Neuronas espejo. UHT.
La actividad psíquica es el fundamento que permite la realización del hombre como persona. Las sensaciones y percepciones, la conciencia, el conocimiento, la memoria, las emociones, el lenguaje, la autoimagen y nuestra condición de sujetos psíquicos, el pensamiento, los planes de acción y el sentido de la vida, la identidad personal y social, todo lo que somos como personas, nuestra vida y comportamiento, dependen de las redes neurales: del sistema de los sentidos y de los diferentes módulos cerebrales, del cerebro antiguo y moderno, que actuando como sistema integrado, holístico, producen todas las funciones psíquicas.
Hoy en día el descubrimiento de las llamadas “neuronas espejo” constituye un factor importante que permitirá aportar nueva luz para entender cómo la red neuronal “refleja” el mundo, la autoimagen y la imagen de la mente de los otros en la producción evolutiva de un comportamiento social.
Investigación en alza
La investigación sobre los correlatos neurales de las conductas y de las emociones es un campo de investigación en alza, que se acerca también al campo de la neurociencia cognitiva social. De hecho, R. Adolphs considera que la neurociencia ofrece una vía de conciliación entre las aproximaciones biológicas y psicológicas al comportamiento social. La cognición social, desde esta perspectiva neurocientífica, se define como la capacidad para construir representaciones de las relaciones entre uno mismo y los otros, y para usar estas representaciones de modo flexible para guiar el comportamiento social.
Apunta no sólo a los elementos “racionales” sino también, y de modo creciente, a las emociones, a las formas de percepción de las normas sociales –por ejemplo, se estudia la capacidad de reconocimiento de expresiones faciales—, también estudia la teoría de la mente (mentalización) como clave de la interacción social. La teoría de la mente (ToM, theory of mind) o “mentalización” se refiere a los correlatos neurales de la capacidad de explicar y predecir el comportamiento de otras personas, atribuyéndoles estados mentales independientes.
Los estudios de neuroimagen han ido mostrando la existencia de un sistema neural distribuido que subyace a ToM. Dicho sistema implica varias áreas cerebrales: principalmente el surco temporal superior –que sería responsable de la detección del agente que actúa y de los estímulos provenientes del movimiento biológico de otra persona—, los polos temporales –que están asociados con procesos mnemónicos, aportando un contexto semántico y episódico a los estímulos que se están procesando— y la corteza prefrontal medial –que analiza los estímulos y produce una representación de los estados mentales propios y ajenos—. De modo menos importante también parecen estar implicadas la amígdala y la corteza órbitofrontal.
No obstante, las investigaciones relacionadas con las llamadas neuronas espejo (MNS, mirror neuron system) van aportando, día a día, nuevos datos que obligan a revisar y ampliar estas descripciones. Las neuronas espejo son un tipo especial de neuronas que se activan cuando un individuo realiza una acción y también cuando observa una acción similar llevada a cabo por otro individuo.
Proyección filosófica de la neurociencia
Todas estas investigaciones neurocientíficas dan lugar a otro frente de reflexión de enorme importancia por sus implicaciones filosóficas: cómo se alteran conceptos tales como la voluntad, la libertad o la identidad, al encontrar los sustratos neurales de nuestras conductas e incluso de nuestros pensamientos.
Esta cuestión remite a la clásica discusión sobre mente-cerebro, si bien con un planteamiento basado en las neurociencias, que aporta una luz novedosa y que nos obliga a matizar muchas afirmaciones hechas en el pasado. El riesgo de un cierto determinismo reduccionista en la explicación del ser humano, por un excesivo apego a los datos científicos, está en la mente de muchos.
Será necesario, y cada vez más, analizar las implicaciones que tiene el hecho de que la neuroimagen, más que cualquier otra técnica de investigación cerebral, indique, como afirma M.J. Farah, que «importantes aspectos de nuestra individualidad, incluyendo algunos de los rasgos psicológicos que nos importan a la mayoría como personas, tienen correlatos físicos en la función cerebral.»
Esto tiene que ver, por ejemplo, con la investigación sobre los correlatos neurales de la conciencia, o con la más polémica relación entre experiencia religiosa y cerebro, establecida a partir de los estudios con pacientes que padecían epilepsia del lóbulo temporal, y que en ocasiones mostraban intensos sentimientos religiosos durante las crisis.
Las neuronas espejo
Somos criaturas sociales. Nuestra supervivencia depende de entender las acciones, intenciones y emociones de los demás. Las neuronas espejo nos permiten entender la mente de los demás, no sólo a través de un razonamiento conceptual sino mediante la simulación directa. Sintiendo, no pensando.
G. Rizzolatti.
Hasta hace poco tiempo, la atribución de significado a las acciones observadas en otros individuos se explicaba a partir de complejos mecanismos relacionados con la memoria, las experiencias previas y los procesos de razonamiento. Sin embargo, con el descubrimiento de las denominadas “neuronas espejo”, es posible explicar de un modo más sencillo esa situación tan habitual para todos de comprender inmediatamente lo que otro individuo está haciendo. Entender las acciones y las intenciones es una tarea que, aunque en ocasiones requiera de procesos más elaborados, se realiza de modo más directo y simple por medio de las neuronas espejo.
Estas neuronas fueron descubiertas por el equipo de G. Rizzolatti en la década de los años noventa del siglo XX. Observaron cómo ciertas neuronas del cerebro del mono (macaco) se activaban no sólo cuando el individuo realizaba acciones motoras dirigidas a una meta, sino, sorprendentemente, también cuando dicho individuo meramente observaba cómo alguien (otro mono, o un humano) realizaba la misma acción. En la medida en que este conjunto de células parecía “reflejar” las acciones de otro en el cerebro del observador, recibieron el nombre de neuronas espejo.
Este descubrimiento que, como en tantas ocasiones en la historia de la ciencia, fue por azar, se ratificó posteriormente con experimentos específicamente diseñados para observar si las neuronas espejo se activaban ante la observación de acciones (y no sólo durante su ejecución), y si estaban implicadas en la comprensión de las acciones (activándose cuando el mono no podía ver la acción realmente, pero tenía suficientes datos para producir una representación mental de la misma, es decir, cuando podía imaginarla).
Neuronas espejo en el cerebro humano
La confirmación de esta actividad de las neuronas espejo llevó a preguntarse si este mismo sistema existía también en los seres humanos, lo cual se ha demostrado a partir de numerosos experimentos en los que han sido de incalculable ayuda las técnicas de neuroimagen.
Los conjuntos de neuronas espejo parecen codificar plantillas para acciones específicas, lo cual permite a un individuo no sólo llevar a cabo acciones motoras sin pensar en ellas, sino también comprender las acciones observadas, sin necesidad de razonamiento alguno.
Dicho de modo más sencillo: si hasta ahora considerábamos que el movimiento, por ejemplo de una mano, era el resultado de un proceso mental en el que, analizadas por el cerebro las percepciones y datos sensoriales, se emitía una respuesta adecuada (que, en el caso de acciones intencionales complejas, requeriría de unas capacidades cognitivas realizadas por regiones especializadas para ello), y que la zona motora del cerebro era la encargada de ejecutar dicha respuesta en forma de movimiento, ahora parece ser que el sistema motor es mucho más complejo, y puede ser el sustrato neural de procesos atribuidos al sistema cognitivo.
Esto tiene dos importantes consecuencias: por una parte, obliga a revisar lo que hasta este momento se ha venido afirmando respecto a las regiones motoras del cerebro (el sistema motor no puede ser ya concebido como un mero “ejecutor pasivo” de órdenes emitidas por otra región cerebral, parece tratarse más bien de un complejo entramado de zonas corticales diferenciadas, capaces de realizar las funciones sensoriomotoras que parecerían propias de un sistema cognitivo superior) y por otro lado, supone un importante reto para nuestras convicciones filosóficas acerca de la importancia de la comprensión consciente de los actos humanos.
La importancia de estos descubrimientos es de tal categoría que un prestigioso investigador como V.S. Ramachandran no tiene ningún reparo en afirmar que «las neuronas espejo harán por la psicología lo que el ADN hizo por la biología: proporcionarán un marco unificador y ayudarán a explicar una multitud de capacidades mentales que hasta ahora han permanecido misteriosas e inaccesibles a los experimentos». Y, por cierto, el mismo autor afirma que no se ha divulgado suficientemente este enorme salto científico, y que esta frase suya tan llamativa sobre la relevancia de las neuronas espejo ¡es más famosa que el descubrimiento de Rizzolatti y otros investigadores!.
Comprender a los otros
Las investigaciones de G. Rizzolatti, V. Gallasse, M. Iacoboni, L.M. Oberman, V.S. Ramachandran y otros muchos permiten afirmar que existe un vínculo entre la organización motora de las acciones intencionales y la capacidad de comprender las intenciones de otros. Esto supone la disolución de la barrera entre uno mismo y los otros, y es fácil comprender la ventaja que implica desde el punto de vista de la supervivencia. La comprensión de las intenciones y las emociones de otros es esencial para la vida social y el fundamento de los comportamientos morales.
Ramachandran llama a las neuronas espejo “neuronas de la empatía” por ser las implicadas en la comprensión de las emociones de los otros. De algún modo, si la observación de una acción llevada a cabo por otro individuo activa las neuronas que permitirían al observador realizar la misma acción, estaríamos ante una suerte de “lectura de la mente”.
Las neuronas espejo del observador actúan como un sistema que permite la comprensión de las acciones y por tanto la empatía, la imitación, y la teoría de la mente. Incluso se ha sugerido que el sistema de neuronas espejo sería el mecanismo neural básico para el desarrollo del lenguaje. Rasgos todos ellos de capacidades relevantes para la hominización, desde un punto de vista evolutivo.
Un elemento esencial de todas estas hipótesis radica en la introducción de la intención en la comprensión de la acción. Los primeros estudios planteaban la función de las neuronas espejo para entender la acción (el “qué” de la acción), sin embargo, lo más interesante está en la comprensión de la intención de dicha acción (el “por qué”) sin la cual no sería más que un mero reflejo, como el nombre venía a indicar (neuronas espejo).
Determinar por qué se ejecuta una acción es básico para su comprensión real, y tiene que ver con detectar la meta u objetivo de dicha acción. Para estudiar este tipo de cuestiones se han llevado a cabo estudios con resonancia magnética funcional, analizando las respuestas de los observadores a acciones con y sin contexto que les diera sentido.
Mecanismo de simulación incorporado
Los resultados muestran la activación de ciertos grupos de neuronas sólo cuando los actos motores se incrustan en acciones que tienden a una meta. V. Gallese habla de un “mecanismo de simulación incorporado” cuya activación da lugar a la adscripción de intenciones, proceso que se daría siempre por defecto. La predicción de la acción y la adscripción de intenciones serían así fenómenos relacionados, con un mismo mecanismo funcional (la simulación incorporada).
Cada investigador utiliza terminología diferente, lo cual complica un tanto la comprensión de estos estudios. Sin embargo, hay un acuerdo bastante generalizado acerca de que la comprensión de las acciones humanas tiene que ver con la capacidad de simular las acciones observadas en otros (es decir, que el observador represente los estados internos de otros individuos con su propio sistema motor, cognitivo y emocional). Esta simulación posibilita una comprensión de los otros humanos que permite percibirlos como semejantes, una “multiplicidad compartida de intersubjetividad” como lo llama V. Gallese, esto es, permite la atribución de una mente.
La atribución de pensamientos e intenciones a otros, lo que se denomina teoría de la mente, ha sido objeto de estudio conforme a dos hipótesis en pugna:
(1) la teoría-teoría, que, apoyándose en estudios de comportamiento, propone que los individuos desarrollan una ToM en los primeros años de vida probando reglas dadas relativas a las funciones de los objetos y organismos con los que interactúan, y generando cognitivamente una teoría acerca de lo que los otros piensan.
(2) Y la teoría de la simulación que, como se ha señalado, propone que la ToM es un desarrollo de la capacidad de interpretar las acciones de otros a través de la simulación (o representación). Esta segunda hipótesis parece más sólida, en la medida en que los estudios van mostrando que las neuronas espejo están implicadas en esta comprensión de las intenciones, en la imitación, en la empatía, y, por tanto, son la clave del comportamiento social de los individuos.
Autismo y neuronas espejo
Buena parte de las investigaciones afirman, en la misma línea, que una deficiencia en ToM y en la capacidad de empatía sería la explicación más plausible para el autismo. Hace tiempo que se sabe que existe un componente del electroencefalograma (EEG), la onda mu, que se bloquea cuando una persona hace un movimiento muscular voluntario.
Este componente también se bloquea cuando una persona ve a alguien realizar la misma acción, lo cual ha dado lugar a que Ramachandran y Altschuler sugieran que la supresión de la onda mu serviría para disponer de una prueba sencilla y no invasiva para monitorizar la actividad de las neuronas espejo. En los niños con autismo se observa que la supresión de la onda mu sí se produce cuando realizan un movimiento voluntario, pero no cuando observan a alguien realizar la acción, de lo cual se deduce que el sistema motor está intacto, pero no así el sistema de neuronas espejo.
Estos hallazgos se han comprobado también con otras técnicas como la magnetoencefalografía, la resonancia magnética funcional o la estimulación magnética transcraneal. En todos los casos se muestra que en el autismo existe una disfunción de las neuronas espejo. Esto explicaría la mayoría de los síntomas del trastorno autista: falta de habilidades sociales, ausencia de empatía, déficits de lenguaje, imitación pobre, dificultad para comprender las metáforas, etc.
Todo esto nos hace pensar que las neuronas espejo son el mecanismo esencial para comprender las intenciones de otros, para desarrollar una teoría de la mente y, por ende, para capacitarnos para la vida social. Como indicaba V.S. Ramachandran, las neuronas espejo suponen la disolución de la barrera entre yo y los otros. La capacidad de adoptar el punto de vista de otro supone, entre otras cosas, la posibilidad de una imitación intencional y, por tanto, de un aprendizaje basado en la imitación.
Este elemento tiene importantes consecuencias desde el punto de vista evolutivo, lo cual, además, según este autor, permite afirmar que el sistema de las neuronas espejo marca un antes y un después en el debate entre naturaleza y cultura.
La naturaleza humana depende de modo crucial de la capacidad de aprendizaje facilitada, al menos parcialmente, por este sistema. Gracias a él el cerebro humano se especializó para la cultura y se convirtió en el órgano por excelencia de la diversidad cultural. O, lo que es lo mismo, es lo que nos permite ser esencialmente humanos.
Incluso el rasgo que constituye la quintaesencia de lo humano, nuestra propensión a la metáfora, puede estar basada parcialmente en la clase de cruces de dominios de abstracción que median las neuronas espejo; (…) Esto explicaría por qué cualquier mono podría alcanzar el cacahuete, pero sólo un humano, con un sistema de neuronas espejo adecuadamente desarrollado, puede alcanzar las estrellas.
(V.S. Ramachandran).
Lydia Feito Grande es profesora en la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid. Artículo elaborado con ocasión de la sesión del seminario de la Cátedra CTR, el 19 de abril de 2007, en la que intervendrá el profesor Emilio Garcia, Universidad Complutense de Madrid, sobre la modularidad de la mente
Hoy en día el descubrimiento de las llamadas “neuronas espejo” constituye un factor importante que permitirá aportar nueva luz para entender cómo la red neuronal “refleja” el mundo, la autoimagen y la imagen de la mente de los otros en la producción evolutiva de un comportamiento social.
Investigación en alza
La investigación sobre los correlatos neurales de las conductas y de las emociones es un campo de investigación en alza, que se acerca también al campo de la neurociencia cognitiva social. De hecho, R. Adolphs considera que la neurociencia ofrece una vía de conciliación entre las aproximaciones biológicas y psicológicas al comportamiento social. La cognición social, desde esta perspectiva neurocientífica, se define como la capacidad para construir representaciones de las relaciones entre uno mismo y los otros, y para usar estas representaciones de modo flexible para guiar el comportamiento social.
Apunta no sólo a los elementos “racionales” sino también, y de modo creciente, a las emociones, a las formas de percepción de las normas sociales –por ejemplo, se estudia la capacidad de reconocimiento de expresiones faciales—, también estudia la teoría de la mente (mentalización) como clave de la interacción social. La teoría de la mente (ToM, theory of mind) o “mentalización” se refiere a los correlatos neurales de la capacidad de explicar y predecir el comportamiento de otras personas, atribuyéndoles estados mentales independientes.
Los estudios de neuroimagen han ido mostrando la existencia de un sistema neural distribuido que subyace a ToM. Dicho sistema implica varias áreas cerebrales: principalmente el surco temporal superior –que sería responsable de la detección del agente que actúa y de los estímulos provenientes del movimiento biológico de otra persona—, los polos temporales –que están asociados con procesos mnemónicos, aportando un contexto semántico y episódico a los estímulos que se están procesando— y la corteza prefrontal medial –que analiza los estímulos y produce una representación de los estados mentales propios y ajenos—. De modo menos importante también parecen estar implicadas la amígdala y la corteza órbitofrontal.
No obstante, las investigaciones relacionadas con las llamadas neuronas espejo (MNS, mirror neuron system) van aportando, día a día, nuevos datos que obligan a revisar y ampliar estas descripciones. Las neuronas espejo son un tipo especial de neuronas que se activan cuando un individuo realiza una acción y también cuando observa una acción similar llevada a cabo por otro individuo.
Proyección filosófica de la neurociencia
Todas estas investigaciones neurocientíficas dan lugar a otro frente de reflexión de enorme importancia por sus implicaciones filosóficas: cómo se alteran conceptos tales como la voluntad, la libertad o la identidad, al encontrar los sustratos neurales de nuestras conductas e incluso de nuestros pensamientos.
Esta cuestión remite a la clásica discusión sobre mente-cerebro, si bien con un planteamiento basado en las neurociencias, que aporta una luz novedosa y que nos obliga a matizar muchas afirmaciones hechas en el pasado. El riesgo de un cierto determinismo reduccionista en la explicación del ser humano, por un excesivo apego a los datos científicos, está en la mente de muchos.
Será necesario, y cada vez más, analizar las implicaciones que tiene el hecho de que la neuroimagen, más que cualquier otra técnica de investigación cerebral, indique, como afirma M.J. Farah, que «importantes aspectos de nuestra individualidad, incluyendo algunos de los rasgos psicológicos que nos importan a la mayoría como personas, tienen correlatos físicos en la función cerebral.»
Esto tiene que ver, por ejemplo, con la investigación sobre los correlatos neurales de la conciencia, o con la más polémica relación entre experiencia religiosa y cerebro, establecida a partir de los estudios con pacientes que padecían epilepsia del lóbulo temporal, y que en ocasiones mostraban intensos sentimientos religiosos durante las crisis.
Las neuronas espejo
Somos criaturas sociales. Nuestra supervivencia depende de entender las acciones, intenciones y emociones de los demás. Las neuronas espejo nos permiten entender la mente de los demás, no sólo a través de un razonamiento conceptual sino mediante la simulación directa. Sintiendo, no pensando.
G. Rizzolatti.
Hasta hace poco tiempo, la atribución de significado a las acciones observadas en otros individuos se explicaba a partir de complejos mecanismos relacionados con la memoria, las experiencias previas y los procesos de razonamiento. Sin embargo, con el descubrimiento de las denominadas “neuronas espejo”, es posible explicar de un modo más sencillo esa situación tan habitual para todos de comprender inmediatamente lo que otro individuo está haciendo. Entender las acciones y las intenciones es una tarea que, aunque en ocasiones requiera de procesos más elaborados, se realiza de modo más directo y simple por medio de las neuronas espejo.
Estas neuronas fueron descubiertas por el equipo de G. Rizzolatti en la década de los años noventa del siglo XX. Observaron cómo ciertas neuronas del cerebro del mono (macaco) se activaban no sólo cuando el individuo realizaba acciones motoras dirigidas a una meta, sino, sorprendentemente, también cuando dicho individuo meramente observaba cómo alguien (otro mono, o un humano) realizaba la misma acción. En la medida en que este conjunto de células parecía “reflejar” las acciones de otro en el cerebro del observador, recibieron el nombre de neuronas espejo.
Este descubrimiento que, como en tantas ocasiones en la historia de la ciencia, fue por azar, se ratificó posteriormente con experimentos específicamente diseñados para observar si las neuronas espejo se activaban ante la observación de acciones (y no sólo durante su ejecución), y si estaban implicadas en la comprensión de las acciones (activándose cuando el mono no podía ver la acción realmente, pero tenía suficientes datos para producir una representación mental de la misma, es decir, cuando podía imaginarla).
Neuronas espejo en el cerebro humano
La confirmación de esta actividad de las neuronas espejo llevó a preguntarse si este mismo sistema existía también en los seres humanos, lo cual se ha demostrado a partir de numerosos experimentos en los que han sido de incalculable ayuda las técnicas de neuroimagen.
Los conjuntos de neuronas espejo parecen codificar plantillas para acciones específicas, lo cual permite a un individuo no sólo llevar a cabo acciones motoras sin pensar en ellas, sino también comprender las acciones observadas, sin necesidad de razonamiento alguno.
Dicho de modo más sencillo: si hasta ahora considerábamos que el movimiento, por ejemplo de una mano, era el resultado de un proceso mental en el que, analizadas por el cerebro las percepciones y datos sensoriales, se emitía una respuesta adecuada (que, en el caso de acciones intencionales complejas, requeriría de unas capacidades cognitivas realizadas por regiones especializadas para ello), y que la zona motora del cerebro era la encargada de ejecutar dicha respuesta en forma de movimiento, ahora parece ser que el sistema motor es mucho más complejo, y puede ser el sustrato neural de procesos atribuidos al sistema cognitivo.
Esto tiene dos importantes consecuencias: por una parte, obliga a revisar lo que hasta este momento se ha venido afirmando respecto a las regiones motoras del cerebro (el sistema motor no puede ser ya concebido como un mero “ejecutor pasivo” de órdenes emitidas por otra región cerebral, parece tratarse más bien de un complejo entramado de zonas corticales diferenciadas, capaces de realizar las funciones sensoriomotoras que parecerían propias de un sistema cognitivo superior) y por otro lado, supone un importante reto para nuestras convicciones filosóficas acerca de la importancia de la comprensión consciente de los actos humanos.
La importancia de estos descubrimientos es de tal categoría que un prestigioso investigador como V.S. Ramachandran no tiene ningún reparo en afirmar que «las neuronas espejo harán por la psicología lo que el ADN hizo por la biología: proporcionarán un marco unificador y ayudarán a explicar una multitud de capacidades mentales que hasta ahora han permanecido misteriosas e inaccesibles a los experimentos». Y, por cierto, el mismo autor afirma que no se ha divulgado suficientemente este enorme salto científico, y que esta frase suya tan llamativa sobre la relevancia de las neuronas espejo ¡es más famosa que el descubrimiento de Rizzolatti y otros investigadores!.
Comprender a los otros
Las investigaciones de G. Rizzolatti, V. Gallasse, M. Iacoboni, L.M. Oberman, V.S. Ramachandran y otros muchos permiten afirmar que existe un vínculo entre la organización motora de las acciones intencionales y la capacidad de comprender las intenciones de otros. Esto supone la disolución de la barrera entre uno mismo y los otros, y es fácil comprender la ventaja que implica desde el punto de vista de la supervivencia. La comprensión de las intenciones y las emociones de otros es esencial para la vida social y el fundamento de los comportamientos morales.
Ramachandran llama a las neuronas espejo “neuronas de la empatía” por ser las implicadas en la comprensión de las emociones de los otros. De algún modo, si la observación de una acción llevada a cabo por otro individuo activa las neuronas que permitirían al observador realizar la misma acción, estaríamos ante una suerte de “lectura de la mente”.
Las neuronas espejo del observador actúan como un sistema que permite la comprensión de las acciones y por tanto la empatía, la imitación, y la teoría de la mente. Incluso se ha sugerido que el sistema de neuronas espejo sería el mecanismo neural básico para el desarrollo del lenguaje. Rasgos todos ellos de capacidades relevantes para la hominización, desde un punto de vista evolutivo.
Un elemento esencial de todas estas hipótesis radica en la introducción de la intención en la comprensión de la acción. Los primeros estudios planteaban la función de las neuronas espejo para entender la acción (el “qué” de la acción), sin embargo, lo más interesante está en la comprensión de la intención de dicha acción (el “por qué”) sin la cual no sería más que un mero reflejo, como el nombre venía a indicar (neuronas espejo).
Determinar por qué se ejecuta una acción es básico para su comprensión real, y tiene que ver con detectar la meta u objetivo de dicha acción. Para estudiar este tipo de cuestiones se han llevado a cabo estudios con resonancia magnética funcional, analizando las respuestas de los observadores a acciones con y sin contexto que les diera sentido.
Mecanismo de simulación incorporado
Los resultados muestran la activación de ciertos grupos de neuronas sólo cuando los actos motores se incrustan en acciones que tienden a una meta. V. Gallese habla de un “mecanismo de simulación incorporado” cuya activación da lugar a la adscripción de intenciones, proceso que se daría siempre por defecto. La predicción de la acción y la adscripción de intenciones serían así fenómenos relacionados, con un mismo mecanismo funcional (la simulación incorporada).
Cada investigador utiliza terminología diferente, lo cual complica un tanto la comprensión de estos estudios. Sin embargo, hay un acuerdo bastante generalizado acerca de que la comprensión de las acciones humanas tiene que ver con la capacidad de simular las acciones observadas en otros (es decir, que el observador represente los estados internos de otros individuos con su propio sistema motor, cognitivo y emocional). Esta simulación posibilita una comprensión de los otros humanos que permite percibirlos como semejantes, una “multiplicidad compartida de intersubjetividad” como lo llama V. Gallese, esto es, permite la atribución de una mente.
La atribución de pensamientos e intenciones a otros, lo que se denomina teoría de la mente, ha sido objeto de estudio conforme a dos hipótesis en pugna:
(1) la teoría-teoría, que, apoyándose en estudios de comportamiento, propone que los individuos desarrollan una ToM en los primeros años de vida probando reglas dadas relativas a las funciones de los objetos y organismos con los que interactúan, y generando cognitivamente una teoría acerca de lo que los otros piensan.
(2) Y la teoría de la simulación que, como se ha señalado, propone que la ToM es un desarrollo de la capacidad de interpretar las acciones de otros a través de la simulación (o representación). Esta segunda hipótesis parece más sólida, en la medida en que los estudios van mostrando que las neuronas espejo están implicadas en esta comprensión de las intenciones, en la imitación, en la empatía, y, por tanto, son la clave del comportamiento social de los individuos.
Autismo y neuronas espejo
Buena parte de las investigaciones afirman, en la misma línea, que una deficiencia en ToM y en la capacidad de empatía sería la explicación más plausible para el autismo. Hace tiempo que se sabe que existe un componente del electroencefalograma (EEG), la onda mu, que se bloquea cuando una persona hace un movimiento muscular voluntario.
Este componente también se bloquea cuando una persona ve a alguien realizar la misma acción, lo cual ha dado lugar a que Ramachandran y Altschuler sugieran que la supresión de la onda mu serviría para disponer de una prueba sencilla y no invasiva para monitorizar la actividad de las neuronas espejo. En los niños con autismo se observa que la supresión de la onda mu sí se produce cuando realizan un movimiento voluntario, pero no cuando observan a alguien realizar la acción, de lo cual se deduce que el sistema motor está intacto, pero no así el sistema de neuronas espejo.
Estos hallazgos se han comprobado también con otras técnicas como la magnetoencefalografía, la resonancia magnética funcional o la estimulación magnética transcraneal. En todos los casos se muestra que en el autismo existe una disfunción de las neuronas espejo. Esto explicaría la mayoría de los síntomas del trastorno autista: falta de habilidades sociales, ausencia de empatía, déficits de lenguaje, imitación pobre, dificultad para comprender las metáforas, etc.
Todo esto nos hace pensar que las neuronas espejo son el mecanismo esencial para comprender las intenciones de otros, para desarrollar una teoría de la mente y, por ende, para capacitarnos para la vida social. Como indicaba V.S. Ramachandran, las neuronas espejo suponen la disolución de la barrera entre yo y los otros. La capacidad de adoptar el punto de vista de otro supone, entre otras cosas, la posibilidad de una imitación intencional y, por tanto, de un aprendizaje basado en la imitación.
Este elemento tiene importantes consecuencias desde el punto de vista evolutivo, lo cual, además, según este autor, permite afirmar que el sistema de las neuronas espejo marca un antes y un después en el debate entre naturaleza y cultura.
La naturaleza humana depende de modo crucial de la capacidad de aprendizaje facilitada, al menos parcialmente, por este sistema. Gracias a él el cerebro humano se especializó para la cultura y se convirtió en el órgano por excelencia de la diversidad cultural. O, lo que es lo mismo, es lo que nos permite ser esencialmente humanos.
Incluso el rasgo que constituye la quintaesencia de lo humano, nuestra propensión a la metáfora, puede estar basada parcialmente en la clase de cruces de dominios de abstracción que median las neuronas espejo; (…) Esto explicaría por qué cualquier mono podría alcanzar el cacahuete, pero sólo un humano, con un sistema de neuronas espejo adecuadamente desarrollado, puede alcanzar las estrellas.
(V.S. Ramachandran).
Lydia Feito Grande es profesora en la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid. Artículo elaborado con ocasión de la sesión del seminario de la Cátedra CTR, el 19 de abril de 2007, en la que intervendrá el profesor Emilio Garcia, Universidad Complutense de Madrid, sobre la modularidad de la mente