Luz sobre la New Age: ¿Por qué pone nerviosos a religiosos y científicos?

Claves sobre un movimiento filosófico y espiritual surgido en las últimas décadas


Suele entenderse por New Age a una corriente espiritualista super-optimista y bastante individualista que combina tradiciones diversas, orientales (sobre todo) y occidentales. Pero, ¿en qué consiste este fenómeno, en sentido amplio? La corriente New Age (que quizás sería mejor traducir al castellano como Nueva Era) es un movimiento filosófico y espiritual surgido en las últimas décadas, que posee la virtud de poner nerviosos e intrigar a la vez a las personas de orientación científica y a los creyentes de las religiones tradicionales, un tema, por tanto, nada frívolo. Por José Luis San Miguel de Pablos.


José Luis San Migle de Pablos
17/09/2013

Stonehenge y otros lugares antiguos son reverenciados por muchos de los practicantes de la espiritualidad New Age. Fuente: Wikimedia Commons.
En sentido restringido y tópico, se entiende por New Age esa corriente espiritualista super-optimista y bastante individualista que combina tradiciones diversas, orientales (sobre todo) y occidentales, y que se visibiliza en ciertas librerías en las que, además de libros, se venden objetos variopintos (cristales sanadores, gongs y carrillones, cuencos tibetanos, tarots y otros juegos de cartas adivinatorias...) y se anuncian cursos y conferencias sobre temas tales como la sanación espiritual, el recuerdo de vidas anteriores, los centros sutiles de energía (o chakras), etc.

En este mismo sentido, el término también se asocia con un género músical extremadamente suave y etéreo que confina a veces con algunas músicas étnicas (la celta sobre todo). Casi se podría decir que, en este sentido restringido y superficial, la New Age se reduce a poco más que una red comercial pintoresca.

A un nivel que se puede considerar intermedio, se asocia mucho la New Age al libro de Marilyn Ferguson La conspiración de Acuario, publicado en los Estados Unidos en 1980. Con el subtítulo “Hacia un nuevo paradigma”, jugó en cierto modo el papel de manifiesto del movimiento, además de exponer una hipótesis sobre su manera de expandirse.

La referencia al signo de Acuario tiene que ver con una teoría astrológica según la cual la constelación zodiacal en la que se encuentra el Punto Equinoccial Vernal define la cultura de una larga época (“Era Zodiacal”) de más de dosmil años de duración.

Dicha constelación ha sido la de Piscis desde el comienzo de la Era Cristiana, y -debido al fenómeno astronómico conocido como precesión de los equinoccios- pasará a ser la precedente, la del Aguador o Acuario, a partir de una fecha indeterminada pero cercana en todo caso.

Quizá interese señalar que, mientras que los que se ocupan de manera seria de la astrología coinciden de forma generalizada en que el significado de Piscis concuerda a la perfección con los valores y modos de vida cristianos, en positivo y en negativo, su acuerdo no es ni mucho menos unánime en lo que se refiere a la correspondencia de Acuario con la totalidad de los valores de la Nueva Era fergusoniana, que no integra lo suficiente el tecnologismo y la falta de calidez que se atribuyen al signo en la astrología contemporánea.

Apoyándose en una investigación de tipo encuesta que había llevado a cabo, la Ferguson aseguraba que se había constituido en los últimos tiempos, de forma espontánea, una red de millones de personas que, en ruptura clara con las ideas antiguas y dogmas en que habían sido educadas, compartían vivencialmente -y normalmente sin conocerse- una visión del mundo nueva que se orientaba a su propia transformación espiritual (Ferguson dice “de la conciencia”) y, a partir de ahí, a un cambio radical de la política, la economía y, en una palabra, de la sociedad a nivel mundial.

En sentido amplio, que es el que considero digno de auténtico interés y que será, por tanto, el que trataré aquí, la corriente New Age (que quizás sería mejor traducir al castellano como Nueva Era) es un movimiento filosófico y espiritual surgido en las últimas décadas, que posee la virtud de poner nerviosos e intrigar a la vez a las personas de orientación científica y a los creyentes de las religiones tradicionales.

Es plural, ciertamente, pero ni mucho menos tan incoherente como algunos afirman, ya que su sincretismo -que es uno de sus principales rasgos- incide especialmente en la detección de homologías entre tradiciones diversas. Homologías que vengan a apoyar ciertas intuiciones o, si se quiere, apuestas metafísicas que, pese al pluralismo intrínseco, comparten la gran mayoría de las personas afines al movimiento.

Entre esas intuiciones se pueden citar: la sacralidad de la Naturaleza, guardando estrecha relación con una idea de lo divino panteísta o panenteísta, la cual es a su vez compatible con la creencia -no general, pero sí muy extendida- en entidades personales -o que se manifiestan como si lo fueran- formando una jerarquía de seres; la creencia fundamental en el alma, no sólo humana sino presente universalmente, en su preexistencia y supervivencia, casi siempre a través de la reencarnación; la fundamentalidad de la consciencia (y no de la materia), considerada como esencial a -o incluso definitoria de- la Realidad; la creencia en las correspondencias universales, correlativa al principio de “todo está (o resuena) en todo”, lo que (ligado al punto anterior) explica la generalizada creencia en la astrología, así como en procedimientos oraculares (Tarot, I Ching, etc.) y en las sincronicidades; y asimismo la convicción de que la física cuántica lleva agua a su molino, convicción esta arraigadísima y que molesta sobremanera a una parte considerable del mundo científico..., en tanto que otra, minoritaria pero detectable, parece haber optado por la coexistencia incluso dialogante.

De hecho, pienso que el corpus de convicciones que mayoritariamente se comparten en el seno del movimiento New Age (en sentido amplio) posee en conjunto una notable coherencia. Hasta el punto de que si se tratase de un movimiento organizado, sin duda estaríamos ante una religión mundial de fuerza considerable, pero como no es algo centralizado sino plural y disperso, de lo que se puede hablar es de movimiento. No es menos fuerte, aunque lo parezca a primera vista. Y tiene la ventaja de fluir con mayor espontaneidad.

Raíces y conexiones

Las fuentes que alimentan un movimiento tan amplio como el de la Nueva Era son múltiples, pero si tengo que esquematizar y simplificar (cosa imprescindible en un artículo como este), las resumiré en cuatro: 1. El renacer del esoterismo que se produjo, con distintos matices, en Europa y América a partir de finales del siglo XIX; 2. El “descubrimiento” por Occidente del hinduismo, el budismo y el taoismo, que desde esa misma época ha conocido al menos dos momentos culminantes; 3. La renovación del interés por las tradiciones paganas europeas (griega y celta especialmente), así como por corrientes filosóficas como el Hermetismo y el Pitagorismo; 4. El interés, más reciente, por el chamanismo y las creencias animistas de los “pueblos primitivos”, en conexión con la alta valoración de lo natural y ecológico en versión espiritualista (que abarca desde una biofilia que parte de reconocer el alma en todos los seres vivos, hasta el apoyo a la concepción conocida como “Gaia fuerte” y el redescubrimiento del Alma del Mundo).

Me referiré a ellas someramente.

1. Inspiradas tanto en Oriente como en tradiciones filosófico-místicas occidentales, las sociedades esotéricas proliferaron -y lo hacen aun- en países como Francia (donde las referencias a “la Tradition” apuntan normalmente al tradicionalismo esotérico occidental y no al católico ultramontano, como en España), Inglaterra y los Estados Unidos, entre otros. Constituyen en conjunto un campo cuyas conexiones con la francmasonería de orientación espiritualista (que no incluye a la totalidad de las obediencias masónicas) son reales en algunos casos e inexistentes en la mayoría.

Puede afirmarse sin lugar a dudas que las acusaciones de “satanismo” que a veces se lanzan sobre estas agrupacionas son calumnias burdas. Muy al contrario, sus integrantes son en general personas idealistas, quizás algo ingenuas, pero poseedoras en todo caso de una buena voluntad que a uno le gustaría encontrar también en sus acusadores.

Es de todo punto imposible no mencionar la Sociedad Teosófica, fundada en 1875 por Helena Blavatsky y el coronel Olcott. Incluso antes de entrar en la descripción, necesariamente super-resumida, de sus contenidos doctrinales, quiero señalar que esta asociación y sus miembros y simpatizantes, los teósofos (también conocidos como teosofistas, sobre todo por sus adversarios), tuvo una implantación considerable en España hasta la Guerra Civil.

Es este un dato de nuestra historia cultural que se conoce poco. Numerosos teósofos participaban asiduamente en los ateneos, incluidas sus juntas directivas; su presencia en la prensa era asimismo cosa común, y muchos de ellos estaban ligados a la Institución Libre de Enseñanza, ya que en cuanto a ideas metafísiscas de fondo, la Teosofía tenía bastante en común con el krausismo.

Algunos estaban también vinculados a la francmasonería, y en particular a la Gran Logia, más espiritualista que el Gran Oriente. La heterodoxia de este grupo no sólo era muy mal vista por los católicos conservadores (que es tanto como decir la aplastante mayoría de los católicos de la época) sino también por los intelectuales materialistas, de modo que, pese a ser los teósofos españoles republicanos en su gran mayoría, se vieron en cierto modo obligados a formar parte de la “tercera España”.

Pero eso se acabó de todos modos al acabar la Guerra Civil, cuando los vencedores fusilaron (hay varios casos), encarcelaron y persiguieron implacablemente a los teósofos, a los que asimilaron a los masones, además de catalogarlos en el ítem de “herejes peligrosos varios”.

Por lo que se refiere a la parte doctrinal, la Sociedad Teosófica ha suministrado desde su fundación todo un catálogo de creencias espiritualistas alternativas a las cristianas tradicionales, en un contexto de enfrentamiento paralelo con el materialismo filosófico: la reencarnación tal vez como creencia axial, ligada a una versión simplificada de la doctrina del karma y apuntando a una evolución del espíritu individual (el “yo superior” o “mónada”), en lo que -junto a la inspiración hindú explícita- se aprecia una clara influencia neoplatónica; los diferentes planos del mundo, o “niveles de vibración”, cada uno de ellos vinculado a una función psíquica (en sentido prácticamente idéntico al de las cuatro funciones de Jung, que no era teósofo pero que sí es un gran referente para la New Age en su totalidad): plano físico ‒ sensaciones, plano astral ‒ emocionalidad, plano mental ‒ pensamiento, plano causal ‒ intuición.

Las peticiones de principio fideístas siempre han sido notorias, especialmente en el primer medio siglo de la historia de la S.T., época en la que las “percepciones clarividentes” de miembros destacados de la Sociedad constituían una fuente sumamente importante de contenidos, y en la que el anuncio de la venida de un gran Instructor del Mundo, en la persona del joven Jiddu Krishnamurti [1], se convirtió durante algunos años en el eje principal de la actividad teosófica.

No obstante lo cual, que pertenece al debe de la “teosofía”, ésta cuenta también con un haber innegable si se la considera con objetividad: los teósofos han mantenido siempre un compromiso firme a favor de la libertad religiosa y política en todas partes, incluida España, y se destacaron asimismo en el combate por la eliminación de las castas y el derecho a la independencia en la India, el país donde se encuentra su sede central. Allí, la histórica Annie Besant, secretaria general de la Sociedad e inglesa de nacimiento, lideró al lado de Gandhi la lucha contra el colonialismo en los años 20-30, lo que la hizo pasar por la cárcel y la llevó a asumir durante un cierto tiempo la dirección del Partido indio del Congreso.

De la Sociedad Teosófica nacieron otras agrupaciones espiritualistas, de las que la principal es seguramente la Antroposofía de Rudolf Steiner, escritor, filósofo y pedagogo alemán. Steiner pone mayor énfasis que los teósofos clásicos en la figura y el papel de Jesús, y tiende en cierto modo puentes hacia el cristianismo sin renunciar al universalismo ecléctico, que es asimismo un rasgo básico tanto de la Teosofía blavatskiana como de la New Age.

La concepción de Steiner, auténtica tesis teológica que expone en su libro El impulso del Cristo y la conciencia del Yo, es que un impulso trascendente orientado en último extremo a la elevación del nivel de consciencia de toda la Humanidad, fue recibido libremente por Jesús de Nazaret en el momento de su bautismo en el Jordán, que fue cuando, por así decir, se cristificó.

Pero ese impulso debe alcanzar a la Humanidad entera, de modo que todos sus integrantes -y ella misma como un todo- tomen consciencia de su divinidad inmanente, una consciencia -necesariamente amorosa- de la que Jesús habría sido punta de lanza. Con ello su divinidad queda obviamente afirmada, pero ya no es exclusivamente suya sino algo a extender y a compartir con todos en la consciencia (pues en esencia ya se comparte).

Rudolf Steiner fue además el creador de la pedagogía Waldorf, de la que Wikipedia:

La pedagogía Waldorf tiene sus raíces en la investigación del esoterista y pensador austríaco Rudolf Steiner (1861-1925). La educación que recibieron los niños que acudieron a la primera escuela libre Waldorf (Stuttgart, 1919) fue tan innovadora y evolucionada que pronto comenzaron a surgir estas escuelas por toda Alemania, y luego el movimiento se extendió por el resto de Europa y el mundo. Durante el régimen nazi las escuelas Waldorf fueron prohibidas, pero volvieron a abrirse después de la Segunda Guerra Mundial, y hoy en día hay cerca de 3000 escuelas que aplican los métodos Waldorf en más de 90 países. La UNESCO apoya y promueve esta pedagogía, destacando positivamente una educación que se logra sin descuidar los aspectos relativos a la salud física y emocional.

Al margen de las organizaciones cuya matriz es la Sociedad Teosófica, hay que destacar los grupos esotéricos franceses martinistas, que se reclaman herederos del legendario Claude de Saint-Martin, y las asociaciones Rosacruces, cuyas creencias -al igual que las de los anteriores- son indistinguibles de las teosóficas y que, con toda probabilidad, carecen de vínculo con el histórico a la vez que enigmático movimiento centroeuropeo del siglo XVII.

2. El hinduismo transmitido por la Sociedad Teosófica estuvo siempre un tanto simplificado y distorsionado. Pero en la última década del siglo XIX, un hindú auténtico, afín a la corriente yóguica y máximo exponente de lo que se conoce como neohinduísmo, asumió la tarea de dar a conocer la filosofía mística de los Vedas a los occidentales.

Esa persona fue Vivekananda, discípulo del célebre místico Ramakrishna, el mismo que tras haber asumido temporalmente el Islam y el cristianismo, además de varias corrientes del hinduísmo, afirmaba que partiendo de no importa qué fe religiosa se puede alcanzar igualmente la Iluminación y la unión con lo Divino.

La actividad divulgativa de Vivekananda se inició con su participación en el Congreso Mundial de las Religiones celebrado en Chicago en 1893, un acontecimiento de gran trascendencia que fue, de hecho, el punto de partida de todos los diálogos interreligiosos posteriores. Representó al hinduísmo, y sus intervenciones tuvieron un gran eco en la prensa estadounidense, que le definió como el orador más brillante e interesante de cuantos intervinieron. Al acabar el Congreso se quedó en Estados Unidos y no volvió a la India hasta 1897. Durante su estancia en América dio a conocer en profundidad las diferentes clases de yoga, así como la filosofía cumbre del hinduismo: la doctrina advaita (no dualidad).

Nada más volver a India, Vivekananda fundó la Misión Ramakrishna, que sigue existiendo y tiene por objeto difundir por todo el mundo la filosofía hindú advaita así como los yoga de manera rigurosa, dentro del más estricto respeto a las fes diferentes, tal como siempre había recalcado Ramakrishna. Vivekananda falleció en 1902. En la India es considerado una gloria nacional, no sólo en los planos intelectual y espiritual, sino también en el político, ya que fue uno de los primeros en comprometerse activamente en el combate por la libertad nacional y contra la prevalencia de las castas, que su neohinduismo (el mismo de Gandhi) no admite en absoluto.

A lo largo del siglo XX, un interés por el hinduismo que ya no era etnográfico y académico como lo había sido con anterioridad, sino de fondo, se intensificó en Occidente. Dos referentes clave de la primera mitad del siglo, muy distintos entre sí, son Ramana Maharshi -un místico genuino, que dio a conocer el escritor Paul Brunton- y Aurobindo, interesantísimo intelectual neohinduista preocupado por igual por la transformación espiritual del individuo y del mundo.

Pero fue en los años 60 y 70 cuando se puso de moda espectacularmente la India de los gurús. En esa moda hubo de todo, superficialidad, frivolidad y fraude, como se ha repetido hasta la saciedad, y también interés auténtico e individuos valiosos (aunque no es fácil decir cuántos). Pero de lo que no cabe duda es de que en esos años se fijó la imagen orientalizante tópica de la New Age.

¿Y el budismo? En contra de una opinión extendida, no creo que sea un componente relevante de lo que -yo al menos- entiendo por New Age. Diría que el budismo, que cada vez está más presente en Occidente, se lleva bien con la New Age (¡como con casi todo el mundo!), pero no es la New Age. Además la existencia del Dalai Lama le aporta un liderazgo.

El budismo también es plural internamente, como es bien sabido, pero la versión de las corrientes Mahayana y Tantra que han llegado a Occidente son casi pura filosofía de vida, meditativa y ascética, con -por añadidura- un bagage conceptual y un lenguaje muy difíciles. Y la creencia compartida en la reencarnación y algunas cosas más no es suficiente para que converja con una concepción del mundo tan barroca y vitalista como la de la New Age, cuyos adeptos aman demasiado, me parece, la participación en la Naturaleza y sus procesos como para desear realmente abandonar la Rueda de Samsara [2]. Esto no es obstáculo, claro está, para que la meditación (pero casi nunca de tipo budista) y la propia imagen icónica del Buda no estén muy presentes.

El Taoísmo viene a ser una filosofía mística de la naturaleza, y en este sentido conecta muy bien con la actitud espiritual Nueva Era. No es por casualidad que el primer libro exitoso de uno de los intelectuales con mayor vínculo con la New Age -y de gran valor por cierto-, Fritjof Capra, llevara por título El Tao de la Física.

El Taoísmo le ha aportado algo sumamente valioso a la New Age: su propio símbolo, el yin yang. La verdad es que no se trata de un símbolo religioso (¿es el Taoísmo una religión?) sino puramente filosófico, y con una capacidad sintetizadora tal que Niels Bohr decidió adoptarlo como su emblema personal tras recibir el Nobel. Abarca los niveles metafísico y físico, y aunque concebido en Extremo Oriente, podría perfectamente servir para resumir no pocos sistemas filosóficos occidentales, de Empédocles a Hegel, pasando por el Aristóteles que definió la potencia y el acto.

Además la mentalidad New Age ha abierto de par en par las puertas de Occidente a las artes y prácticas chinas tradicionales que tienen la teoría energética del yin yang como fundamento: medicina tradicional, shiatsu, tai-chi, feng-shui...

3. El neopaganismo, señalado con frecuencia como uno de los rasgos distintivos de la New Age, se matiza de dos maneras: es mucho más una simbología o una arquetipología psicológica que una componente religiosa (al menos como los creyentes “clásicos” entienden el término), y enlaza con la exaltación de la Naturaleza y de lo femenino, también en este caso más psicológica que biológicamente.

Al margen del movimiento New Age -aunque puede haber puentes, entre otras cosas porque es una gran verdad el principio de que “todo está conectado”- quedan los grupos religiosos neopaganos propiamente dichos, como por ejemplo los neodruidas, que existen sobre todo en Gran Bretaña desde el siglo XIX o puede que desde antes. Porque las dos matizaciones que acabo de señalar son, en efecto, determinantes.

La primera significa que los dioses y diosas del paganismo son interpretados de forma generalizada en la New Age como arquetipos, lo que reincide en la asimilación de Jung por la New Age a la que ya me he referido, lo que -por supuesto- no quiere decir que todos los psicólogos jungianos, o todos aquellos a quienes interesa Jung, sean afines a esta corriente, como tampoco lo son todos los neohinduístas ¡ni todos los interesados por la física cuántica!

Libros típicamente newager como Las diosas de cada mujer y Los dioses de cada hombre dan fe de lo que digo. Igualmente el interés por la astrología, reorientada hacia una astropsicología de matiz claramente jungiano [3] y no tanto centrada en la adivinación del futuro (puede leerse a este respecto Cosmos y Psique del filósofo norteamericano Richard Tarnas, afín al movimiento que nos ocupa).

La verdad es que, tanto desde posiciones cercanas a la Nueva Era como desde otras que nada tienen que ver con ella, la idea de que los dioses del politeísmo son arquetipos psicológicos -que a veces poseen correspondencias con aspectos o dimensiones de la Naturaleza- ha sido sugerida por numerosas voces, de Mircea Eliade a Robert Graves, y de Joseph Campbell a la hermenéutica simbólica, incluso dejando aparte a Jung y los intelectuales cercanos a él, como Karl Kerenyi.

Pero en el neopaganismo New Age está muy presente también ese segundo rasgo que se ha señalado: el de enfatizar fuertemente lo femenino. La Diosa (y las diosas) son más importantes que Dios (y que los dioses masculinos).

Existe una indubable conexión entre la idiosincrasia y las creencias New Age y la corriente feminista que sus adversarias dentro del mundo plural que es también el feminismo, llaman despectivamente esencialista: entender “lo femenino” no como simplemente la mujer y lo relacionado con ella, sino como una fundamental raíz arquetípica que trasciende lo humano y conecta con los mitos primordiales.

Se postula con frecuencia una edad de oro de lo femenino, un matriarcado antiguo o prehistórico en el que se rendía culto a la Gran Diosa Madre. Además la Tierra, como la Naturaleza, es femenina, y aquí aparece el nexo con la “Gaia fuerte”: la diosa Gaia, la Madre Tierra viva y con alma como deidad principal del panteón “politeísta” Nueva Era. Por lo demás, la Luna, símbolo de la fertilidad, las emociones y el inconsciente, juega igualmente un gran papel, siendo una práctica muy común en la New Age marcar sus cuatro fases principales con meditaciones y pequeños rituales.

4. La New Age mantiene una relación contradictoria con la vida moderna, que en el fondo no es muy distinta de la que numerosas personas de mente crítica mantienen hoy crecientemente, tanto si simpatizan como si no con dicha corriente.

Por un lado, asume con entusiasmo la revolución de la Web y hace uso de ella asiduamente, y cosas como la cuántica y la cosmología científica la fascinan; por otro, vuelve la mirada hacia las sociedades arcaicas con mayor respeto y veneración todavía que los prerrománticos del dieciocho al evocar al bon sauvage. Los ritos y procesos de iniciación son especialmente echados en falta. Patrick Harpur dice, por ejemplo:

Todas la sociedades desarrollaron los llamados ritos de paso para potenciar la muerte y el renacer metafóricos en momentos tales como la pubertad el matrimonio y la muerte. La cultura occidental suprimió los ritos formales, por lo que todas esas importantes iniciaciones deben reinventarse y ser experimentadas de manera informal. (...) La cultura occidental carece de ritos de paso, e incluso el reconocimiento de su necesidad por parte de la Iglesia ha caído en desuso o está en crisis. No es, pues, de sorprender que los adolescentes sean tan conflictivos. (...) Los jóvenes forman espontáneamente grupos de iniciación tribal [4].

La recuperación de la comunión con la Naturaleza -muy valorada ya por los románticos, que antecedieron a la New Age en este y otros aspectos-, la cual la perdido la Modernidad, es lo fundamental. Los últimos supervivientes de las etnias que no han pasado por el proceso civilizatorio, o que sólo lo han hecho superficialmente, son considerados depositarios de valores, visiones del mundo y prácticas que merece la pena conocer e incluso asumir.

Un ejemplo paradigmático es el célebre chamán mexicano Don Juan, que convirtió primero a la concepción‒percepción chamánica de la realidad, e instruyó e inició después, al antropólogo racionalista Carlos Castaneda, cuya serie de libros constituye uno de los mayores bestsellers de la Nueva Era. Según ésta, el animismo es esencialmente verdadero, ya que como también dice Harpur:

Es triste que hayamos transformado un cosmos vibrante y animado en un universo mecanizado y sin alma, como el invierno perpetuo sobre el que reina el herido Rey Pescador de la leyenda artúrica. Únicamente el Santo Grial puede curarle la herida y restituir la fertilidad a la tierra baldía. ¿Y qué es el Santo Grial? Nada menos que el Alma del Mundo [5].

Este párrafo refleja muy bien el hartazgo que produce hoy en día el mecanicismo, y también la nostalgia de una Naturaleza encantada. ¿Describe aquél mejor que ésta la realidad? Es bien conocido que hay científicos eminentes (Prigogine por ejemplo) que lo ponen en duda. Por otra parte, la fuerte revalorización de las antiguas tradiciones indígenas, especialmente en América Latina, no deja de tener puntos de encuentro con la Nueva Era, de hecho muy presente en esos países, como refleja -por ejemplo- la evocación de la Pacha Mama (Gaia) en algunas constituciones de reciente promulgación.

La New Age y la ciencia

Es pública y notoria la atención que presta la New Age a la física cuántica. Atención que, además, comparten desde las “bases” más ingenuas y científicamente menos preparadas del movimiento hasta pensadores de talla y auténticos cientificos, como Capra. Pero ¿a qué se debe? La respuesta la sugiere un biólogo cercano a la corriente, Rupert Sheldrake, cuando dice:

Defiendo que la ciencia está reprimida por ciertos supuestos que tienen varios siglos de antigüedad y que se han consolidado como dogmas. Las ciencias estarían mejor sin ellos: serían más libres, más interesantes y más divertidas. (...) El sistema de creencias que gobierna el pensamiento científico convencional no es sino un acto de fe encallado en la ideología del siglo XIX [6].

La ideología a la que se refiere Sheldrake es la materialista, y todos en la New Age tienen a la física cuántica por superadora de esa ideología. De hecho, el propio Sheldrake parece creerlo así. Da igual que numerosos físicos -seguramente la gran mayoría- rechacen incluso con virulencia ese supuesto, desde el momento que hay algunos, aunque sean una minoría, que no lo rechazan, y que algunos hechos (que la mayoría prefiere no entrar a considerar en profundidad) dan la impresión de ser incompatibles con la filosofía materialista.

Más allá de esta tesis compartida, el abordaje New Age de la cuántica no es homogéneo. Va desde interpretarla como un irrealismo radical en el que la subjetividad de los observadores lo produce absolutamente todo, como en el film delirante Y tú ¿qué sabes?, hasta saludarla esperanzadamente como la primera ventana de la física por la que se asoma la consciencia, lo que parece ser el caso según no pocos físicos.

La cuántica no es el único tema científico que interesa, y mucho, en el seno de la New Age. Los newagers suelen seguir con atención otras noticias científicas, especialmente las pertenecientes a los ámbitos astronómico (por ejemplo, todo lo concerniente a la búsqueda de vida extraterrestre) y cosmológico (el big bang y “antes de”).

Prestan también gran atención a los temas relacionados con la evolución, así como con la vitalidad y creatividad de la Naturaleza, a los indicios e investigaciones que apuntan a que la naturaleza, la Tierra y el universo están vivos —y “tienen alma”. ¿Era Prigogine un newager? ¿Lo es Lovelock? ¿Lo es Kauffman? No, pero... hay puentes.

De lo que no cabe ninguna duda es del interés apasionado que manifiestan los seguidores de la New Age por la ciencia. Que ese interés esté segado en el sentido de pretender que “la ciencia diga cosas que no dice”, como denuncian numerosos científicos, es posible, pero no basta para descalificarlo, porque, si bien se mira, eso lo pretende muchísima más gente. Y no está mal que se interpreten determinados resultados de manera diferente a como los científicos con mayor poder institucional lo hacen habitualmente con el fin de apoyar sus apuestas metafísicas materialistas, como hace ver Sheldrake.

No está mal que se examinen los resultados de las investigaciones partiendo de otros supuestos metafísicos, a condición de que para sostenerlos no se inventen resultados ni se distorsionen los disponibles, cosa que los newagers “de base” hacen con frecuencia, pero de lo que no creo que se pueda acusar a los intelectuales afines a la corriente, que más bien le aportan a la ciencia un pluralismo filosófico que necesitaba con urgencia.

La New Age y la religión

Desde la perspectiva de las religiones institucionalizadas, como la católica, la New Age no podía, de entrada, sino inquietar y ser percibida como un peligro, máxime cuando se estaba ante lo, en buena medida, desconocido. La reacción a la defensiva ha sido por tanto la que se podía esperar. Pero todo fluye, como decía Heráclito, y hasta “la piedra” acaba cambiando de estado. Es por ello que acaba por surgir el deseo -o la necesidad- de un conocimiento desprejuiciado. En eso se está.

Pero, situándose en el punto de vista contrario, surge la cuestión de qué relación mantiene el movimiento New Age con las religiones. Uno se pregunta si hay newagers católicos, protestantes, judíos o musulmanes. Y, por supuesto, qué se piensa acerca de Dios en el mundillo de la Nueva Era.

El pluralismo de la New Age se manifiesta al máximo en este campo. Hay newagers de todas las procedencias religiosas, y muchos mantienen, como es natural, un cordón umbilical afectivo o/y sociológico con sus orígenes. Por otra parte, aquí se plantea ya la cuestión que será tratada en el último apartado: ¿quién es o deja de ser newage, y en qué medida?

Porque los sarcasmos sobre la religión a la carta han estado al orden del día durante años, pero han acabado por pasar de moda, y ello por la sencilla razón de que hoy son legión, y hasta diría yo que mayoría, las personas cuya religiosidad es personal y “a la carta”; y raro es que en el menú autocompuesto no estén incluidos elementos newagianos.

¿Y cuál es, por lo demás, la alternativa? ¿La fe sin fisuras en una doctrina religiosa ortodoxa, definida por sus dogmas? ¿Alguien cree de verdad que eso es lo deseable en el siglo XXI? Contamos con el ejemplo-espejo del Islam fundamentalista y con arraigo de masas. ¿Nos gusta? Claro que está también el ateísmo-materialismo militante. Es otra fe ortodoxa y fuerte, en teoría susceptible de homogeneizar la sociedad, y desde luego tal cosa se ha intentado. ¿Quizá es preferible?

Si lo central en las religiones del Libro es Dios, lo inmediato es preguntarse si lo es también en la New Age, y como lo conciben sus simpatizantes, si es que lo hacen. Ya se ha dicho que el panteismo es la manera más extendida de entender a Dios en la New Age [7]. Pero es compatible con enfoques devocionales y hasta con personalizaciones (¿proyectivas?).

Además, la idiosincrasia de cada cual cuenta mucho, y también la tradición que prefiere. Es un hecho que la devocionalidad está muy extendida en la New Age más popular y menos intelectualizada, y que se enfoca de preferencia sobre “la Diosa” más que sobre Dios, como ya se ha dicho.

La feminidad sagrada se personaliza en Ella, si bien más simbólica que literalmente. Ella puede ser Gaia o puede ser la Gran Madre cósmica, fundamental también en el hinduismo. En cuanto a Jesús, es sumamente respetado, como por lo demás yo diría que universalmente, pero los dogmas cristianos básicos referentes a él, en general no se asumen. Está claro que la New Age no es cristiana, aunque ello no implica que sea anticristiana. Tampoco creo que sea budista, aunque mucha gente piensa que sí, e igualmente Gautama el Buda es respetadísimo en su seno, al mismo nivel -ni más ni menos- que Jesús de Nazaret.

Pero... en este sistema “a la carta” que cada vez -guste o no- está más extendido, hay desde luego no pocas personas que se consideran católicas -o protestantes, o judías- y que tienen no sólo creencias concretas (en la reencarnación, por ejemplo) sino una cierta mentalidad o sensibilidad new age. Tiene que ver con una suerte de “ósmosis” que se está produciendo desde hace ya bastante tiempo, y que se parece, un poco, a lo que pasa con el ecologismo, que permea a la sociedad más allá de los ecologistas propiamente dichos. ¿Un signo de los tiempos?

La New Age y la política

La New Age tiene fama de escapista, en parte por su espiritualismo mucho más pendiente de “cosas extrañas” que de las realidades de cada día, y en parte por el individualismo y el irrealismo manifiestos de numerosas autoayudas emparentadas con la versión más simplona de la corriente. Sin embargo, es un hecho que a la hora de ubicar en el espectro político a la gente cercana a la New Age, uno encuentra de todo.

Lo mismo se topa con newagers en ambientes neoliberales (y tal cosa es frecuentísima en la New Age anglosajona) que en el fragor del 15M, donde por cierto han tenido y tienen aun una presencia significativa. Si bien son muy escasos en la ultraderecha y la ultraizquierda clásicas [8].

La New Age es de facto transversal políticamente. Pero ¿todas las posiciones sociopolíticas son igualmente coherentes por igual con sus postulados? No es una pregunta que se plantee sólo en relación con el movimiento espiritualista que estamos tratando: la misma se les hace con frecuencia también a los cristianos y a los creyentes de otras religiones. Pero ciñéndonos a nuestro tema, es preciso analizar el corpus de las creencias básicas para poder llegar a alguna conclusión.

A riesgo de introducir algún sesgo, debido a mis propias ideas de las que me es imposible desprenderme, voy a intentarlo. ¿Cuáles son, a mi modo de ver, las creencias esenciales, las principales de todas, que se comparten en la New Age? Yo destacaría dos: la primera, que el Alma, la consciencia, es lo fundamental y es -en sí- indestructible, y no la materia o las leyes físicas ciegas; la segunda, la concepción holística de la realidad, es decir, que todo está conectado e interrelacionado, tanto a nivel físico como a nivel de la consciencia, y que incluso todo está presente en todo.

La conclusión que saco yo de ello es que ni el materialismo práctico ni el economicismo extremo ni el individualismo son verdaderamente coherentes con esas ideas. Pero es un hecho innegable que numerosos newagers son economicistas e individualistas, y hasta se citan a veces esos rasgos entre los más característicos. Sin embargo, teniendo en cuenta cuál se supone que es su concepción filosófica de fondo, estos a mí me producen la misma sensación de perplejidad que los muchos cristianos insolidarios o que no están precisamente dispuestos a compartir.

Los confines de la New Age

Precisamente porque la New Age no es en modo alguno una secta, sino un movimiento no estructurado de carácter metafísico, espiritual y existencial, con raíces y conexiones diversas, no es nada sencillo establecer quién o qué es parte de él, esto es, fijar sus límites precisos. Hay mucha gente actualmente con un pie (o medio pie) en la New Age y el otro fuera, es decir, pisando literalmente sus confines. Los cuales sí es posible enumerar, aunque no exhaustivamente:

- La New Age limita con el esoterismo.

- La New Age limita con el psicoanálisis.

- .La New Age limita con el interés por la astrología.

- La New Age limita con el interés por las artes adivinatorias oraculares.

- La New Age limita con la teoría de Gaia.

- La New Age limita con la deep ecology.

- La New Age limita con la eco-teología de la liberación.

- La New Age limita con el taoísmo.

- La New Age limita con el neohinduismo.

- La New Age limita con el chamanismo (tradicional y neo).

- La New Age limita con la filosofía de la física y de la biología.

- La New Age limita, más generalmente, con la filosofía de la Naturaleza.

Y daré todavía un paso más, dado que pienso que también:

- Limita con Plotino.

- Limita con San Francisco de Asís

- Limita con Nicolás de Cusa.

- Limita con el Leibniz de la Monadología.

- Limita con Jean-Jacques Rousseau.

- Limita con Denis Diderot.

- Limita con Lamarck.

- Limita con Goethe.

- Limita con Hegel.

- Limita con Krause (ergo con el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza).

- Limita con Bergson.

- Limita con Jung.

- Limita con Einstein y con los padres de la cuántica.

- Limita con Teilhard de Chardin.

- Limita con Leonardo Boff, etc.

Reconozco que he compuesto una buena ensalada, pero no voy a “removerla”, es decir, a explicarla. La dejo tal cual, para inducir a la reflexión, y naturalmente también a la crítica y al debate, que es algo que echo bastante en falta, porque soy de los que creen que de la discusión sale la luz...



Notas:

[1] Quien tras su ruptura con la S.T. en 1929 se convirtió en un filósofo independiente y ecléctico, cuya profundidad fascinó a numerosos intelectuales y científicos poco o nada religiosos.
[2] Y lo mismo podría decirse con respecto al transmundanismo cristiano tradicional.
[3] El mismo Jung admitió -en una entrevista concedida en 1954 y publicada quince años después- creer en la astrología y practicarla en su actividad clínica con fines de diagnóstico y seguimiento. En ella declaró: “La astrología consiste en configuraciones simbólicas, al igual que el Inconsciente Colectivo: los planetas son los “dioses”, símbolos de las potencias del inconsciente.”
[4] La tradición oculta del Alma, Atalanta, 2013, pp. 163 y 165.
[5] Ibid., p. 172.
[6] El espejismo de la ciencia, Kairós, 2013, pp. 15 y 16.
[7] Quizás sea más exacto decir el panenteísmo.
[8] Esto es verdad en términos generales, pero hay nazis “esoteroides” y anarquistas de tendencias newagianas.

José Luis San Migle de Pablos es doctor en Geología, profesor en la Universidad de Mayores de la UPComillas, y colaborador de la Cátedra CTR.



José Luis San Migle de Pablos
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