Autor: Cristopher Hall. Fuente: photoxpress.com
El ser humano es capaz de identificar el origen del fracaso y distinguir la causa que motiva que algo no funcione o no se produzca como se preveía. Es decir, en pocos segundos, tras intentar encender un aparato eléctrico y no conseguirlo, se plantea que quizá no esté conectado a la red o que no está pulsando el botón correcto para que se produzca el encendido.
Esta capacidad racional se desarrolla desde el nacimiento y, por tanto, los niños pequeños también disponen de esta habilidad cognitiva, que hasta ahora sólo se reconocía a los adultos, publica el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) de Estados Unidos, en un comunicado.
A esta conclusión han llegado las investigadoras Laura Schulz, responsable del estudio, y Hyowon Gweon, estudiante del Departamento de Cerebro y Ciencias Cognitivas del MIT, quienes analizaron la conducta adoptada por varios bebés de 16 meses, cuando éstos se daban cuenta de que su juguete no funcionaba.
A partir de esta edad, los bebés son capaces de valorar por sí solos si una acción fracasa o no debido a sus propios errores o si en dicho fracaso han intervenido circunstancias ajenas a su control.
Los resultados de este estudio, publicados en la revista Science, revelan que los niños son lo suficientemente hábiles para averiguar si se han equivocado, y si no obtienen lo que esperan, se plantean pedir ayuda o intentarlo de nuevo.
Además, inciden en que, desde pequeños, los niños aprenden rápidamente los principios básicos sobre cómo funciona el mundo, y como consecuencia utilizan las reglas para interpretar los datos estadísticos que ven. “Es impresionante lo que los niños son capaces de hacer. Con muy poca información pueden realizar deducciones sofisticadas”, asegura Schulz.
Experimentos variados
Para analizar la reacción de los bebés en situaciones en las que sus acciones no producían los resultados esperados y observar su capacidad de aprendizaje, las autoras del estudio se reunieron en una sala con cada bebé, acompañado de su padre o madre, para así también estudiar la interacción del bebé con su progenitor durante el experimento.
Esta capacidad racional se desarrolla desde el nacimiento y, por tanto, los niños pequeños también disponen de esta habilidad cognitiva, que hasta ahora sólo se reconocía a los adultos, publica el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) de Estados Unidos, en un comunicado.
A esta conclusión han llegado las investigadoras Laura Schulz, responsable del estudio, y Hyowon Gweon, estudiante del Departamento de Cerebro y Ciencias Cognitivas del MIT, quienes analizaron la conducta adoptada por varios bebés de 16 meses, cuando éstos se daban cuenta de que su juguete no funcionaba.
A partir de esta edad, los bebés son capaces de valorar por sí solos si una acción fracasa o no debido a sus propios errores o si en dicho fracaso han intervenido circunstancias ajenas a su control.
Los resultados de este estudio, publicados en la revista Science, revelan que los niños son lo suficientemente hábiles para averiguar si se han equivocado, y si no obtienen lo que esperan, se plantean pedir ayuda o intentarlo de nuevo.
Además, inciden en que, desde pequeños, los niños aprenden rápidamente los principios básicos sobre cómo funciona el mundo, y como consecuencia utilizan las reglas para interpretar los datos estadísticos que ven. “Es impresionante lo que los niños son capaces de hacer. Con muy poca información pueden realizar deducciones sofisticadas”, asegura Schulz.
Experimentos variados
Para analizar la reacción de los bebés en situaciones en las que sus acciones no producían los resultados esperados y observar su capacidad de aprendizaje, las autoras del estudio se reunieron en una sala con cada bebé, acompañado de su padre o madre, para así también estudiar la interacción del bebé con su progenitor durante el experimento.
Laura Schulz, responsable del estudio. Fuente: NSF
A cada niño le mostraron juguetes de tres colores (verde, amarillo y rojo), que fueron dispuestos sobre una mesa, tal y como puede verse en un vídeo publicado por la agencia SINC.
Al presionar sobre el juguete de color verde, sonaba una música. Pero esto sólo sucedía cuando lo hacía una de las investigadoras, ya que al hacerlo el bebé, no funcionaba. De esta forma, los pequeños se daban cuenta de que algo no iba bien y creían que cometían un error. Por ello, cedían instantáneamente el juguete a su padre o a su madre, con la intención de que éstos los ayudaran.
La misma situación fue repetida con el juguete de color amarillo y, tras comprobar que tampoco se oía la melodía, los bebés dedujeron que el juguete no funcionaba y lo intentaron cambiar por el de color rojo.
Razonamientos basados en la probabilidad
Tras examinar los diversos comportamientos que adoptaron los bebés, las autoras del estudio señalan que los niños utilizan la probabilidad y los datos estadísticos, para comprobar la verosimilitud de dos posibles explicaciones a los hechos, es decir, se plantean si han hecho algo mal o si el juguete está roto.
Además, el hecho de que las respuestas de los bebés variasen según la fase del experimento, indica que los niños fueron capaces de sopesar las trabas en cada situación, y actuar en consecuencia.
Según Schulz y Gweon, los bebés que se dieron cuenta de que el juguete no funcionaba y no buscaron ayuda en sus padres asumieron que el fracaso había sido por su culpa. Por el contrario, los bebés que vieron indicios de que el juguete estaba roto o podría estarlo, optaron por cambiar de juguete y coger uno nuevo que siempre estuvo a su alcance.
Estas conclusiones son para Schulz un “asombro”, ya que el hecho de que niños con tan sólo 16 meses de edad puedan deducir el origen del fallo y decidir si pedir ayuda o buscar otro juguete es un descubrimiento que brinda un fuerte respaldo al modelo de aprendizaje deductivo probabilístico.
Al presionar sobre el juguete de color verde, sonaba una música. Pero esto sólo sucedía cuando lo hacía una de las investigadoras, ya que al hacerlo el bebé, no funcionaba. De esta forma, los pequeños se daban cuenta de que algo no iba bien y creían que cometían un error. Por ello, cedían instantáneamente el juguete a su padre o a su madre, con la intención de que éstos los ayudaran.
La misma situación fue repetida con el juguete de color amarillo y, tras comprobar que tampoco se oía la melodía, los bebés dedujeron que el juguete no funcionaba y lo intentaron cambiar por el de color rojo.
Razonamientos basados en la probabilidad
Tras examinar los diversos comportamientos que adoptaron los bebés, las autoras del estudio señalan que los niños utilizan la probabilidad y los datos estadísticos, para comprobar la verosimilitud de dos posibles explicaciones a los hechos, es decir, se plantean si han hecho algo mal o si el juguete está roto.
Además, el hecho de que las respuestas de los bebés variasen según la fase del experimento, indica que los niños fueron capaces de sopesar las trabas en cada situación, y actuar en consecuencia.
Según Schulz y Gweon, los bebés que se dieron cuenta de que el juguete no funcionaba y no buscaron ayuda en sus padres asumieron que el fracaso había sido por su culpa. Por el contrario, los bebés que vieron indicios de que el juguete estaba roto o podría estarlo, optaron por cambiar de juguete y coger uno nuevo que siempre estuvo a su alcance.
Estas conclusiones son para Schulz un “asombro”, ya que el hecho de que niños con tan sólo 16 meses de edad puedan deducir el origen del fallo y decidir si pedir ayuda o buscar otro juguete es un descubrimiento que brinda un fuerte respaldo al modelo de aprendizaje deductivo probabilístico.