La gente espera que las minorías sean gente heroica. Imagen: Jonas B. Fuente: Flickr.
Las personas que forman parte de una minoría pueden ser vistas como moralmente superiores por parte de la sociedad. Según revela una investigación de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), la explicación de esta percepción –que hasta ahora no se había demostrado en un estudio– se basa en la idea de que el sufrimiento las hace más fuertes.
Existe una creencia extendida entre parte de la población basada en que las personas que forman parte de minorías, como pueden ser ciudadanos con discapacidad, gays, colectivos inmigrantes o personas con una talla baja desproporcionada –acondroplasia–, son más tolerantes con otros colectivos.
Investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) han demostrado que esta creencia se basa en la idea de esperar que las minorías estigmatizadas se hagan moral y psicológicamente más fuertes a raíz del sufrimiento que experimentan, algo que no se había analizado hasta ahora.
“Al pensar que se hacen más fuertes desde el punto de vista moral y psicológico, automáticamente creemos que van a ser más tolerantes”, indica Saulo Fernández, investigador del departamento de Psicología Social y de las Organizaciones de la UNED y autor principal del trabajo, en la información divulgaUNED.
El estudio, publicado en Personality and Social Psychology Bulletin, demuestra cómo los grupos mayoritarios creen que los minoritarios deben ser mejores personas que ellos, convencidos de que su sufrimiento les hace crecer moralmente.
Para comprobar si esta hipótesis era cierta, los psicólogos realizaron un total de cuatro experimentos en los que combinaron variables independientes con dos valores para cada una de ellas. De esta forma, se realizaron preguntas a miembros del grupo mayoritario sobre cómo pensaban que sería la actitud, tanto de minorías estigmatizadas –personas con acondroplasia y gays– como de grupos no estigmatizados –jóvenes y funcionarios–. Además, en los experimentos analizaron cómo eran las reacciones cuando se decía que el grupo estigmatizado era intolerante o tolerante.
En una de las pruebas, los miembros del grupo mayoritario afirmaron que se rompían sus expectativas si un grupo de personas con acondroplasia presentaba una actitud negativa hacia el colectivo inmigrante, expectativas que no se rompían si esta misma actitud racista la mostraban personas sin estigmas. Las mismas emociones negativas se despertaban cuando el colectivo gay era el que se mostraba intolerante con la inmigración.
“Es paradójico pero esta expectativa de una mayor calidad moral es una carga en los hombros de estos grupos porque, cuando luego son como cualquiera de nosotros (con sus prejuicios), al romper esta expectativa, se les pasa una mayor factura que a los demás”, subraya el psicólogo.
Existe una creencia extendida entre parte de la población basada en que las personas que forman parte de minorías, como pueden ser ciudadanos con discapacidad, gays, colectivos inmigrantes o personas con una talla baja desproporcionada –acondroplasia–, son más tolerantes con otros colectivos.
Investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) han demostrado que esta creencia se basa en la idea de esperar que las minorías estigmatizadas se hagan moral y psicológicamente más fuertes a raíz del sufrimiento que experimentan, algo que no se había analizado hasta ahora.
“Al pensar que se hacen más fuertes desde el punto de vista moral y psicológico, automáticamente creemos que van a ser más tolerantes”, indica Saulo Fernández, investigador del departamento de Psicología Social y de las Organizaciones de la UNED y autor principal del trabajo, en la información divulgaUNED.
El estudio, publicado en Personality and Social Psychology Bulletin, demuestra cómo los grupos mayoritarios creen que los minoritarios deben ser mejores personas que ellos, convencidos de que su sufrimiento les hace crecer moralmente.
Para comprobar si esta hipótesis era cierta, los psicólogos realizaron un total de cuatro experimentos en los que combinaron variables independientes con dos valores para cada una de ellas. De esta forma, se realizaron preguntas a miembros del grupo mayoritario sobre cómo pensaban que sería la actitud, tanto de minorías estigmatizadas –personas con acondroplasia y gays– como de grupos no estigmatizados –jóvenes y funcionarios–. Además, en los experimentos analizaron cómo eran las reacciones cuando se decía que el grupo estigmatizado era intolerante o tolerante.
En una de las pruebas, los miembros del grupo mayoritario afirmaron que se rompían sus expectativas si un grupo de personas con acondroplasia presentaba una actitud negativa hacia el colectivo inmigrante, expectativas que no se rompían si esta misma actitud racista la mostraban personas sin estigmas. Las mismas emociones negativas se despertaban cuando el colectivo gay era el que se mostraba intolerante con la inmigración.
“Es paradójico pero esta expectativa de una mayor calidad moral es una carga en los hombros de estos grupos porque, cuando luego son como cualquiera de nosotros (con sus prejuicios), al romper esta expectativa, se les pasa una mayor factura que a los demás”, subraya el psicólogo.
¿Un mundo justo?
En esta creencia influye también la idea de vivir en un mundo justo. “La hipótesis del mundo justo dice que las personas en general necesitamos creer que vivimos en un mundo con una especie de justicia divina. Lo contrario se nos hace psicológicamente insoportable”, indica Fernández.
De esta forma, pensar que las personas estigmatizadas se hacen más fuertes psicológicamente gracias al sufrimiento sería una especie de justa compensación a ojos del resto de la sociedad.
Aunque el estudio no analiza si realmente las personas de estos grupos son o no moralmente superiores al resto, la opinión general de los expertos es que depende de cómo se perciban las minorías entre sí. Si se ven como competidoras por los mismos recursos públicos, las actitudes serán más negativas que si todos se sienten miembros de un grupo común que goza de los mismos derechos y oportunidades.
El trabajo, en el que participan también científicos de la Universidad de Kansas (Estados Unidos) y del Centro Interdisciplinar Herzliya (Israel), ha sido parcialmente financiado por la Fundación ALPE-Acondroplasia.
En esta creencia influye también la idea de vivir en un mundo justo. “La hipótesis del mundo justo dice que las personas en general necesitamos creer que vivimos en un mundo con una especie de justicia divina. Lo contrario se nos hace psicológicamente insoportable”, indica Fernández.
De esta forma, pensar que las personas estigmatizadas se hacen más fuertes psicológicamente gracias al sufrimiento sería una especie de justa compensación a ojos del resto de la sociedad.
Aunque el estudio no analiza si realmente las personas de estos grupos son o no moralmente superiores al resto, la opinión general de los expertos es que depende de cómo se perciban las minorías entre sí. Si se ven como competidoras por los mismos recursos públicos, las actitudes serán más negativas que si todos se sienten miembros de un grupo común que goza de los mismos derechos y oportunidades.
El trabajo, en el que participan también científicos de la Universidad de Kansas (Estados Unidos) y del Centro Interdisciplinar Herzliya (Israel), ha sido parcialmente financiado por la Fundación ALPE-Acondroplasia.
Referencia bibliográfica:
Saulo Fernández, Nyla R. Branscombe, Tamar Saguy, Ángel Gómez y J. Francisco Morales. Higher Moral Obligations of Tolerance Toward Other Minorities: An Extra Burden on Stigmatized Groups. Personality and Social Psychology Bulletin (2013). DOI: 10.1177/0146167213512208.
Saulo Fernández, Nyla R. Branscombe, Tamar Saguy, Ángel Gómez y J. Francisco Morales. Higher Moral Obligations of Tolerance Toward Other Minorities: An Extra Burden on Stigmatized Groups. Personality and Social Psychology Bulletin (2013). DOI: 10.1177/0146167213512208.