Fuente: PhotoXpress.
Ya se sabía que las rupturas matrimoniales son cada vez más frecuentes en nuestras sociedades. En España, por ejemplo, según el INE, en 2009 se produjeron un total de 106.166 divorcios. Diez años antes, en 1999, la cifra era de 36.101.
Esta progresión ascendente en lo que a rupturas matrimoniales se refiere está generando nuevas situaciones familiares.
Tras un divorcio, la vida sigue adelante, y es bastante común que las personas divorciadas se vuelvan a emparejar, dando lugar a nuevas familias, en algunas de las cuales se incluyen los hijos e hijas fruto de parejas anteriores.
Análisis de la situación
En estos casos, por tanto, los hijos naturales de uno o de ambos miembros de la pareja tienen que convivir con las nuevas parejas de sus padres.
Esta situación es bastante común ya en Estados Unidos donde, actualmente, según una encuesta elaborada por el Pew Center, más del 40% de los habitantes tiene al menos un familiar “indirecto” (hijastros, hermanastros, padrastros, etc.).
En este contexto, surgen investigaciones que intentan analizar la nueva realidad social. Una de ellas es la realizada recientemente por un equipo de especialistas de la Universidad de Missouri. En el estudio, fueron analizadas las relaciones de 32 hijastros y 17 hijastras con sus padrastros o madrastras.
Los resultados obtenidos demostraron que estas relaciones pueden ser complicadas, especialmente para los niños, publica el Journal of Marriage and Family.
Construir una relación positiva
En un comunicado emitido por la Universidad de Missouri, uno de los autores de la investigación, el profesor del Departamento de desarrollo humano y estudios familiares de dicha universidad, Larry Ganong, señala que los lazos entre hijastros y padrastros o madrastras necesitan para su establecimiento de la implicación de ambas partes, tanto de los niños como de los adultos.
Para crear una buena relación, Ganong recomienda que “los niños y sus padrastros o madrastras piensen en sus relaciones como lo hacen cuando están construyendo una amistad”.
Según Ganong: “No existe una fórmula perfecta para establecer estos nuevos lazos, pero aunque los hijastros rechacen inicialmente a las parejas de sus padres, esta actitud no debe ser considerada como permanente”.
El investigador afirma que las relaciones entre hijastros y padrastros o madrastras pueden crecer en aceptación y vinculación, independientemente de cómo empiecen, y que las reacciones negativas iniciales no tienen porqué durar para siempre.
Diversos condicionantes
Ganong y su colaboradora Marilyn Coleman identificaron en su estudio ciertos factores condicionantes para el desarrollo de este tipo de relaciones.
Esta progresión ascendente en lo que a rupturas matrimoniales se refiere está generando nuevas situaciones familiares.
Tras un divorcio, la vida sigue adelante, y es bastante común que las personas divorciadas se vuelvan a emparejar, dando lugar a nuevas familias, en algunas de las cuales se incluyen los hijos e hijas fruto de parejas anteriores.
Análisis de la situación
En estos casos, por tanto, los hijos naturales de uno o de ambos miembros de la pareja tienen que convivir con las nuevas parejas de sus padres.
Esta situación es bastante común ya en Estados Unidos donde, actualmente, según una encuesta elaborada por el Pew Center, más del 40% de los habitantes tiene al menos un familiar “indirecto” (hijastros, hermanastros, padrastros, etc.).
En este contexto, surgen investigaciones que intentan analizar la nueva realidad social. Una de ellas es la realizada recientemente por un equipo de especialistas de la Universidad de Missouri. En el estudio, fueron analizadas las relaciones de 32 hijastros y 17 hijastras con sus padrastros o madrastras.
Los resultados obtenidos demostraron que estas relaciones pueden ser complicadas, especialmente para los niños, publica el Journal of Marriage and Family.
Construir una relación positiva
En un comunicado emitido por la Universidad de Missouri, uno de los autores de la investigación, el profesor del Departamento de desarrollo humano y estudios familiares de dicha universidad, Larry Ganong, señala que los lazos entre hijastros y padrastros o madrastras necesitan para su establecimiento de la implicación de ambas partes, tanto de los niños como de los adultos.
Para crear una buena relación, Ganong recomienda que “los niños y sus padrastros o madrastras piensen en sus relaciones como lo hacen cuando están construyendo una amistad”.
Según Ganong: “No existe una fórmula perfecta para establecer estos nuevos lazos, pero aunque los hijastros rechacen inicialmente a las parejas de sus padres, esta actitud no debe ser considerada como permanente”.
El investigador afirma que las relaciones entre hijastros y padrastros o madrastras pueden crecer en aceptación y vinculación, independientemente de cómo empiecen, y que las reacciones negativas iniciales no tienen porqué durar para siempre.
Diversos condicionantes
Ganong y su colaboradora Marilyn Coleman identificaron en su estudio ciertos factores condicionantes para el desarrollo de este tipo de relaciones.
Lawrence H. Ganong. Fuente: Universidad de Missouri.
Por un lado, constataron que las actitudes de los hijastros se forman a partir de las evaluaciones o los juicios que éstos hacen acerca del comportamiento de las parejas de sus padres hacia su propia familia.
Según Ganong: “la aceptación del padrastro o de la madrastra por parte de los hijastros depende de la situación familiar general, y de si en ella el nuevo miembro es reconocido como beneficioso para la familia, ya sea económica o emocionalmente”.
Por otro lado, los niños también forman sus opiniones acerca de sus padrastros o de sus madrastras a partir de las opiniones o acciones que acerca de éstos sostienen sus padres biológicos, u otros miembros de la familia.
Los investigadores señalan que la presencia de terceras partes interesadas, como padres o hermanos biológicos, puede afectar a las relaciones de los hijastros con sus padrastros o madrastras, a través de un proceso denominado “triangulación”.
Dicho proceso se produce cuando los padres o madres biológicos que no viven con los hijos intentan poner a éstos “de su parte”. Esta actitud puede hacer que los hijos rechacen a sus padrastros o madrastras, explican los autores del estudio.
Posibles actitudes
En este sentido, Ganong recomienda que, en lugar de tratar de poner a los hijos en contra de las nuevas parejas de sus padres, los padres biológicos deben buscar apoyo en personas externas a la familia, como amigos o terapeutas, para no implicar a los niños en situaciones conflictivas.
Según el investigador: “Los padres biológicos deben recordar que no serán sustituidos por los padrastros o madrastras si siguen mantienen vínculos fuertes con sus hijos, y que éstos los seguirán queriendo, incluso aunque quieran también a sus padrastros o a sus madrastras”.
Ganong señala que esto es así porque los afectos no se anulan unos a otros, y porque en realidad no existe un límite en la cantidad de amor que puede sentir una persona.
Por último, los investigadores explican que en el desarrollo de las relaciones entre padrastros o madrastras e hijastros, los niños pueden tomar diversas actitudes.
Por ejemplo, pueden aceptar a la pareja de uno de sus progenitores como si fuera su padre o madre biológicos o, simplemente, pueden aceptar con agrado a la nueva pareja de uno de sus padres desde el principio.
Otras posibilidades son que los niños acepten a su padrastro o a su madrastra con cierta ambivalencia, que presenten una actitud cambiante hacia ellos o que, directamente, rechacen a la nueva pareja de su madre o de su padre, por diversas razones.
Según Ganong: “la aceptación del padrastro o de la madrastra por parte de los hijastros depende de la situación familiar general, y de si en ella el nuevo miembro es reconocido como beneficioso para la familia, ya sea económica o emocionalmente”.
Por otro lado, los niños también forman sus opiniones acerca de sus padrastros o de sus madrastras a partir de las opiniones o acciones que acerca de éstos sostienen sus padres biológicos, u otros miembros de la familia.
Los investigadores señalan que la presencia de terceras partes interesadas, como padres o hermanos biológicos, puede afectar a las relaciones de los hijastros con sus padrastros o madrastras, a través de un proceso denominado “triangulación”.
Dicho proceso se produce cuando los padres o madres biológicos que no viven con los hijos intentan poner a éstos “de su parte”. Esta actitud puede hacer que los hijos rechacen a sus padrastros o madrastras, explican los autores del estudio.
Posibles actitudes
En este sentido, Ganong recomienda que, en lugar de tratar de poner a los hijos en contra de las nuevas parejas de sus padres, los padres biológicos deben buscar apoyo en personas externas a la familia, como amigos o terapeutas, para no implicar a los niños en situaciones conflictivas.
Según el investigador: “Los padres biológicos deben recordar que no serán sustituidos por los padrastros o madrastras si siguen mantienen vínculos fuertes con sus hijos, y que éstos los seguirán queriendo, incluso aunque quieran también a sus padrastros o a sus madrastras”.
Ganong señala que esto es así porque los afectos no se anulan unos a otros, y porque en realidad no existe un límite en la cantidad de amor que puede sentir una persona.
Por último, los investigadores explican que en el desarrollo de las relaciones entre padrastros o madrastras e hijastros, los niños pueden tomar diversas actitudes.
Por ejemplo, pueden aceptar a la pareja de uno de sus progenitores como si fuera su padre o madre biológicos o, simplemente, pueden aceptar con agrado a la nueva pareja de uno de sus padres desde el principio.
Otras posibilidades son que los niños acepten a su padrastro o a su madrastra con cierta ambivalencia, que presenten una actitud cambiante hacia ellos o que, directamente, rechacen a la nueva pareja de su madre o de su padre, por diversas razones.