Imagen: Michael Drager. Fuente: PhotoXpress.
La exposición a la agresión verbal y física entre los padres puede perjudicar la capacidad de los hijos para identificar y controlar sus propias emociones, según un estudio longitudinal dirigido por la Steinhardt School of Culture, Education, and Human Development de la Universidad de Nueva York (EEUU).
Los resultados, publicados en la revista Development and Psychopathology, sugieren asimismo que el caos en el hogar y períodos prolongados de pobreza durante la primera infancia conllevarían un coste importante para el ajuste emocional de los niños pequeños.
La investigación se centró en el efecto de las peleas entre los padres y la salud emocional de los niños, y demuestra "el coste de los conflictos de los progenitores dentro del hogar en los niños que en ellos viven, explica C. Cybele Raver, profesora de psicología aplicada de dicha Universidad y autora principal del estudio, en un comunicado institucional.
El estudio demostró que la exposición a conflictos y a violencia en el hogar puede configurar las respuestas neurobiológicas, cognitivas y de comportamiento de los más pequeños.
Así, una hipervigilancia incrementada, que a corto plazo puede servir para garantizar la seguridad de un niño, a largo plazo en cambio resultaría perjudicial para su ajuste emocional. Por ejemplo, un niño que viva en tensión escuchando constantemente las disputas de sus padres, puede tener una respuesta emocional exagerada en otro contexto, como ante un problema leve que surja en su clase.
Los resultados, publicados en la revista Development and Psychopathology, sugieren asimismo que el caos en el hogar y períodos prolongados de pobreza durante la primera infancia conllevarían un coste importante para el ajuste emocional de los niños pequeños.
La investigación se centró en el efecto de las peleas entre los padres y la salud emocional de los niños, y demuestra "el coste de los conflictos de los progenitores dentro del hogar en los niños que en ellos viven, explica C. Cybele Raver, profesora de psicología aplicada de dicha Universidad y autora principal del estudio, en un comunicado institucional.
El estudio demostró que la exposición a conflictos y a violencia en el hogar puede configurar las respuestas neurobiológicas, cognitivas y de comportamiento de los más pequeños.
Así, una hipervigilancia incrementada, que a corto plazo puede servir para garantizar la seguridad de un niño, a largo plazo en cambio resultaría perjudicial para su ajuste emocional. Por ejemplo, un niño que viva en tensión escuchando constantemente las disputas de sus padres, puede tener una respuesta emocional exagerada en otro contexto, como ante un problema leve que surja en su clase.
Características del estudio
En una investigación anterior, este mismo grupo de científicos había establecido un vínculo entre los conflictos parentales en un momento puntal y la adaptación de los niños más tarde, a lo largo de sus vidas.
Pero Raver y sus colaboradores vieron la necesidad de explorar a fondo cómo los niños pueden verse afectados negativamente por la exposición prolongada a la agresividad familiar; así como a otros factores desestabilizantes de la vida familiar, como el caos o la pobreza.
Por eso, en el presente el estudio, midieron la exposición de los niños a diversas formas de adversidad, así como su capacidad para reconocer y regular emociones negativas, como el miedo y la tristeza. Para ello, se hizo un seguimiento a 1.025 niños (entre los dos meses y los 58 meses de edad) y sus familias, de las regiones del este de Carolina del Norte y del centro de Pensilvania, que son dos áreas geográficas de Estados Unidos con altos índices de pobreza.
Los datos fueron reunidos mediante cuestionarios a los padres, la administración de tareas a padres y niños; y la medición del nivel de caos en el hogar -número de veces que los niños se mudaron, cambios de cuidadores, niveles de ruido, limpieza, y número de personas en comparación con el número de habitaciones-. A los 58 meses de edad de los niños, los investigadores evaluaron la capacidad de estos para reconocer correctamente e identificar sus propias emociones.
Resultados obtenidos
La agresión verbal y física entre los padres desde los dos a los 58 meses de los niños fue un importante medio de predicción de la habilidad que los niños tendrían para identificar con precisión sus emociones al término del periodo del estudio.
Una exposición más alta a la agresividad física entre los padres se asoció con un menor rendimiento de los niños en una tarea sencilla de etiquetado de emociones. Sorprendentemente, una mayor exposición a la agresión verbal entre los padres se relacionó con un mayor conocimiento de las emociones entre los niños.
La exposición prolongada a la agresión entre los padres también fue vinculada a la capacidad de los niños para regular sus propios sentimientos de tristeza, retraimiento y miedo, situándolos en un mayor riesgo de padecer síntomas de ansiedad y depresión en el futuro.
Otras formas de adversidad también contribuyeron al ajuste emocional de los niños. Cuanto mayor fue el número de años que estos vivieron en la pobreza, su capacidad de identificar con precisión las diferentes emociones resultó menor.
En cuanto al aumento del caos en los hogares, este también redujo la capacidad de los niños para reconocer emociones.
"Este estudio destaca la importancia de apoyar a los padres cuando estos viven altibajos sociales o matrimoniales", concluye Raver. "Los padres deberían ser ayudados a regular sus propios sentimientos de ira, frustración y preocupación". De lo contario, estos afectarán a la generación siguiente.
En una investigación anterior, este mismo grupo de científicos había establecido un vínculo entre los conflictos parentales en un momento puntal y la adaptación de los niños más tarde, a lo largo de sus vidas.
Pero Raver y sus colaboradores vieron la necesidad de explorar a fondo cómo los niños pueden verse afectados negativamente por la exposición prolongada a la agresividad familiar; así como a otros factores desestabilizantes de la vida familiar, como el caos o la pobreza.
Por eso, en el presente el estudio, midieron la exposición de los niños a diversas formas de adversidad, así como su capacidad para reconocer y regular emociones negativas, como el miedo y la tristeza. Para ello, se hizo un seguimiento a 1.025 niños (entre los dos meses y los 58 meses de edad) y sus familias, de las regiones del este de Carolina del Norte y del centro de Pensilvania, que son dos áreas geográficas de Estados Unidos con altos índices de pobreza.
Los datos fueron reunidos mediante cuestionarios a los padres, la administración de tareas a padres y niños; y la medición del nivel de caos en el hogar -número de veces que los niños se mudaron, cambios de cuidadores, niveles de ruido, limpieza, y número de personas en comparación con el número de habitaciones-. A los 58 meses de edad de los niños, los investigadores evaluaron la capacidad de estos para reconocer correctamente e identificar sus propias emociones.
Resultados obtenidos
La agresión verbal y física entre los padres desde los dos a los 58 meses de los niños fue un importante medio de predicción de la habilidad que los niños tendrían para identificar con precisión sus emociones al término del periodo del estudio.
Una exposición más alta a la agresividad física entre los padres se asoció con un menor rendimiento de los niños en una tarea sencilla de etiquetado de emociones. Sorprendentemente, una mayor exposición a la agresión verbal entre los padres se relacionó con un mayor conocimiento de las emociones entre los niños.
La exposición prolongada a la agresión entre los padres también fue vinculada a la capacidad de los niños para regular sus propios sentimientos de tristeza, retraimiento y miedo, situándolos en un mayor riesgo de padecer síntomas de ansiedad y depresión en el futuro.
Otras formas de adversidad también contribuyeron al ajuste emocional de los niños. Cuanto mayor fue el número de años que estos vivieron en la pobreza, su capacidad de identificar con precisión las diferentes emociones resultó menor.
En cuanto al aumento del caos en los hogares, este también redujo la capacidad de los niños para reconocer emociones.
"Este estudio destaca la importancia de apoyar a los padres cuando estos viven altibajos sociales o matrimoniales", concluye Raver. "Los padres deberían ser ayudados a regular sus propios sentimientos de ira, frustración y preocupación". De lo contario, estos afectarán a la generación siguiente.
Referencia bibliográfica:
C. Cybele Raver et al. Poverty, household chaos, and interparental aggression predict children's ability to recognize and modulate negative emotions. Development and Psychopathology (2014). DOI: 10.1017/S0954579414000935.
C. Cybele Raver et al. Poverty, household chaos, and interparental aggression predict children's ability to recognize and modulate negative emotions. Development and Psychopathology (2014). DOI: 10.1017/S0954579414000935.