Las tendencias demográficas actuales aseñalan que la edad para contraer matrimonio se retrasa cada vez más, sobre todo entre los jóvenes que reciben más años de educación. Una de las explicaciones para esta tardanza podría ser la consideración de que casarse es un obstáculo para la óptima consecución de los objetivos intelectuales de los jóvenes.
Los estereotipos minan la confianza de los jóvenes en sus capacidades, lo que les lleva a postergar el momento de contraer matrimonio. Sin embargo, contrariamente a lo que se piensa, el matrimonio resulta muy positivo para los estudiantes, según se desprende de un estudio realizado en la universidad de Cornell, en Estados Unidos, por el economista Joseph Price.
En esta investigación se analizó a un total de 11.000 estudiantes de niveles de master y doctorado en diversas ramas y durante un periodo de 20 años, valorando los siguientes criterios: los porcentajes de éxito, el número de años que costó conseguir los títulos, la frecuencia de las publicaciones y la calidad de las oportunidades de empleos conseguidos.
Además, los datos derivados de la encuesta determinaron la edad de los estudiantes, su estado civil, la existencia de hijos al inicio y al final de la carrera universitaria. Un 9% de los encuestados aún no habían terminado su doctorado cuando terminó la investigación, por lo que sus resultados se extrapolaron de los hasta la fecha obtenidos. Para el estudio, se consideró que los estudiantes casados eran aquéllos que, al empezar la carrera, ya habían contraído matrimonio.
Los casados, los más aplicados
Price y sus colaboradores descubrieron, en el análisis de los datos, que los estudiantes casados (varones) superaban con diferencia a los solteros en todos los criterios de valoración inicialmente establecidos.
Aquellos estudiantes que vivían en pareja sin casarse obtenían también mejores resultados que los solteros, aunque no tan buenos como los casados. Por tanto, parece que una situación familiar estable tendría una relación significativa con los resultados académicos universitarios.
Los investigadores también descubrieron que en el caso de los hombres, la cosa es mucho más llamativa que en el de las mujeres. Por ejemplo, la tasa de obtención del doctorado en cuatro años es superior al 75% en los hombres casados con respecto a los solteros. Lo consiguieron en cinco años el 66% más que los solteros, en seis años, el 39% más y en 7 años, el 29% más.
Para los hombres, el matrimonio está asociado asimismo a una probabilidad más alta de obtener un trabajo en los seis meses posteriores a su graduación. Por tanto, casarse antes de la carrera es para ellos sin duda positivo en términos de productividad, tanto laboral como académica.
Las mujeres no varían tanto
En el caso de las jóvenes casadas antes de empezar la carrera, ellas también ganan estadísticamente a las solteras en los resultados, pero de una forma menos llamativa. Publican más y obtienen sus diplomas en menos tiempo: su tasa de obtención del doctorado en cuatro años es en un 25% superior a la de las solteras (el 32% más en 5 años, el 17% más en 6 años y el 9% más en 7 años).
Pero, al contrario que los hombres, no hay una diferencia significativa entre unas y otras en la calidad de los trabajos que encuentran los seis primeros meses después de obtener su titulación. ¿Por qué? Para Price, las obligaciones familiares podrían ser la explicación principal, a pesar de que durante sus estudios las mujeres casadas sean más eficaces estadísticamente que las solteras.
Estas mismas obligaciones familiares explicarían asimismo los resultados de los hombres, señala Price: la responsabilidad de hacerse cargo de su familia obligaría a acabar pronto la carrera y encontrar cuanto antes un trabajo. Lo que indicaría que los roles siguen siendo bastante tradicionales.
Tanto hombres como mujeres casados no han revelado en los tests de inteligencia estar estadísticamente más capacitados que el resto de los estudiantes para sacar antes o mejor sus estudios. Sin embargo, una razón relacionada con la responsabilidad podría explicar sus notables resultados.
Los estereotipos minan la confianza de los jóvenes en sus capacidades, lo que les lleva a postergar el momento de contraer matrimonio. Sin embargo, contrariamente a lo que se piensa, el matrimonio resulta muy positivo para los estudiantes, según se desprende de un estudio realizado en la universidad de Cornell, en Estados Unidos, por el economista Joseph Price.
En esta investigación se analizó a un total de 11.000 estudiantes de niveles de master y doctorado en diversas ramas y durante un periodo de 20 años, valorando los siguientes criterios: los porcentajes de éxito, el número de años que costó conseguir los títulos, la frecuencia de las publicaciones y la calidad de las oportunidades de empleos conseguidos.
Además, los datos derivados de la encuesta determinaron la edad de los estudiantes, su estado civil, la existencia de hijos al inicio y al final de la carrera universitaria. Un 9% de los encuestados aún no habían terminado su doctorado cuando terminó la investigación, por lo que sus resultados se extrapolaron de los hasta la fecha obtenidos. Para el estudio, se consideró que los estudiantes casados eran aquéllos que, al empezar la carrera, ya habían contraído matrimonio.
Los casados, los más aplicados
Price y sus colaboradores descubrieron, en el análisis de los datos, que los estudiantes casados (varones) superaban con diferencia a los solteros en todos los criterios de valoración inicialmente establecidos.
Aquellos estudiantes que vivían en pareja sin casarse obtenían también mejores resultados que los solteros, aunque no tan buenos como los casados. Por tanto, parece que una situación familiar estable tendría una relación significativa con los resultados académicos universitarios.
Los investigadores también descubrieron que en el caso de los hombres, la cosa es mucho más llamativa que en el de las mujeres. Por ejemplo, la tasa de obtención del doctorado en cuatro años es superior al 75% en los hombres casados con respecto a los solteros. Lo consiguieron en cinco años el 66% más que los solteros, en seis años, el 39% más y en 7 años, el 29% más.
Para los hombres, el matrimonio está asociado asimismo a una probabilidad más alta de obtener un trabajo en los seis meses posteriores a su graduación. Por tanto, casarse antes de la carrera es para ellos sin duda positivo en términos de productividad, tanto laboral como académica.
Las mujeres no varían tanto
En el caso de las jóvenes casadas antes de empezar la carrera, ellas también ganan estadísticamente a las solteras en los resultados, pero de una forma menos llamativa. Publican más y obtienen sus diplomas en menos tiempo: su tasa de obtención del doctorado en cuatro años es en un 25% superior a la de las solteras (el 32% más en 5 años, el 17% más en 6 años y el 9% más en 7 años).
Pero, al contrario que los hombres, no hay una diferencia significativa entre unas y otras en la calidad de los trabajos que encuentran los seis primeros meses después de obtener su titulación. ¿Por qué? Para Price, las obligaciones familiares podrían ser la explicación principal, a pesar de que durante sus estudios las mujeres casadas sean más eficaces estadísticamente que las solteras.
Estas mismas obligaciones familiares explicarían asimismo los resultados de los hombres, señala Price: la responsabilidad de hacerse cargo de su familia obligaría a acabar pronto la carrera y encontrar cuanto antes un trabajo. Lo que indicaría que los roles siguen siendo bastante tradicionales.
Tanto hombres como mujeres casados no han revelado en los tests de inteligencia estar estadísticamente más capacitados que el resto de los estudiantes para sacar antes o mejor sus estudios. Sin embargo, una razón relacionada con la responsabilidad podría explicar sus notables resultados.