Es la hora de salida en la oficina, y usted coge su abrigo y se mete en su coche rápidamente, no sin antes sincronizar el Bluetooth de su teléfono al coche para hacer una llamada rápida a algún cliente, de camino a casa. Se detiene en el supermercado y, mientras espera su turno, toma su móvil y responde algún mensaje de correo electrónico. Llega a casa, se sienta a cenar y se esfuerza por resistirse a la luz roja intermitente de su smartphone.
Termina la cena: es hora de revisar su correo electrónico una vez más, recoger los platos, y sentarse en el sofá frente a la televisión con el ordenador en su regazo, por supuesto. Sólo unos últimos mensajes de correo electrónico y, a continuación, es hora de dormir. En unas horas habrá que despertarse y repetir la misma rutina.
Bienvenidos al nuevo mundo del trabajo, donde la hora del final de jornada laboral no existe. Se trata de un mundo en el que los teléfonos inteligentes y ordenadores portátiles, dispositivos que supuestamente nos permiten trabajar más rápido, de manera más eficiente y en un tiempo más flexible hacen que estemos conectados durante 24 horas, siete días a la semana, a nuestra realidad laboral.
Esta situación no sólo genera la dificultad de mantener los límites personales con el trabajo, porque nuestras vidas y las responsabilidades laborales están entrelazadas por la tecnología, sino que también nos somete a una intensa presión por parte de las empresas para que estemos siempre disponibles, para dar respuesta inmediata a las llamadas y correos electrónicos fuera del horario normal de trabajo.
Termina la cena: es hora de revisar su correo electrónico una vez más, recoger los platos, y sentarse en el sofá frente a la televisión con el ordenador en su regazo, por supuesto. Sólo unos últimos mensajes de correo electrónico y, a continuación, es hora de dormir. En unas horas habrá que despertarse y repetir la misma rutina.
Bienvenidos al nuevo mundo del trabajo, donde la hora del final de jornada laboral no existe. Se trata de un mundo en el que los teléfonos inteligentes y ordenadores portátiles, dispositivos que supuestamente nos permiten trabajar más rápido, de manera más eficiente y en un tiempo más flexible hacen que estemos conectados durante 24 horas, siete días a la semana, a nuestra realidad laboral.
Esta situación no sólo genera la dificultad de mantener los límites personales con el trabajo, porque nuestras vidas y las responsabilidades laborales están entrelazadas por la tecnología, sino que también nos somete a una intensa presión por parte de las empresas para que estemos siempre disponibles, para dar respuesta inmediata a las llamadas y correos electrónicos fuera del horario normal de trabajo.
¿Dónde establecer el límite?
Según una encuesta reciente difundida por Knowledge@Wharton y realizada por Neverfail, una compañía de software especializada en la protección de datos, el 83% de los trabajadores profesionales confirman que consultan el correo electrónico después del trabajo. Dos terceras partes utiliza un teléfono inteligente o el ordenador portátil durante las vacaciones para solventar problemas de oficina, y más del 50% envía mensajes de correo electrónico durante una comida en familia o con amigos.
Sin embargo, "los jefes están reconociendo que es contraproducente que los empleados no establezcan límites", señala el experto Stewart Friedman, profesor de la Universidad de Wharton en Pensilvania. "Las personas están empezando el proceso de aprender a crear límites, que además son muy útiles para prestar atención a las cosas que en realidad importan, cuando son importantes”. En otras palabras, establecer prioridades.
Otro estudio publicado a principios de este mes de febrero por investigadores de la Universidad de Chicago Booth School of Business reveló además que la mayoría de la gente considera que el Facebook, Twitter y el correo electrónico son más difíciles de resistir que el tabaco y el alcohol.
Según una encuesta reciente difundida por Knowledge@Wharton y realizada por Neverfail, una compañía de software especializada en la protección de datos, el 83% de los trabajadores profesionales confirman que consultan el correo electrónico después del trabajo. Dos terceras partes utiliza un teléfono inteligente o el ordenador portátil durante las vacaciones para solventar problemas de oficina, y más del 50% envía mensajes de correo electrónico durante una comida en familia o con amigos.
Sin embargo, "los jefes están reconociendo que es contraproducente que los empleados no establezcan límites", señala el experto Stewart Friedman, profesor de la Universidad de Wharton en Pensilvania. "Las personas están empezando el proceso de aprender a crear límites, que además son muy útiles para prestar atención a las cosas que en realidad importan, cuando son importantes”. En otras palabras, establecer prioridades.
Otro estudio publicado a principios de este mes de febrero por investigadores de la Universidad de Chicago Booth School of Business reveló además que la mayoría de la gente considera que el Facebook, Twitter y el correo electrónico son más difíciles de resistir que el tabaco y el alcohol.
“Poderosos” frente al resto
Según Carolyn Marvin, profesora de la Universidad de Pennsylvania Annenberg de Comunicación que realiza investigaciones sobre el impacto social de tecnologías en la comunicación, nuestra adicción a los dispositivos digitales tiene más que ver con una necesidad subyacente de sentirse querido e importante. Por ello, nos resulta importante "ser un miembro exitoso de la sociedad de clase media y mostrar nuestra poder y dedicación a la labor profesional, además de estar disponibles a todas horas del día", señala Marvin.
Y, sin embargo, esta dedicación a nuestros puestos de trabajo no se traduce en una mayor productividad: ordenadores, teléfonos móviles y el flujo constante de información sólo pueden causar estragos en nuestra concentración. Según los expertos, las personas que regularmente están bombardeados con diferentes tipos de información electrónica no prestan atención, y no logran realizar una tarea tan rápido como aquellos que prefieren completar una labor cada vez.
"Ser capaz de desconectar del trabajo tiene grandes beneficios para la salud y la productividad", afirma Jennifer Fraone Sabatini, directora adjunta del Centro de la Universidad de Boston para el Trabajo y la Familia. "La cuestión no es tanto el número de llamadas o mensajes de correo electrónico que atienda después de las horas de oficina, se trata de si tiene o no el control sobre su tiempo, si usted tiene la capacidad de apagar y encender cuando lo desee sin que esto le genere estrés", añade Fraone.
El hecho es que el trabajo y vida personal están muy entrelazadas, y tenemos que trabajar para conseguir congeniar ambas cosas sin que ninguna perjudique aspectos de nuestra cotidianidad. Conseguir límites y disfrutar de nuestro tiempo libre dará también mejores resultados cuando volvemos a la rutina laboral cada día y, lo mejor de todo, nos permite librarnos de un estrés innecesario.
Según Carolyn Marvin, profesora de la Universidad de Pennsylvania Annenberg de Comunicación que realiza investigaciones sobre el impacto social de tecnologías en la comunicación, nuestra adicción a los dispositivos digitales tiene más que ver con una necesidad subyacente de sentirse querido e importante. Por ello, nos resulta importante "ser un miembro exitoso de la sociedad de clase media y mostrar nuestra poder y dedicación a la labor profesional, además de estar disponibles a todas horas del día", señala Marvin.
Y, sin embargo, esta dedicación a nuestros puestos de trabajo no se traduce en una mayor productividad: ordenadores, teléfonos móviles y el flujo constante de información sólo pueden causar estragos en nuestra concentración. Según los expertos, las personas que regularmente están bombardeados con diferentes tipos de información electrónica no prestan atención, y no logran realizar una tarea tan rápido como aquellos que prefieren completar una labor cada vez.
"Ser capaz de desconectar del trabajo tiene grandes beneficios para la salud y la productividad", afirma Jennifer Fraone Sabatini, directora adjunta del Centro de la Universidad de Boston para el Trabajo y la Familia. "La cuestión no es tanto el número de llamadas o mensajes de correo electrónico que atienda después de las horas de oficina, se trata de si tiene o no el control sobre su tiempo, si usted tiene la capacidad de apagar y encender cuando lo desee sin que esto le genere estrés", añade Fraone.
El hecho es que el trabajo y vida personal están muy entrelazadas, y tenemos que trabajar para conseguir congeniar ambas cosas sin que ninguna perjudique aspectos de nuestra cotidianidad. Conseguir límites y disfrutar de nuestro tiempo libre dará también mejores resultados cuando volvemos a la rutina laboral cada día y, lo mejor de todo, nos permite librarnos de un estrés innecesario.