Imagen: Renata Osinska. Fuente: PhotoXpress.
Todos conocemos el estereotipo: a las mujeres les gusta hablar. Intercambian ideas entre sí acerca de todo, desde su trabajo hasta sus planes para la cena. Les gusta discutir a fondo con otros sobre las grandes decisiones y debaten para elaborar sus emociones.
Al menos, eso es lo que "ellos" dicen, escribe la periodista Angela Herring en un artículo de la Universidad Norheastern de Estados Unidos. Pero, ¿es realmente cierto?, se pregunta.
Según algunos estudios, sí lo es: en general, las mujeres son más locuaces que los hombres. Otros dicen que no existe en este sentido ningún patrón. Y otros señalan que los hombres son más charlatanes.
Tal vez toda esta contradicción provenga de la dificultad para estudiar este fenómeno. La mayoría de estos estudios se basan en datos autoinformados, es decir, están basados en el relato de los participantes acerca de sus conversaciones; o en datos de observación, en la que los investigadores analizan interacciones directamente.
Ambos enfoques traen consigo algunas limitaciones importantes. Por un lado, nuestros recuerdos no son tan buenos como nos gusta pensar que son. En segundo lugar, los investigadores sólo pueden observar a un número limitado de personas a la vez, esto es, no es fácil lograr abarcar conjuntos de datos muy extensos, que ofrezcan una fiabilidad estadística mayor sobre diferencias.
Al menos, eso es lo que "ellos" dicen, escribe la periodista Angela Herring en un artículo de la Universidad Norheastern de Estados Unidos. Pero, ¿es realmente cierto?, se pregunta.
Según algunos estudios, sí lo es: en general, las mujeres son más locuaces que los hombres. Otros dicen que no existe en este sentido ningún patrón. Y otros señalan que los hombres son más charlatanes.
Tal vez toda esta contradicción provenga de la dificultad para estudiar este fenómeno. La mayoría de estos estudios se basan en datos autoinformados, es decir, están basados en el relato de los participantes acerca de sus conversaciones; o en datos de observación, en la que los investigadores analizan interacciones directamente.
Ambos enfoques traen consigo algunas limitaciones importantes. Por un lado, nuestros recuerdos no son tan buenos como nos gusta pensar que son. En segundo lugar, los investigadores sólo pueden observar a un número limitado de personas a la vez, esto es, no es fácil lograr abarcar conjuntos de datos muy extensos, que ofrezcan una fiabilidad estadística mayor sobre diferencias.
Una imagen más precisa
Ahora, un profesor de la Universidad de Northeastern llamado David Lazer, está estudiando la cuestión con nuevas metodologías.
En concreto, está usando unos dispositivos llamados "sociómetros", que son del tamaño de un teléfono inteligente y se pueden llevar. Estos aparatos recogen datos en tiempo real acerca de las interacciones sociales. En el MIT, por ejemplo, los usaron en 2010 para estudiar el lenguaje no verbal en entornos naturales.
Gracias a ellos, Lazer y su equipo han sido capaces de desentrañar una imagen más precisa sobre el estereotipo de la "mujer locuaz" con la que tan familiarizados estamos.
En la investigación participaron hombres y mujeres con sociómetros, que fueron divididos en dos ambientes sociales diferentes, durante un total de 12 horas.
En un primer experimento, se pidió a estudiantes universitarios que completarar un proyecto individual, sobre el que podían hablar libremente entre ellos durante 12 horas al día.
En un segundo experimento, empleados de un centro de llamadas de una importante firma de banca estadounidense llevaron los sociómetros durante 12 descansos de una hora para comer, sin tarea alguna designada.
Resultados obtenidos
Los resultados obtenidos fueron los siguientes: Las mujeres fueron sólo ligeramente más propensas que los hombres a participar en conversaciones en el entorno de la pausa para almuerzo, tanto para conversaciones prolongadas como para conversaciones de corta duración.
En cambio, en el ámbito académico del primer experimento, en el que las conversaciones se produjeron probablemente para cooperar en torno a la tarea asignada, las mujeres resultaron ser mucho más propensas a participar en conversaciones largas que los hombres. El mismo efecto se constató para conversaciones más cortas, pero en menor grado.
Estos hallazgos se limitan a pequeños grupos de hablantes. Cuando los grupos estuvieron formados por seis o más participantes, fueron los hombres los que más hablaron.
“En un entorno que es más colaborativo, vemos que las mujeres eligen trabajar juntas, y cuando se trabaja en grupo, se tiende a hablar más", explica Lazer. "Así que este es un escenario particular que propicia más interacciones. La clave aquí es que ha sido la interacción entre escenario y género lo que ha originado la diferencia", concluye.
Ahora, un profesor de la Universidad de Northeastern llamado David Lazer, está estudiando la cuestión con nuevas metodologías.
En concreto, está usando unos dispositivos llamados "sociómetros", que son del tamaño de un teléfono inteligente y se pueden llevar. Estos aparatos recogen datos en tiempo real acerca de las interacciones sociales. En el MIT, por ejemplo, los usaron en 2010 para estudiar el lenguaje no verbal en entornos naturales.
Gracias a ellos, Lazer y su equipo han sido capaces de desentrañar una imagen más precisa sobre el estereotipo de la "mujer locuaz" con la que tan familiarizados estamos.
En la investigación participaron hombres y mujeres con sociómetros, que fueron divididos en dos ambientes sociales diferentes, durante un total de 12 horas.
En un primer experimento, se pidió a estudiantes universitarios que completarar un proyecto individual, sobre el que podían hablar libremente entre ellos durante 12 horas al día.
En un segundo experimento, empleados de un centro de llamadas de una importante firma de banca estadounidense llevaron los sociómetros durante 12 descansos de una hora para comer, sin tarea alguna designada.
Resultados obtenidos
Los resultados obtenidos fueron los siguientes: Las mujeres fueron sólo ligeramente más propensas que los hombres a participar en conversaciones en el entorno de la pausa para almuerzo, tanto para conversaciones prolongadas como para conversaciones de corta duración.
En cambio, en el ámbito académico del primer experimento, en el que las conversaciones se produjeron probablemente para cooperar en torno a la tarea asignada, las mujeres resultaron ser mucho más propensas a participar en conversaciones largas que los hombres. El mismo efecto se constató para conversaciones más cortas, pero en menor grado.
Estos hallazgos se limitan a pequeños grupos de hablantes. Cuando los grupos estuvieron formados por seis o más participantes, fueron los hombres los que más hablaron.
“En un entorno que es más colaborativo, vemos que las mujeres eligen trabajar juntas, y cuando se trabaja en grupo, se tiende a hablar más", explica Lazer. "Así que este es un escenario particular que propicia más interacciones. La clave aquí es que ha sido la interacción entre escenario y género lo que ha originado la diferencia", concluye.
Referencia bibliográfica:
Jukka-Pekka Onnela, Benjamin N. Waber, Alex Pentland, Sebastian Schnorf y David Lazer. Using sociometers to quantify social interaction patterns. Scientific Report (2014). DOI: 10.1038/srep05604.
Jukka-Pekka Onnela, Benjamin N. Waber, Alex Pentland, Sebastian Schnorf y David Lazer. Using sociometers to quantify social interaction patterns. Scientific Report (2014). DOI: 10.1038/srep05604.