Las niñas que han sido víctimas de agresiones sexuales desarrollan más secuelas físicas que los niños, ha descubierto un estudio realizado en Canadá y publicado en la revista The Journal of Pediatrics.
Los científicos y los clínicos han documentado desde hace tiempo importantes secuelas sicológicas que sufren los niños de ambos sexos víctimas de abusos sexuales, pero las consecuencias físicas de estas tragedias no son bien conocidas.
Esta investigación se desarrolló en una cohorte de 882 niños que habían sido víctimas de agresiones sexuales, así como con un grupo de otros 882 niños que no las habían sufrido, que tenían la misma edad y pertenecían a un estatus económico equivalente y que sirvieron de grupo de control.
La investigación descubrió que después de los 12 años, tras haber sufrido agresiones sexuales, las niñas han recibido 2,1 más veces diagnósticos médicos de problemas urinarios y 1,4 veces más problemas genitales que los niños varones, en comparación con los niños del grupo de control.
Menos afectados
Entre los varones, no se observó ninguna diferencia en el número de diagnósticos entre los integrantes de ambos grupos. Además, tampoco se apreció diferencia en el número de diagnósticos por infecciones de transmisión sexual.
Una de las autoras de esta investigación, Pascale Vézina-Gagnon, explica en un comunicado que este descubrimiento tiene una gran trascendencia clínica, ya que aporta nuevos datos sobre la salud física de los niños que han padecido agresiones sexuales. Añade que es imperativo desarrollar protocolos de intervención y de prevención para limitar el impacto de estas experiencias en la edad adulta.
La investigación utilizó datos administrativos de seguros de salud y de la seguridad social para comparar los diagnósticos entre los grupos. Las infecciones urinarias y las inflamaciones bacterianas de los riñones son los episodios más frecuentes. En la zona genital, los episodios más frecuentes son afecciones del pene, inflamación del cuello del útero, del útero, de la vagina, vaginitis, quistes ováricos y problemas menstruales.
Aunque no se especifica la naturaleza de las agresiones sexuales en las bases de datos consultadas, un estudio sobre la incidencia de los casos de agresión a partir de los datos del organismo de protección de la juventud, ha estimado que el 46% de las agresiones consisten en tocamientos, el 17% de penetraciones o tentativas de penetración, y un 9% de relaciones sexuales orales.
Los científicos y los clínicos han documentado desde hace tiempo importantes secuelas sicológicas que sufren los niños de ambos sexos víctimas de abusos sexuales, pero las consecuencias físicas de estas tragedias no son bien conocidas.
Esta investigación se desarrolló en una cohorte de 882 niños que habían sido víctimas de agresiones sexuales, así como con un grupo de otros 882 niños que no las habían sufrido, que tenían la misma edad y pertenecían a un estatus económico equivalente y que sirvieron de grupo de control.
La investigación descubrió que después de los 12 años, tras haber sufrido agresiones sexuales, las niñas han recibido 2,1 más veces diagnósticos médicos de problemas urinarios y 1,4 veces más problemas genitales que los niños varones, en comparación con los niños del grupo de control.
Menos afectados
Entre los varones, no se observó ninguna diferencia en el número de diagnósticos entre los integrantes de ambos grupos. Además, tampoco se apreció diferencia en el número de diagnósticos por infecciones de transmisión sexual.
Una de las autoras de esta investigación, Pascale Vézina-Gagnon, explica en un comunicado que este descubrimiento tiene una gran trascendencia clínica, ya que aporta nuevos datos sobre la salud física de los niños que han padecido agresiones sexuales. Añade que es imperativo desarrollar protocolos de intervención y de prevención para limitar el impacto de estas experiencias en la edad adulta.
La investigación utilizó datos administrativos de seguros de salud y de la seguridad social para comparar los diagnósticos entre los grupos. Las infecciones urinarias y las inflamaciones bacterianas de los riñones son los episodios más frecuentes. En la zona genital, los episodios más frecuentes son afecciones del pene, inflamación del cuello del útero, del útero, de la vagina, vaginitis, quistes ováricos y problemas menstruales.
Aunque no se especifica la naturaleza de las agresiones sexuales en las bases de datos consultadas, un estudio sobre la incidencia de los casos de agresión a partir de los datos del organismo de protección de la juventud, ha estimado que el 46% de las agresiones consisten en tocamientos, el 17% de penetraciones o tentativas de penetración, y un 9% de relaciones sexuales orales.
Los chicos lo registran de otra forma
Otro dato que se desprende del estudio es que una o muchas agresiones sexuales no influyen en el número de diagnósticos de problemas genito-urinarios en los chicos. Para otra de las investigadores, Vézina-Gagnon, es posible que en los chicos las consecuencias de una agresión sexual se manifiesten de otra forma, mediante trastornos digestivos u otros síntomas somáticos. Añade que otros estudios señalan que las agresiones sexuales contra los niños varones están asociadas a graves problemas de salud que requieren hospitalización.
Respecto a las enfermedades de transmisión sexual, el estudio no encontró diferencias en su incidencia entre niños y niñas en relación con el grupo de control, un dato que contradice estudios anteriores. Este puede tener relación con la edad de los niños estudiados, ya que se supone que no eran sexualmente activos en el momento de la agresión o lo fueron mucho tiempo después.
La investigación va a continuar para comprender mejor cómo la agresión sexual puede influir en el desarrollo de problemas de salud en las niñas, a través de un modelo afectivo. Suponen que, entre las niñas que han sufrido una agresión sexual, las que han padecido trastornos psicológicos son las más propensas a desarrollar problemas urinarios y genitales en los años posteriores a la agresión sexual.
Otro dato que se desprende del estudio es que una o muchas agresiones sexuales no influyen en el número de diagnósticos de problemas genito-urinarios en los chicos. Para otra de las investigadores, Vézina-Gagnon, es posible que en los chicos las consecuencias de una agresión sexual se manifiesten de otra forma, mediante trastornos digestivos u otros síntomas somáticos. Añade que otros estudios señalan que las agresiones sexuales contra los niños varones están asociadas a graves problemas de salud que requieren hospitalización.
Respecto a las enfermedades de transmisión sexual, el estudio no encontró diferencias en su incidencia entre niños y niñas en relación con el grupo de control, un dato que contradice estudios anteriores. Este puede tener relación con la edad de los niños estudiados, ya que se supone que no eran sexualmente activos en el momento de la agresión o lo fueron mucho tiempo después.
La investigación va a continuar para comprender mejor cómo la agresión sexual puede influir en el desarrollo de problemas de salud en las niñas, a través de un modelo afectivo. Suponen que, entre las niñas que han sufrido una agresión sexual, las que han padecido trastornos psicológicos son las más propensas a desarrollar problemas urinarios y genitales en los años posteriores a la agresión sexual.
Referencia
Genitourinary Health of Sexually Abused Girls and Boys: A Matched-Cohort Study. The Journal of Pediatrics, 19 décembre 2017. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.jpeds.2017.09.087
Genitourinary Health of Sexually Abused Girls and Boys: A Matched-Cohort Study. The Journal of Pediatrics, 19 décembre 2017. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.jpeds.2017.09.087