miles de años se han adaptado gradualmente a vivir en hábitats hostiles).
 
Pero recientes estudios en el Tinto indican que no sólo hay organismos extremófilos: también hay numerosos organismos “normales” (llamados mesófilos). Y además no solo hay bacterias. También abundan microalgas eucariotas, que de hecho constituyen la mayor parte de la biomasa en muchas zonas del río Tinto (hasta el 60% del total).
 
Lo más sorprendente es que estas especies de microalgas son casi iguales a otras que viven en hábitats sin contaminar. Esto hace suponer que la adaptación de estas microalgas al río Tinto pudo ocurrir muy rápidamente hace muy poco, y que por eso no tuvieron tiempo para cambiar demasiado.

Pero la realidad a menudo supera las hipótesis más audaces y en el caso de las microalgas del Tinto se ha comprobado que tan solo necesitaron una única mutación en uno solo de sus genes (y tienen más de 30.000) para poder resistir el ambiente adverso al Río Tinto [2].
 
Asombrosamente esta única mutación apareció espontáneamente en las poblaciones de las microalgas antes de llegar al ambiente extremo del río Tinto. Se trata de una mutación que ocurre por casualidad (alrededor de un par por cada millón de microalgas) pero que, en poblaciones tan grandes como las de microalgas (puede haber más de cien millones de ellas en un solo litro), la probabilidad de que se produzca (y muchas veces) resulta un suceso casi seguro.
 
Si alguno de estos mutantes (que surge en aguas no contaminadas) llegara al río Tinto (transportada por el viento en forma de aerosoles, o transportada por pájaros o por inundaciones torrenciales…), sobreviviría sin problema. Y en el Tinto no tendría enemigos pudiendo proliferar hasta dar lugar a las grandes proliferaciones de algas que aportan un inconfundible color verde al agua roja del Tinto.
 
Pero esto no solo ocurre en el Tinto. Se ha comprobado que en otros ríos extremos con condiciones parecidas a las del Tinto (por ejemplo en el río Agrio en Argentina) también sucede lo mismo [3].
 
Capacidad de adaptación
 
Posiblemente, los microbios marcianos también gozasen de gran capacidad de adaptación, y si en Marte quedase agua líquida (aunque fuera retenida en intersticios entre las rocas de la corteza del planeta asociados a fenómenos geotérmicos residuales) todavía podría haber vida microbiana (indudablemente una vida marginal).
 
Tal vez nuestros ancestros sean marcianos, o tal vez no. Sin embargo, llegará el día en que los océanos (y toda el agua) de la superficie terrestre desaparezca a medida que el sol aumenta de tamaño.
 
Para entonces dejaremos de ser un planeta azul y seremos también una vastedad desolada de color rojo.  Marte nos precedió en la historia.

Referencias bibliográficas:

[1] Mars (1895), Mars and its Canals (1906), Mars as the abode of life (1908).
 
[2] Para más detalle ver: Costas E, Flores-Moya A., Perdigones N., Maneiro E., Blanco J.L., García M.E., López-Rodas V. How eukaryotic algae can adapt to the Spain’s Rio Tinto: A neo-Darwinian poposal for rapid adaptation to an  extremely hostile ecosystem. New Phytol. 175: 334-339 (2007).
 
[3] Por ejemplo, ver: V. López-Rodas, M. Rouco, S. Sánchez-Fortún, A. Flores-Moya and E. Costas-Costas. Genetic adaptation and acclimation of phytoplankton along a stress gradient in the extreme waters of the Agrio river – Caviahue lake (Argentina). Journal of Phycology, 47 (5): 1036-1043, 2011.



Eduardo Costas
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