Fuente: PhotoExpress.
A finales del siglo XIX, el sociólogo Émile Durkheim, uno de los fundadores de la sociología moderna junto a Max Weber y Karl Marx, hizo un importante descubrimiento: en Europa, las regiones protestantes presentaban tasas de suicidio superiores a las de las regiones católicas.
Durkheim interpretó entonces que la causa de esta diferencia radicaba en que el catolicismo propiciaba el desarrollo de sociedades más integradas que el protestantismo. Desde aquel momento, diversos estudios han reforzado esta teoría, demostrando que el catolicismo, e incluso la religión en general, tiene un efecto protector contra el suicidio.
Desafortunadamente, las investigaciones realizadas en el pasado no tuvieron en consideración ciertas características individuales de los suicidas, por lo que resultaron deficientes.
Considerar otros factores
Según publica la revista Epiphenom, estudios realizados en los últimos tiempos, con mayor cantidad y diversidad de datos, están aportando nueva información sobre la relación entre las religiones y el suicidio.
Una de estas investigaciones ha sido la llevada a cabo en Suiza por el epidemiólogo Matthias Egger, de la Universidad de Berna.
Egger y sus colaboradores analizaron los datos censales de más de 1.700.000 católicos, de más de 1.500.000 protestantes, y de más de 400.000 individuos sin afiliación religiosa alguna, y los compararon con registros de mortalidad en 2005.
Ajustando esta comparación a otros factores sociológicos, como la edad, el estado civil, la educación, el idioma o el grado de urbanización de los individuos analizados, los investigadores constataron que, entre las personas religiosas, los católicos presentaban la tasa más baja de suicidios, y los protestantes la más alta.
Asimismo, el estudio demostró que entre las personas no religiosas se daba una tasa de suicidios más alta que entre las personas religiosas.
Edad, sexo, suicidio asistido
Otra revelación del estudio fue que las diferencias entre las tasas de suicidio aumentan gradualmente con la edad. Así, en el tramo de edad de entre los 35 y los 44 años no se detectó diferencia alguna entre las tasas de suicidio de los grupos estudiados.
Entre los 84 y los 95 años, sin embargo, los protestantes mostraron el doble de propensión a intentar suicidarse y los no religiosos el cuádruple de propensión, en comparación con los católicos.
A grandes rasgos, y tal como explican los investigadores en la revista Epidemiology, en Suiza, el efecto protector de las afiliaciones religiosas contra el suicidio parece mayor en los católicos que en los protestantes, más fuerte entre las personas mayores que entre las personas jóvenes, y también mayor entre las mujeres que entre los hombres.
Asimismo, la religión protegería contra la propensión a llevar a cabo lo que se denomina el “suicidio asistido”, que consiste en proporcionar intencionadamente a una persona los medios o procedimientos necesarios para suicidarse. Este procedimiento es legal en Suiza, bajo ciertas condiciones, como el padecer una dolorosa e incurable enfermedad.
Durkheim interpretó entonces que la causa de esta diferencia radicaba en que el catolicismo propiciaba el desarrollo de sociedades más integradas que el protestantismo. Desde aquel momento, diversos estudios han reforzado esta teoría, demostrando que el catolicismo, e incluso la religión en general, tiene un efecto protector contra el suicidio.
Desafortunadamente, las investigaciones realizadas en el pasado no tuvieron en consideración ciertas características individuales de los suicidas, por lo que resultaron deficientes.
Considerar otros factores
Según publica la revista Epiphenom, estudios realizados en los últimos tiempos, con mayor cantidad y diversidad de datos, están aportando nueva información sobre la relación entre las religiones y el suicidio.
Una de estas investigaciones ha sido la llevada a cabo en Suiza por el epidemiólogo Matthias Egger, de la Universidad de Berna.
Egger y sus colaboradores analizaron los datos censales de más de 1.700.000 católicos, de más de 1.500.000 protestantes, y de más de 400.000 individuos sin afiliación religiosa alguna, y los compararon con registros de mortalidad en 2005.
Ajustando esta comparación a otros factores sociológicos, como la edad, el estado civil, la educación, el idioma o el grado de urbanización de los individuos analizados, los investigadores constataron que, entre las personas religiosas, los católicos presentaban la tasa más baja de suicidios, y los protestantes la más alta.
Asimismo, el estudio demostró que entre las personas no religiosas se daba una tasa de suicidios más alta que entre las personas religiosas.
Edad, sexo, suicidio asistido
Otra revelación del estudio fue que las diferencias entre las tasas de suicidio aumentan gradualmente con la edad. Así, en el tramo de edad de entre los 35 y los 44 años no se detectó diferencia alguna entre las tasas de suicidio de los grupos estudiados.
Entre los 84 y los 95 años, sin embargo, los protestantes mostraron el doble de propensión a intentar suicidarse y los no religiosos el cuádruple de propensión, en comparación con los católicos.
A grandes rasgos, y tal como explican los investigadores en la revista Epidemiology, en Suiza, el efecto protector de las afiliaciones religiosas contra el suicidio parece mayor en los católicos que en los protestantes, más fuerte entre las personas mayores que entre las personas jóvenes, y también mayor entre las mujeres que entre los hombres.
Asimismo, la religión protegería contra la propensión a llevar a cabo lo que se denomina el “suicidio asistido”, que consiste en proporcionar intencionadamente a una persona los medios o procedimientos necesarios para suicidarse. Este procedimiento es legal en Suiza, bajo ciertas condiciones, como el padecer una dolorosa e incurable enfermedad.
Matthias Egger. Fuente: Universidad de Berna.
En diversos países
Un segundo estudio al respecto y del que también habla Epiphenom ha sido el llevado a cabo por Merike Sisak y sus colaboradores, del Instituto de Salud Mental y Suicidología Estonio-Suizo.
En este caso, los investigadores utilizaron datos de la iniciativa SUPRE-MISS de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta iniciativa ha intentado, en los últimos años, identificar variables para la determinación de factores de riesgo de suicidio, describir modelos de comportamientos suicidas y mejorar la eficiencia de la atención médica a este problema, entre otros objetivos.
A partir de estos datos, los científicos reunieron a personas de diversos países que habían cometido algún intento de suicidio, y les realizaron un cuestionario. A otros individuos elegidos aleatoriamente (no suicidas) se les hizo la misma encuesta.
Los científicos pretendieron con este trabajo relacionar las afiliaciones religiosas, la implicación en religiones organizadas y la religiosidad individual con la propensión al suicidio, así como conocer la situación de la religiosidad en la población general.
La revisión de los datos, y el ajuste de éstos a múltiples factores que se sabe afectan al riesgo de suicidio (edad, sexo, estado civil, trabajo y educación) produjo una compleja imagen.
Resultados variados
Por países estudiados, en Irán la religión resulta muy protectora contra el suicidio, en relación positiva con el nivel de asistencia a las mezquitas o con la idea individual de ser “una persona religiosa”.
En Brasil, la asistencia a servicios religiosos y la religiosidad personal demostraron ser muy protectoras contra el suicidio pero, extrañamente, no sucedió lo mismo con la afiliación religiosa.
Por otro lado, en Estonia, la tasa de suicidios fue más baja entre las personas afiliadas a una religión, pero en India y en Vietnam no se constató un efecto protector significativo de la religión contra el suicidio.
En Sri Lanka, la asistencia a servicios religiosos tampoco marcó diferencia alguna en la tasa de riesgo de suicidio, pero sí lo hizo la religiosidad subjetiva.
Por último, sorprendentemente, en Sudáfrica, las personas que afirmaron ser religiosas resultaron ser el triple de propicias a intentar suicidarse, y las que estaban afiliadas a una religión, seis veces más propicias.
Incremento del 60%
Esta importante diferencia de Sudáfrica con respecto a otros países es achacada por los investigadores a la gran variedad de religiones del país. Según ellos, estudios previos habían demostrado que el efecto protector de la religión parece mayor en los países monoteístas o en entornos de gran homogeneidad religiosa.
En Sudáfrica, la presencia de diversas religiones, que propicia una difuminación de las normas culturales y de las fronteras entre los niveles familiar individual y cultural, podría estar produciendo justo el efecto contrario, teorizan los autores de esta investigación.
Los resultados obtenidos en ambas investigaciones resultan relevantes para conocer un aspecto más de las causas de los suicidios.
El suicidio preocupa cada vez más porque, según la OMS, la mortalidad por esta causa se ha incrementado casi un 60% en los últimos 45 años. Esta tendencia ha sido observada tanto en países desarrollados como en países en vía de desarrollo.
Un segundo estudio al respecto y del que también habla Epiphenom ha sido el llevado a cabo por Merike Sisak y sus colaboradores, del Instituto de Salud Mental y Suicidología Estonio-Suizo.
En este caso, los investigadores utilizaron datos de la iniciativa SUPRE-MISS de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta iniciativa ha intentado, en los últimos años, identificar variables para la determinación de factores de riesgo de suicidio, describir modelos de comportamientos suicidas y mejorar la eficiencia de la atención médica a este problema, entre otros objetivos.
A partir de estos datos, los científicos reunieron a personas de diversos países que habían cometido algún intento de suicidio, y les realizaron un cuestionario. A otros individuos elegidos aleatoriamente (no suicidas) se les hizo la misma encuesta.
Los científicos pretendieron con este trabajo relacionar las afiliaciones religiosas, la implicación en religiones organizadas y la religiosidad individual con la propensión al suicidio, así como conocer la situación de la religiosidad en la población general.
La revisión de los datos, y el ajuste de éstos a múltiples factores que se sabe afectan al riesgo de suicidio (edad, sexo, estado civil, trabajo y educación) produjo una compleja imagen.
Resultados variados
Por países estudiados, en Irán la religión resulta muy protectora contra el suicidio, en relación positiva con el nivel de asistencia a las mezquitas o con la idea individual de ser “una persona religiosa”.
En Brasil, la asistencia a servicios religiosos y la religiosidad personal demostraron ser muy protectoras contra el suicidio pero, extrañamente, no sucedió lo mismo con la afiliación religiosa.
Por otro lado, en Estonia, la tasa de suicidios fue más baja entre las personas afiliadas a una religión, pero en India y en Vietnam no se constató un efecto protector significativo de la religión contra el suicidio.
En Sri Lanka, la asistencia a servicios religiosos tampoco marcó diferencia alguna en la tasa de riesgo de suicidio, pero sí lo hizo la religiosidad subjetiva.
Por último, sorprendentemente, en Sudáfrica, las personas que afirmaron ser religiosas resultaron ser el triple de propicias a intentar suicidarse, y las que estaban afiliadas a una religión, seis veces más propicias.
Incremento del 60%
Esta importante diferencia de Sudáfrica con respecto a otros países es achacada por los investigadores a la gran variedad de religiones del país. Según ellos, estudios previos habían demostrado que el efecto protector de la religión parece mayor en los países monoteístas o en entornos de gran homogeneidad religiosa.
En Sudáfrica, la presencia de diversas religiones, que propicia una difuminación de las normas culturales y de las fronteras entre los niveles familiar individual y cultural, podría estar produciendo justo el efecto contrario, teorizan los autores de esta investigación.
Los resultados obtenidos en ambas investigaciones resultan relevantes para conocer un aspecto más de las causas de los suicidios.
El suicidio preocupa cada vez más porque, según la OMS, la mortalidad por esta causa se ha incrementado casi un 60% en los últimos 45 años. Esta tendencia ha sido observada tanto en países desarrollados como en países en vía de desarrollo.