Imagen: Melmak. Fuente: Pixabay.
Tras 14 años de sequía, los amantes de la astrobiología y de la búsqueda de vida extraterrestre inteligente pueden desde enero disfrutar de nuevo de Expediente X, serie en la que los agentes del FBI Fox Mulder y Dana Scully indagan en la vieja cuestión de si estamos solos o no en el universo.
Entretanto, la ciencia real sigue avanzando en la búsqueda de respuestas que, aunque no sean definitivas –como tampoco lo son las de la famosísima serie- sí reavivan una vez más el interés.
Así, en un artículo publicado por la revista Astrobiology, dos astrofísicos llamados René Heller y Ralph Pudritz (de la Universidad McMaster de Canadá y del Instituto de Astrofísica de Gotinga, en Alemania) acaban de proponer un método para aumentar las probabilidades de recibir señales de otros mundos.
Dirigir mejor el ‘oído’
En general (véase misiones Corot de la ESA o Kepler de la NASA), los astrónomos suelen buscar vida en el cosmos usando el ‘método de transición’, que consiste en rastrear con potentes telescopios las “atenuaciones de luz” de estrellas lejanas, producidas cuando los planetas y lunas que orbitan alrededor de ellas se interponen en nuestra visión.
La medición de estas atenuaciones arroja gran cantidad de información sobre esos planetas y lunas, aunque los astrónomos no puedan verlos directamente. Así es como, hasta la fecha, los científicos han logrado identificar ya docenas de lugares del cosmos en los que potencialmente podría existir la vida.
Heller y Pudritz explican que si los extraterrestres estuvieran usando este mismo método para detectar vida en la Tierra, entonces estarían observando la estrecha zona del espacio en la que el tránsito de nuestro planeta frente al sol puede ser detectado. En ese caso, es más probable que, si se quieren comunicar con nosotros, envíen sus señales a esa misma zona. Por eso, estos astrófísicos proponen que se centre toda nuestra ‘escucha’ en ella.
“Es imposible predecir si los extraterrestres usan o no las mismas técnicas observacionales que nosotros, pero tendrán que aplicar los mismos principios físicos, y el tránsito de la Tierra alrededor del sol es un método de detección obvio”, afirma Heller.
Actualmente, para la captación de estas posibles señales extraterrestres se están empleando redes de radiotelescopios como la creada en 2013 por el Reino Unido, la USKRN, que además se encarga de desarrollar métodos para interpretar dichas señales, como si fueran un tipo de lenguaje, o estudia cómo afrontar un posible contacto con extraterrestres.
Entretanto, la ciencia real sigue avanzando en la búsqueda de respuestas que, aunque no sean definitivas –como tampoco lo son las de la famosísima serie- sí reavivan una vez más el interés.
Así, en un artículo publicado por la revista Astrobiology, dos astrofísicos llamados René Heller y Ralph Pudritz (de la Universidad McMaster de Canadá y del Instituto de Astrofísica de Gotinga, en Alemania) acaban de proponer un método para aumentar las probabilidades de recibir señales de otros mundos.
Dirigir mejor el ‘oído’
En general (véase misiones Corot de la ESA o Kepler de la NASA), los astrónomos suelen buscar vida en el cosmos usando el ‘método de transición’, que consiste en rastrear con potentes telescopios las “atenuaciones de luz” de estrellas lejanas, producidas cuando los planetas y lunas que orbitan alrededor de ellas se interponen en nuestra visión.
La medición de estas atenuaciones arroja gran cantidad de información sobre esos planetas y lunas, aunque los astrónomos no puedan verlos directamente. Así es como, hasta la fecha, los científicos han logrado identificar ya docenas de lugares del cosmos en los que potencialmente podría existir la vida.
Heller y Pudritz explican que si los extraterrestres estuvieran usando este mismo método para detectar vida en la Tierra, entonces estarían observando la estrecha zona del espacio en la que el tránsito de nuestro planeta frente al sol puede ser detectado. En ese caso, es más probable que, si se quieren comunicar con nosotros, envíen sus señales a esa misma zona. Por eso, estos astrófísicos proponen que se centre toda nuestra ‘escucha’ en ella.
“Es imposible predecir si los extraterrestres usan o no las mismas técnicas observacionales que nosotros, pero tendrán que aplicar los mismos principios físicos, y el tránsito de la Tierra alrededor del sol es un método de detección obvio”, afirma Heller.
Actualmente, para la captación de estas posibles señales extraterrestres se están empleando redes de radiotelescopios como la creada en 2013 por el Reino Unido, la USKRN, que además se encarga de desarrollar métodos para interpretar dichas señales, como si fueran un tipo de lenguaje, o estudia cómo afrontar un posible contacto con extraterrestres.
Evitar los falsos positivos
Por otra parte, mientras se desarrollan potentes dispositivos futuros que prometen nuevas posibilidades de encontrar vida en el universo, como el telescopio espacial James Webb (JWST, cuya puesta en marcha está prevista para 2018), los especialistas se preocupan cada vez más por algunos “falsos positivos” provenientes del cosmos.
Como tales entienden las ‘biofirmas’ de las atmósferas de planetas lejanos, esto es, la presencia de oxígeno en ellas; una presencia que se detecta mediante espectroscopia Doppler, técnica de análisis de la atenuación de la luz estelar antes mencionada.
¿Por qué el oxígeno? Pues porque aquí, en la Tierra, el oxígeno es producido casi exclusivamente por la fotosíntesis de las plantas y las algas, cuando estas convierten los rayos del sol en energía para mantener la vida.
Sin embargo, resulta que, en otros planetas del universo, el oxígeno puede ser de origen abiótico, esto es, no procedente de los seres vivos. ¿Cómo distinguirlo del que sí es de origen biótico? Este punto es lo que están estudiando científicos de la Universidad de Washington.
Así, han descubierto, por ejemplo, que el oxígeno de las atmósfera de exoplanetas (planetas exteriores a nuestro Sistema Solar) puede proceder de la ruptura, por parte de la luz ultravioleta de las estrellas, de moléculas de CO2, que liberan átomos de oxígeno (O2); así como de la ruptura de moléculas de H20; que también libera grandes cantidades de oxígeno (en este caso, átomos agrupables en moléculas O4).
Victoria Meadows, una de las autoras de la investigación explica que estas “biofirmas impostoras podrían ser comunes en planetas que orbitan estrellas de poca masa, que son los planetas del exterior de nuestro sistema solar que más se van a observar en la próxima década”. Y que, gracias a estas nuevas estrategias, "podremos avanzar más rápidamente hacia objetivos más prometedores, que puedan albergar verdaderas firmas biológicas de oxígeno".
La contaminación como señal
Como puede observarse, los astrónomos, astrofísicos y astrobiólogos buscan vida extraterrestre a partir de lo que conocen de la vida aquí, en la Tierra.
Hasta tal punto es insoslayable esta perspectiva, que en 2014, teóricos del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica (CfA) de Estados Unidos se propusieron incluso buscar vida inteligente y civilizaciones complejas en otros planetas, a partir de su contaminación.
Según ellos, el hallazgo de señales de clorofluorocarbonos (CFC) en la atmósfera de esos mundos apuntaría a la existencia de contaminación industrial en ellos. Además, estos científicos esperan que herramientas como el JWST les permitan detectar dos tipos de clorofluorocarbonos; productos químicos que aquí destruyen el ozono, y que son utilizados en disolventes y aerosoles. Lo cierto es que sería triste que si “la verdad está ahí fuera” finalmente se nos apareciera en forma de polución.
Por otra parte, mientras se desarrollan potentes dispositivos futuros que prometen nuevas posibilidades de encontrar vida en el universo, como el telescopio espacial James Webb (JWST, cuya puesta en marcha está prevista para 2018), los especialistas se preocupan cada vez más por algunos “falsos positivos” provenientes del cosmos.
Como tales entienden las ‘biofirmas’ de las atmósferas de planetas lejanos, esto es, la presencia de oxígeno en ellas; una presencia que se detecta mediante espectroscopia Doppler, técnica de análisis de la atenuación de la luz estelar antes mencionada.
¿Por qué el oxígeno? Pues porque aquí, en la Tierra, el oxígeno es producido casi exclusivamente por la fotosíntesis de las plantas y las algas, cuando estas convierten los rayos del sol en energía para mantener la vida.
Sin embargo, resulta que, en otros planetas del universo, el oxígeno puede ser de origen abiótico, esto es, no procedente de los seres vivos. ¿Cómo distinguirlo del que sí es de origen biótico? Este punto es lo que están estudiando científicos de la Universidad de Washington.
Así, han descubierto, por ejemplo, que el oxígeno de las atmósfera de exoplanetas (planetas exteriores a nuestro Sistema Solar) puede proceder de la ruptura, por parte de la luz ultravioleta de las estrellas, de moléculas de CO2, que liberan átomos de oxígeno (O2); así como de la ruptura de moléculas de H20; que también libera grandes cantidades de oxígeno (en este caso, átomos agrupables en moléculas O4).
Victoria Meadows, una de las autoras de la investigación explica que estas “biofirmas impostoras podrían ser comunes en planetas que orbitan estrellas de poca masa, que son los planetas del exterior de nuestro sistema solar que más se van a observar en la próxima década”. Y que, gracias a estas nuevas estrategias, "podremos avanzar más rápidamente hacia objetivos más prometedores, que puedan albergar verdaderas firmas biológicas de oxígeno".
La contaminación como señal
Como puede observarse, los astrónomos, astrofísicos y astrobiólogos buscan vida extraterrestre a partir de lo que conocen de la vida aquí, en la Tierra.
Hasta tal punto es insoslayable esta perspectiva, que en 2014, teóricos del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica (CfA) de Estados Unidos se propusieron incluso buscar vida inteligente y civilizaciones complejas en otros planetas, a partir de su contaminación.
Según ellos, el hallazgo de señales de clorofluorocarbonos (CFC) en la atmósfera de esos mundos apuntaría a la existencia de contaminación industrial en ellos. Además, estos científicos esperan que herramientas como el JWST les permitan detectar dos tipos de clorofluorocarbonos; productos químicos que aquí destruyen el ozono, y que son utilizados en disolventes y aerosoles. Lo cierto es que sería triste que si “la verdad está ahí fuera” finalmente se nos apareciera en forma de polución.
Referencias bibliográficas:
Heller, R. & Pudritz, R. E. Astrobiology (2016). DOI: 10.1089/ast.2015.1358.
Edward W. Schwieterman, Victoria S. Meadows, Shawn D. Domagal-Goldman, Drake Deming, Giada N. Arney, Rodrigo Luger, Chester E. Harman, Amit Misra, Rory Barnes. Identifying biosignature impostors: spectral features of CO and O4 resulting from abiotic 02/03 production. The Astrophysical Journal (2016). DOI: 10.3847/2041-8205/819/1/L13.
Heller, R. & Pudritz, R. E. Astrobiology (2016). DOI: 10.1089/ast.2015.1358.
Edward W. Schwieterman, Victoria S. Meadows, Shawn D. Domagal-Goldman, Drake Deming, Giada N. Arney, Rodrigo Luger, Chester E. Harman, Amit Misra, Rory Barnes. Identifying biosignature impostors: spectral features of CO and O4 resulting from abiotic 02/03 production. The Astrophysical Journal (2016). DOI: 10.3847/2041-8205/819/1/L13.