Foto: melodi2. Fuente: Everystockphoto.
Sólo cuando los niños se enfrentan a una presión social intensificada que les exige un mal comportamiento, se desarrolla en sus cerebros la capacidad de resistirse a este tipo de comportamientos, revela un estudio.
Esta constatación, que proporciona un conocimiento acerca de la configuración del cerebro a estas edades, pero que por ahora no tiene una relevancia clínica directa según los investigadores, puede suponer un alivio para los padres cuyos hijos están a punto de entrar en la adolescencia, etapa de la vida en la que se presta una mayor atención a los amigos.
Aumento de la resistencia
En la presente investigación participaron un total de 24 niñas y 14 niños, de entornos étnicos y socioeconómicos diversos. Los participantes fueron sometidos a escáneres de resonancia magnética funcional (IRMf) en dos ocasiones: en primer lugar a la edad de 10 años, y después cuando los participantes tenían 13, es decir, en el inicio de su adolescencia.
En ambas ocasiones, a los niños y niñas se les mostraron fotos de rostros con diversas expresiones emocionales: expresiones neutras, de enfado, de miedo, de felicidad o de tristeza, mientras se registraba su actividad neuronal (como respuesta a dichas imágenes) con la tecnología IRMf.
Los escáneres de IRMf permiten observar los cambios en el flujo sanguíneo del cerebro, a través de un campo magnético potente y de pulsaciones de radiofrecuencia. La IRMf genera imágenes detalladas sobre la actividad cerebral.
Los investigadores compararon los resultados de la IRMf tomada a los 10 años, con la tomada a los 13 años. Así, descubrieron que la actividad neuronal se había incrementado significativamente en estos tres años, en un área del cerebro conocida como estriado ventral, así como en la región ventral media de la corteza prefrontal.
La respuesta neuronal más elevada fue la del estriado ventral, una región del cerebro asociada frecuentemente con la recompensa. El aumento de la actividad cerebral en esta área fue relacionado por los científicos con un aumento progresivo de la resistencia de los niños a la influencia de sus iguales.
Susceptibilidad a las influencias
Dicho aumento fue contrastado con los testimonios de los participantes acerca de su propia capacidad de resistencia a las influencias de sus amigos, y acerca de sus implicaciones en comportamientos de riesgo o delictivos, informa la Universidad de Oregón (Estados Unidos), en la que se realizó el estudio, en un comunicado.
Según explica una de las autoras del estudio, la psicólogo de dicha Universidad, Jennifer H. Pfeifer, este descubrimiento matiza la creencia general de que es en la adolescencia cuando los jóvenes son más susceptibles a las presiones sociales.
Esta constatación, que proporciona un conocimiento acerca de la configuración del cerebro a estas edades, pero que por ahora no tiene una relevancia clínica directa según los investigadores, puede suponer un alivio para los padres cuyos hijos están a punto de entrar en la adolescencia, etapa de la vida en la que se presta una mayor atención a los amigos.
Aumento de la resistencia
En la presente investigación participaron un total de 24 niñas y 14 niños, de entornos étnicos y socioeconómicos diversos. Los participantes fueron sometidos a escáneres de resonancia magnética funcional (IRMf) en dos ocasiones: en primer lugar a la edad de 10 años, y después cuando los participantes tenían 13, es decir, en el inicio de su adolescencia.
En ambas ocasiones, a los niños y niñas se les mostraron fotos de rostros con diversas expresiones emocionales: expresiones neutras, de enfado, de miedo, de felicidad o de tristeza, mientras se registraba su actividad neuronal (como respuesta a dichas imágenes) con la tecnología IRMf.
Los escáneres de IRMf permiten observar los cambios en el flujo sanguíneo del cerebro, a través de un campo magnético potente y de pulsaciones de radiofrecuencia. La IRMf genera imágenes detalladas sobre la actividad cerebral.
Los investigadores compararon los resultados de la IRMf tomada a los 10 años, con la tomada a los 13 años. Así, descubrieron que la actividad neuronal se había incrementado significativamente en estos tres años, en un área del cerebro conocida como estriado ventral, así como en la región ventral media de la corteza prefrontal.
La respuesta neuronal más elevada fue la del estriado ventral, una región del cerebro asociada frecuentemente con la recompensa. El aumento de la actividad cerebral en esta área fue relacionado por los científicos con un aumento progresivo de la resistencia de los niños a la influencia de sus iguales.
Susceptibilidad a las influencias
Dicho aumento fue contrastado con los testimonios de los participantes acerca de su propia capacidad de resistencia a las influencias de sus amigos, y acerca de sus implicaciones en comportamientos de riesgo o delictivos, informa la Universidad de Oregón (Estados Unidos), en la que se realizó el estudio, en un comunicado.
Según explica una de las autoras del estudio, la psicólogo de dicha Universidad, Jennifer H. Pfeifer, este descubrimiento matiza la creencia general de que es en la adolescencia cuando los jóvenes son más susceptibles a las presiones sociales.
Actividad cerebral registrada con la IMRf, a los 10 y a los 13 años. Fuente: Universidad de Oregón.
Además de la existencia de esta susceptibilidad incrementada, los jóvenes mejoran en esta etapa su capacidad de resistir a dichas presiones, que aumentan en estas edades porque es cuando los niños empiezan a pasar más tiempo con gente de su edad y menos tiempo con su familia.
Los investigadores creen que éste es el primer estudio que analiza con tecnología IMRf los cambios del procesamiento cerebral de las emociones en una época crítica del desarrollo del cerebro.
Sus hallazgos se suman a un grupo cada vez mayor de evidencias científicas que señalan que el desarrollo del estriado ventral durante la adolescencia temprana es clave en la regulación emocional del ser humano.
Posible causa de la depresión
Pero, según Pfeifer, “aún queda mucho por aprender sobre cómo el cerebro responde realmente a los estímulos emocionales durante su desarrollo”.
El estudio de Pfeifer y sus colaboradores reveló otra información inesperada: la actividad neuronal de la amígdala, un área del cerebro que se encarga del procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales, también mostraron un incremento significativo durante este periodo, pero sólo ante las imágenes que mostraban rostros de expresión triste.
Es posible, señala Pfeifer, que la respuesta a las caras tristes esté relacionada de alguna manera con la aparición de la depresión, especialmente en las niñas adolescentes.
La identificación de una respuesta específica a la “tristeza” en la amígdala a estas edades hace pensar a los científicos que los cambios en la reactividad emocional en la pubertad podrían ser la causa del incremento de la depresión, constatado en niños al inicio de la pubertad. Los detalles de esta investigación han aparecido publicados en la revista Neuron.
Otras investigaciones
Estudios anteriores ya habían analizado el desarrollo del cerebro en la adolescencia, y sus consecuencias en el comportamiento de los jóvenes. Por ejemplo, una investigación de 2010 realizada por científicos de la Universidad de Texas en Austin, constató que existen mecanismos cerebrales que provocan la urgencia desmesurada de la gente joven, y que llevan a comportamientos peligrosos, como el consumo de drogas o la práctica insegura del sexo.
Estos mecanismos consisten, básicamente, en una actividad excesiva en el llamado sistema mesolímbico de la hormona neurotransmisora dopamina, que propiciaría la necesidad de buscar una recompensa.
Por otro lado, otro estudio, también del año pasado, realizado por especialistas del University College London del Reino Unido reveló que a los adolescentes les cuesta concentrarse más que a personas de otras edades porque sus cerebros trabajan de manera menos eficiente que los de los adultos, debido a que la parte del cerebro necesaria para resolver ciertos problemas o tareas se encuentra aún en desarrollo a estas edades.
Los investigadores creen que éste es el primer estudio que analiza con tecnología IMRf los cambios del procesamiento cerebral de las emociones en una época crítica del desarrollo del cerebro.
Sus hallazgos se suman a un grupo cada vez mayor de evidencias científicas que señalan que el desarrollo del estriado ventral durante la adolescencia temprana es clave en la regulación emocional del ser humano.
Posible causa de la depresión
Pero, según Pfeifer, “aún queda mucho por aprender sobre cómo el cerebro responde realmente a los estímulos emocionales durante su desarrollo”.
El estudio de Pfeifer y sus colaboradores reveló otra información inesperada: la actividad neuronal de la amígdala, un área del cerebro que se encarga del procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales, también mostraron un incremento significativo durante este periodo, pero sólo ante las imágenes que mostraban rostros de expresión triste.
Es posible, señala Pfeifer, que la respuesta a las caras tristes esté relacionada de alguna manera con la aparición de la depresión, especialmente en las niñas adolescentes.
La identificación de una respuesta específica a la “tristeza” en la amígdala a estas edades hace pensar a los científicos que los cambios en la reactividad emocional en la pubertad podrían ser la causa del incremento de la depresión, constatado en niños al inicio de la pubertad. Los detalles de esta investigación han aparecido publicados en la revista Neuron.
Otras investigaciones
Estudios anteriores ya habían analizado el desarrollo del cerebro en la adolescencia, y sus consecuencias en el comportamiento de los jóvenes. Por ejemplo, una investigación de 2010 realizada por científicos de la Universidad de Texas en Austin, constató que existen mecanismos cerebrales que provocan la urgencia desmesurada de la gente joven, y que llevan a comportamientos peligrosos, como el consumo de drogas o la práctica insegura del sexo.
Estos mecanismos consisten, básicamente, en una actividad excesiva en el llamado sistema mesolímbico de la hormona neurotransmisora dopamina, que propiciaría la necesidad de buscar una recompensa.
Por otro lado, otro estudio, también del año pasado, realizado por especialistas del University College London del Reino Unido reveló que a los adolescentes les cuesta concentrarse más que a personas de otras edades porque sus cerebros trabajan de manera menos eficiente que los de los adultos, debido a que la parte del cerebro necesaria para resolver ciertos problemas o tareas se encuentra aún en desarrollo a estas edades.