Los científicos alertan de lo que puede suponer la Administración Trump

El creacionismo, el escepticismo climático y el lobby energético controlarán las principales carteras


La comunidad científica alerta de lo que puede suponer la administración de Donald Trump para la investigación científica y el cambio climático. El presidente electo forma su equipo con abiertos creacionistas (vicepresidente y ministro de Educación) y encomienda a lobistas del petróleo y el gas la política energética. Un escéptico del cambio climático se encarga de la Agencia de Protección del Medioambiente.


15/11/2016

La comunidad científica está inquieta por la elección de Donald Trump. Tanto el que será vicepresidente como el ministro de Educación son creacionistas. Se trata de Mike Pende y de Ben Carson, respectivamente.

Mike Pende se ha opuesto a la investigación sobre células madre y a la regulación del tabaco. También se ha declarado como un abierto antiabortista. Ben Carson, único afroamericano del equipo Trump, se ha declarado partidario de la “teoría de la Tierra joven” (de  sólo 6.000 años).  Considera la teoría de la evolución es satánica y el Big Bang un cuento de hadas.

El creacionismo considera que el Universo y la vida se originaron "de actos concretos de creación divina" y que la Tierra  se creó tal como cuenta la narrativa de creación del Génesis (en seis días). En consecuencia rechaza  la teoría científica de la evolución.

Los medios más representativos de la comunidad científica no han tardado en entrar en campaña: “Donald Trump será el primer presidente anticiencia que jamás hayamos tenido”, declara a Nature el directivo de la Sociedad Americana de Física, Michael Lubell.

La revista Science señala por su parte que en el equipo de Trump han brillado por su ausencia representantes del mundo científico y escribe: “los resultados de elección confirman el estatus de outsider de la comunidad científica”.

En Scientific American,  Richard Dawkins invita a Nueva Zelanda a tomar el relevo del liderazgo científico global después de la elección de Donald Trump, al considerar que puede convertirse en la Atenas del mundo moderno.

La revista recoge testimonios de varios científicos decepcionados por el resultado electoral y uno de ellos señala que puede significar el fin de la República Americana tal como ha brillado en el mundo durante los últimos 240 años. Otro artículo de la misma revista refleja ampliamente la desazón creada por el resultado electoral.

Los temores sobre lo que se propone respecto al Instituto Nacional de Salud, que sustenta parte de la investigación básica y del que Trump ha declarado que no se fía, justifica entre otras muchas cosas la desazón que agita a la comunidad científica norteamericana.

El interrogante climático

El clima es otra de las grandes preocupaciones de la comunidad científica. Nature destaca en otro artículo que el presidente electro ha cuestionado las bases científicas del calentamiento global y que si cumple sus promesas en este campo, como desistir de los Acuerdos de París de 2015 (COP21), puede invertir el curso de la lucha contra el calentamiento global, algo que afecta a todo el planeta.

También señala que Trump puede revocar el Plan de Energía Limpia, un paquete de medidas decretadas por Obama para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales eléctricas, que aproximadamente dos docenas de Estados están desafiando en los tribunales.

La nueva Administración podrá revocar asimismo la normativa que prohíbe la construcción de nuevas centrales eléctricas de carbón, a no ser que estén equipadas para capturar y enterrar parte de sus emisiones contaminantes, así como otras medidas para la renovación de la industria energética.

Nature concluye que el mundo está mirando ahora más a China que a Estados Unidos como referente en políticas climáticas, ya que es líder mundial en la inversión en energía renovable , y considera que la energía limpia es una necesidad y una oportunidad, no un obstáculo para el desarrollo, como preconiza Trump.

Y desde Berlín, la conferencia Falling Walls, celebrada la semana pasada, se pregunta quiénes serán los nuevos responsables de las instituciones norteamericanas de salud pública (aborto, sida, consumo de opiáceos), de investigaciones sobre la seguridad (ciberguerra, armas nucleares), investigaciones en ciencias humanas (derechos humanos, de los pueblos, anttopología), cambio climático, biodiversidad, recursos naturales… tal como relata Sciences et avenir.

Lo que sí se sabe es que  lobistas del petróleo y del gas serán los responsables de las cuestiones energéticas, y que rodean al presidente electro lobistas de los laboratorios farmacéuticos, de los transportes y de las telecomunicaciones. Un escéptico del cambio climático, Myron Ebell, se encarga de la Agencia de Protección del Medioambiente, declarada enemiga del Partido Republicano.

Empresario inmobiliario

Aunque sigue siendo pronto para calibrar el impacto que sobre la ciencia de Estados Unidos tendrá la elección de Donald Trump, da la impresión de que el presidente electro se está haciendo cargo de la gestión del Gobierno norteamericano con los mismos criterios empresariales que le han permitido construir su imperio inmobiliario.

Un imperio que le ha otorgado una fortuna que oscila entre los 4.000 y los 8.000 millones de dólares (no necesita el sueldo de presidente de Estados Unidos) a base de comprar y vender edificios y terrenos, una práctica muy alejada de la complejidad que representa la gestión de una potencia científica, demográfica, económica y global como es Estados Unidos.



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