Ilustración inglesa de 1868, para una edición neerlandesa de Caperucita Roja. Imagen: BJZ, Kronheim & Co. Fuente: Wikipedia.
Hace 200 años, los Hermanos Grimm publicaron su recopilación de cuentos populares, entre los que se encuentra Caperucita Roja.
Desde entonces, se han hallado muchas variantes de las historias clásicas infantiles repartidas por los cinco continentes. Un nuevo estudio ha utilizado las bases de la filogenia (historia del desarrollo evolutivo de un grupo de organismos) para estudiar la evolución de estos relatos.
El trabajo, publicado esta semana en la revista PLOS ONE y conducido por el investigador Jamshid Tehrani de la Universidad de Durham (Reino Unido), se ha basado en esta rama de la biología, que encuentra las relaciones entre antepasados fijándose en características comunes, para analizar el caso concreto de Caperucita Roja.
“Como estas historias se comunican oralmente, puede ser difícil estudiar su desarrollo usando las herramientas convencionales de análisis literario porque hay muy pocos textos históricos”, explica Tehrani. “Mi estudio muestra cómo podemos utilizar las mismas técnicas que los biólogos han aplicado para completar los huecos en el registro fósil”.
Ya se habían documentado diversas versiones del clásico en África y en ciertas culturas del este de Asia, pero nunca se había logrado demostrar si los cuentos comparten un origen ni si, efectivamente, son el mismo relato.
Desde entonces, se han hallado muchas variantes de las historias clásicas infantiles repartidas por los cinco continentes. Un nuevo estudio ha utilizado las bases de la filogenia (historia del desarrollo evolutivo de un grupo de organismos) para estudiar la evolución de estos relatos.
El trabajo, publicado esta semana en la revista PLOS ONE y conducido por el investigador Jamshid Tehrani de la Universidad de Durham (Reino Unido), se ha basado en esta rama de la biología, que encuentra las relaciones entre antepasados fijándose en características comunes, para analizar el caso concreto de Caperucita Roja.
“Como estas historias se comunican oralmente, puede ser difícil estudiar su desarrollo usando las herramientas convencionales de análisis literario porque hay muy pocos textos históricos”, explica Tehrani. “Mi estudio muestra cómo podemos utilizar las mismas técnicas que los biólogos han aplicado para completar los huecos en el registro fósil”.
Ya se habían documentado diversas versiones del clásico en África y en ciertas culturas del este de Asia, pero nunca se había logrado demostrar si los cuentos comparten un origen ni si, efectivamente, son el mismo relato.
Identificar distintas familias de cuentos
Con el fin de aclarar estas dudas, el autor analizó 72 variables entre las que se incluyen el tipo de protagonista –si es de sexo masculino o femenino, un solo niño o niña o un grupo de ellos–, el papel del villano –por ejemplo, si es un ogro, un lobo o un tigre– y las estratagemas que el malo utiliza para engañar a la víctima, como disfraces y voces falsas.
Tehrani encontró que los relatos africanos no coinciden con la versión de Caperucita Roja, sino que están relacionados con el cuento del lobo y los niños. Las historias asiáticas no pueden atribuirse a ninguno de los dos cuentos, pero probablemente son el resultado de la combinación de algunos elementos de ambas narraciones.
Según el investigador, “los cuentos populares tienen unas características idóneas para los análisis filogenéticos porque, como las especies biológicas, evolucionan gradualmente de generación en generación y se adaptan a nuevos ambientes según se transmiten de una región a otra”.
Los resultados del trabajo indican que la filogenética puede usarse para identificar las distintas familias de cuentos extendidas por distintas regiones y culturas, lo que puede ayudar a entender el desarrollo y evolución de las narrativas orales en estos contextos.
Con el fin de aclarar estas dudas, el autor analizó 72 variables entre las que se incluyen el tipo de protagonista –si es de sexo masculino o femenino, un solo niño o niña o un grupo de ellos–, el papel del villano –por ejemplo, si es un ogro, un lobo o un tigre– y las estratagemas que el malo utiliza para engañar a la víctima, como disfraces y voces falsas.
Tehrani encontró que los relatos africanos no coinciden con la versión de Caperucita Roja, sino que están relacionados con el cuento del lobo y los niños. Las historias asiáticas no pueden atribuirse a ninguno de los dos cuentos, pero probablemente son el resultado de la combinación de algunos elementos de ambas narraciones.
Según el investigador, “los cuentos populares tienen unas características idóneas para los análisis filogenéticos porque, como las especies biológicas, evolucionan gradualmente de generación en generación y se adaptan a nuevos ambientes según se transmiten de una región a otra”.
Los resultados del trabajo indican que la filogenética puede usarse para identificar las distintas familias de cuentos extendidas por distintas regiones y culturas, lo que puede ayudar a entender el desarrollo y evolución de las narrativas orales en estos contextos.
Referencia bibliográfica:
Tehrani, J. The Phylogeny of Little Red Riding Hood. PLOS ONE (2013). DOI: 10.1371/journal.pone.0078871.
Tehrani, J. The Phylogeny of Little Red Riding Hood. PLOS ONE (2013). DOI: 10.1371/journal.pone.0078871.