Poblado Blang de Manpo en Yunnan. Fuente: Wikimedia Commons.
Los resultados de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Queen, en Canadá, podrían ayudar a desarrollar esfuerzos ecologistas y programas de educación medioambiental más adaptados a cada cultura humana.
El profesor James Miller, de la Escuela de Religión y del programa de Estudios Culturales de dicha universidad, en colaboración con la estudiante An Jing, ha descubierto que existe una relación entre la fuerte religiosidad de los llamados Blang, una minoría étnica china, y el desarrollo económico y la ecología de la región en la que los Blang viven.
Según declaraciones de Miller recogidas en un comunicado de la Universidad de Queen: “Nuestra investigación proporciona claras evidencias de que la religión juega un papel clave en la relación de los Blang con sus ecosistemas locales”.
Religión, economía, ecología
Miller añade que la vida religiosa de este pueblo: “no es sólo una cuestión de creencias privadas o de espiritualidad personal, sino un sistema cultural que se interrelaciona claramente con su organización económica y ecológica”.
Los Blang constituyen una minoría étnica china, una de las 56 oficialmente reconocidas por el gobierno de la República Popular China, y conforman una población de unas 82.000 personas que habitan la provincia china de Yunnan.
Antiguamente, los Blang se dedicaban a la agricultura de subsistencia pero, de un tiempo a esta parte, esta minoría ha pasado a dedicarse casi exclusivamente a la producción de hojas de té, que procesadas se convierten en un producto de gran valor.
A partir de las reformas económicas y de posesión de tierras aplicadas por el Gobierno chino en la década de los 80 del siglo XX, los aldeanos Blang fueron convirtiendo sus tierras en centros de producción de té, de manera sostenida. En la actualidad, las plantas de té dominan las terrazas de las faldas de las montañas de la región.
Prohibición durante el festival budista
En su estudio, Miller y Jing pudieron observar que el reciente desarrollo económico derivado de la producción del té está contribuyendo a un resurgimiento de la religión en la zona analizada, a la construcción de nuevos templos y a la celebración de abundantes actividades religiosas.
El profesor James Miller, de la Escuela de Religión y del programa de Estudios Culturales de dicha universidad, en colaboración con la estudiante An Jing, ha descubierto que existe una relación entre la fuerte religiosidad de los llamados Blang, una minoría étnica china, y el desarrollo económico y la ecología de la región en la que los Blang viven.
Según declaraciones de Miller recogidas en un comunicado de la Universidad de Queen: “Nuestra investigación proporciona claras evidencias de que la religión juega un papel clave en la relación de los Blang con sus ecosistemas locales”.
Religión, economía, ecología
Miller añade que la vida religiosa de este pueblo: “no es sólo una cuestión de creencias privadas o de espiritualidad personal, sino un sistema cultural que se interrelaciona claramente con su organización económica y ecológica”.
Los Blang constituyen una minoría étnica china, una de las 56 oficialmente reconocidas por el gobierno de la República Popular China, y conforman una población de unas 82.000 personas que habitan la provincia china de Yunnan.
Antiguamente, los Blang se dedicaban a la agricultura de subsistencia pero, de un tiempo a esta parte, esta minoría ha pasado a dedicarse casi exclusivamente a la producción de hojas de té, que procesadas se convierten en un producto de gran valor.
A partir de las reformas económicas y de posesión de tierras aplicadas por el Gobierno chino en la década de los 80 del siglo XX, los aldeanos Blang fueron convirtiendo sus tierras en centros de producción de té, de manera sostenida. En la actualidad, las plantas de té dominan las terrazas de las faldas de las montañas de la región.
Prohibición durante el festival budista
En su estudio, Miller y Jing pudieron observar que el reciente desarrollo económico derivado de la producción del té está contribuyendo a un resurgimiento de la religión en la zona analizada, a la construcción de nuevos templos y a la celebración de abundantes actividades religiosas.
James Miller y An Jing, en la aldea blang en la que fue realizada la investigación. Fuente: Universidad de Queen.
Asimismo, los investigadores también constataron que, a medida que la economía ha ido creciendo, la deforestación necesaria para la plantación del té ha impactado negativamente en la biodiversidad y en la gestión del agua de la región.
La solución aportada por los Blang a este problema ha sido la siguiente: durante los tres meses que dura el festival budista anual que se celebra en la zona, y que marca el comienzo de la estación lluviosa, ha sido prohibido cortar grandes árboles.
En otros tiempos, los grandes árboles de la región eran cortados en cualquier momento sólo para la construcción de casas, pero ahora son cortados para la producción de té.
La prohibición temporal de esta actividad, vinculada a una tradición religiosa, está teniendo un efecto positivo en la ecología local, al ralentizar la deforestación. Según los investigadores, este hecho demuestra cómo las religiones indígenas y la cultura pueden fomentar los esfuerzos por proteger el medioambiente.
Una solución posible
James Miller está especializado en estudiar la manera en que las religiones construyen imágenes de la naturaleza e influyen en los valores y en los comportamientos humanos hacia la naturaleza y el entorno.
En su blog, Sustainible China (China sostenible), el investigador explica que los valores religiosos y las ideas son fuentes muy ricas de capital cultural y constituyen recursos vitales para el fomento de un futuro ecológicamente sostenible.
Su investigación se ha centrado en China porque, según Miller, éste es “el país de la Tierra donde actualmente el desarrollo sostenible es más importante”. La razón: China es el país más grande del mundo por población, la segunda economía mundial en términos de producto internacional bruto, y el primer emisor de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
La implantación de la modernidad en China ha supuesto un terrible impacto, porque ha implicado la devastación medioambiental, y también de las tradiciones religiosas y de los valores culturales del país.
Pero, al tiempo que China lucha contra la destrucción de su entorno natural, también está experimentando un resurgimiento del interés por la religión y la espiritualidad. Miller explora ahora la posibilidad de fomentar una nueva filosofía de desarrollo sostenible, que una el conocimiento científico con un reconocimiento renovado de los valores chinos tradicionales de armonía y respeto por los entornos naturales.
Antigua reverencia
El estudio realizado por Miller y Jing en China no es el único llevado a cabo en los últimos años en esta misma dirección. El pasado mes de enero, ya publicamos en Tendencias21 un artículo sobre los trabajos de Stuart Harrop, director del Institute of Conservation and Ecology(DICE) de la Universidad de Kent, en el Reino Unido, en tres puntos del planeta: Sumatra, norte de África y Etiopía.
Con estas investigaciones, el científico y sus colaboradores han intentado medir y comprender el impacto potencial de la ética, las religiones y las culturas en la ecología de estas zonas del mundo.
Por otro lado, en 2010 publicamos los resultados de otra investigación, llevada a cabo por antropólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona, sobre los amazig o bereberes del Alto Atlas de Marruecos. En ella, se constató que las creencias religiosas en esta zona favorecían la gestión sostenible de los territorios.
En general, los especialistas coinciden en señalar que la reverencia antigua hacia el medioambiente presente en la religión y la cultura es una fuerza muy poderosa capaz de detener la destrucción de la biodiversidad, y que la desaparición de estas tradiciones ha dado lugar a una gestión más individualista, basada en el provecho inmediato, de consecuencias nocivas para el medioambiente.
La solución aportada por los Blang a este problema ha sido la siguiente: durante los tres meses que dura el festival budista anual que se celebra en la zona, y que marca el comienzo de la estación lluviosa, ha sido prohibido cortar grandes árboles.
En otros tiempos, los grandes árboles de la región eran cortados en cualquier momento sólo para la construcción de casas, pero ahora son cortados para la producción de té.
La prohibición temporal de esta actividad, vinculada a una tradición religiosa, está teniendo un efecto positivo en la ecología local, al ralentizar la deforestación. Según los investigadores, este hecho demuestra cómo las religiones indígenas y la cultura pueden fomentar los esfuerzos por proteger el medioambiente.
Una solución posible
James Miller está especializado en estudiar la manera en que las religiones construyen imágenes de la naturaleza e influyen en los valores y en los comportamientos humanos hacia la naturaleza y el entorno.
En su blog, Sustainible China (China sostenible), el investigador explica que los valores religiosos y las ideas son fuentes muy ricas de capital cultural y constituyen recursos vitales para el fomento de un futuro ecológicamente sostenible.
Su investigación se ha centrado en China porque, según Miller, éste es “el país de la Tierra donde actualmente el desarrollo sostenible es más importante”. La razón: China es el país más grande del mundo por población, la segunda economía mundial en términos de producto internacional bruto, y el primer emisor de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
La implantación de la modernidad en China ha supuesto un terrible impacto, porque ha implicado la devastación medioambiental, y también de las tradiciones religiosas y de los valores culturales del país.
Pero, al tiempo que China lucha contra la destrucción de su entorno natural, también está experimentando un resurgimiento del interés por la religión y la espiritualidad. Miller explora ahora la posibilidad de fomentar una nueva filosofía de desarrollo sostenible, que una el conocimiento científico con un reconocimiento renovado de los valores chinos tradicionales de armonía y respeto por los entornos naturales.
Antigua reverencia
El estudio realizado por Miller y Jing en China no es el único llevado a cabo en los últimos años en esta misma dirección. El pasado mes de enero, ya publicamos en Tendencias21 un artículo sobre los trabajos de Stuart Harrop, director del Institute of Conservation and Ecology(DICE) de la Universidad de Kent, en el Reino Unido, en tres puntos del planeta: Sumatra, norte de África y Etiopía.
Con estas investigaciones, el científico y sus colaboradores han intentado medir y comprender el impacto potencial de la ética, las religiones y las culturas en la ecología de estas zonas del mundo.
Por otro lado, en 2010 publicamos los resultados de otra investigación, llevada a cabo por antropólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona, sobre los amazig o bereberes del Alto Atlas de Marruecos. En ella, se constató que las creencias religiosas en esta zona favorecían la gestión sostenible de los territorios.
En general, los especialistas coinciden en señalar que la reverencia antigua hacia el medioambiente presente en la religión y la cultura es una fuerza muy poderosa capaz de detener la destrucción de la biodiversidad, y que la desaparición de estas tradiciones ha dado lugar a una gestión más individualista, basada en el provecho inmediato, de consecuencias nocivas para el medioambiente.