Imagen: Jaimie Duplass. Fuente: PhotoXpress.
Con fecha 5 de febrero de 2013, y firmado por el Subdirector General de Inspección Educativa, ha llegado a los centros de Educación Infantil y Primaria de Madrid un documento en el que se comunica la última idea “creativa” de la Consejería de Educación en la que, de nuevo, confunde calidad educativa con control de adquisición de conocimientos da igual en qué momento y en qué etapa educativa.
A la fiebre por las reválidas y los exámenes “etiquetadores” ahora se le ha ocurrido realizar ”una evaluación externa para comprobar los aprendizajes de los alumnos de cinco años en los aspectos relacionados con la lectura, la escritura, la numeración
y el cálculo.”
Aducen que no se trata de una evaluación individual sino de “una valoración general del sistema” afirmada en los “resultados globales de los centros”.
El documento que circula sobre esta evaluación externa que se va a realizar a los niños —supongo que también a las niñas— de 5 años, habla de “supervisión de la propuesta pedagógica” con el objetivo de conocer el grado de aprendizaje que alcanzan los niños —e insisto, supongo que también las niñas—, de esta etapa.
Mis dudas y preocupación surgen cuando compruebo que se refieren sólo a evaluar aspectos relacionados con lectura, escritura, cálculo y numeración, como si la propuesta pedagógica de esta etapa se limitase tan solo a estos aspectos.
Nos describen la prueba (examen de toda la vida de Dios, uno de lengua y otro de matemáticas). Y es a partir de este planteamiento cuando me asusto definitivamente.
Esta “evaluación” solo contempla resultados, sin tener en cuenta los procesos, que en esta etapa son lo que verdaderamente importa, ya que responden a una etapa evolutiva con características propias y basada en la globalidad.
Niños y niñas de cinco años ‘titulados’
La evaluación, tal y como está planteada, parece que respondiera más a una etapa “terminal” que proporcione un título o certificado, que a una etapa fundamental y con identidad propia que permite, en muchas ocasiones, detectar dificultades y atenderlas, prevenir las diferencias ocasionadas por los distintos orígenes y posibilitar el desarrollo individual al máximo de las posibilidades de cada niño o niña, cumpliendo, de esa manera una de las funciones más importantes de la escolarización temprana: la equidad social.
Los resultados que dará, inevitablemente van a ser sesgados, reduccionistas y subjetivos porque no pueden reflejar desde ese planteamiento, la diversidad del alumnado, sus capacidades reales, sus diferentes estilos de aprendizaje.
Va a evaluar (examinar) con unas pruebas referidas a conocimientos, obviando que no todo el alumnado aprende de la misma manera, que los ritmos en estas edades varían mucho entre unos y otros.
Restar horas al juego
Me preocupa porque si se obtienen malos resultados ¿qué harán? ¿Pondrán más horas de matemáticas y de lengua a costa de restar horas de juego (el elemento por el que más aprenden en esta etapa) o de música, o de plástica, o de psicomotricidad?
¿Evaluarán con el mismo procedimiento a niños y niñas de un curso en el que la diferencia de edad puede ser de 11 meses y 30 días, con lo que en esta etapa eso representa a nivel madurativo?
¿Evaluarán con el mismo procedimiento al alumnado que tiene otra lengua en su familia (con lo supone de carga afectiva)? ¿Medirán de la misma forma los resultados obtenidos por aquel alumnado que se incorpora en el tercer curso del segundo ciclo de Educación Infantil, que a aquel que se incorporó a los 3 años? ¿Se tendrán en cuenta los contextos familiares, sociales y económicos?
¿Es una penalización a los escolarizados? ¿Qué pasa con los otros niños y niñas de 5 años? Es un agravio comparativo, previo al comienzo de la escolaridad.
A la fiebre por las reválidas y los exámenes “etiquetadores” ahora se le ha ocurrido realizar ”una evaluación externa para comprobar los aprendizajes de los alumnos de cinco años en los aspectos relacionados con la lectura, la escritura, la numeración
y el cálculo.”
Aducen que no se trata de una evaluación individual sino de “una valoración general del sistema” afirmada en los “resultados globales de los centros”.
El documento que circula sobre esta evaluación externa que se va a realizar a los niños —supongo que también a las niñas— de 5 años, habla de “supervisión de la propuesta pedagógica” con el objetivo de conocer el grado de aprendizaje que alcanzan los niños —e insisto, supongo que también las niñas—, de esta etapa.
Mis dudas y preocupación surgen cuando compruebo que se refieren sólo a evaluar aspectos relacionados con lectura, escritura, cálculo y numeración, como si la propuesta pedagógica de esta etapa se limitase tan solo a estos aspectos.
Nos describen la prueba (examen de toda la vida de Dios, uno de lengua y otro de matemáticas). Y es a partir de este planteamiento cuando me asusto definitivamente.
Esta “evaluación” solo contempla resultados, sin tener en cuenta los procesos, que en esta etapa son lo que verdaderamente importa, ya que responden a una etapa evolutiva con características propias y basada en la globalidad.
Niños y niñas de cinco años ‘titulados’
La evaluación, tal y como está planteada, parece que respondiera más a una etapa “terminal” que proporcione un título o certificado, que a una etapa fundamental y con identidad propia que permite, en muchas ocasiones, detectar dificultades y atenderlas, prevenir las diferencias ocasionadas por los distintos orígenes y posibilitar el desarrollo individual al máximo de las posibilidades de cada niño o niña, cumpliendo, de esa manera una de las funciones más importantes de la escolarización temprana: la equidad social.
Los resultados que dará, inevitablemente van a ser sesgados, reduccionistas y subjetivos porque no pueden reflejar desde ese planteamiento, la diversidad del alumnado, sus capacidades reales, sus diferentes estilos de aprendizaje.
Va a evaluar (examinar) con unas pruebas referidas a conocimientos, obviando que no todo el alumnado aprende de la misma manera, que los ritmos en estas edades varían mucho entre unos y otros.
Restar horas al juego
Me preocupa porque si se obtienen malos resultados ¿qué harán? ¿Pondrán más horas de matemáticas y de lengua a costa de restar horas de juego (el elemento por el que más aprenden en esta etapa) o de música, o de plástica, o de psicomotricidad?
¿Evaluarán con el mismo procedimiento a niños y niñas de un curso en el que la diferencia de edad puede ser de 11 meses y 30 días, con lo que en esta etapa eso representa a nivel madurativo?
¿Evaluarán con el mismo procedimiento al alumnado que tiene otra lengua en su familia (con lo supone de carga afectiva)? ¿Medirán de la misma forma los resultados obtenidos por aquel alumnado que se incorpora en el tercer curso del segundo ciclo de Educación Infantil, que a aquel que se incorporó a los 3 años? ¿Se tendrán en cuenta los contextos familiares, sociales y económicos?
¿Es una penalización a los escolarizados? ¿Qué pasa con los otros niños y niñas de 5 años? Es un agravio comparativo, previo al comienzo de la escolaridad.
Abandono de la formación integral
Son parte de las muchas dudas que me asaltan y que me producen verdadero miedo por las conclusiones a las que se pueda llegar desde la administración, que traduzca los resultados en un nuevo currículo exclusivamente academicista que abandone la formación integral y la metodología que corresponde a una etapa con identidad propia.
La Educación Infantil debe tener la consideración de la especificidad de la etapa. La plasticidad del sistema nervioso, demostrada por estudios científicos neurológicos, permite afirmar que hay aspectos del desarrollo que se producen en esta etapa, que condicionan el futuro afectivo, intelectual y social de los seres humanos.
Quizá sería mucho más enriquecedor y apropiado realizar una investigación en serio acerca de la situación de esta etapa en la que pudiesen participar expertos, familias y profesorado y recoger sus resultados en una Ley educativa que reconociese la educación infantil, los 0-6 primeros años de vida, como una etapa educativa y no meramente asistencial, porque si es asistencial, ¿cómo se puede hablar de medir los conocimientos matemáticos y lingüísticos?
La etapa 0-6, al dividirse en 0-3 y 3-6 e impartirse en ámbitos diferentes, ha roto la globalidad y la consideración de algo completo y con características propias. Ha convertido el primer ciclo, al que está atacando con la amenaza permanente de cierre de las Escuelas Infantiles, en algo meramente asistencial, y el segundo en algo cada vez más “pre” y menos propio, negándole el carácter educativo indiscutible, haciendo que los niños y niñas de 4 y 5 años, cada vez estén más presionados con fichas ridículas que nada tienen que ver con sus necesidades reales, cuyo único objetivo es que lean y escriban, que cuenten, sumen y resten, no importa si saben lo
que hacen, no importa si su madurez se lo permite, lo importante es academizarlos para que “rindan” cuanto antes mejor.
Y todo esto a costa de restarles todas las actividades lúdicas imprescindibles para su buen desarrollo, la música, la plástica o cualquier área que permita desarrollar su capacidad creativa, de construcción de hipótesis, de experimentación, de desarrollo
de lenguaje…
Defender una etapa esencial del desarrollo
Me atrevo a decir que habría que defender la etapa con un absoluto convencimiento de su importancia, algo que fue un logro y un maravilloso avance no puede perderse como se está perdiendo.
Poco después, la Comunidad de Madrid dice que lo que se ha publicado en la prensa debe ser “idea de algún director” y Alicia Delibes (Viceconsejera de Educación) confirma que se va a realizar por parte de la Inspección Educativa “la supervisión de la propuesta pedagógica del segundo ciclo de infantil en unos 25 centros establecida en el Plan de Inspección.”
La realidad es que el planteamiento de la prueba no es lo grave, es la tapadera del objetivo final: destrozar la etapa MÁS IMPORTANTE del desarrollo de un ser humano.
No es suficiente que hayan retirado la primera propuesta (de la LOMCE) porque sigue estando en cuestión la etapa y sus objetivos y fines y eso es algo que nos debería preocupar mucho si verdaderamente nos creemos la importancia de la Educación como herramienta de construcción de una sociedad libre y equitativa.
Pilar Casabuena Benavente es maestra de Educación Infantil y socia de Ciudadan@s por la Educación Pública. Artículo originalmente publicado en la web de dicha Asociación. Se reproduce con autorización.
Son parte de las muchas dudas que me asaltan y que me producen verdadero miedo por las conclusiones a las que se pueda llegar desde la administración, que traduzca los resultados en un nuevo currículo exclusivamente academicista que abandone la formación integral y la metodología que corresponde a una etapa con identidad propia.
La Educación Infantil debe tener la consideración de la especificidad de la etapa. La plasticidad del sistema nervioso, demostrada por estudios científicos neurológicos, permite afirmar que hay aspectos del desarrollo que se producen en esta etapa, que condicionan el futuro afectivo, intelectual y social de los seres humanos.
Quizá sería mucho más enriquecedor y apropiado realizar una investigación en serio acerca de la situación de esta etapa en la que pudiesen participar expertos, familias y profesorado y recoger sus resultados en una Ley educativa que reconociese la educación infantil, los 0-6 primeros años de vida, como una etapa educativa y no meramente asistencial, porque si es asistencial, ¿cómo se puede hablar de medir los conocimientos matemáticos y lingüísticos?
La etapa 0-6, al dividirse en 0-3 y 3-6 e impartirse en ámbitos diferentes, ha roto la globalidad y la consideración de algo completo y con características propias. Ha convertido el primer ciclo, al que está atacando con la amenaza permanente de cierre de las Escuelas Infantiles, en algo meramente asistencial, y el segundo en algo cada vez más “pre” y menos propio, negándole el carácter educativo indiscutible, haciendo que los niños y niñas de 4 y 5 años, cada vez estén más presionados con fichas ridículas que nada tienen que ver con sus necesidades reales, cuyo único objetivo es que lean y escriban, que cuenten, sumen y resten, no importa si saben lo
que hacen, no importa si su madurez se lo permite, lo importante es academizarlos para que “rindan” cuanto antes mejor.
Y todo esto a costa de restarles todas las actividades lúdicas imprescindibles para su buen desarrollo, la música, la plástica o cualquier área que permita desarrollar su capacidad creativa, de construcción de hipótesis, de experimentación, de desarrollo
de lenguaje…
Defender una etapa esencial del desarrollo
Me atrevo a decir que habría que defender la etapa con un absoluto convencimiento de su importancia, algo que fue un logro y un maravilloso avance no puede perderse como se está perdiendo.
Poco después, la Comunidad de Madrid dice que lo que se ha publicado en la prensa debe ser “idea de algún director” y Alicia Delibes (Viceconsejera de Educación) confirma que se va a realizar por parte de la Inspección Educativa “la supervisión de la propuesta pedagógica del segundo ciclo de infantil en unos 25 centros establecida en el Plan de Inspección.”
La realidad es que el planteamiento de la prueba no es lo grave, es la tapadera del objetivo final: destrozar la etapa MÁS IMPORTANTE del desarrollo de un ser humano.
No es suficiente que hayan retirado la primera propuesta (de la LOMCE) porque sigue estando en cuestión la etapa y sus objetivos y fines y eso es algo que nos debería preocupar mucho si verdaderamente nos creemos la importancia de la Educación como herramienta de construcción de una sociedad libre y equitativa.
Pilar Casabuena Benavente es maestra de Educación Infantil y socia de Ciudadan@s por la Educación Pública. Artículo originalmente publicado en la web de dicha Asociación. Se reproduce con autorización.