Los bebés de cinco meses distinguen entre sólidos y líquidos

Nuevos experimentos demuestran que el cerebro no es un papel en blanco al nacer


Investigadores de la Universidad Northewestern de Estados Unidos han realizado dos estudios con bebés de tan solo cinco meses en los que éstos demostraron ser capaces de distinguir entre una sustancia sólida y una líquida. Basándose en el estudio de las miradas de los niños –más prolongadas cuando se les presentaba algo que no conocían- los científicos consiguieron saber cuándo los bebés notaban las diferencias. Estos resultados se suman a un creciente cuerpo de investigaciones que constatan cada vez más que el ser humano nace con conocimientos innatos y que es un experimentador muy precoz. Por Yaiza Martínez.


08/05/2009

curtisgallery.com
Científicos de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, han conseguido demostrar que bebés de sólo cinco meses de edad saben diferenciar una sustancia líquida de una sólida, a pesar de que las sustancias que les fueron mostradas a los pequeños se parecían mucho.

Según publica dicha universidad en un comunicado, las madres tienen razón: sus bebés son más listos de lo que cabría esperar en niños tan pequeños.

Los investigadores consiguieron constatar este hecho fijándose en las miradas de los bebés, que expresan lo que llama a éstos la atención y en qué medida.

Conocimientos innatos

El hallazgo de la capacidad de distinguir entre sólidos y líquidos a una edad tan temprana se une a un creciente cuerpo de investigaciones cuyos resultados apuntan, cada vez con más base, a que los cerebros de los bebés no son papeles en blanco que se van desarrollando en la interacción con los otros.

Hasta hace muy poco se pensaba que sí, pero, tal y como declara la directora de la investigación, la psicólogo Susan Hespos, en realidad, “nuestro estudio demuestra que los bebés son pequeños experimentadores con un conocimiento innato. Están todo el tiempo recogiendo información”.

Para el estudio se realizaron dos experimentos, explican los científicos en la revista Psychological Science de la Association of Psychological Science (aps) de Estados Unidos.

En el primero de ellos, los investigadores inclinaron de un lado a otro un vaso lleno de agua azul delante de un grupo de bebés, con el fin de enfatizar ante ellos las características físicas de la sustancia contenida en dicho vaso.

Otro grupo de bebés miró otro vaso lleno con una sustancia sólida azul parecida al agua, que también fue movido de un lado a otro para que los niños se percataran de las propiedades físicas del sólido.

Miradas prolongadas

Posteriormente, todos los bebés presenciaron cómo se transfería el líquido o el sólido entre dos vasos, de forma alternativa.

Según los científicos, los bebés, como los adultos, miran durante más tiempo aquello que les parece nuevo, inesperado o impredecible. Y, en este caso, también fue así.

Los bebés que inicialmente habían visto el agua azul en el vaso miraron después durante más tiempo el sólido azul, mientras que los niños que habían observado al principio el sólido azul en el vaso, luego detuvieron durante más tiempo su atención en el agua azul del otro vaso.

Los investigadores explican que el tiempo prolongado que la mirada de los niños se fijó en una u otra sustancia es un indicativo de que los bebés habían notado la diferencia entre un estado (líquido) y el otro (sólido).

Según Hespos, “por más aleatorio que pueda parecer, el tiempo que un bebé dedica a mirar algo es un indicador de aquello que conoce. Los bebés miran durante más tiempo porque detectan cambios y quieren saber qué sucede”.

Captación de propiedades

Por tanto, los niños de cinco meses de edad fueron capaces de distinguir un sólido de un líquido de aspecto parecido basándose en las diferencias del movimiento, o en cómo las sustancias caían o manaban de un vaso hacia otro vaso.

En un segundo experimento, ambos grupos de niños observaron pruebas en las que una tubería cilíndrica era introducida en un vaso lleno de líquido o en otro que contenía un sólido de apariencia similar al líquido.

Los resultados fueron similares a los del primer experimento: los bebés que en primer lugar habían observado el vaso con líquido miraron durante más tiempo la introducción de la tubería en el sólido.

Por el contrario, los bebés que en primer lugar habían mirado el sólido, después estuvieron más tiempo atentos a la introducción de la tubería en el vaso con líquido.

Según Hespos, el movimiento inicial de los vasos creó expectativas en los niños sobre si la tubería atravesaría el líquido o se quedaría sobre el sólido. La investigadora señala que ambos experimentos proporcionan evidencias de que los niños anticipan las propiedades físicas de los líquidos.

Aprendizaje desde el inicio de la vida

Inicialmente, esta investigadora se interesó en el funcionamiento del cerebro, pero sus estudios han ido derivando cada vez más en el estudio del cerebro de los bebés, que considera que al ser menos complicados pueden proporcionar un entendimiento muy importante acerca de su funcionamiento.

Por otro lado, Hespos también está desarrollando imágenes ópticas del cerebro de los niños pequeños, en las que las mediciones biológicas confirman los resultados de sus comportamientos.

Según ella, “todos estos estudios sobre los bebés sugieren firmemente que desde el principio de nuestras vidas somos aprendices activos. Demuestran que percibimos el mundo de una manera muy similar desde la más tierna infancia y después, haciendo ajustes muy refinados durante toda la vida”.

En otro estudio anterior también con bebés de cinco meses, la investigadora descubrió que éstos podían comprender conceptos para los que aún no habían aprendido las palabras correspondientes, sugiriendo que algunos tipos de pensamientos preceden al lenguaje.



Artículo leído 10684 veces



Más contenidos