Las expectativas sobre la mujer dificultan su desempeño en la empresa

El coaching puede corregir los comportamientos que infravaloran a las directivas


En las empresas las mujeres sufren las consecuencias de las expectativas inconscientes que crean en los demás por el hecho de ser mujeres. Son vistas, en general, como más dialogantes, tranquilas, dispuestas a expresas sus emociones y dubitativas. Estas expectativas son, en muchas ocasiones, un lastre para que alcancen puestos directivos. Según un artículo publicado por Knowledge Emory, el coaching puede cambiar ciertas actitudes que hacen que las mujeres queden infravaloradas. La creciente importancia otorgada a las emociones en las empresas ayuda también a que las mujeres sean ellas mismas y ejerzan el liderazgo. Por Raúl Morales.


Raúl Morales
22/02/2008

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El hecho de que las mujeres sean más abiertas emocionalmente crea expectativas sociales dentro de la empresa. Estas expectativas ponen en muchas dificultades a las mujeres en ciertas circunstancias. Así, los empleados normalmente esperan que sus directivas sean más amistosas que los directivos. “Se espera que las jefas se acuerden del nombre de nuestros hijos o que nos pregunten qué tal el fin de semana”, comenta Sherron Bienvenu, que es profesora emérita de comunicación en la Goizueta Business School, en un artículo aparecido en Knowledge Emory.

Bienvenu recuerda un estudio que puso de manifiesto que una directiva que deja caramelos en su mesa de trabajo está dando a entender que es de esa mesa de donde sale el alimento, es decir, que ella está haciendo el papel de madre. Este ejemplo simbólico puede parecer un poco exagerado, pero sirve para ilustrar el tipo de comportamiento que los empleados esperan inconscientemente de una jefa. A este respecto, esta profesora recomienda a las mujeres que tengan puestos de responsabilidad evitar cualquier comportamiento que lleve a los demás a verlas como “madres”.

La diferencia de estilos de comunicación que muestran hombres y mujeres, y estas expectativas, estarían detrás, según este artículo de Emory, del hecho de que las mujeres cobren menos que los hombres en la mayor parte de los países.

Masculinización de las directivas

Las mujeres tienden a creer que el trabajo duro y bien hecho es suficiente para darles notoriedad, mientras que los hombres son menos escrupulosos a la hora difundir sus logros y pedir un ascenso. Graves confirma esta hipótesis en un estudio reciente que analiza las diferencias de género en la comunicación en una empresa de consultoría. En esa empresa, Graves encuestó a personas en cuatro niveles diferentes dentro de la organización respecto a los estilos de comunicación entre hombre y mujeres, así como respecto a los problemas y las oportunidades que esos estilos diferentes creaban a unos y a otros.

La encuesta puso de manifiesto que los hombres de todos los niveles y de todas las edades tenían un estilo de comunicación “típicamente masculino" (interrumpirse entre sí en una reunión, por ejemplo), mientras que las mujeres mostraban un estilo “típicamente femenino”, siendo percibidas por los demás como personas tranquilas, cautas y más indecisas.

Asimismo, quedó claro que las mujeres “senior” tenían un estilo más masculino, por lo que Graves infiere que “las que no se comporten de esta manera no llegan a puestos de responsabilidad”.

Cambiar el código

¿Cómo pueden las mujeres romper esta situación? Para Rick Gilkey, que es profesor de psiquiatría en Emory, las mujeres pueden tomar atajos para romper este código. En concreto, el coaching puede permitirles modificar comportamientos que hacen que sean infravaloradas.

El artículo da algunas pautas recogidas por el libro “Sucess Signals”, escrito por la consultora en lenguaje corporal Patti Wood. Por ejemplo, recomienda a las mujeres dar la mano a sus interlocutores antes y después de una reunión. También sugiere que hablen más fuerte. La tendencia natural de los hombres es interrumpir, mientras que la de las mujeres es esperar hasta formarse una idea exacta de lo que quieren decir.

A la hora de sentarse, recomienda hacerlo a la derecha de la persona más poderosa. Asimismo, considera que una mujer no debe sonreír cuando va a pedir a un hombre que cambie algún tipo de comportamiento. En este caso, si la mujer sonríe, el hombre no interpretará que están tratando un asunto importante, sino que ella se siente atraído por él.

Finalmente, Patty Word advierte que una mujer debe reducir sus movimientos cuando está en una reunión a solas con otra persona. En un estudio llevado a cabo por la propia Word, constató que las mujeres hacen hasta 27 movimientos diferentes en una reunión, mientras que los hombres sólo hacen 12. Cuantos menos movimientos se hacen, más poderoso, creíble e inteligente se es percibido por los demás.

El papel de las emociones

Este punto de vista respecto a cómo las mujeres deben cambiar ciertos hábitos para alcanzar puestos directivos no deja de ser controvertido. Porque ¿por qué a de ser la mujer la que se adapte al medio? Según recuerda el artículo de Emory, el medio también está cambiando, y algo que define a las mujeres, como son las emociones, va teniendo cada vez más sitio en las empresas. Molly Epstein, que es profesora de management en Goizueta y que ha estudiado el cambio generacional, cree que la “Generación del Milenio” (los nacidos entre los años 80 y 90) se va a sentir más cómoda con los roles de autoridad de las mujeres. ¿Por qué? Pues porque están acostumbrados a ver a las mujeres participar en actividades de la vida pública. En consecuencia, para esta generación no es chocante ver a una mujer mostrando sus emociones.

Este cambio de tendencia ya se puede ver en la manera que tienen de hablar los dos candidatos demócratas a la presidencia de los Estados Unidos. Barak Obama está captando el voto de los jóvenes de esa generación. El estilo de comunicación de Obama es más femenino que el de Clinton. Obama, por ejemplo, incluye más “vosotros” y “nosotros”, que “yo”. Clinton debería, parecerse más a Obama y usar más “vosotros” y “nosotros” si quiere hacerse querer por los votantes que inconscientemente tienen alguna expectativa respecto a una líder.

Este tipo de detalles estilísticos no preocupan a las nuevas generaciones, que valoran más que se les hable de un modo auténtico, en lugar de con control o artificialmente. Las cosas parecen ir más en este sentido. La autenticidad se está convirtiendo en el criterio más importante en el liderazgo. La gente no busca que lo líderes o los directivos sigan una serie de comportamientos, sino que se comuniquen con cierto nivel de integridad emocional.



Raúl Morales
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