Micrografía de la materia gris. Fuente: Wikimedia Commons.
El volumen de una pequeña región del cerebro influye en la predisposición individual al comportamiento altruista.
Esto es lo que revelan los resultados de una investigación realizada por científicos de la Universidad de Zúrich, en Suiza, en la que se ha constatado que las personas que se comportan más altruistamente presentan mayor cantidad de materia gris en la unión entre el lóbulo temporal y el lóbulo parietal del cerebro, en comparación con los individuos egoístas.
En general, se entiende por altruismo la tendencia a hacer el bien a los demás, aún a costa del propio provecho. ¿Por qué algunas personas son altruistas y otras no?
Estudios previos habían indicado que ciertas categorías sociales, como el sexo, los ingresos o la educación, podían explicar las diferencias existentes en el comportamiento altruista individual.
Por otro lado, estudios neurocientíficos recientes han demostrado que ciertas diferencias en la estructura cerebral pueden relacionarse con rasgos y habilidades distintivos de cada personalidad.
Ahora, por vez primera, los investigadores de la Universidad de Zúrich, dirigidos por Ernst Fehr, director del Departamento de económicas de dicha Universidad, demuestran la conexión entre la anatomía cerebral, la actividad del cerebro y el comportamiento altruista, informa la Universidad de Zúrich en un comunicado.
Buscando un origen neurofisiológico
Para analizar si las diferencias en este tipo de comportamiento tienen un origen neurobiológico, se pidió a un grupo de voluntarios que dividieran cierta cantidad de dinero entre ellos y otra persona anónima.
A los participantes se les ofreció en todo momento la opción de sacrificar cierta cantidad del dinero en beneficio de ese otro individuo desconocido. Dicho sacrificio fue calificado como “altruista”, porque suponía ayudar a otro, a costa del beneficio propio.
Los investigadores encontraron grandes diferencias en el comportamiento de los participantes: algunos de ellos estuvieron siempre dispuestos a compartir el dinero con la persona anónima, mientras que otros no estuvieron dispuestos a hacerlo casi nunca.
El objetivo de esta tarea era encontrar la causa neurobiológica de estas diferencias en la actitud individual. Investigaciones previas habían demostrado que cierta región del cerebro –el lugar en que los lóbulos parietal y temporal se encuentran- está relacionada con la capacidad de ponerse en la piel de otras personas para comprender sus pensamientos y sentimientos.
Dado que el altruismo está probablemente relacionado con esta capacidad, Fehr y su equipo sospecharon que diferencias individuales en esta parte del cerebro podrían estar vinculadas a las diferencias en el comportamiento altruista de los voluntarios.
Y acertaron. Tal y como afirma Yosuke Morishima, otro de los autores de la investigación: “Los voluntarios que se comportaron más altruistamente también tenían una mayor proporción de materia gris en la unión entre los lóbulos parietal y temporal”.
Esto es lo que revelan los resultados de una investigación realizada por científicos de la Universidad de Zúrich, en Suiza, en la que se ha constatado que las personas que se comportan más altruistamente presentan mayor cantidad de materia gris en la unión entre el lóbulo temporal y el lóbulo parietal del cerebro, en comparación con los individuos egoístas.
En general, se entiende por altruismo la tendencia a hacer el bien a los demás, aún a costa del propio provecho. ¿Por qué algunas personas son altruistas y otras no?
Estudios previos habían indicado que ciertas categorías sociales, como el sexo, los ingresos o la educación, podían explicar las diferencias existentes en el comportamiento altruista individual.
Por otro lado, estudios neurocientíficos recientes han demostrado que ciertas diferencias en la estructura cerebral pueden relacionarse con rasgos y habilidades distintivos de cada personalidad.
Ahora, por vez primera, los investigadores de la Universidad de Zúrich, dirigidos por Ernst Fehr, director del Departamento de económicas de dicha Universidad, demuestran la conexión entre la anatomía cerebral, la actividad del cerebro y el comportamiento altruista, informa la Universidad de Zúrich en un comunicado.
Buscando un origen neurofisiológico
Para analizar si las diferencias en este tipo de comportamiento tienen un origen neurobiológico, se pidió a un grupo de voluntarios que dividieran cierta cantidad de dinero entre ellos y otra persona anónima.
A los participantes se les ofreció en todo momento la opción de sacrificar cierta cantidad del dinero en beneficio de ese otro individuo desconocido. Dicho sacrificio fue calificado como “altruista”, porque suponía ayudar a otro, a costa del beneficio propio.
Los investigadores encontraron grandes diferencias en el comportamiento de los participantes: algunos de ellos estuvieron siempre dispuestos a compartir el dinero con la persona anónima, mientras que otros no estuvieron dispuestos a hacerlo casi nunca.
El objetivo de esta tarea era encontrar la causa neurobiológica de estas diferencias en la actitud individual. Investigaciones previas habían demostrado que cierta región del cerebro –el lugar en que los lóbulos parietal y temporal se encuentran- está relacionada con la capacidad de ponerse en la piel de otras personas para comprender sus pensamientos y sentimientos.
Dado que el altruismo está probablemente relacionado con esta capacidad, Fehr y su equipo sospecharon que diferencias individuales en esta parte del cerebro podrían estar vinculadas a las diferencias en el comportamiento altruista de los voluntarios.
Y acertaron. Tal y como afirma Yosuke Morishima, otro de los autores de la investigación: “Los voluntarios que se comportaron más altruistamente también tenían una mayor proporción de materia gris en la unión entre los lóbulos parietal y temporal”.
La proporción de materia gris existente en la unión (en amarillo) entre los lóbulos temporal y parietal está positivamente relacionada con la tendencia al comportamiento altruista. Fuente: UZH.
Diferencias en la actividad cerebral
Los participantes en el presente estudio también mostraron marcadas diferencias en lo que a actividad cerebral se refiere, en el momento de decidir cómo distribuir el dinero.
Se constató que, en el caso de los individuos egoístas, una pequeña región del cerebro situada detrás de la oreja se activaba ya cuando el coste del comportamiento altruista era muy bajo.
En las personas altruistas, sin embargo, esta región del cerebro se activaba solo cuando el coste del comportamiento altruista era muy alto.
En general, dicha región se “encendió” de manera especialmente fuerte en todos los voluntarios, cuando estos alcanzaban los límites de lo que ellos mismos consideraban “un comportamiento altruista apropiado”.
La razón, sospechan los investigadores, es que es en ese momento cuando existe la mayor necesidad de superar el egocentrismo humano natural, lo que se haría mediante la activación de esa área del cerebro.
Fehr agrega que: “Estos resultados nos resultan muy interesantes. Sin embargo, no se debe extraer de ellos la conclusión de que los comportamientos altruistas vienen determinados solo por factores biológicos”.
De hecho, el volumen de la materia gris también está influenciado por procesos sociales. Según el científico, estos hallazgos plantean, por tanto, la fascinante cuestión de hasta que punto es posible propiciar el desarrollo de regiones cerebrales clave en el comportamiento altruista, a través de una formación apropiada o de las normas sociales. Los resultados de la presente investigación han aparecido publicados en la revista Neuron.
Otros vínculos entre biología y altruismo
Otros estudios han establecido en los últimos años relaciones entre al altruismo y la biología. En 2010, un equipo de investigadores alemanes hizo público su hallazgo de un gen vinculado al altruismo: las personas que presentaban un tipo de minúscula variante en dicho gen eran el doble de generosas en obras de caridad que aquellas personas que no tenían dicha variante.
Por otro lado, en 2007, científicos hebreos descubrieron que existía una variación en otro gen concreto, el AVPR1a, en los individuos más altruistas. Según los investigadores, este hallazgo supuso la demostración empírica de la generosidad como comportamiento genético.
Los participantes en el presente estudio también mostraron marcadas diferencias en lo que a actividad cerebral se refiere, en el momento de decidir cómo distribuir el dinero.
Se constató que, en el caso de los individuos egoístas, una pequeña región del cerebro situada detrás de la oreja se activaba ya cuando el coste del comportamiento altruista era muy bajo.
En las personas altruistas, sin embargo, esta región del cerebro se activaba solo cuando el coste del comportamiento altruista era muy alto.
En general, dicha región se “encendió” de manera especialmente fuerte en todos los voluntarios, cuando estos alcanzaban los límites de lo que ellos mismos consideraban “un comportamiento altruista apropiado”.
La razón, sospechan los investigadores, es que es en ese momento cuando existe la mayor necesidad de superar el egocentrismo humano natural, lo que se haría mediante la activación de esa área del cerebro.
Fehr agrega que: “Estos resultados nos resultan muy interesantes. Sin embargo, no se debe extraer de ellos la conclusión de que los comportamientos altruistas vienen determinados solo por factores biológicos”.
De hecho, el volumen de la materia gris también está influenciado por procesos sociales. Según el científico, estos hallazgos plantean, por tanto, la fascinante cuestión de hasta que punto es posible propiciar el desarrollo de regiones cerebrales clave en el comportamiento altruista, a través de una formación apropiada o de las normas sociales. Los resultados de la presente investigación han aparecido publicados en la revista Neuron.
Otros vínculos entre biología y altruismo
Otros estudios han establecido en los últimos años relaciones entre al altruismo y la biología. En 2010, un equipo de investigadores alemanes hizo público su hallazgo de un gen vinculado al altruismo: las personas que presentaban un tipo de minúscula variante en dicho gen eran el doble de generosas en obras de caridad que aquellas personas que no tenían dicha variante.
Por otro lado, en 2007, científicos hebreos descubrieron que existía una variación en otro gen concreto, el AVPR1a, en los individuos más altruistas. Según los investigadores, este hallazgo supuso la demostración empírica de la generosidad como comportamiento genético.
Referencia bibliográfica
Yosuke Morishima, Daniel Schunk, Adrian Bruhin, Christian C. Ruff, and Ernst Fehr. Linking brain structure and activation in the temporoparietal junction to explain the neurobiology of human altruism. Neuron. July 12, 2012.
Yosuke Morishima, Daniel Schunk, Adrian Bruhin, Christian C. Ruff, and Ernst Fehr. Linking brain structure and activation in the temporoparietal junction to explain the neurobiology of human altruism. Neuron. July 12, 2012.