¿Hasta qué punto puede desarrollarse una inteligencia creada artificialmente? ¿Qué puede aprender el cerebro humano de los sistemas artificiales? ¿Son realistas y alcanzables las inteligencias artificiales que muestra la ciencia ficción? A todo ello pretenden responder las investigaciones que se desarrollan en torno a una de las disciplinas más de moda en el mundo de la ciencia y la ingeniería, y que en España encabeza Ramón López de Mántaras, director del Instituto en Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC.
"La inteligencia artificial es un conjunto de técnicas informáticas cuyo objetivo es reproducir mediante máquinas aquellas actividades del ser humano que requieren inteligencia", explica el investigador cuando se le pide que defina de manera breve la disciplina a la que ha dedicado décadas de trabajo.
Es una definición acertada, pero que por supuesto esconde mucho más de lo que parece a simple vista. Como explica López de Mántaras, a día de hoy la inteligencia artificial no es un carril de sentido único, sino una doble vía en la que la inteligencia humana inspira los sistemas robóticos, que a su vez pueden ayudar a entender cómo funciona nuestra mente.
Inteligencias artificiales fuertes y débiles
Al menos ese es el objetivo de uno de los dos grandes campos en que podríamos dividir la inteligencia artificial, que serían la débil y la fuerte. La inteligencia artificial débil es aquella que "no se preocupa de cómo la naturaleza ha resuelto los problemas, sino que busca otras vías".
Un buen ejemplo de ella sería el de las computadoras expertas en ajedrez. La complejidad de este juego es tal que las máquinas tardarían demasiado en calcular todas las operaciones posibles; al no disponer tampoco de la intuición inherente al ser humano, tienen que recurrir a funciones heurísticas, una vía, como explica López de Mántaras, "distinta de la que ha utilizado la naturaleza".
La inteligencia artificial fuerte, por su parte, es aquella que pretende imitar al máximo los procesos mentales del cerebro humano, y de ahí que se conozca como "bioinspirada", y que resulte tan útil para comprender el funcionamiento de nuestra propia mente.
Es algo que no se puede alcanzar del todo, ya que "ninguna red neuronal artificial puede modelar computacionalmente la parte química del cerebro". Con todo, eso no impide desarrollar sistemas de inteligencia pues, explicando lo que se conoce como "hipótesis del sistema de símbolos físicos", López de Mántaras defiende que el soporte no importan a la hora de que se desarrollen la mente y la inteligencia, sino que lo que es vital es que "emerjan estados mentales".
Sistemas de inteligencia general
Es por ello que los investigadores en inteligencia artificial ven más perspectivas de futuro en esa ingeniería bioinspirada que les permitirá alcanzar "inteligencias artificiales generales" que, por ejemplo, no sean expertas solo en ajedrez, sino también y de manera lógica, en otros juegos como las damas. Para ello, dice López de Mántaras, no basta con construir inteligencias específicas y luego unirlas, sino que hay que desarrollar una estructura de integración desde cero.
A partir de ahí es donde encontramos, ya sí, el gran escollo para estas inteligencias generales, que es la falta en los sistemas artificiales de lo que conocemos como "sentido común", y que nos permite desde que somos pequeños alcanzar unos conocimientos muy rápidamente gracias a la experimentación y la intuición.
Este trabajo, la llamada "robótica del desarrollo" ya está en marcha en algunas líneas de investigación, y pretende que los robots adquieran "conocimientos de sentido común, interactuando y experimentando con su entorno". Sin duda es una de las líneas de trabajo más prometedoras, aunque López de Mántaras concluye que "aún estamos muy lejos de conseguirlo".
"La inteligencia artificial es un conjunto de técnicas informáticas cuyo objetivo es reproducir mediante máquinas aquellas actividades del ser humano que requieren inteligencia", explica el investigador cuando se le pide que defina de manera breve la disciplina a la que ha dedicado décadas de trabajo.
Es una definición acertada, pero que por supuesto esconde mucho más de lo que parece a simple vista. Como explica López de Mántaras, a día de hoy la inteligencia artificial no es un carril de sentido único, sino una doble vía en la que la inteligencia humana inspira los sistemas robóticos, que a su vez pueden ayudar a entender cómo funciona nuestra mente.
Inteligencias artificiales fuertes y débiles
Al menos ese es el objetivo de uno de los dos grandes campos en que podríamos dividir la inteligencia artificial, que serían la débil y la fuerte. La inteligencia artificial débil es aquella que "no se preocupa de cómo la naturaleza ha resuelto los problemas, sino que busca otras vías".
Un buen ejemplo de ella sería el de las computadoras expertas en ajedrez. La complejidad de este juego es tal que las máquinas tardarían demasiado en calcular todas las operaciones posibles; al no disponer tampoco de la intuición inherente al ser humano, tienen que recurrir a funciones heurísticas, una vía, como explica López de Mántaras, "distinta de la que ha utilizado la naturaleza".
La inteligencia artificial fuerte, por su parte, es aquella que pretende imitar al máximo los procesos mentales del cerebro humano, y de ahí que se conozca como "bioinspirada", y que resulte tan útil para comprender el funcionamiento de nuestra propia mente.
Es algo que no se puede alcanzar del todo, ya que "ninguna red neuronal artificial puede modelar computacionalmente la parte química del cerebro". Con todo, eso no impide desarrollar sistemas de inteligencia pues, explicando lo que se conoce como "hipótesis del sistema de símbolos físicos", López de Mántaras defiende que el soporte no importan a la hora de que se desarrollen la mente y la inteligencia, sino que lo que es vital es que "emerjan estados mentales".
Sistemas de inteligencia general
Es por ello que los investigadores en inteligencia artificial ven más perspectivas de futuro en esa ingeniería bioinspirada que les permitirá alcanzar "inteligencias artificiales generales" que, por ejemplo, no sean expertas solo en ajedrez, sino también y de manera lógica, en otros juegos como las damas. Para ello, dice López de Mántaras, no basta con construir inteligencias específicas y luego unirlas, sino que hay que desarrollar una estructura de integración desde cero.
A partir de ahí es donde encontramos, ya sí, el gran escollo para estas inteligencias generales, que es la falta en los sistemas artificiales de lo que conocemos como "sentido común", y que nos permite desde que somos pequeños alcanzar unos conocimientos muy rápidamente gracias a la experimentación y la intuición.
Este trabajo, la llamada "robótica del desarrollo" ya está en marcha en algunas líneas de investigación, y pretende que los robots adquieran "conocimientos de sentido común, interactuando y experimentando con su entorno". Sin duda es una de las líneas de trabajo más prometedoras, aunque López de Mántaras concluye que "aún estamos muy lejos de conseguirlo".
Creatividad computacional
En la entrevista también se habló de las aplicaciones creativas que pueden desarrollar los sistemas de inteligencia artificial, en disciplinas como la música, las artes plásticas o incluso la danza; concretamente resulta muy particular el caso de la música, donde ya existen sistemas capaces de imitar a los músicos humanos "tomando decisiones acerca de variar lo que dice la partitura, sin silenciar ni añadir notas".
López de Mántaras explica que el sistema imita las interpretaciones que realiza un músico humano sobre determinadas partituras, pero aplicando las variaciones a partituras nuevas. Con todo, este sistema, al igual que aquellos capaces de generar música de cero, "no es consciente de nada de lo que está haciendo", con lo que se trataría de una inteligencia artificial débil.
Los retos de futuro
Más allá de esa necesidad de lograr sistemas de inteligencia artificial generales, pues los débiles ya están plenamente desarrollados, López de Mántaras ve como algo vital que las empresas de España, un país que está "a nivel europeo entre los diez países más potentes en inteligencia artificial", aumenten la demanda de soluciones basadas en este campo.
El entrevistado avisa de que la complejidad del cerebro impide algo tan burdo como copiarlo en un ordenador, y que los verdaderos problemas de la inteligencia artificial tienen que ver con la privacidad y el aspecto militar de los desarrollos. Rechaza así las perspectivas de futuro más agoreras, que predicen que en 20 o 30 años la inteligencia artificial desbancará por completo a los seres humanos. El investigador niega este horizonte, y opina que se basa en un crecimiento tecnológico exponencial que es falso, pues en los últimos años, de hecho, ni tan siquiera se ha acelerado, sino al contrario.
"Tengo la sensación", concluye el entrevistado, "de que como a lo mejor no interesa que se hable de los peligros reales, se inventan un peligro irreal para desviar la atención".
En la entrevista también se habló de las aplicaciones creativas que pueden desarrollar los sistemas de inteligencia artificial, en disciplinas como la música, las artes plásticas o incluso la danza; concretamente resulta muy particular el caso de la música, donde ya existen sistemas capaces de imitar a los músicos humanos "tomando decisiones acerca de variar lo que dice la partitura, sin silenciar ni añadir notas".
López de Mántaras explica que el sistema imita las interpretaciones que realiza un músico humano sobre determinadas partituras, pero aplicando las variaciones a partituras nuevas. Con todo, este sistema, al igual que aquellos capaces de generar música de cero, "no es consciente de nada de lo que está haciendo", con lo que se trataría de una inteligencia artificial débil.
Los retos de futuro
Más allá de esa necesidad de lograr sistemas de inteligencia artificial generales, pues los débiles ya están plenamente desarrollados, López de Mántaras ve como algo vital que las empresas de España, un país que está "a nivel europeo entre los diez países más potentes en inteligencia artificial", aumenten la demanda de soluciones basadas en este campo.
El entrevistado avisa de que la complejidad del cerebro impide algo tan burdo como copiarlo en un ordenador, y que los verdaderos problemas de la inteligencia artificial tienen que ver con la privacidad y el aspecto militar de los desarrollos. Rechaza así las perspectivas de futuro más agoreras, que predicen que en 20 o 30 años la inteligencia artificial desbancará por completo a los seres humanos. El investigador niega este horizonte, y opina que se basa en un crecimiento tecnológico exponencial que es falso, pues en los últimos años, de hecho, ni tan siquiera se ha acelerado, sino al contrario.
"Tengo la sensación", concluye el entrevistado, "de que como a lo mejor no interesa que se hable de los peligros reales, se inventan un peligro irreal para desviar la atención".
Perfil
Ramón López de Mántaras es profesor investigador en el CSIC y director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del mismo centro. Es ingeniero eléctrico por la Escuela Politécnica Superior de Mondragón, doctor en Física por la Universidad de Toulouse III, y doctor en Informática por la Universidad Politécnica de Cataluña. Su campo de estudio han sido fundamentalmente los sistemas automatizados y la robótica, disciplina en la que realizó sus tesis en el Centre Nacional de la Recherche Scientifique, en Francia. Su trabajo le valió el Premio Nacional de Informática en 2012.
Ramón López de Mántaras es profesor investigador en el CSIC y director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del mismo centro. Es ingeniero eléctrico por la Escuela Politécnica Superior de Mondragón, doctor en Física por la Universidad de Toulouse III, y doctor en Informática por la Universidad Politécnica de Cataluña. Su campo de estudio han sido fundamentalmente los sistemas automatizados y la robótica, disciplina en la que realizó sus tesis en el Centre Nacional de la Recherche Scientifique, en Francia. Su trabajo le valió el Premio Nacional de Informática en 2012.