Los entornos influyen en la cognición y el comportamiento humanos

Las edificaciones pueden tener un efecto sobre nuestras decisiones y nuestra personalidad


Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Bath (Reino Unido), entre otros centros, sugiere que los entornos que habitamos o por los que nos desplazamos influyen en nuestras decisiones y en nuestra personalidad, porque nuestros procesos mentales están vinculados al movimiento y a la percepción. El estudio señala, por tanto, la importancia de planificar edificaciones también para construirnos a nosotros mismos. Por Yaiza Martínez.


10/05/2016

Imagen: Unsplash. Fuente: Pixabay.
Vivimos en casas, trabajamos en oficinas, paseamos por las calles, los parques, el campo… Cada día habitamos múltiples espacios sin darnos cuenta de hasta qué punto nos influyen, incluso a niveles muy profundos.
 
Por ejemplo, está demostrado que los espacios tienen un impacto en nuestro cerebro. El año pasado, un estudio reveló que la geometría del entorno que recorremos puede modificar nuestro  “GPS cerebral”, haciéndonos percibir las distancias de manera distinta, según el contexto.
 
Otras investigaciones han constatado, además, que los entornos naturales favorecen el funcionamiento cerebral, mejorando nuestra atención y reduciendo la irritabilidad y la agresividad. Se ha constatado asimismo que estos entornos también aumentan la salud del cuerpo.
 
Ahora, una nueva investigación realizada por científicos del European Network for Brain Evolution Research y de la Universidad de Bath (Reino Unido), entre otros centros, sugiere que los entornos bien planificados pueden, además de promover nuestro bienestar, tener un efecto sobre nuestras decisiones y nuestra personalidad.
 
El trabajo se enmarca en una corriente reciente de análisis sobre la interacción entre el yo y el espacio. Sus resultados se suman a un cuerpo creciente de evidencias que apuntan a que los procesos mentales están vinculados a la acción y a la percepción.
 
Crear y ser creados
 
Para el presente estudio, los científicos se plantearon si el ambiente que creamos podría, a su vez, crearnos a nosotros. Con esto en mente, investigaron cómo la forma de interactuar con el espacio define la manera en que nos identificamos a nosotros mismos y nuestras propias capacidades.
 
Descubrieron que "el entorno construido puede restringir o promover la cognición espacial, lo que a su vez puede influir en nuestro yo. Nuestras coordenadas espaciales y nuestros 'yo' se entrelazan", aseguran.
 
Esto a su vez puede trascender al campo social. En otras palabras, vivir en un tipo de espacio, en última instancia, puede afectar a la forma en que interactuamos con otras personas.
 
A la inversa ya sabíamos que sucede, pues a menudo relacionamos el grado de socialización con nociones espaciales. Por eso, solemos hablar de las personas que más queremos como de las “más cercanas” o “más allegadas”. Y a las personas que nos resultan antipáticas o frías las tachamos de “distantes”.  Esto revela que los marcos de referencia espacial son la forma fundamental de entendimiento de las ubicaciones de objetos, personas y de uno mismo, explican los autores del estudio.

Espacios estudiados
 
Para llegar a sus conclusiones, los investigadores analizaron dos tipos de espacio: el espacio egocéntrico, que  es el que generamos al ubicar estímulos periféricos en referencia a nuestro cuerpo; y el espacio alocéntrico, que son las representaciones espaciales que generamos tomando como marco de referencia nuestro entorno. Estas representaciones nos sirven para determinar la posición de cualquier elemento en un espacio.

Estos procesos, unidos al llamado espacio corporal (percepciones relacionadas con nuestra estructura corporal), interactúan entre sí. La integración de toda esa información es lo que nos permite hacer acciones coordinadas con los miembros del cuerpo, realizar movimientos en el espacio o desplazarnos hacia lugares concretos.

Es decir, escriben los científicos, que esta percepción integrada del espacio influye en nuestro comportamiento. O, en otras palabras, la conceptualización de nuestro yo está determinada en parte por nuestra interacción con factores espaciales (además de por nuestra interacción con factores sociales). 

El entorno marca la evolución

Estudios recientes (Hunter, 2007) han respaldado además que la noción de los entornos puede influir en nuestra evolución. Esto y lo anterior apuntan por tanto a la importancia de construir entornos con características específicas para nuestra especie.
 
En el pasado, la evolución de diversas especies ya se ha visto influenciada por la percepción espacial, explican los científicos en un artículo aparecido en frontiers of Psycholgy. En primates no humanos, la migración y distribución por grandes áreas han supuesto un mayor riesgo y estrés, lo que se ha asociado a un aumento del tamaño de los grupos sociales.
 
En nuestra especie, las primeras herramientas que presentaron una conceptualización espacial, por su simetría, estuvieron muy ligadas al desarrollo de nuestra capacidad para comunicarnos socialmente unos con otros (Stout y Chaminade, 2009).  Avances en el conocimiento espacial también habrían sido vitales para la colonización, por parte de los humanos, de nuevas regiones.  
 
El movimiento aumenta la perspectiva
 
El estudio señala asimismo cómo nos afecta el movimiento por el espacio. Según sus autores, en general, entendemos nuestro entorno de manera diferente en función de nuestra experiencia de él. Así, si aprendemos un camino utilizando un mapa, nuestra comprensión de ese espacio será distinta que si lo recorremos sin mapa.
 
En el primer caso, tenderemos a pensar en los objetos que encontremos relacionándolos unos con otros, mientras que si buscamos nuestro propio camino pensaremos en el espacio en términos de su relación con nosotros mismos.
 
"Esta mayor familiaridad con un lugar aumenta el conocimiento de diferentes perspectivas y orientaciones", explican los investigadores. Del mismo modo, la cantidad de tiempo que permanezcamos en un entorno puede cambiar nuestra comprensión de él.
 
Todo ello sugiere que el movimiento con tiempo y sin restricciones por un espacio puede permitirnos experimentar múltiples caminos y perspectivas, con el consecuente efecto evolutivo para nuestra mente.
 
Implicaciones para la arquitectura y el urbanismo
 
El hecho de que la experiencia de los espacios pueda dar forma a diferencias individuales, que a su vez puedan afectar a la calidad de la cognición espacial y social de una persona, sugiere que crecer en ciertos entornos puede tener efectos perjudiciales o beneficiosos sobre nuestras capacidades cognitivas, concluyen los científicos.
 
Según ellos, si el lugar en el que estamos puede moldear lo que somos, y dada nuestra capacidad para dar forma a los entornos, “podemos jugar un papel activo en nuestro desarrollo", afirman.
 
Así que la investigación abre cuestiones tales como si la crianza de los niños en espacios cerrados o abiertos puede dar lugar a diferencias en su cognición espacial y social. De momento, se ha comprobado, por ejemplo, que introducir espacios verdes en las escuelas puede impulsar el desarrollo cerebral de los niños.
 
¿Qué pasaría si se modificaran otras estructuras? Los investigadores afirman que arquitectos y urbanistas empiezan a considerar el potencial de los marcos de referencia espaciales para la optimización de los diseños de las construcciones; aunque en este terreno aún se necesita más investigación.
 
Los autores del estudio contemplan, por otra parte, analizar cómo podrían afectar los espacios a la toma de decisiones en ayuntamientos y parlamentos; y el grado en que estos espacios, en interacción con las diferencias individuales, podrían ayudar a fomentar la formulación de políticas más eficaces.
 
En general, señalan que, dado que la relación con los espacios constituye una experiencia humana fundamental (no solo para nuestro comportamiento y evolución sino también para nuestro bienestar), se precisan construcciones que sirvan para hacer frente a las necesidades de todos.

Referencia bibliográfica:
 
Michael J. Proulx, Orlin S. Todorov, Amanda Taylor Aiken, Alexandra A. de Sousa. Where am I? Who am I? The Relation Between Spatial Cognition, Social Cognition and Individual Differences in the Built Environment. Frontiers in Psychology (2016). DOI: 10.3389/fpsyg.2016.00064.
 
 



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