“Los sueños de mi prima Aurelia” navegan errantes entre el quiero y el no puedo

La compañía Teatro de la Abadía trata esta, y otras piezas inconclusas de Lorca, con muchos medios técnicos y escasa imaginación


Uno asiste perplejo, entre decepcionado y adormecido, a otro fallido intento de transmitir la fuerza creativa con que Federico García Lorca levantaba la poesía por medio del teatro; y se pregunta sobre el sentido de un montaje –“Los sueños de mi prima Aurelia y otras piezas del teatro inconcluso de Federico García Lorca”- que navega errante entre el quiero y el no puedo, con muchos medios técnicos pero ausencia de imaginación. Por gärt.




Momento de la representación. Fuente: Teatro Alhambra de Granada.
La compañía Teatro de la Abadía no ha sabido sustraerse a la tentación de presentar una propuesta –“Los sueños de mi prima Aurelia y otras piezas del teatro inconcluso de Federico García Lorca” - con falta de imaginación, por medio de unos personajes acartonados, envueltos, eso sí, en un despliegue de medios técnicos fuera del alcance de la mayoría de las compañías teatro que capean el temporal a base de pasión y bocadillos de mortadela.

No es raro que, con los tiempos que corren, un director profusamente respaldado se escude en un más de lo mismo para ocultar su falta de compromiso a la hora de montar un texto de un dramaturgo tan comprometido como Lorca.

La elección de las piezas de teatro inconcluso que ha hecho Miguel Cubero esquiva lo mejor de un autor que alcanzaba su cénit poco antes de ser asesinado. El hecho de que el director se haya decantado por unos textos de corte tradicional, evitando otras piezas más estimulantes –también del teatro inconcluso- puede esconder cierto recelo a levantar ampollas en una parte del respetable.

Pero es que el teatro lorquiano no puede ser un inconsistente retorno al pasado, sino una constante búsqueda de la transgresión poética, política y filosófica.

Curiosamente, por tratarse del escritor español con más proyección internacional, resulta paradójico que, en pleno siglo XXI, siga soterrándose el pensamiento de Federico.

Se recurre de forma machacona al repertorio más populista de una obra que rebasa la excelencia incluso en lo fragmentario y, para colmo, se emplea una estética nostálgica que no aporta nada nuevo a una tarea de copia y pega al alcance de un avispado colegial. La magia de la poesía está en la poesía misma, no en el viejo truco de entonarla de manera ensoñadora.

Y el resultado es siempre el mismo: una imagen recalcitrante de aquel que fue capaz de remover los cimientos del teatro con sus Comedias Imposibles (El público, Así que pasen cinco años, Comedia sin título) que adultera hasta los propios deseos del autor.

Escondemos a Lorca de sus verdades -lean el texto inacabado Jehová- cuando recurrimos a lo políticamente correcto, a lo inocuo, a lo inane. Y, para colmo de males, se difunde una imagen angelicalmente impostada de un poeta que reservó lo mejor de su producción para un público que él situaba en el porvenir.

Puede que no hayamos alcanzado esa madurez que el poeta granadino esperaba de su público del futuro. O puede que el temor a herir sensibilidades, el miedo a la incomprensión, atenacen la mente de algunos productores y nos aboquen a un Federico de cartón piedra, desposeído de su capacidad crítica ante una sociedad encerrada en sus mitos y sus ritos.

Referencia:

Compañía: Teatro de la Abadía.
Dirección: Miguel Cubero.
Lugar y fechas de representación: Días 11 y 12 de enero en el Teatro Alhambra de Granada.
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Jueves, 24 de Enero 2013
gärt
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