Expresión neutra, feliz y afligida para comprobar la actividad cerebral de las madres. Fuente: BCM.
La sonrisa de un bebé no sólo alegra el corazón de su madre sino que, además, activa el circuito de recompensa de cerebro materno, señala una reciente investigación realizada por científicos del Baylor College of Medicine (BCM de Estados Unidos.
Este descubrimiento ayudará a los científicos a comprender mejor el vínculo especial entre madre e hijo, así como las razones por las que, a veces, este vínculo no se desarrolla normalmente, explicó el doctor Lane Strathearn, autor de la investigación, en un comunicado emitido por el BCM.
Strathearn es profesor asistente de pediatría en el BCM e investiga en el Human Neuroimaging Laboratory de dicha universidad. Los resultados de esta investigación han aparecido publicados en Pediatrics, que es la revista oficial de la Academia Americana de Pediatría.
Método de investigación
Según Strathearn, “la relación entre madres e hijos es crítica para el desarrollo del niño. En algunos casos, por cualquier razón, esta relación no se desarrolla con normalidad. Como resultado se pueden dar situaciones de negligencia e incluso de abuso hacia los niños, con devastadores efectos para ellos”.
Por eso resulta de gran importancia determinar cómo responde el cerebro de la madre a las expresiones faciales de su propio hijo, y ese fue el objetivo principal de este estudio, explican los investigadores en Pediatrics.
Para estudiar la relación entre madre e hijo, Strathearn y sus colegas pidieron a 28 madres primerizas con bebés de entre cinco y 10 meses de edad que mirasen fotos de sus propios hijos y de otros ajenos. En total visualizaron 60 imágenes pertenecientes a seis categorías (hijo propio-contento, hijo propio-neutral, hijo propio-afligido, ajeno-feliz, ajeno neutral, ajeno afligido).
Las imágenes les fueron presentadas de manera aleatoria durante dos segundos cada una, y con un intervalo de entre dos y seis segundos entre cada estímulo. Al mismo tiempo que las madres veían estas imágenes, los investigadores fueron midiendo la actividad cerebral de las participantes con un escáner de registro de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI.
Resultados
Con esta tecnología, se registraron los flujos sanguíneos del cerebro. En las imágenes obtenidas, se detectaron áreas concretas en las que aumentaban dichos flujos, lo que permitió a los investigadores determinar la parte del cerebro que respondía a las imágenes de los niños.
Así, descubrieron que, cuando las madres veían las caras de sus propios hijos, se iluminaban las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa. En concreto se activaron regiones del circuito de recompensa asociadas a la producción de dopamina.
El circuito de recompensa es aquella parte del sistema nervioso central que enlaza los grupos de neuronas que producen sensaciones intensas de placer y satisfacción, mientras que la dopamina es una hormona y un neurotransmisor que se asocia con el sistema del placer del cerebro. Esta hormona se encarga del suministro de sentimientos de gozo y de refuerzo que impulsan a los individuos a realizar ciertas actividades de supervivencia y procreación, como la alimentación o el sexo. La dopamina también puede ser generada artificialmente, mediante el consumo de drogas.
Al parecer, también la sonrisa del bebé genera grandes dosis de dopamina en el cerebro, al activar en las madres áreas cerebrales asociadas con la hormona. Las regiones registradas por el escáner fueron el área ventral tegmental (que está situada en el tronco cerebral y que consiste en vías de dopamina), la sustancia negra del mesencéfalo, el cuerpo estriado y el lóbulo frontal.
Comprensión del vínculo madre-hijo
Según Strathearn, en estudios anteriores sobre la adicción a las drogas, se había relacionado la activación de estas mismas áreas con dicha adicción. Para el científico, la visión de la sonrisa infantil para una madre sería un “estado de euforia natural”.
Por otro lado, la intensidad de la reacción del cerebro de las madres dependió de la expresión del rostro de los bebés. La activación más fuerte se produjo al ver las caras sonrientes. Tuvieron menos efectos en el cerebro los rostros de los hijos propios con expresiones tristes o neutrales.
Los científicos esperaban una reacción diferente cuando las madres viesen a sus hijos llorar en las fotos, pero el caso es que hallaron tan sólo una pequeña diferencia en la reacción de los cerebros de las madres ante las caras de sus hijos llorando y las de cualquier otro niño desconocido.
De cualquier manera, los cerebros de las participantes se activaron mucho más ante la visión de sus propios hijos que ante la visión de niños desconocidos. “Comprender cómo una madre responde sólo a su propio hijo, cuando sonríe o llora, supone el primer paso hacia el entendimiento de las bases neurológicas del vínculo madre e hijo”, señaló Strathearn.
Este descubrimiento ayudará a los científicos a comprender mejor el vínculo especial entre madre e hijo, así como las razones por las que, a veces, este vínculo no se desarrolla normalmente, explicó el doctor Lane Strathearn, autor de la investigación, en un comunicado emitido por el BCM.
Strathearn es profesor asistente de pediatría en el BCM e investiga en el Human Neuroimaging Laboratory de dicha universidad. Los resultados de esta investigación han aparecido publicados en Pediatrics, que es la revista oficial de la Academia Americana de Pediatría.
Método de investigación
Según Strathearn, “la relación entre madres e hijos es crítica para el desarrollo del niño. En algunos casos, por cualquier razón, esta relación no se desarrolla con normalidad. Como resultado se pueden dar situaciones de negligencia e incluso de abuso hacia los niños, con devastadores efectos para ellos”.
Por eso resulta de gran importancia determinar cómo responde el cerebro de la madre a las expresiones faciales de su propio hijo, y ese fue el objetivo principal de este estudio, explican los investigadores en Pediatrics.
Para estudiar la relación entre madre e hijo, Strathearn y sus colegas pidieron a 28 madres primerizas con bebés de entre cinco y 10 meses de edad que mirasen fotos de sus propios hijos y de otros ajenos. En total visualizaron 60 imágenes pertenecientes a seis categorías (hijo propio-contento, hijo propio-neutral, hijo propio-afligido, ajeno-feliz, ajeno neutral, ajeno afligido).
Las imágenes les fueron presentadas de manera aleatoria durante dos segundos cada una, y con un intervalo de entre dos y seis segundos entre cada estímulo. Al mismo tiempo que las madres veían estas imágenes, los investigadores fueron midiendo la actividad cerebral de las participantes con un escáner de registro de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI.
Resultados
Con esta tecnología, se registraron los flujos sanguíneos del cerebro. En las imágenes obtenidas, se detectaron áreas concretas en las que aumentaban dichos flujos, lo que permitió a los investigadores determinar la parte del cerebro que respondía a las imágenes de los niños.
Así, descubrieron que, cuando las madres veían las caras de sus propios hijos, se iluminaban las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa. En concreto se activaron regiones del circuito de recompensa asociadas a la producción de dopamina.
El circuito de recompensa es aquella parte del sistema nervioso central que enlaza los grupos de neuronas que producen sensaciones intensas de placer y satisfacción, mientras que la dopamina es una hormona y un neurotransmisor que se asocia con el sistema del placer del cerebro. Esta hormona se encarga del suministro de sentimientos de gozo y de refuerzo que impulsan a los individuos a realizar ciertas actividades de supervivencia y procreación, como la alimentación o el sexo. La dopamina también puede ser generada artificialmente, mediante el consumo de drogas.
Al parecer, también la sonrisa del bebé genera grandes dosis de dopamina en el cerebro, al activar en las madres áreas cerebrales asociadas con la hormona. Las regiones registradas por el escáner fueron el área ventral tegmental (que está situada en el tronco cerebral y que consiste en vías de dopamina), la sustancia negra del mesencéfalo, el cuerpo estriado y el lóbulo frontal.
Comprensión del vínculo madre-hijo
Según Strathearn, en estudios anteriores sobre la adicción a las drogas, se había relacionado la activación de estas mismas áreas con dicha adicción. Para el científico, la visión de la sonrisa infantil para una madre sería un “estado de euforia natural”.
Por otro lado, la intensidad de la reacción del cerebro de las madres dependió de la expresión del rostro de los bebés. La activación más fuerte se produjo al ver las caras sonrientes. Tuvieron menos efectos en el cerebro los rostros de los hijos propios con expresiones tristes o neutrales.
Los científicos esperaban una reacción diferente cuando las madres viesen a sus hijos llorar en las fotos, pero el caso es que hallaron tan sólo una pequeña diferencia en la reacción de los cerebros de las madres ante las caras de sus hijos llorando y las de cualquier otro niño desconocido.
De cualquier manera, los cerebros de las participantes se activaron mucho más ante la visión de sus propios hijos que ante la visión de niños desconocidos. “Comprender cómo una madre responde sólo a su propio hijo, cuando sonríe o llora, supone el primer paso hacia el entendimiento de las bases neurológicas del vínculo madre e hijo”, señaló Strathearn.