Las ondas gravitatorias dejan huellas que podríamos detectar

Nos descubrirían los secretos más exóticos del universo, entre ellos la existencia de dimensiones desconocidas


Investigadores australianos consideran que las ondas gravitatorias dejan unas huellas en el espacio-tiempo que podrían ser detectadas por el observatorio LIGO y descubrirnos los secretos más exóticos del universo, como la evaporación de los agujeros negros, eventuales cuerdas cósmicas e incluso posibles dimensiones desconocidas que supuestamente causan “ondulaciones” en nuestra realidad.


Redacción T21
25/05/2017

Investigadores australianos consideran que LIGO podría detectar la deformación temporal de las ondas gravitatorias, una especie de huellas o cicatrices dejadas por las ondas gravitatorias que nos permitirían conocer los objetos más exóticos del Universo, aseguran en un artículo publicado en Physical Review Letters.

LIGO es un Observatorio de detección de ondas gravitacionales que consiguió la primera observación directa el 14 de septiembre de 2015, identificándose con el código GW150914. Se presentó al público el 11 de febrero de 2016, cien años después de que Einstein predijera su existencia. La detección constituyó una nueva e importante validación de la teoría de la relatividad general.

En física una onda gravitatoria es una perturbación del espacio-tiempo producida por un cuerpo masivo acelerado. La existencia de ese tipo de onda, que consiste en la propagación de una perturbación gravitatoria en el espacio-tiempo y que se transmite a la velocidad de la luz, fue predicha por Einstein en su teoría de la relatividad general.

La teoría de Einstein de la relatividad general predice que las explosiones cósmicas cataclísmicas “estiran” la tela del espacio-tiempo. Ese estiramiento del espacio-tiempo es el que forma las ondas gravitatorias. Después de cada distorsión, el espacio-tiempo no regresa a su estado original, sino que se queda estirado.

Y este efecto permanente se llama "memoria", según los investigadores australianos, y es el que permitiría a los astrónomos detectar acontecimientos cósmicos más allá de nuestro alcance, analizando las cicatrices que dejan las ondas gravitatorias por el tejido espacial.

De esta forma, a través de estas cicatrices, los investigadores podrían conocer los objetos más exóticos del universo, como la evaporación de los agujeros negros, eventuales cuerdas cósmicas e incluso posibles dimensiones desconocidas que llevarían a las ondas gravitatorias a frecuencias más altas que las detectadas hasta ahora.

Según los investigadores australianos, Lucy McNeill, Eric Thrane y  Paul Lasky, de la Universidad Monash en Melbourne, Australia, estas supuestas dimensiones extra serían capaces de causar “ondulaciones” en nuestra realidad, modificándola a través de las ondas gravitatorias, sin que nos demos cuenta.

Puerta a una nueva Física

“Nuestro artículo subraya que si las ondas gravitatorias son emitidas con una frecuencia tan alta que LIGO no puede detectarlas, siempre es posible que LIGO pueda observar en cambio la « memoria » de la señal”, explica Paul Lasky en un comunicado de la citada universidad.

Esta memoria o huella de las ondas gravitatorias serían también ondas que llaman huérfanas porque sus progenitores, las ondas gravitatorias, no son detectables. Esas huellas hipotéticamente sí podrían ser observadas y abrir así la puerta a una nueva Física, de momento inaccesible a nuestra tecnología.

Aun suponiendo que estas ondas huérfanas sean mera especulación, esto forma parte de la excitación, añade Lasky. Pero si un día detectamos estas huellas, sería realmente apasionante.

La detección de esta memoria de las ondas gravitatorias no necesita instrumentos diferentes a los que se emplean en la actualidad, por lo que no es imposible que LIGO pueda conseguirlo. “Este observatorio no podría ver exactamente la huella de las ondas gravitatorias, pero sí podría detectar su existencia”, concluye Lasky.

Referencia

Detecting Gravitational Wave Memory without Parent Signals. Phys. Rev. Lett. 118, 181103 – Published 4 May 2017. DOI:https://doi.org/10.1103/PhysRevLett.118.181103 
 



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