Los veinte primeros años de la ingenuidad consciente

La compañía de teatro Laví e Bel celebra su vigésimo aniversario con el espectáculo “El tren de la lluvia”


El pasado mes de octubre, la compañía de Emilio Goyanes, Laví e Bel, cumplía veinte años dedicada al teatro y al cabaret, y lo celebraba a lo grande en el Teatro Alhambra de Granada, con una recopilación de algunos fragmentos de Cabaret Líquido, Cabaret Caracol, Cabaret Nómada, Yai, Paradisi y La Barraca del Zurdo. Los próximos enero y marzo, este popurrí retrospectivo podrá disfrutarse también en Málaga y Sevilla. Por gärt.




Fuente: juntadeandalucia.es.
No era fácil preparar un buen popurrí retrospectivo sin que supiera a redundancia, sobre todo después del sorprendente éxito del Cabaret Popescu que llenó día tras día el improvisado restaurante que Lavi e Bel y Álvaro Arriaga montaron en el Centro Cultural Caja Granada durante las noches del pasado verano. El cubierto no estaba al alcance de los usuarios de McDonalds, pero la buena cocina y el soberbio trabajo actoral se impusieron a los azotes de la crisis económica.

Otra crisis; la crisis cultural que arrastramos desde hace varias décadas, unida al disparatado aumento del I.V.A., amenazan ahora con arruinar teatros y cines. Decía Emilio Goyanes que las gentes del teatro llevan toreando con la crisis económica desde que el mundo es mundo, y aun así, este arte eternamente agonizante, sobrevive como pez en el agua por mucho que se empeñen los pragmáticos en arrojar pesimismo en el río de la vida.

Empecemos por aceptar que al poder –al económico, no al político que, en realidad, no pinta nada- le molestan las moscas cojoneras que abundan en las salas de teatro. Del mismo modo que la crítica está atada y bien atada en los medios de masas, esa inmensa minoría que acude noche tras noche al teatro para entender un poco más algo tan esencial como la condición humana, convive con la transgresión como vehículo para la imprescindible catarsis.

No todo está dicho. Los tiempos de la codicia han tocado techo y ha llegado el momento de abrir los ojos a lo que más nos molesta. Sucede que, en esta y otras vidas, no todo es bonito.

Ya no es sorprendente ver como la compañía Laví e Bel, muy alejada de los grandes presupuestos de los musicales made in Brodway y las productoras de sospechoso nombre anglosajón, llena el patio de butacas hasta la bandera con más ingenio y chispa que inversión económica.

Pero menos sorprendente es aún que muchas de nuestras pequeñas compañías sean económicamente rentables para las salas donde actúan, para los puestos de trabajo que generan, e incluso para el Ministerio de Hacienda.

Negar que la industria de la cultura bien gestionada es una fuente de riqueza social, cultural y económica, me parece de una torpeza imperdonable. El teatro en España mueve más contratos laborales que una fábrica de automóviles.

No era fácil, digo y repito, pertrechar una retrospectiva de Laví e Bel, cuando el mismo modelo se había usado en el Cabaret Popescu tan solo un mes antes. Ahora bien, cuando se tiene que tirar de fondo de armario para sacar partido a los recuerdos, siempre ayuda tener un armario sin fondo. Y esos números dedicados a nuestros inefables tiranos, con un Adolfo con el doble de megalomanía que Francisco y Benito, sobrepasaron los límites del absurdo gracias a la eficaz traducción simultánea italo-germano-hispana.

Que una Compañía que hace de la sátira un estilo de vida naciera el día de la raza, tiene su punto esperpéntico. Pero el absurdo es tan parte de la historia como el totalitarismo. De hecho, hay pocas cosas tan patéticas como un discurso del Duce, y sin embargo ahí están, esperando a que el indispensable bufón parodie hasta lo más sagrado y nos descubra una vez más que el emperador va completamente desnudo.

El tren de la lluvia es una oportunidad –esperemos que no la última- de conocer una parte de la joven biografía de Laví e Bel. En este espectáculo salpicado de ternura y humor, conoceremos un poco mejor el factor humano de esta eficaz máquina de hacer reír a costa de lo irrisorio de nuestra historia. Esta máquina que resiste por pasión y porque no hay más remedio que hacerlo.

A estas alturas, con un currículo que ha rozado más de una vez (no me olvido de que el Cabaret Líquido, se adjudicó un merecidísimo Max al Mejor Musical en 2009) uno acude a un espectáculo de Laví e Bel con la satisfacción casi asegurada.

A Emilio Goyanes se le podrían reprochar los mismos pecados que al común de los mortales, pero la palabra decepción no entra en este particular diccionario. Hasta estoy por perdonarle la osadía de ponerse a cantar en los prolegómenos de El tren de la lluvia. Como bien decía Javier Krahe: “es que lo de afinar, es elitista”.

Referencia:

Obra: El tren de la lluvia.
Compañía: Laví e Bel.
Autor y director: Emilio Goyanes.
Lugares y fechas: Sala Cánovas de Malaga (10-13 de enero de 2013); Sevilla (1-3 de marzo de 2013).


Lunes, 5 de Noviembre 2012
gärt
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