Fuente: ICT Results.
Hasta hace poco, no se sabía casi nada sobre la percepción de los humanos cuando nacemos y, a pesar de que la percepción de los adultos ha sido investigada ampliamente, los patrones de percepción de los bebés recién nacidos seguían siendo un misterio.
Gracias al proyecto EmCAP de la Unión Europea se ha podido desentrañar en parte este misterio. EmCAP (siglas de Emergent Cognition through Active Perception) es un proyecto de investigación desarrollado entre 2005 y 2008, que ha aunado los esfuerzos de neurocientíficos y técnicos musicales para realizar experimentos con bebés y música.
En los experimentos, publica la agencia CORDIS de la UE, los bebés dormidos fueron conectados a un encefalograma (EEG), que es un instrumento que registra la actividad eléctrica del cerebro mediante electrodos colocados en el cuero cabelludo.
Tonos, ritmos y melodías
Después, se hizo sonar una música, en concreto secuencias tonales simplificadas, para saber a qué tipo de patrones eran sensibles los recién nacidos, y si éstos predecirían qué tono o secuencia sería la siguiente, basándose en las escuchadas hasta el momento.
Tal y como explica Susan Deham, una de las autoras de esta investigación en el comunicado de CORDIS, las secuencias de sonido presentadas a los bebés variaban en el “color”, como si las emitiesen diversos instrumentos, pero mantenían siempre el mismo tono.
De vez en cuando, se hacía sonar un tono diferente, y se comprobaba con el EEG si los cerebros de los bebés habían producido una reacción distinta como consecuencia del desvío en el sonido. Pruebas similares fueron realizadas para analizar también el grado de sensibilidad de los niños a patrones melódicos y rítmicos.
Según Denham, mientras que este tipo de técnica se ha usado durante años con adultos para medir la detección pre-consciente de hechos inesperados, rara vez se había utilizado con bebés recién nacidos. La gran ventaja de esta técnica es que se puede utilizar incluso cuando la persona estudiada está inconsciente.
Por eso no resultó un problema para averiguar la actividad cerebral de los pequeños, que éstos estuvieran durmiendo durante las pruebas.
Reconocimiento de patrones y variaciones
Los resultados fueron sorprendentes y demostraron que los recién nacidos tienen sensibilidad para distinguir tonos desde que nacen, es decir, que esta capacidad no se deriva de la experiencia, como se creía hasta ahora. Los experimentos demostraron que los bebés eran sensibles incluso a las pulsaciones musicales.
En definitiva, que venimos al mundo con cerebros que buscan continuamente patrones, y que nos informan cuando aparece algo inesperado que deberíamos aprender, afirmó Denham. István Winkler, director de la investigación, señala que esta capacidad es lo que permite a los bebés ir conociendo su entorno y los actores importantes que en él aparecen.
Este descubrimiento podría ser aplicado al desarrollo de técnicas de detección temprana y tratamiento de los problemas de audición. Los métodos actuales de detección de estos problemas se limitan a medir la capacidad de oído de los individuos, y no se extienden a los matices de sus percepciones reales. Según Denham, se podría llegar a detectar los defectos en un estadio muy temprano, y a tratarlos mientras el cerebro es aún maleable.
Capacidad innata y proceso de conocimiento
Por otro lado, esta investigación vierte nueva luz sobre el conocimiento musical y aporta beneficios prácticos a los técnicos de la música que participaron en el proyecto.
Uno de ellos, llamado Henkjan Honing, señala que los resultados explican porqué el escuchar un género musical particular de manera frecuente nos convierte en expertos de dicho estilo de música: es por nuestra habilidad innata para detectar patrones musicales. A partir de ellos, el conocimiento de la música puede desarrollarse a lo largo de nuestra vida.
Los detalles revelados por los experimentos sobre cómo el cerebro comprueba y ajusta sus expectativas musicales ha hecho posible el desarrollo de programas informáticos que imitan este proceso.
Por ejemplo, los investigadores del EmCAP han creado un algoritmo genérico –básicamente un programa informático inteligente-, capaz de detectar infracciones en una estructura establecida de ritmos, pulsaciones y tonalidades.
Proyectos futuros
Este programa podría servir como base para el desarrollo futuro de sistemas de música artificiales, capaces de “escuchar” música y de determinar, a tiempo real, qué instrumentos tocan qué notas, aseguran los investigadores.
Otro de los participantes en el proyecto, Xavier Serra, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, señala que la próxima generación de procesadores de música estará basada en algoritmos que imitarán la manera que tienen los humanos de procesar la música.
En el futuro más próximo, concretamente este mismo mes de marzo, los científicos del EmCAP comenzarán una nueva investigación que utilizará sonidos para detectar patrones de comportamiento en seres vivos.
La capacidad de seguir el ritmo de la música, que nos permite dar palmas o bailar en concordancia con el sonido que escuchamos, es considerada como únicamente humana. Ni siquiera nuestros parientes animales más cercanos, los chimpancés y los bonobos, son capaces de sincronizar sus comportamientos con los sonidos rítmicos.
Gracias al proyecto EmCAP de la Unión Europea se ha podido desentrañar en parte este misterio. EmCAP (siglas de Emergent Cognition through Active Perception) es un proyecto de investigación desarrollado entre 2005 y 2008, que ha aunado los esfuerzos de neurocientíficos y técnicos musicales para realizar experimentos con bebés y música.
En los experimentos, publica la agencia CORDIS de la UE, los bebés dormidos fueron conectados a un encefalograma (EEG), que es un instrumento que registra la actividad eléctrica del cerebro mediante electrodos colocados en el cuero cabelludo.
Tonos, ritmos y melodías
Después, se hizo sonar una música, en concreto secuencias tonales simplificadas, para saber a qué tipo de patrones eran sensibles los recién nacidos, y si éstos predecirían qué tono o secuencia sería la siguiente, basándose en las escuchadas hasta el momento.
Tal y como explica Susan Deham, una de las autoras de esta investigación en el comunicado de CORDIS, las secuencias de sonido presentadas a los bebés variaban en el “color”, como si las emitiesen diversos instrumentos, pero mantenían siempre el mismo tono.
De vez en cuando, se hacía sonar un tono diferente, y se comprobaba con el EEG si los cerebros de los bebés habían producido una reacción distinta como consecuencia del desvío en el sonido. Pruebas similares fueron realizadas para analizar también el grado de sensibilidad de los niños a patrones melódicos y rítmicos.
Según Denham, mientras que este tipo de técnica se ha usado durante años con adultos para medir la detección pre-consciente de hechos inesperados, rara vez se había utilizado con bebés recién nacidos. La gran ventaja de esta técnica es que se puede utilizar incluso cuando la persona estudiada está inconsciente.
Por eso no resultó un problema para averiguar la actividad cerebral de los pequeños, que éstos estuvieran durmiendo durante las pruebas.
Reconocimiento de patrones y variaciones
Los resultados fueron sorprendentes y demostraron que los recién nacidos tienen sensibilidad para distinguir tonos desde que nacen, es decir, que esta capacidad no se deriva de la experiencia, como se creía hasta ahora. Los experimentos demostraron que los bebés eran sensibles incluso a las pulsaciones musicales.
En definitiva, que venimos al mundo con cerebros que buscan continuamente patrones, y que nos informan cuando aparece algo inesperado que deberíamos aprender, afirmó Denham. István Winkler, director de la investigación, señala que esta capacidad es lo que permite a los bebés ir conociendo su entorno y los actores importantes que en él aparecen.
Este descubrimiento podría ser aplicado al desarrollo de técnicas de detección temprana y tratamiento de los problemas de audición. Los métodos actuales de detección de estos problemas se limitan a medir la capacidad de oído de los individuos, y no se extienden a los matices de sus percepciones reales. Según Denham, se podría llegar a detectar los defectos en un estadio muy temprano, y a tratarlos mientras el cerebro es aún maleable.
Capacidad innata y proceso de conocimiento
Por otro lado, esta investigación vierte nueva luz sobre el conocimiento musical y aporta beneficios prácticos a los técnicos de la música que participaron en el proyecto.
Uno de ellos, llamado Henkjan Honing, señala que los resultados explican porqué el escuchar un género musical particular de manera frecuente nos convierte en expertos de dicho estilo de música: es por nuestra habilidad innata para detectar patrones musicales. A partir de ellos, el conocimiento de la música puede desarrollarse a lo largo de nuestra vida.
Los detalles revelados por los experimentos sobre cómo el cerebro comprueba y ajusta sus expectativas musicales ha hecho posible el desarrollo de programas informáticos que imitan este proceso.
Por ejemplo, los investigadores del EmCAP han creado un algoritmo genérico –básicamente un programa informático inteligente-, capaz de detectar infracciones en una estructura establecida de ritmos, pulsaciones y tonalidades.
Proyectos futuros
Este programa podría servir como base para el desarrollo futuro de sistemas de música artificiales, capaces de “escuchar” música y de determinar, a tiempo real, qué instrumentos tocan qué notas, aseguran los investigadores.
Otro de los participantes en el proyecto, Xavier Serra, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, señala que la próxima generación de procesadores de música estará basada en algoritmos que imitarán la manera que tienen los humanos de procesar la música.
En el futuro más próximo, concretamente este mismo mes de marzo, los científicos del EmCAP comenzarán una nueva investigación que utilizará sonidos para detectar patrones de comportamiento en seres vivos.
La capacidad de seguir el ritmo de la música, que nos permite dar palmas o bailar en concordancia con el sonido que escuchamos, es considerada como únicamente humana. Ni siquiera nuestros parientes animales más cercanos, los chimpancés y los bonobos, son capaces de sincronizar sus comportamientos con los sonidos rítmicos.