Litoral mediterráneo: lo peor no es la gota fría

La escasez de agua potable y las enfermedades emergentes amenazan tras la catástrofe


El Mediterráneo trae gotas frías y huracanes (medicanes) que arrasan ramblas densamente pobladas. Dos millones y medio de personas no escaparán de esta amenaza permanente mientras habiten las 50.000 casas y pueblos construidos en zonas de riadas. La escasez de agua potable y las enfermedades emergentes vienen tras la catástrofe. Por Eduardo Costas (*).


Eduardo Costas
19/09/2019

Todavía impresionados por las desoladoras inundaciones que nos ha dejado la “peor gota fría en los últimos 150 años”, es un buen momento para preguntarnos el por qué.
 
Sin duda la DANA (depresión aislada en niveles altos) que hemos sufrido en estos días ha traído precipitaciones con registros de record. Pero, por más que se pretenda darle un enfoque de excepcionalidad (seguramente para que sea noticia), no es nada asombroso, ni siquiera inusual.
 
El Mediterráneo es así: un lugar de contrastes donde en un mismo año puede pasarse de sequías desoladoras a catastróficas inundaciones en solo unas horas, donde pueden batirse records de temperaturas elevadas y pocas semanas después caer formidables nevadas que colapsan los transportes, y donde a veces se producen temporales marinos impresionantes después de meses de calma.
 
Sus peculiares características climáticas (condicionadas por el hecho de tener un verano seco y caluroso, algo que no es frecuente en otros lugares donde la época de lluvia coincide con las altas temperaturas) definen un tipo especial de clima, el clima mediterráneo, que también se da en otros lugares lejos de la cuenca mediterránea (por ejemplo, en gran parte de Florida o California).
 
El clima mediterráneo es impredecible. Esa es su esencia. Y más en las zonas del Mediterráneo con un fuerte impacto humano, como es el caso de nuestra costa.
 
Hay eventos como inundaciones catastróficas, o temporales marinos descomunales, que se producen cada 30 o cada 50 años. No siguen un patrón que permita predecir cuando van a ocurrir. Pero hay la certeza de que más tarde o más temprano ocurrirán.
 
Ignorando  a la naturaleza
 
Nuestro problema es que no lo hemos tenido en cuenta.
 
Al amparo del desarrollismo se empezó a construir masivamente en el litoral Mediterráneo. Y se siguió haciendo. En unas pocas décadas, el boom de la construcción incontrolada consiguió que los pequeños pueblos de pescadores y agricultores dejasen paso a las enormes aglomeraciones turísticas que tanto abundan en la actualidad (la Manga del Mar Menor es un buen ejemplo).
 
El problema de construir sin medida, empeorado por la especulación y la corrupción, es que no siempre se eligieron lugares adecuados. Basta un paseo por muchos de los pueblos para comprobar que las ramblas, por donde antaño se aliviaban las crecidas inusuales, se han “aprovechado” para viviendas, infraestructuras municipales, etc.
 
50.000 casas en zonas de riadas
 
Los informes de los geólogos son demoledores: en España hay al menos 50.000 casas y edificios construidos en zonas que llevan sufriendo inundaciones catastróficas durante los últimos 5.000 años. Peor aún: hay pueblos enteros construidos en estas zonas.
 
Un buen ejemplo: en las imágenes televisivas de la reciente tragedia, vecinos de Los Alcázares se quejaban de que tres años atrás ya habían sufrido inundaciones parecidas.
 
Con asombrosa entereza se aprestan a reconstruir de nuevo sus casas dañadas, sin darse cuenta de que ante sus ojos tienen un claro síntoma de lo que va seguir ocurriendo: esta inundación no es un hecho aislado. Se repetirán. Pueden tardar un par días, un par de años o un par de décadas. Pero allí, las inundaciones catastróficas volverán.
 
Es significativo que Los Alcázares existen como ayuntamiento independiente solamente desde 1983, como consecuencia del descomunal desarrollo demográfico de la zona.
 
Lógicamente los afectados se quejan echando la culpa a la falta de mantenimiento de los cauces de ríos, ramblas, mal sistema de alcantarillado… Pero mucho antes de que existiesen grandes asentamientos de seres humanos en esas zonas, ya se inundaban periódicamente.
 
La única solución sería que no hubiese casas en las zonas inundables. Pero ¿Quién está dispuesto a destruir más de 50.000 casas?

Cambio climático y desertificación
 
La mayoría de los modelos meteorológicos indican que el cambio climático inducido por el hombre incrementará el problema, posiblemente mucho y muy rápido: se espera que estas lluvias torrenciales sean cada vez más frecuentes y más intensas.
 
Peor aún. Por primera vez los expertos climáticos advierten que la superficie del mar Mediterráneo se ha calentado tanto que pronto empezará a darse un fenómeno desconocido hasta la fecha: los medicanes.
 
Se trata de pequeños huracanes mediterráneos, pequeños en extensión, porque el Mediterráneo es reducido. Pero no pequeños en intensidad: traerán vientos muchísimo más fuertes que los peores de hoy en día y lluvias bastante más intensas.
 
Además del cambio climático, otras tendencias preocupantes, como la desertificación que sigue creciendo, o los incendios forestales, incrementan el problema: a medida que se reduce la cubierta vegetal, el agua corre más fácilmente por la superficie del terreno sin penetrar en el suelo.
 
Escasez de agua potable y enfermedades emergentes
 
Uno de los mayores problemas asociados a estas inundaciones está en el hecho de que va a resultar muy difícil asegurar el suministro de agua potable a los afectados.
 
En las imágenes televisivas pudimos ver a la gente haciendo cola para cargar botellas de agua suministradas en camiones. Lo que muy pocos tuvieron en cuenta es que hubo 2.500.000 personas en riesgo de quedarse sin agua potable. ¿Nos resultará fácil abastecer de agua potable a 2.500.000 personas en camiones?
 
Desafortunadamente, el cambio global puede traer otro problema: enfermedades emergentes desatadas por estos fenómenos catastróficos.
 
Por ejemplo, estamos empezando a ver como nuevas especies de mosquitos invaden nuestro país. Cada una de estas especies invasoras son vectores de nuevos parásitos y agentes infecciosos. Estas inundaciones los favorecen.
 
Parece una visión en exceso pesimista. Pero no cabe duda de que el tiempo lo resolverá: aunque nos comportemos como idiotas, la naturaleza terminará espabilándonos. Seguro que aún nos resistiremos a abandonar (y destruir) las 50.000 edificaciones construidas en zonas inundables.
 
Pero terminar haciéndolo es solo es cuestión de tiempo.

(*) Eduardo Costas es Catedrático de Genética en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y Académico Correspondiente de la real Academia Nacional de Farmacia. Director, junto a Victoria López Rodas, del  Comité Científico del Club Nuevo Mundo.



Eduardo Costas
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