Amuletos. Foto: art_es_anna. Fuente: EverystockPhoto.
Las personas que creen que el destino y la casualidad controlan sus vidas tienden más que otras a ser supersticiosas. Sin embargo, estos mismos individuos, cuando se enfrentan a la posibilidad de su propia muerte, abandonan todo tipo de creencias supersticiosas.
Éstas son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por especialistas de la Kansas State University, de Estados Unidos, en el que se analizaron las formas y funciones de las supersticiones en el comportamiento humano.
El proyecto de investigación, dirigido por el psicólogo Scott Fluke, pretendía ahondar en el fenómeno de las supersticiones, con el fin de conocer mejor su funcionamiento.
Estudio de los efectos
Según se explica en un comunicado emitido por la Kansas State University, los investigadores definieron la superstición como la creencia en que existe alguna relación entre algunos actos, objetos o rituales, y ciertos resultados completamente ajenos a ellos (por ejemplo, entre llevar un amuleto de la suerte y ganar un partido).
Para indagar en el efecto real de estas supersticiones en el comportamiento de la gente, los científicos realizaron dos estudios distintos.
En el primero de ellos, se realizaron una serie de cuestionarios a un total de 200 estudiantes universitarios, en los que se les preguntaron hasta qué punto eran personas pesimistas, si creían en la suerte o el destino o si les gustaba controlar las situaciones, entre otras cuestiones.
El análisis de las respuestas reveló que aquellas personas que creían que la suerte y el destino controlaban sus vidas eran más propicias a ser supersticiosas.
La muerte escapa a la superstición
En el segundo estudio, los investigadores quisieron averiguar cómo los participantes reaccionaban ante la muerte. Para ello, les pidieron que describieran por escrito cómo se sentían al pensar en su propio fallecimiento.
Para sorpresa de los investigadores, los niveles de superstición de los voluntarios descendieron cuando éstos pensaban en su propia muerte. Los científicos atribuyen este cambio a que el hecho de la muerte sea una situación de incertidumbre extrema.
Según Fluke, inicialmente “teorizamos que cuando los participantes pensaran sobre la muerte, se comportarían de manera más supersticiosa, en un esfuerzo por aumentar el sentido de control sobre este hecho”.
Éstas son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por especialistas de la Kansas State University, de Estados Unidos, en el que se analizaron las formas y funciones de las supersticiones en el comportamiento humano.
El proyecto de investigación, dirigido por el psicólogo Scott Fluke, pretendía ahondar en el fenómeno de las supersticiones, con el fin de conocer mejor su funcionamiento.
Estudio de los efectos
Según se explica en un comunicado emitido por la Kansas State University, los investigadores definieron la superstición como la creencia en que existe alguna relación entre algunos actos, objetos o rituales, y ciertos resultados completamente ajenos a ellos (por ejemplo, entre llevar un amuleto de la suerte y ganar un partido).
Para indagar en el efecto real de estas supersticiones en el comportamiento de la gente, los científicos realizaron dos estudios distintos.
En el primero de ellos, se realizaron una serie de cuestionarios a un total de 200 estudiantes universitarios, en los que se les preguntaron hasta qué punto eran personas pesimistas, si creían en la suerte o el destino o si les gustaba controlar las situaciones, entre otras cuestiones.
El análisis de las respuestas reveló que aquellas personas que creían que la suerte y el destino controlaban sus vidas eran más propicias a ser supersticiosas.
La muerte escapa a la superstición
En el segundo estudio, los investigadores quisieron averiguar cómo los participantes reaccionaban ante la muerte. Para ello, les pidieron que describieran por escrito cómo se sentían al pensar en su propio fallecimiento.
Para sorpresa de los investigadores, los niveles de superstición de los voluntarios descendieron cuando éstos pensaban en su propia muerte. Los científicos atribuyen este cambio a que el hecho de la muerte sea una situación de incertidumbre extrema.
Según Fluke, inicialmente “teorizamos que cuando los participantes pensaran sobre la muerte, se comportarían de manera más supersticiosa, en un esfuerzo por aumentar el sentido de control sobre este hecho”.
Sin embargo, “lo que no esperábamos es que el hecho de pensar en la muerte hiciera que las personas se sintieran indefensas – como si no pudieran tener ningún control sobre ella- algo que realmente redujo sus creencias supersticiosas”.
Controlar las ideas supersticiosas
Tras la realización de ambos estudios, los investigadores determinaron, además, tres razones o causas para el comportamiento supersticioso. Por un lado, la gente utiliza las supersticiones para aumentar su control sobre la incertidumbre.
Por otro lado, las supersticiones ayudan a reducir el sentimiento de impotencia. Por último, a algunas personas les resulta más sencillo confiar en sus creencias supersticiosas que desarrollar estrategias para afrontar realmente ciertas situaciones.
En este sentido, explican los científicos, las supersticiones pueden convertirse en una desventaja y, por tanto, conviene evitarlas.
Para hacerlo, los investigadores recomiendan seguir algunas pautas, como no creer en la mala suerte y tomar conciencia del control real que podemos ejercer sobre ciertas situaciones.
Por otra parte, ser decididos y preventivos también ayuda porque, según los resultados obtenidos en la investigación, las personas menos decididas creen más en las supersticiones y las personas más preventivas son menos supersticiosas.
El lado positivo
Los resultados de la presente investigación contrastan con los obtenidos en otro estudio reciente, que reveló que las supersticiones realmente funcionan porque fomentan la autoconfianza.
Realizada por investigadores de la Universidad de Colonia, en Alemania, dicha investigación demostró que las supersticiones pueden hacer que la gente rinda mejor en sus tareas, y que afronte éstas de forma más animosa y persistente.
El estudio de la Universidad de Colonia incluyó cuatro experimentos en los que se midieron los efectos de las creencias supersticiosas sobre el rendimiento de un grupo de participantes en actividades de agilidad motora, memoria, resolución de anagramas o el golf.
Controlar las ideas supersticiosas
Tras la realización de ambos estudios, los investigadores determinaron, además, tres razones o causas para el comportamiento supersticioso. Por un lado, la gente utiliza las supersticiones para aumentar su control sobre la incertidumbre.
Por otro lado, las supersticiones ayudan a reducir el sentimiento de impotencia. Por último, a algunas personas les resulta más sencillo confiar en sus creencias supersticiosas que desarrollar estrategias para afrontar realmente ciertas situaciones.
En este sentido, explican los científicos, las supersticiones pueden convertirse en una desventaja y, por tanto, conviene evitarlas.
Para hacerlo, los investigadores recomiendan seguir algunas pautas, como no creer en la mala suerte y tomar conciencia del control real que podemos ejercer sobre ciertas situaciones.
Por otra parte, ser decididos y preventivos también ayuda porque, según los resultados obtenidos en la investigación, las personas menos decididas creen más en las supersticiones y las personas más preventivas son menos supersticiosas.
El lado positivo
Los resultados de la presente investigación contrastan con los obtenidos en otro estudio reciente, que reveló que las supersticiones realmente funcionan porque fomentan la autoconfianza.
Realizada por investigadores de la Universidad de Colonia, en Alemania, dicha investigación demostró que las supersticiones pueden hacer que la gente rinda mejor en sus tareas, y que afronte éstas de forma más animosa y persistente.
El estudio de la Universidad de Colonia incluyó cuatro experimentos en los que se midieron los efectos de las creencias supersticiosas sobre el rendimiento de un grupo de participantes en actividades de agilidad motora, memoria, resolución de anagramas o el golf.