El atentado terrorista en París del pasado miércoles siete de enero de 2015 en la redacción del semanario francés Charlie Hebdo, y otros actos violentos con final sangriento, han provocado en todos los medios de comunicación un encendido debate sobre muchos problemas que parecían estar resueltos.
La xenofobia, el rechazo global a todas las tradiciones religiosas, y en especial a la de los musulmanes, el valor de la democracia, los límites de la libertad de expresión y también problemas relacionados con el choque de civilizaciones y las relaciones entre las religiones y la violencia. ¿Son violentas por su propia naturaleza las religiones? En nombre de Dios, durante siglos, se han cometido actos violentos que han acabado con la vida de millones de seres humanos.
No es este el momento de resolver todos los problemas. No es este el lugar ni el momento. Pero en Tendencias21 de las Religiones nos interesa aportar una reflexión sobre el papel que en la actualidad – y de cara al siglo XXI – deben y pueden aportar las distintas tradiciones. En este trabajo recogemos algunas opiniones de la prensa, para aportar alguna luz a la cuestión que nos parece importante, acerca de las religiones y de la paz.
Ataques en Europa
Los medios de comunicación han informado muy extensamente sobre este atentado terrorista y han recopilado lo que han denominado como los “ataques en Europa”. El atentado contra Charlie Hebdo, que ha causado 12 muertos, está entre los cinco más mortíferos ocurridos en Europa. Son estos:
España (2004). Diez explosiones en la red de trenes de cercanías de Madrid, ejecutada por una célula islamista el 11 de marzo, causaron la muerte de 191 personas e hirieron a más de dos mil.
Reino Unido (2005). El 7 de julio, cuatro atentados suicidas en el metro y autobuses de Londres causaron la muerte de 56 personas e hirieron a 700. Lo reivindicó un grupo relacionado con Al Qaeda.
Noruega (2011). El 22 de julio, un ultraderechista vestido de policía irrumpió en un campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista en la isla de Utoya y mató a tiros a 84 personas.
Bélgica (2014). Cuatro personas murieron por el ataque perpetrado por un yihadista francés el 24 de mayo en el Museo Judío de Bruselas.
Tolerancia contra fanatismo
No es fácil seleccionar los artículos más impactantes. Por ello, hemos elegido algunos que nos han parecido más sobresalientes y que tienen relación con las religiones.
En nuestra sociedad –y por qué no ocultarlo- en las mismas páginas de Charlie Hebdo, domina la idea de que toda religión genera fanatismo e intolerancia. Los ataques de algunas viñetas de este semanario contra las tradiciones religiosas y la polémica en torno a la blasfemia, parecen situarse en esta perspectiva.
Sin embargo, desde Tendencias21 de las Religiones difundimos la opinión (creemos que fundada) de que no todas la religiones son generadoras de fanatismo. En realidad, ninguna auténtica religión tiene por qué generar fanatismo. Es verdad que ha habido desviaciones fanáticas en todas las tradiciones religiosas, empezando por la cristiana. Pero opinamos que son desviaciones puntuales que no deben enturbiar el diálogo sosegado.
En un artículo de opinión publicado en el diario El País (8 de enero) firmado por Francesc de Carreras se afirma que “frente al fanatismo está la tolerancia en la que se basa toda idea de convivencia pacífica fundamentada en la libertad y en la igualdad”. Entre otras cosas, afirma lo siguiente: “Un atentado como el de ayer en París nos sitúa ante el gran dilema: ¿civilización o barbarie? A poco que reflexionemos podemos determinar el núcleo esencial de cada una de ellas”.
Y continúa: “El recurso fácil de atribuir las causas a una determinada religión, en este caso la musulmana, es profundamente erróneo. En nombre de todas las religiones monoteístas se han cometido, se cometen y se cometerán, crímenes tan horrendos como el de ayer. A su vez, en nombre de todas las religiones monoteístas se condenarán tragedias semejantes. Por ello la causa debemos buscarla no en las religiones, sino en el fanatismo que pueden provocar, fanatismo, por otro lado, cuyo caldo de cultivo lo encontramos en todo tipo de creencias, tanto las derivadas de la fe como de la razón”.
Desde nuestro punto de vista –y lo expreso a nivel personal, pues en Tendencias21 de las Religiones pueden coexistir posturas divergentes– esta postura es razonable y con ella coincidimos.
Y continúa: “Porque, efectivamente, la actitud fanática no proviene sólo de aquellas creencias opuestas a las ideas —para utilizar la conocida, y clara, distinción de Ortega— sino, a veces, en las ideas mismas, quizás fundadas en argumentos racionales, pero llevadas a la práctica con actitud fanática, aquella actitud que, entre otras cosas, implica que el fin justifica los medios. Ello explica que el nazismo o el estalinismo, basados en ciertas ramas del idealismo alemán, llegaran a cometer atroces crímenes en nombre de bienes que se consideraban superiores. La religión es siempre una creencia, las creencias siempre tienden con mayor facilidad al fanatismo, pero el pensamiento racionalista no siempre está exento de él: depende de la actitud”.
Francesc Carreras aventura también algunas propuestas: “Frente al fanatismo está la tolerancia, que también es una actitud más que una ideología, en la que se basa toda idea de convivencia pacífica fundamentada en la libertad y en la igualdad, origen del concepto de democracia organizada en torno a la salvaguarda de los derechos fundamentales. La actitud tolerante está en el comienzo de lo que hoy llamamos civilización occidental y que afortunadamente se extiende ya más allá de Occidente. Sus padres fundadores podrían ser, por ejemplo, Erasmo, Luis Vives o Tomás Moro. En tiempos convulsos debidos a actitudes religiosas intolerantes —es decir, fanáticas—, en aquellas guerras de religión que asolaron el siglo XVI europeo, éstos y otros sostuvieron que debía respetarse la conciencia de cada uno y las diferencias nunca debían ser motivo para justificar la violencia”.
Y más adelante continúan las ideas de Carreras, con las que mostramos nuestra empatía. De la libertad de conciencia nace la libertad de pensamiento, luego la de opinión y, más tarde, el derecho a la libre información, todos piezas fundamentales —y fundacionales— de las ideas liberales y democráticas de hoy. Un ataque a Charlie Hebdo es un ataque a los millones de personas que en el mundo —no sólo en Occidente— quieren vivir en paz y en libertad, porque este célebre semanario satírico francés ha practicado siempre la libertad, quizá con frecuencia con imprudencia y agresividad, pero la libertad es la virtud ética y política esencial de la democracia. Sin libertad de expresión, en el marco de las leyes, no hay democracia, los fanáticos, los bárbaros que han atacado a Charlie Hebdo, son, simplemente, enemigos de la democracia, es decir, de nuestra civilización.
La xenofobia, el rechazo global a todas las tradiciones religiosas, y en especial a la de los musulmanes, el valor de la democracia, los límites de la libertad de expresión y también problemas relacionados con el choque de civilizaciones y las relaciones entre las religiones y la violencia. ¿Son violentas por su propia naturaleza las religiones? En nombre de Dios, durante siglos, se han cometido actos violentos que han acabado con la vida de millones de seres humanos.
No es este el momento de resolver todos los problemas. No es este el lugar ni el momento. Pero en Tendencias21 de las Religiones nos interesa aportar una reflexión sobre el papel que en la actualidad – y de cara al siglo XXI – deben y pueden aportar las distintas tradiciones. En este trabajo recogemos algunas opiniones de la prensa, para aportar alguna luz a la cuestión que nos parece importante, acerca de las religiones y de la paz.
Ataques en Europa
Los medios de comunicación han informado muy extensamente sobre este atentado terrorista y han recopilado lo que han denominado como los “ataques en Europa”. El atentado contra Charlie Hebdo, que ha causado 12 muertos, está entre los cinco más mortíferos ocurridos en Europa. Son estos:
España (2004). Diez explosiones en la red de trenes de cercanías de Madrid, ejecutada por una célula islamista el 11 de marzo, causaron la muerte de 191 personas e hirieron a más de dos mil.
Reino Unido (2005). El 7 de julio, cuatro atentados suicidas en el metro y autobuses de Londres causaron la muerte de 56 personas e hirieron a 700. Lo reivindicó un grupo relacionado con Al Qaeda.
Noruega (2011). El 22 de julio, un ultraderechista vestido de policía irrumpió en un campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista en la isla de Utoya y mató a tiros a 84 personas.
Bélgica (2014). Cuatro personas murieron por el ataque perpetrado por un yihadista francés el 24 de mayo en el Museo Judío de Bruselas.
Tolerancia contra fanatismo
No es fácil seleccionar los artículos más impactantes. Por ello, hemos elegido algunos que nos han parecido más sobresalientes y que tienen relación con las religiones.
En nuestra sociedad –y por qué no ocultarlo- en las mismas páginas de Charlie Hebdo, domina la idea de que toda religión genera fanatismo e intolerancia. Los ataques de algunas viñetas de este semanario contra las tradiciones religiosas y la polémica en torno a la blasfemia, parecen situarse en esta perspectiva.
Sin embargo, desde Tendencias21 de las Religiones difundimos la opinión (creemos que fundada) de que no todas la religiones son generadoras de fanatismo. En realidad, ninguna auténtica religión tiene por qué generar fanatismo. Es verdad que ha habido desviaciones fanáticas en todas las tradiciones religiosas, empezando por la cristiana. Pero opinamos que son desviaciones puntuales que no deben enturbiar el diálogo sosegado.
En un artículo de opinión publicado en el diario El País (8 de enero) firmado por Francesc de Carreras se afirma que “frente al fanatismo está la tolerancia en la que se basa toda idea de convivencia pacífica fundamentada en la libertad y en la igualdad”. Entre otras cosas, afirma lo siguiente: “Un atentado como el de ayer en París nos sitúa ante el gran dilema: ¿civilización o barbarie? A poco que reflexionemos podemos determinar el núcleo esencial de cada una de ellas”.
Y continúa: “El recurso fácil de atribuir las causas a una determinada religión, en este caso la musulmana, es profundamente erróneo. En nombre de todas las religiones monoteístas se han cometido, se cometen y se cometerán, crímenes tan horrendos como el de ayer. A su vez, en nombre de todas las religiones monoteístas se condenarán tragedias semejantes. Por ello la causa debemos buscarla no en las religiones, sino en el fanatismo que pueden provocar, fanatismo, por otro lado, cuyo caldo de cultivo lo encontramos en todo tipo de creencias, tanto las derivadas de la fe como de la razón”.
Desde nuestro punto de vista –y lo expreso a nivel personal, pues en Tendencias21 de las Religiones pueden coexistir posturas divergentes– esta postura es razonable y con ella coincidimos.
Y continúa: “Porque, efectivamente, la actitud fanática no proviene sólo de aquellas creencias opuestas a las ideas —para utilizar la conocida, y clara, distinción de Ortega— sino, a veces, en las ideas mismas, quizás fundadas en argumentos racionales, pero llevadas a la práctica con actitud fanática, aquella actitud que, entre otras cosas, implica que el fin justifica los medios. Ello explica que el nazismo o el estalinismo, basados en ciertas ramas del idealismo alemán, llegaran a cometer atroces crímenes en nombre de bienes que se consideraban superiores. La religión es siempre una creencia, las creencias siempre tienden con mayor facilidad al fanatismo, pero el pensamiento racionalista no siempre está exento de él: depende de la actitud”.
Francesc Carreras aventura también algunas propuestas: “Frente al fanatismo está la tolerancia, que también es una actitud más que una ideología, en la que se basa toda idea de convivencia pacífica fundamentada en la libertad y en la igualdad, origen del concepto de democracia organizada en torno a la salvaguarda de los derechos fundamentales. La actitud tolerante está en el comienzo de lo que hoy llamamos civilización occidental y que afortunadamente se extiende ya más allá de Occidente. Sus padres fundadores podrían ser, por ejemplo, Erasmo, Luis Vives o Tomás Moro. En tiempos convulsos debidos a actitudes religiosas intolerantes —es decir, fanáticas—, en aquellas guerras de religión que asolaron el siglo XVI europeo, éstos y otros sostuvieron que debía respetarse la conciencia de cada uno y las diferencias nunca debían ser motivo para justificar la violencia”.
Y más adelante continúan las ideas de Carreras, con las que mostramos nuestra empatía. De la libertad de conciencia nace la libertad de pensamiento, luego la de opinión y, más tarde, el derecho a la libre información, todos piezas fundamentales —y fundacionales— de las ideas liberales y democráticas de hoy. Un ataque a Charlie Hebdo es un ataque a los millones de personas que en el mundo —no sólo en Occidente— quieren vivir en paz y en libertad, porque este célebre semanario satírico francés ha practicado siempre la libertad, quizá con frecuencia con imprudencia y agresividad, pero la libertad es la virtud ética y política esencial de la democracia. Sin libertad de expresión, en el marco de las leyes, no hay democracia, los fanáticos, los bárbaros que han atacado a Charlie Hebdo, son, simplemente, enemigos de la democracia, es decir, de nuestra civilización.
Es política, no religión
El presidente de Francia, François Hollande, en su breve declaración ante la televisión francesa, insistió en que los ataques terroristas en París no son terrorismo religioso sino terrorismo político.
En este sentido, otros comentaristas de prensa han insistido en esta idea. Con el título “No caigamos en el error de construir trincheras y odios cuando necesitamos puentes”, José Ignacio Torreblanca publicó en El País (8 de enero 2015) un comentario que merece nuestra atención.
Entre otras cosas escribe: “Con cada atentado terrorista de inspiración yihadista reaparece el coro de voces que pretende responsabilizar a la religión musulmana y a sus practicantes por los asesinatos cometidos en su nombre. A la primera, la religión, se le atribuye una naturaleza intrínsecamente violenta y excluyente que la haría incompatible con cualquier forma de vida democrática o régimen de derechos y libertades individuales. A los segundos, los practicantes, se les señala por la complicidad que algunos dicen adivinar tras los silencios, su incapacidad para la crítica a sus líderes religiosos, su resistencia a modernizar sus hábitos culturales y el continuo victimismo del que hacen gala, que con demasiada frecuencia acompañan de demandas orientadas a restringir derechos o construir dentro de nuestras sociedades espacios donde estos no rijan”.
Pero el columnista Torreblanca afirma con rotundidad: “No caigamos en el error de construir trincheras y odios cuando necesitamos puentes”. Y desmonta el falso argumento de guerra religiosa de esta manera: “Pero este razonamiento, que en último extremo nos lleva a un enfrentamiento de civilizaciones entre Occidente y el islam, naufraga contra la evidencia de que por cada occidental asesinado a manos de estos terroristas yihadistas vienen muriendo miles de musulmanes. Desde la guerra civil argelina, donde en los años noventa murieron entre 150.000 y 200.000 personas, hasta Irak, donde las cifras de víctimas posteriores a la invasión de 2003 también se encuentra en el rango de 150.000 a 200.000 personas, o como se viene poniendo de manifiesto hoy en Siria, Libia, Túnez, Egipto u otros escenarios, el conflicto dominante no es entre el islam y Occidente, sino dentro del mundo islámico, víctima de fracturas entrecruzadas de carácter étnico, geopolítico o económico, entre suníes y chiíes, kurdos y turcos, autoritarios y demócratas, laicos y religiosos, ricos y desposeídos”.
Y prosigue: “Ignorar la profundidad y severidad de esas fracturas, en las que se dilucida el modo y carácter de la modernización de estas sociedades, y obviar nuestro papel en su creación y mantenimiento, desde los tiempos del colonialismo hasta ahora, nos lleva a abandonarnos a la otra tentación recurrente en estas ocasiones: la de afirmar que el terrorismo es simplemente barbarie nihilista sin sentido. No, el terrorismo, este como cualquier otro, es político y busca objetivos de dominación política, así que precisamente para poder contrarrestar estos objetivos eficazmente, debemos entenderlos en toda su complejidad”.
Y concluye: “Todo esto no es una llamada a renunciar a nada ni a relativizar nada. Como no puede ser de otra manera, la brutal masacre de París nos obliga a reafirmarnos en nuestros valores y principios y a no aceptar ni una sola renuncia en la esfera de los derechos (tampoco, que quede claro, cuando las sátiras o irreverencias se practiquen contra nuestros símbolos o instituciones, sean la Monarquía, la bandera, la religión cristiana, judía o cualquier otra). Que un humorista armado de un lápiz pueda ser considerado una amenaza existencial para un fanático, incluso más que un soldado, es la prueba de lo lejos que hemos llegado y los años luz que nos separan de ellos. Precisamente por ello no caigamos en el error de construir trincheras y odios cuando lo que necesitamos son puentes y políticas eficaces”.
Caricaturas musulmanas en solidaridad con Charlie
En la edición digital de El País, el mismo José Ignacio Torreblanca (en la edición de 9 de enero de 2015) considera necesario hacer algunas precisiones: “Hoy viernes publico mi columna semanal en la edición impresa de El País con el título: “Es política, no religión”. Desde mi punto de vista, el debate sobre las supuestas esencias violentas del Islam o la complicidad de los musulmanes con estos atentados es erróneo, tanto por razones de hecho (las principales víctimas de los yihadistas son musulmanas) como por razones políticas, pues ese tipo de discurso abre una vía para la confrontación entre sociedades en lugar de un espacio para intervenir políticamente”.
Y cree necesario precisar algunos aspectos: “Con las emociones desbordadas por los atentados, algo muy fácil de entender desde España a la luz de los atentados de Atocha en 2004, es natural dejarse llevar por la desesperanza. Pero pasado el shock, no deberemos dejarnos llevar por aquellos que quieren utilizar estos atentados para reafirmar principios excluyentes o xenófobos”.
Torreblanca comparte con los lectores una iniciativa positiva de la Fundación Al Fanar para el conocimiento del mundo árabe: insertar ellos mismos las críticas de Charlie Hebdo a las religiones.
Por ello continúa: “Por esa razón, me ha parecido particularmente útil la iniciativa de la Fundación Al Fanar de colgar en su web tanto algunas caricaturas aparecidas en medios de comunicación árabes o musulmames como por intentar traducir y resumir las condenas que en la prensa árabe y musulmana se han ido produciendo de estos hechos. De la prensa me quedo con la expresión de bochorno y vergüenza que muestra Al Quds o la crítica de Al Sharq al Awsat a quienes justifican o disculpan dichos atentados. También merece la pena el comentario de Jaled Sliki en Hespress hablando de la necesidad de la necesaria crítica de la razón islámica. Es cierto que muchos musulmanes no entienden que las religiones, sus símbolos o sus valores puedan ser ridiculizados y que se ofendan cuando se caricaturiza. Pero la respuesta no es, como se pretende a veces, pedir que celebren lo que consideran ofensas a su religión sino que las "toleren". La tolerancia consisten precisamente en eso, en resignarnos a convivir con aquello que nos produce disgusto moral y nos ofende. Sólo explicando que es precisamente la libertad de expresión la que acaba permitiendo que se pueda practicar cualquier religión es como ganaremos la aceptación”.
Concluye con algunas cuestiones personales: “Y aprovecho, aunque sea auto-bombo, para rescatar algo que escribí en este mismo periódico en 2006 con motivo de las viñetas danesas. Se llamaba, "Para morirse de risa”, y en ella escribía: "Para unos, el editor del Jyllands-Posten es un irresponsable con notable mal gusto, para otros, un pirómano de ultraderecha. Leyendo su carta del 30 de enero se aprecia algo intelectualmente más honesto: por un lado, defiende la libertad religiosa y pide perdón a los que se hayan sentido ofendidos, por otro explica la iniciativa en términos del debate sobre la libertad de expresión que vive Dinamarca (un país con una larga tradición de libertad de expresión, recuérdese que fue el primer país del mundo que, en 1969, legalizó la pornografía)" [..] Aceptar que el sinnúmero de tabúes religiosos existentes vincula a los que no los comparten o someter la libertad de expresión a la prohibición de blasfemar supondría, sin duda, el fin de cualquier posibilidad de libertad en nuestras sociedades. Precisamente, ése es el valor del concepto de tolerancia: resignarnos a aceptar aquello que siendo legal, nos disgusta moralmente. Que los líderes religiosos y políticos del mundo musulmán no quieran aceptar este hecho es lo verdaderamente preocupante porque esta manera de entender la vida y la libertad, y especialmente el papel de la religión y sus dogmas, constituye el núcleo de nuestra forma de vida y ha sido ganada sobre la base de mucho esfuerzo y sufrimiento. El editor del Jyllands-Posten ha pedido perdón a quien se haya sentido herido, pero se ha negado rotundamente a comprometerse, tal y como le exigen, a no publicar nunca más caricatura alguna de Mahoma. Es una decisión legítima, y debemos estar preparados para respaldarla, aunque no se esté de acuerdo”.
Nos ha parecido sanador este comentario de José Ignacio Torreblanca que puede ser materia de reflexión serena en estos momentos.
El presidente de Francia, François Hollande, en su breve declaración ante la televisión francesa, insistió en que los ataques terroristas en París no son terrorismo religioso sino terrorismo político.
En este sentido, otros comentaristas de prensa han insistido en esta idea. Con el título “No caigamos en el error de construir trincheras y odios cuando necesitamos puentes”, José Ignacio Torreblanca publicó en El País (8 de enero 2015) un comentario que merece nuestra atención.
Entre otras cosas escribe: “Con cada atentado terrorista de inspiración yihadista reaparece el coro de voces que pretende responsabilizar a la religión musulmana y a sus practicantes por los asesinatos cometidos en su nombre. A la primera, la religión, se le atribuye una naturaleza intrínsecamente violenta y excluyente que la haría incompatible con cualquier forma de vida democrática o régimen de derechos y libertades individuales. A los segundos, los practicantes, se les señala por la complicidad que algunos dicen adivinar tras los silencios, su incapacidad para la crítica a sus líderes religiosos, su resistencia a modernizar sus hábitos culturales y el continuo victimismo del que hacen gala, que con demasiada frecuencia acompañan de demandas orientadas a restringir derechos o construir dentro de nuestras sociedades espacios donde estos no rijan”.
Pero el columnista Torreblanca afirma con rotundidad: “No caigamos en el error de construir trincheras y odios cuando necesitamos puentes”. Y desmonta el falso argumento de guerra religiosa de esta manera: “Pero este razonamiento, que en último extremo nos lleva a un enfrentamiento de civilizaciones entre Occidente y el islam, naufraga contra la evidencia de que por cada occidental asesinado a manos de estos terroristas yihadistas vienen muriendo miles de musulmanes. Desde la guerra civil argelina, donde en los años noventa murieron entre 150.000 y 200.000 personas, hasta Irak, donde las cifras de víctimas posteriores a la invasión de 2003 también se encuentra en el rango de 150.000 a 200.000 personas, o como se viene poniendo de manifiesto hoy en Siria, Libia, Túnez, Egipto u otros escenarios, el conflicto dominante no es entre el islam y Occidente, sino dentro del mundo islámico, víctima de fracturas entrecruzadas de carácter étnico, geopolítico o económico, entre suníes y chiíes, kurdos y turcos, autoritarios y demócratas, laicos y religiosos, ricos y desposeídos”.
Y prosigue: “Ignorar la profundidad y severidad de esas fracturas, en las que se dilucida el modo y carácter de la modernización de estas sociedades, y obviar nuestro papel en su creación y mantenimiento, desde los tiempos del colonialismo hasta ahora, nos lleva a abandonarnos a la otra tentación recurrente en estas ocasiones: la de afirmar que el terrorismo es simplemente barbarie nihilista sin sentido. No, el terrorismo, este como cualquier otro, es político y busca objetivos de dominación política, así que precisamente para poder contrarrestar estos objetivos eficazmente, debemos entenderlos en toda su complejidad”.
Y concluye: “Todo esto no es una llamada a renunciar a nada ni a relativizar nada. Como no puede ser de otra manera, la brutal masacre de París nos obliga a reafirmarnos en nuestros valores y principios y a no aceptar ni una sola renuncia en la esfera de los derechos (tampoco, que quede claro, cuando las sátiras o irreverencias se practiquen contra nuestros símbolos o instituciones, sean la Monarquía, la bandera, la religión cristiana, judía o cualquier otra). Que un humorista armado de un lápiz pueda ser considerado una amenaza existencial para un fanático, incluso más que un soldado, es la prueba de lo lejos que hemos llegado y los años luz que nos separan de ellos. Precisamente por ello no caigamos en el error de construir trincheras y odios cuando lo que necesitamos son puentes y políticas eficaces”.
Caricaturas musulmanas en solidaridad con Charlie
En la edición digital de El País, el mismo José Ignacio Torreblanca (en la edición de 9 de enero de 2015) considera necesario hacer algunas precisiones: “Hoy viernes publico mi columna semanal en la edición impresa de El País con el título: “Es política, no religión”. Desde mi punto de vista, el debate sobre las supuestas esencias violentas del Islam o la complicidad de los musulmanes con estos atentados es erróneo, tanto por razones de hecho (las principales víctimas de los yihadistas son musulmanas) como por razones políticas, pues ese tipo de discurso abre una vía para la confrontación entre sociedades en lugar de un espacio para intervenir políticamente”.
Y cree necesario precisar algunos aspectos: “Con las emociones desbordadas por los atentados, algo muy fácil de entender desde España a la luz de los atentados de Atocha en 2004, es natural dejarse llevar por la desesperanza. Pero pasado el shock, no deberemos dejarnos llevar por aquellos que quieren utilizar estos atentados para reafirmar principios excluyentes o xenófobos”.
Torreblanca comparte con los lectores una iniciativa positiva de la Fundación Al Fanar para el conocimiento del mundo árabe: insertar ellos mismos las críticas de Charlie Hebdo a las religiones.
Por ello continúa: “Por esa razón, me ha parecido particularmente útil la iniciativa de la Fundación Al Fanar de colgar en su web tanto algunas caricaturas aparecidas en medios de comunicación árabes o musulmames como por intentar traducir y resumir las condenas que en la prensa árabe y musulmana se han ido produciendo de estos hechos. De la prensa me quedo con la expresión de bochorno y vergüenza que muestra Al Quds o la crítica de Al Sharq al Awsat a quienes justifican o disculpan dichos atentados. También merece la pena el comentario de Jaled Sliki en Hespress hablando de la necesidad de la necesaria crítica de la razón islámica. Es cierto que muchos musulmanes no entienden que las religiones, sus símbolos o sus valores puedan ser ridiculizados y que se ofendan cuando se caricaturiza. Pero la respuesta no es, como se pretende a veces, pedir que celebren lo que consideran ofensas a su religión sino que las "toleren". La tolerancia consisten precisamente en eso, en resignarnos a convivir con aquello que nos produce disgusto moral y nos ofende. Sólo explicando que es precisamente la libertad de expresión la que acaba permitiendo que se pueda practicar cualquier religión es como ganaremos la aceptación”.
Concluye con algunas cuestiones personales: “Y aprovecho, aunque sea auto-bombo, para rescatar algo que escribí en este mismo periódico en 2006 con motivo de las viñetas danesas. Se llamaba, "Para morirse de risa”, y en ella escribía: "Para unos, el editor del Jyllands-Posten es un irresponsable con notable mal gusto, para otros, un pirómano de ultraderecha. Leyendo su carta del 30 de enero se aprecia algo intelectualmente más honesto: por un lado, defiende la libertad religiosa y pide perdón a los que se hayan sentido ofendidos, por otro explica la iniciativa en términos del debate sobre la libertad de expresión que vive Dinamarca (un país con una larga tradición de libertad de expresión, recuérdese que fue el primer país del mundo que, en 1969, legalizó la pornografía)" [..] Aceptar que el sinnúmero de tabúes religiosos existentes vincula a los que no los comparten o someter la libertad de expresión a la prohibición de blasfemar supondría, sin duda, el fin de cualquier posibilidad de libertad en nuestras sociedades. Precisamente, ése es el valor del concepto de tolerancia: resignarnos a aceptar aquello que siendo legal, nos disgusta moralmente. Que los líderes religiosos y políticos del mundo musulmán no quieran aceptar este hecho es lo verdaderamente preocupante porque esta manera de entender la vida y la libertad, y especialmente el papel de la religión y sus dogmas, constituye el núcleo de nuestra forma de vida y ha sido ganada sobre la base de mucho esfuerzo y sufrimiento. El editor del Jyllands-Posten ha pedido perdón a quien se haya sentido herido, pero se ha negado rotundamente a comprometerse, tal y como le exigen, a no publicar nunca más caricatura alguna de Mahoma. Es una decisión legítima, y debemos estar preparados para respaldarla, aunque no se esté de acuerdo”.
Nos ha parecido sanador este comentario de José Ignacio Torreblanca que puede ser materia de reflexión serena en estos momentos.
Samuel P. Huntington en el Foro Económico Mundial 2004. Imagen: Peter Lauth. Fuente: World Economic Forum/Wikipedia.
¿Vuelve Huntington?
El tercer comentario que hemos elegido – y que, necesariamente es incompleto y sesgado- procede de Fernando Vallespín, y tiene como título “¿Vuelve Huntington?” (El País, 8 de enero de 2015). En síntesis, afirma que “El miedo no se combate recortando la libertad en nombre de la seguridad o volviendo al calorcito de las identidades primigenias”, en clara referencia a las filosofías políticas que comparten aquellos ciudadanos que ven en las religiones un enemigo de la democracia y de la civilización occidental. Tal vez, un teórico que tuvo mucho eco fue el sociólogo Samuel Huntington.
Escribe Vallespín: “Ironía del destino. Pocos días después del fallecimiento de Ulrich Beck, el gran teórico del cosmopolitismo, los acontecimientos de París parecen dar la razón a uno de sus antagonistas, Samuel Huntington. Todos recordamos su teoría del “choque de civilizaciones”. A saber, la fuente del conflicto del presente ya no sería la pugna ideológica, sino la lucha entre las culturas; en particular la del Islam contra Occidente. Aunque el mensaje fundamental de su artículo de 1993 tenía otra derivada. Occidente debería abandonar sus pretensiones de “exportar” los principios de los derechos humanos y velar por la defensa de sus valores en casa, defenderse frente a la quinta columna que suponen las minorías islamistas que anidan en su seno. Valores como el pluralismo, la tolerancia o la libertad de opinión no cabrían en el seno de culturas monoteístas proselitistas y fanatizadas”.
Y prosigue: “Lo que viene a sostener Huntington es que Occidente se equivocó al considerar que era posible tender puentes entre las diferentes culturas, que son sustancialmente inconmensurables. No lo dice de forma explícita, pero seguro que pensaba que el error de nuestra civilización residió en no verse nunca a sí misma como una cultura más. Era la cultura del futuro, la única que supo integrar los valores de la Ilustración, como el reconocimiento de la ciencia como única verdad oficial y la consecuente privatización de la religión. Una cultura que tiene la capacidad de aportar una descripción del mundo a partir de la razón deviene así eo ipso en el heraldo de lo que acabará siendo el resto de la humanidad. Sus valores los predicaba, por tanto, con carácter universal. Ahí estaría su ingenuidad, el considerar que, por nuestros avances en el proceso de racionalización del mundo, nos constituíamos en algo así como el modelo sobre el que otros habrían de converger”.
Un repaso a los movimientos xenófobos: “A la vista de lo que ocurre ahora mismo en Europa, la reflexión de Huntington ha sido interiorizada más de lo que habíamos pensado. El movimiento Pegida en Alemania o los populismos xenófobos de tantos otros países nos lo recuerdan todos los días. Lo que en estos momentos nos importa no es aquello que nos unifica en cuanto que seres humanos, sino la defensa de nuestra diferencia, lo sustantivo y particularista. Y eso no se traduce en la afirmación de dichos principios ilustrados, se ha trasladado más bien a la reivindicación de las especificidades nacionales, supuestamente amenazadas por el Islam como enemigo interior. El capitalismo ha resultado ser lo único en lo que todos convergemos, no un discurso de ética universal. Occidente se ha convertido de hecho en una cultura más, y como todas ellas aspira a su defensa al modo tradicional, siendo fiel a sus “esencias”. Houellebecq lo decía en estas mismas páginas el otro día, “la filosofía de la Ilustración ya no tiene sentido para nadie, o solo para muy poca gente”.
Vallespín encuentra aquí un motivo para la reflexión serena: “El horrendo crimen de París debería ser un estímulo para reflexionar sobre el absurdo y la inutilidad de perseverar en estas ideas. La conciencia de vulnerabilidad que reverdecen estos acontecimientos debería conducirnos a rescatar aquello que de verdad nos hace fuertes, los valores de la democracia y los derechos humanos y las instituciones del Estado de derecho. El miedo no se combate recortando la libertad en nombre de la seguridad o volviendo al calorcito de las identidades primigenias. Solo se alcanza persistiendo en la defensa de unos principios cuyo poder no reside en que sean “nuestros”, sino en que son de todos. ¡Más Ulrich Beck y menos Huntington!”
Las religiones, por la paz y la reconciliación
Como complemento a estas tres opiniones, reproducimos por su interés el comunicado conjunto de los líderes musulmanes de España. Con el título “Imanes de toda España denuncian a los ‘despiadados’ terroristas que dicen ‘pertenecer al Islam, el diario “Periodista digital” inserta este post del que resaltamos algunos párrafos:
"Unifican los sermones del viernes para "reafirmar los valores de paz y convivencia a las que apela el Islam". “Redacción, 09 de enero de 2015 a las 18:41: "No" es con acciones violentas como se debe defender al Profeta pues "los asesinatos y las barbaries lo que hacen es ahuyentar a los musulmanes de su religión y conseguir su rechazo por parte de los no musulmanes".
Y en el cuerpo de la información: “Imanes de toda España han condenado en su sermón de este viernes el "brutal" atentado terrorista en París contra el semanario satírico 'Charlie Hebdo' y han pedido a los "despiadados" terroristas que "dicen pertenecer al Islam" que paren estas "barbaries". Además, han advertido de las corrientes radicales”.
Y más adelante: "¿Cuándo pararán esos despiadados, que dicen pertenecer al Islam, sus barbaries y sus brutales acciones terroristas y sangrientas? ¿Cuándo se despertarán esos despiadados? ¿Acaso lo harán después con las decenas de millones de musulmanes que han escogido a Occidente como sus patrias después de huir de la dureza de sus vidas en sus tierras natales?", se han preguntado”.
“Así lo han expresado este viernes muchos imanes de mezquitas españolas en su sermón --'jhotba aljomaa'--, como Hamid Chaib, imán de la mezquita Omar Ibn El Khatab de Almoradí (Alicante), que ha indicado a Europa Press que lanzar este mensaje en el sermón del viernes (sobre las 14,00 horas) es muy importante porque es el día de la semana en que más musulmanes acuden a la mezquita. Por ejemplo, en su mezquita, se reúnen hasta 500 personas. Chaib es uno de los imanes de España que se han sumado a la iniciativa de la entidad coordinadora de imanes en España que ha decidido unificar los sermones de este viernes para "reafirmar los valores de paz y convivencia a las que apela el Islam" y "advertir de los peligros de las corrientes radicales y extremistas, consideradas como antesala del terrorismo".
Conclusión
Los comentarios reseñados más arriba intentan mostrar que toda la sociedad condena unánimemente los atentados terroristas contra la revista Charlie Hebdo. Pero intentan mostrar que no se trata de una guerra de religión, ni un ataque contra la civilización occidental. Tampoco se puede demostrar la maldad intrínseca de las religiones y que estas promuevan la violencia ni el fanatismo. Puede haber violencia y fanatismo, pero es un fenómeno periférico que no es inherente a los sentimientos religiosos.
No es momento de satanizar a las otras tradiciones religiosas sino de unir esfuerzos serenos de todas las tradiciones religiosas para trabajar unidas por la construcción de la paz, la justicia y la solidaridad y por el respeto al ser humano, a la vida y a la naturaleza. Creemos que hay objetivos comunes que se pueden trabajar juntos, sin perder la especificidad de cada una de las tradiciones religiosas como ha resaltado repetidas veces el papa Francisco. Tal vez sea momento de intensificar este proceso de reconciliación que –desde Tendencias21 de las Religiones – se percibe como una de las tendencias más necesarias de todas las religiones.
Leandro Sequeiros, catedrático de paleontología, coeditor de Tendencias21 de las Religiones y miembro del Consejo Asesor de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión.
El tercer comentario que hemos elegido – y que, necesariamente es incompleto y sesgado- procede de Fernando Vallespín, y tiene como título “¿Vuelve Huntington?” (El País, 8 de enero de 2015). En síntesis, afirma que “El miedo no se combate recortando la libertad en nombre de la seguridad o volviendo al calorcito de las identidades primigenias”, en clara referencia a las filosofías políticas que comparten aquellos ciudadanos que ven en las religiones un enemigo de la democracia y de la civilización occidental. Tal vez, un teórico que tuvo mucho eco fue el sociólogo Samuel Huntington.
Escribe Vallespín: “Ironía del destino. Pocos días después del fallecimiento de Ulrich Beck, el gran teórico del cosmopolitismo, los acontecimientos de París parecen dar la razón a uno de sus antagonistas, Samuel Huntington. Todos recordamos su teoría del “choque de civilizaciones”. A saber, la fuente del conflicto del presente ya no sería la pugna ideológica, sino la lucha entre las culturas; en particular la del Islam contra Occidente. Aunque el mensaje fundamental de su artículo de 1993 tenía otra derivada. Occidente debería abandonar sus pretensiones de “exportar” los principios de los derechos humanos y velar por la defensa de sus valores en casa, defenderse frente a la quinta columna que suponen las minorías islamistas que anidan en su seno. Valores como el pluralismo, la tolerancia o la libertad de opinión no cabrían en el seno de culturas monoteístas proselitistas y fanatizadas”.
Y prosigue: “Lo que viene a sostener Huntington es que Occidente se equivocó al considerar que era posible tender puentes entre las diferentes culturas, que son sustancialmente inconmensurables. No lo dice de forma explícita, pero seguro que pensaba que el error de nuestra civilización residió en no verse nunca a sí misma como una cultura más. Era la cultura del futuro, la única que supo integrar los valores de la Ilustración, como el reconocimiento de la ciencia como única verdad oficial y la consecuente privatización de la religión. Una cultura que tiene la capacidad de aportar una descripción del mundo a partir de la razón deviene así eo ipso en el heraldo de lo que acabará siendo el resto de la humanidad. Sus valores los predicaba, por tanto, con carácter universal. Ahí estaría su ingenuidad, el considerar que, por nuestros avances en el proceso de racionalización del mundo, nos constituíamos en algo así como el modelo sobre el que otros habrían de converger”.
Un repaso a los movimientos xenófobos: “A la vista de lo que ocurre ahora mismo en Europa, la reflexión de Huntington ha sido interiorizada más de lo que habíamos pensado. El movimiento Pegida en Alemania o los populismos xenófobos de tantos otros países nos lo recuerdan todos los días. Lo que en estos momentos nos importa no es aquello que nos unifica en cuanto que seres humanos, sino la defensa de nuestra diferencia, lo sustantivo y particularista. Y eso no se traduce en la afirmación de dichos principios ilustrados, se ha trasladado más bien a la reivindicación de las especificidades nacionales, supuestamente amenazadas por el Islam como enemigo interior. El capitalismo ha resultado ser lo único en lo que todos convergemos, no un discurso de ética universal. Occidente se ha convertido de hecho en una cultura más, y como todas ellas aspira a su defensa al modo tradicional, siendo fiel a sus “esencias”. Houellebecq lo decía en estas mismas páginas el otro día, “la filosofía de la Ilustración ya no tiene sentido para nadie, o solo para muy poca gente”.
Vallespín encuentra aquí un motivo para la reflexión serena: “El horrendo crimen de París debería ser un estímulo para reflexionar sobre el absurdo y la inutilidad de perseverar en estas ideas. La conciencia de vulnerabilidad que reverdecen estos acontecimientos debería conducirnos a rescatar aquello que de verdad nos hace fuertes, los valores de la democracia y los derechos humanos y las instituciones del Estado de derecho. El miedo no se combate recortando la libertad en nombre de la seguridad o volviendo al calorcito de las identidades primigenias. Solo se alcanza persistiendo en la defensa de unos principios cuyo poder no reside en que sean “nuestros”, sino en que son de todos. ¡Más Ulrich Beck y menos Huntington!”
Las religiones, por la paz y la reconciliación
Como complemento a estas tres opiniones, reproducimos por su interés el comunicado conjunto de los líderes musulmanes de España. Con el título “Imanes de toda España denuncian a los ‘despiadados’ terroristas que dicen ‘pertenecer al Islam, el diario “Periodista digital” inserta este post del que resaltamos algunos párrafos:
"Unifican los sermones del viernes para "reafirmar los valores de paz y convivencia a las que apela el Islam". “Redacción, 09 de enero de 2015 a las 18:41: "No" es con acciones violentas como se debe defender al Profeta pues "los asesinatos y las barbaries lo que hacen es ahuyentar a los musulmanes de su religión y conseguir su rechazo por parte de los no musulmanes".
Y en el cuerpo de la información: “Imanes de toda España han condenado en su sermón de este viernes el "brutal" atentado terrorista en París contra el semanario satírico 'Charlie Hebdo' y han pedido a los "despiadados" terroristas que "dicen pertenecer al Islam" que paren estas "barbaries". Además, han advertido de las corrientes radicales”.
Y más adelante: "¿Cuándo pararán esos despiadados, que dicen pertenecer al Islam, sus barbaries y sus brutales acciones terroristas y sangrientas? ¿Cuándo se despertarán esos despiadados? ¿Acaso lo harán después con las decenas de millones de musulmanes que han escogido a Occidente como sus patrias después de huir de la dureza de sus vidas en sus tierras natales?", se han preguntado”.
“Así lo han expresado este viernes muchos imanes de mezquitas españolas en su sermón --'jhotba aljomaa'--, como Hamid Chaib, imán de la mezquita Omar Ibn El Khatab de Almoradí (Alicante), que ha indicado a Europa Press que lanzar este mensaje en el sermón del viernes (sobre las 14,00 horas) es muy importante porque es el día de la semana en que más musulmanes acuden a la mezquita. Por ejemplo, en su mezquita, se reúnen hasta 500 personas. Chaib es uno de los imanes de España que se han sumado a la iniciativa de la entidad coordinadora de imanes en España que ha decidido unificar los sermones de este viernes para "reafirmar los valores de paz y convivencia a las que apela el Islam" y "advertir de los peligros de las corrientes radicales y extremistas, consideradas como antesala del terrorismo".
Conclusión
Los comentarios reseñados más arriba intentan mostrar que toda la sociedad condena unánimemente los atentados terroristas contra la revista Charlie Hebdo. Pero intentan mostrar que no se trata de una guerra de religión, ni un ataque contra la civilización occidental. Tampoco se puede demostrar la maldad intrínseca de las religiones y que estas promuevan la violencia ni el fanatismo. Puede haber violencia y fanatismo, pero es un fenómeno periférico que no es inherente a los sentimientos religiosos.
No es momento de satanizar a las otras tradiciones religiosas sino de unir esfuerzos serenos de todas las tradiciones religiosas para trabajar unidas por la construcción de la paz, la justicia y la solidaridad y por el respeto al ser humano, a la vida y a la naturaleza. Creemos que hay objetivos comunes que se pueden trabajar juntos, sin perder la especificidad de cada una de las tradiciones religiosas como ha resaltado repetidas veces el papa Francisco. Tal vez sea momento de intensificar este proceso de reconciliación que –desde Tendencias21 de las Religiones – se percibe como una de las tendencias más necesarias de todas las religiones.
Leandro Sequeiros, catedrático de paleontología, coeditor de Tendencias21 de las Religiones y miembro del Consejo Asesor de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión.