Imagen de Marco. PhotoXpress.
La crisis económica dejó muchas lecciones a las organizaciones de todo el mundo e hizo que éstas se dedicaran a buscar nuevas estrategias que les permitieran prepararse mejor para tiempos difíciles y afrontar los retos de la crisis, así como prevenir consecuencias negativas en el futuro como las que se observaron durante este período debido a graves fallas corporativas que fueron noticia por sus repercusiones en miles de negocios en el planeta.
Pero no todas las lecciones se aprenden bien ni todos los negocios son capaces de aplicar lo aprendido en su día a día para obtener los resultados esperados. Es el caso de la gestión de riesgos que, de acuerdo con un reciente estudio de la Economist Intelligence Unit, llamado “Fall guys: Risk management in the front line”, continúa siendo un punto débil importante en la mayoría de las organizaciones.
Según la investigación, después de la crisis económica se dio un surgimiento significativo de intenciones y primeros pasos para implementar nuevas estrategias de gestión de riesgos en las empresas, pero se han presentado graves fallas a la hora de integrar estas estrategias a todos los ámbitos de los negocios y la mayoría de las compañías siguen siendo reacias a realizar inversiones significativas en esta área, lo que les resta gran parte de su importancia y sus efectos a los esfuerzos iniciales.
El estudio fue realizado por medio de una encuesta en línea hecha a más de quinientos ejecutivos de empresas de distintos tamaños de las industrias bancaria y de seguros de todo el mundo. Además, como complemento, se realizó una investigación cualitativa que incluyó entrevistas en profundidad con expertos de la industria.
Baja calificación en la gestión de riesgos
El estudio de la Economist Intelligence Unit revela que, a pesar de que los altos ejecutivos ven la identificación de riesgos nuevos y emergentes como el principal objetivo de la gestión de riesgos, solo 35% de ellos consideran que sus compañías son efectivas a la hora de anticipar y medir riesgos emergentes.
Iain Scott, editor de la Economist Intelligence Unit, explica que se presentan inconvenientes que bloquean la aplicación de las estrategias de gestión de riesgos: “A raíz de la crisis financiera se conocieron muchas historias de preocupaciones legítimas de los gestores de riesgo sobre los negocios que fueron ignoradas y vistas como frenos al crecimiento”.
Es el problema de ver la gestión de riesgos como un área aparte que está ahí por obligación pero que no tomada en serio ni involucrada con las demás áreas del negocio. Efectivamente, los autores del estudio afirman que la mayoría de las compañías fracasan a la hora de involucrar las funciones de riesgo en las decisiones clave: solo cuatro de cada diez de ellas esperan que los gestores de riesgo produzcan análisis que ayuden a la dirección a establecer la estrategia corporativa.
Así, aunque los gestores de riesgo quieren ser más activos en su rol y ayudar a los directivos a conseguir sus objetivos en los negocios, su enfoque sigue estando más en actividades de prevención, control y monitoreo.
Scott explica que “Tres años después, el incentivo para asegurar que hay un enfoque claro y consistente en la gestión de riesgo a lo largo de la compañía nunca ha sido mayor. Pero mientras los riesgos estratégicos dominan las preocupaciones de las compañías sobre el año que viene, claramente, muchos encuentran difícil relacionar la gestión de riesgos con la estrategia global de la compañía. Con frecuencia, las barreras para una estrategia efectiva de gestión de riesgos parecen ser la cultura corporativa y la mala comunicación”.
Pero no todas las lecciones se aprenden bien ni todos los negocios son capaces de aplicar lo aprendido en su día a día para obtener los resultados esperados. Es el caso de la gestión de riesgos que, de acuerdo con un reciente estudio de la Economist Intelligence Unit, llamado “Fall guys: Risk management in the front line”, continúa siendo un punto débil importante en la mayoría de las organizaciones.
Según la investigación, después de la crisis económica se dio un surgimiento significativo de intenciones y primeros pasos para implementar nuevas estrategias de gestión de riesgos en las empresas, pero se han presentado graves fallas a la hora de integrar estas estrategias a todos los ámbitos de los negocios y la mayoría de las compañías siguen siendo reacias a realizar inversiones significativas en esta área, lo que les resta gran parte de su importancia y sus efectos a los esfuerzos iniciales.
El estudio fue realizado por medio de una encuesta en línea hecha a más de quinientos ejecutivos de empresas de distintos tamaños de las industrias bancaria y de seguros de todo el mundo. Además, como complemento, se realizó una investigación cualitativa que incluyó entrevistas en profundidad con expertos de la industria.
Baja calificación en la gestión de riesgos
El estudio de la Economist Intelligence Unit revela que, a pesar de que los altos ejecutivos ven la identificación de riesgos nuevos y emergentes como el principal objetivo de la gestión de riesgos, solo 35% de ellos consideran que sus compañías son efectivas a la hora de anticipar y medir riesgos emergentes.
Iain Scott, editor de la Economist Intelligence Unit, explica que se presentan inconvenientes que bloquean la aplicación de las estrategias de gestión de riesgos: “A raíz de la crisis financiera se conocieron muchas historias de preocupaciones legítimas de los gestores de riesgo sobre los negocios que fueron ignoradas y vistas como frenos al crecimiento”.
Es el problema de ver la gestión de riesgos como un área aparte que está ahí por obligación pero que no tomada en serio ni involucrada con las demás áreas del negocio. Efectivamente, los autores del estudio afirman que la mayoría de las compañías fracasan a la hora de involucrar las funciones de riesgo en las decisiones clave: solo cuatro de cada diez de ellas esperan que los gestores de riesgo produzcan análisis que ayuden a la dirección a establecer la estrategia corporativa.
Así, aunque los gestores de riesgo quieren ser más activos en su rol y ayudar a los directivos a conseguir sus objetivos en los negocios, su enfoque sigue estando más en actividades de prevención, control y monitoreo.
Scott explica que “Tres años después, el incentivo para asegurar que hay un enfoque claro y consistente en la gestión de riesgo a lo largo de la compañía nunca ha sido mayor. Pero mientras los riesgos estratégicos dominan las preocupaciones de las compañías sobre el año que viene, claramente, muchos encuentran difícil relacionar la gestión de riesgos con la estrategia global de la compañía. Con frecuencia, las barreras para una estrategia efectiva de gestión de riesgos parecen ser la cultura corporativa y la mala comunicación”.
Falta inversión
Además de la cultura corporativa y la mala comunicación, la falta de inversión en la gestión de riesgos es otro de los impedimentos para poder integrarla satisfactoriamente a los procesos de decisión y para que ésta sea efectiva en las compañías. De acuerdo con el estudio, durante el último año, menos de la mitad de las empresas han invertido en procesos de riesgo y menos de un cuarto han asignado recursos al fomento de la capacitación y la contratación de gestores de riesgo.
Andrew Kendrick, presidente de ACE European Group (que patrocinó la investigación), explica que si la gestión de riesgo se queda en la parte técnica y no va más allá a construir una cultura del riesgo en el negocio, perderá su valor cuando lleguen tiempos mejores. Según él, “Si, por otro lado, los gestores de riesgo se concentran en probar su valor como contribuidores positivos y proactivos y demuestran que pueden ayudar a sus negocios a sacar provecho del riesgo, fortalecerán su posición. Al final, esto no solo asegurará su futuro como un recurso corporativo invaluable, sino que también ayudará a asegurar el éxito de la organización en el largo plazo”.
Finalmente, la preocupación expresada en la investigación es la de que al llegar tiempos mejores la gestión de riesgos deje de ser importante para las compañías y sea dejada a un lado. Esto sería particularmente grave debido a la falta de habilidad técnica de los directivos en el área del riesgo. Los autores afirman que, precisamente, los directivos deberían estar estimulando la construcción de una cultura organizacional que involucre la gestión de riesgos en su día a día, de manera que los resultados empiecen a notarse y que no tenga que llegar una nueva crisis económica para hacer reaccionar a las empresas y volver a empezar de cero.
Además de la cultura corporativa y la mala comunicación, la falta de inversión en la gestión de riesgos es otro de los impedimentos para poder integrarla satisfactoriamente a los procesos de decisión y para que ésta sea efectiva en las compañías. De acuerdo con el estudio, durante el último año, menos de la mitad de las empresas han invertido en procesos de riesgo y menos de un cuarto han asignado recursos al fomento de la capacitación y la contratación de gestores de riesgo.
Andrew Kendrick, presidente de ACE European Group (que patrocinó la investigación), explica que si la gestión de riesgo se queda en la parte técnica y no va más allá a construir una cultura del riesgo en el negocio, perderá su valor cuando lleguen tiempos mejores. Según él, “Si, por otro lado, los gestores de riesgo se concentran en probar su valor como contribuidores positivos y proactivos y demuestran que pueden ayudar a sus negocios a sacar provecho del riesgo, fortalecerán su posición. Al final, esto no solo asegurará su futuro como un recurso corporativo invaluable, sino que también ayudará a asegurar el éxito de la organización en el largo plazo”.
Finalmente, la preocupación expresada en la investigación es la de que al llegar tiempos mejores la gestión de riesgos deje de ser importante para las compañías y sea dejada a un lado. Esto sería particularmente grave debido a la falta de habilidad técnica de los directivos en el área del riesgo. Los autores afirman que, precisamente, los directivos deberían estar estimulando la construcción de una cultura organizacional que involucre la gestión de riesgos en su día a día, de manera que los resultados empiecen a notarse y que no tenga que llegar una nueva crisis económica para hacer reaccionar a las empresas y volver a empezar de cero.