Las presiones religiosas pro-fertilidad colapsan las tasas de nacimientos

Donde las autoridades religiosas defienden la familia tradicional, la natalidad desciende


La escritora Kathryn Joyce analiza en un artículo las relaciones entre las bajas tasas de natalidad en Europa y las apuestas pro-familia de los grupos religiosos más radicales. Movimientos y libros surgidos en los últimos años intentan alentar a la población europea para que ésta vuelva al modelo de familia patriarcal –con padre que aporta el sustento y madre sumisa y muy fértil-. Sin embargo, señala Joyce, estos movimientos pueden ser contraproducentes, y originar la respuesta contraria a lo que buscan. Un estudio reciente del Instituto Berlín así lo confirma: sólo un buen apoyo a las madres para que éstas puedan compaginar vida laboral y familiar garantiza una tasa de natalidad alta. Por el contrario, allá donde las autoridades religiosas han intentado mantener vivos los valores de la familia tradicional, las tasas de natalidad se han colapsado. Por Yaiza Martínez.


09/03/2009

La escritora Kathryn Joyce, autora del libro Quiverfull: Inside the Christian Patriarchy Movement y articulista de medios como The Nation, Mother Jones, The Harvard Divinity Bulletin, entre otros, ha publicado en la revista Search un artículo en el que reflexiona sobre las bajas tasas de natalidad en Europa y el estado de la cuestión en relación con la religión.

Escribe Joyce que la Unión Europea celebró el pasado mes de noviembre su segundo Foro Europeo sobre demografía impulsado por el envejecimiento de la población en nuestro continente.

La preocupación por las bajas tasas de natalidad aumenta a medida que pasa el tiempo, dadas las consecuencias sociales y económicas que conllevará el envejecimiento de la población europea.

Escasa descendencia y miedo al extranjero

Los europeos tradicionales están “fallando” a la hora de tener suficiente descendencia como para que exista el reemplazo generacional, advierten los expertos. La consecuencia es que necesitamos que la inmigración llegue a gran escala de otros países.

Y en este punto es donde, al parecer, se despiertan los miedos de algunos grupos religiosos: los inmigrantes que están poblando el viejo continente vienen de países en su mayoría musulmanes, por los que su cultura podría llegar a suplantar a la cultura tradicional europea. ¿Se escucharán algún día menos las campanas de las iglesias que la llamada a la oración en nuestros territorios?

Según Joyce, este argumento ha sido defendido por la derecha europea y de los Estados Unidos, a través de una serie de libros que predicen una “invasión” musulmana que desplazará a las poblaciones occidentales (“The Death of the West”, de Pat Buchanan o “The Cube and the Cathedral" de George Weigel son algunos de los ejemplos de estos libros).

La retórica de los políticos de extrema derecha cada vez se aprovecha más de este argumento, asegura la autora: que Europa llegue a ser un continente colonia de musulmanes.

Vuelta al modelo familiar patriarcal

En 2007, en el World Congress of Families (WCF) celebrado en Polonia, un grupo cristiano “profamilia”, formado por evangelistas, católicos y mormones anti-contracepción de Estados Unidos señalaba que, gracias a las obstinadas políticas anti-familia de los países europeos, el final de la civilización europea era cuestión de tan solo unos años.

La solución propuesta por este grupo consistía en que Europa adoptara un modelo de familia patriarcal con padres sustentadores y madres sumisas y prolíficas, que trajeran al mundo muchos hijos. El WCF, en general, urgió a los europeos a tener grandes familias, de al menos tres o cuatro hijos.

Porque, según algunos grupos religiosos, el origen de la decadencia de la natalidad europea se encuentra en décadas de medidas a favor de la mujer trabajadora, del divorcio y de la revolución sexual (cohabitación, derechos de los homosexuales y métodos anticonceptivos). El secularismo, señalan, conduce a tener menos hijos.

“Dique cristiano”

Esta idea ha llegado a tales extremos que, en Italia, políticos y sacerdotes han intentado resolver el problema demandando más bebés para formar un “dique cristiano contra la invasión musulmana de Italia”, denuncia la antropóloga Elizabeth Krause en un artículo titulado A Crisis of Births: Population Politics and Family-Making in Italy.

Según Krause, sobre estas intenciones revolotea aún la sombra del fascismo, y del proyecto de fertilidad que en su día pusiera en marcha Mussolini, atacando a los solteros, recompensando a las madres de muchos hijos o prohibiendo la anticoncepción.

Estas actitudes serían, sin embargo, contraproducentes, advierte Krause, porque apelar a que las mujeres italianas comiencen a tener familias de tres o cuatro hijos no erradicaría “el trauma de las mujeres que, históricamente, tuvieron muchos hijos en condiciones de extrema pobreza”.

Alternativas seculares

Y es que el resultado de largas décadas de trabajo maternal y doméstico, señalan los especialistas, en realidad supone altas tasas de depresión en las mujeres, así como un auto-descuido endémico por parte de éstas.

¿Cuál sería la solución entonces? Lejos de la propuesta de los grupos religiosos más radicales de llenar de hijos de nuevo a las mujeres europeas, Joyce apunta a lo planteado por un estudio realizado por el Instituto Berlín de Población y Desarrollo, publicado el pasado noviembre.

En dicho estudio se reveló que buscar vías para mantener a las mujeres en sus puestos de trabajo a pesar de su maternidad, con sistemas de apoyo como las guarderías de alta calidad o las escuelas, resulta crucial para mantener las tasas de fertilidad en un nivel que garantice el reemplazo generacional.

Países más progresistas, como Francia o Noruega, superan con creces en tasas de natalidad, gracias a medidas de este tipo, a los más tradicionales como Italia y Polonia. Donde las autoridades religiosas han intentado mantener vivos los valores de la familia tradicional, las tasas de natalidad se han colapsado, señaló Reiner Klingholz, director del Instituto Berlín.



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