Una nueva investigación ha podido determinar que el cerebro emplea más energía en olvidar que en crear un recuerdo, y que si queremos hacer desaparecer de nuestra memoria el registro de una experiencia desagradable, lo primero que tenemos que hacer es concentrarnos en ella. Sólo así podremos olvidarla.
La memoria es algo difícil de controlar: a veces olvidamos cosas que necesitamos recordar y otras veces no podemos desprendernos de recuerdos que deseamos borrar para siempre y no lo conseguimos.
La ciencia ha avanzado considerablemente en el estudio de los mecanismos de la memoria, pero mucho menos en el conocimiento de los procesos cerebrales que provocan el olvido. Muchas veces se ha considerado el olvido como el resultado de un trauma psicológico o neurodegenerativo, pero la realidad que es un mecanismo esencial para el buen funcionamiento del cerebro.
Lo que ha descubierto la nueva investigación es que el olvido es un proceso mucho más complejo de lo que se creía hasta ahora y que demanda del cerebro más actividad neuronal que la usada para formar y almacenar recuerdos.
Función esencial
La capacidad de olvidar es natural y permite al cerebro conservar solo la información necesaria o útil, así como ahorrar energía en los procesos de memoria y usar la información útil cuando es necesario.
El sueño es un regulador de estos procesos de selección, almacenamiento y olvido de recuerdos. El problema radica en que esos procesos la mayoría de las veces son espontáneos y no participamos conscientemente de ellos.
En las diferentes etapas del sueño, determinadas neuronas que han almacenado unos recuerdos, se desconectan y se borran de la memoria, mientras que otros recuerdos sobreviven porque las conexiones neuronales se mantienen sin que nos demos cuenta.
Ello no impide que podamos intervenir ocasionalmente en los procesos de la memoria. Varios estudios anteriores han demostrado que si queremos olvidar algo que no nos interesa, lo mejor es concentrarse en otra cosa inmediatamente después de ocurrido el evento que queremos olvidar.
De esta forma, desde el consciente enviamos al cerebro la señal de que no estamos interesados en conservar el recuerdo de ese episodio y, en consecuencia, las neuronas asociadas se desconectan y lo olvidamos.
La memoria es algo difícil de controlar: a veces olvidamos cosas que necesitamos recordar y otras veces no podemos desprendernos de recuerdos que deseamos borrar para siempre y no lo conseguimos.
La ciencia ha avanzado considerablemente en el estudio de los mecanismos de la memoria, pero mucho menos en el conocimiento de los procesos cerebrales que provocan el olvido. Muchas veces se ha considerado el olvido como el resultado de un trauma psicológico o neurodegenerativo, pero la realidad que es un mecanismo esencial para el buen funcionamiento del cerebro.
Lo que ha descubierto la nueva investigación es que el olvido es un proceso mucho más complejo de lo que se creía hasta ahora y que demanda del cerebro más actividad neuronal que la usada para formar y almacenar recuerdos.
Función esencial
La capacidad de olvidar es natural y permite al cerebro conservar solo la información necesaria o útil, así como ahorrar energía en los procesos de memoria y usar la información útil cuando es necesario.
El sueño es un regulador de estos procesos de selección, almacenamiento y olvido de recuerdos. El problema radica en que esos procesos la mayoría de las veces son espontáneos y no participamos conscientemente de ellos.
En las diferentes etapas del sueño, determinadas neuronas que han almacenado unos recuerdos, se desconectan y se borran de la memoria, mientras que otros recuerdos sobreviven porque las conexiones neuronales se mantienen sin que nos demos cuenta.
Ello no impide que podamos intervenir ocasionalmente en los procesos de la memoria. Varios estudios anteriores han demostrado que si queremos olvidar algo que no nos interesa, lo mejor es concentrarse en otra cosa inmediatamente después de ocurrido el evento que queremos olvidar.
De esta forma, desde el consciente enviamos al cerebro la señal de que no estamos interesados en conservar el recuerdo de ese episodio y, en consecuencia, las neuronas asociadas se desconectan y lo olvidamos.
El cerebro del olvido
Estudios anteriores habían observado que cuando ocurre este olvido intencional, se activan especialmente las estructuras de control del cerebro, como la corteza prefrontal, y las estructuras de memoria a largo plazo, como el hipocampo.
El nuevo estudio, sin embargo, ha determinado que el olvido intencional dinamiza también las áreas sensoriales y perceptivas del cerebro, específicamente la corteza temporal ventral, y los patrones de actividad que corresponden a representaciones de memoria de estímulos visuales complejos.
Lo descubrieron rastreando patrones cerebrales de actividad en un grupo de voluntarios sanos a los que mostraron imágenes de escenas y de rostros, pidiéndoles que recordaran u olvidaran cada una de esas imágenes.
Sus hallazgos no solo confirmaron que los humanos tenemos la capacidad de controlar lo que olvidamos, sino también que el olvido intencional exitoso requiere "niveles moderados" de actividad cerebral en estas áreas sensoriales y perceptivas.
Eso significa que el proceso de olvidar necesita la implicación no sólo de las estructuras de control del cerebro descubiertas anteriormente, sino también de las áreas sensoriales y perceptivas, lo que implica más actividad cerebral de la que se requiere para recordar.
"Un nivel moderado de actividad cerebral (en esas zonas) es crítico para este mecanismo de olvido. Demasiado fuerte, fortalecerá la memoria; demasiado débil, y no modificará el recuerdo ", señala Tracy Wang, autora principal del estudio, en un comunicado.
Y añade: "Es importante destacar que es la intención de olvidar lo que aumenta la activación de la memoria, y que cuando esta activación alcanza el punto de 'nivel moderado', es cuando más tarde se olvida esa experiencia". Es decir, hay que evocar ligeramente el recuerdo que queremos olvidar para que finalmente desaparezca de la memoria.
El factor emocional influye
Los investigadores también descubrieron que los participantes eran más propensos a olvidar las escenas que los rostros, ya que estos pueden llevar mucha más información emocional y dificultar el olvido, señalan los investigadores.
"Estamos aprendiendo cómo estos mecanismos en nuestro cerebro responden a diferentes tipos de información, y se requerirá mucha más investigación y replicación de este trabajo antes de que entendamos cómo aprovechar nuestra capacidad de olvidar", añade Lewis-Peacock, otro de los investigadores, que mide cuánta atención se presta a ciertos tipos de recuerdos.
"Esto abrirá el camino para futuros estudios sobre cómo procesamos, y esperamos deshacernos de esos recuerdos emocionales realmente fuertes y pegajosos, que pueden tener un impacto poderoso en nuestra salud y bienestar", concluye Lewis-Peacock.
Estudios anteriores habían observado que cuando ocurre este olvido intencional, se activan especialmente las estructuras de control del cerebro, como la corteza prefrontal, y las estructuras de memoria a largo plazo, como el hipocampo.
El nuevo estudio, sin embargo, ha determinado que el olvido intencional dinamiza también las áreas sensoriales y perceptivas del cerebro, específicamente la corteza temporal ventral, y los patrones de actividad que corresponden a representaciones de memoria de estímulos visuales complejos.
Lo descubrieron rastreando patrones cerebrales de actividad en un grupo de voluntarios sanos a los que mostraron imágenes de escenas y de rostros, pidiéndoles que recordaran u olvidaran cada una de esas imágenes.
Sus hallazgos no solo confirmaron que los humanos tenemos la capacidad de controlar lo que olvidamos, sino también que el olvido intencional exitoso requiere "niveles moderados" de actividad cerebral en estas áreas sensoriales y perceptivas.
Eso significa que el proceso de olvidar necesita la implicación no sólo de las estructuras de control del cerebro descubiertas anteriormente, sino también de las áreas sensoriales y perceptivas, lo que implica más actividad cerebral de la que se requiere para recordar.
"Un nivel moderado de actividad cerebral (en esas zonas) es crítico para este mecanismo de olvido. Demasiado fuerte, fortalecerá la memoria; demasiado débil, y no modificará el recuerdo ", señala Tracy Wang, autora principal del estudio, en un comunicado.
Y añade: "Es importante destacar que es la intención de olvidar lo que aumenta la activación de la memoria, y que cuando esta activación alcanza el punto de 'nivel moderado', es cuando más tarde se olvida esa experiencia". Es decir, hay que evocar ligeramente el recuerdo que queremos olvidar para que finalmente desaparezca de la memoria.
El factor emocional influye
Los investigadores también descubrieron que los participantes eran más propensos a olvidar las escenas que los rostros, ya que estos pueden llevar mucha más información emocional y dificultar el olvido, señalan los investigadores.
"Estamos aprendiendo cómo estos mecanismos en nuestro cerebro responden a diferentes tipos de información, y se requerirá mucha más investigación y replicación de este trabajo antes de que entendamos cómo aprovechar nuestra capacidad de olvidar", añade Lewis-Peacock, otro de los investigadores, que mide cuánta atención se presta a ciertos tipos de recuerdos.
"Esto abrirá el camino para futuros estudios sobre cómo procesamos, y esperamos deshacernos de esos recuerdos emocionales realmente fuertes y pegajosos, que pueden tener un impacto poderoso en nuestra salud y bienestar", concluye Lewis-Peacock.
Referencia
More is less: increased processing of unwanted memories facilitates forgetting. Tracy H. Wang et al. Journal of Neuroscience 11 March 2019, 2033-18; DOI:https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.2033-18.2019
More is less: increased processing of unwanted memories facilitates forgetting. Tracy H. Wang et al. Journal of Neuroscience 11 March 2019, 2033-18; DOI:https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.2033-18.2019