La mala calidad del agua exigirá mas recursos para hacerla potable. Imagen: Wax115.
Provocado en gran parte por los vertidos incontrolados procedentes de actividades industriales, mineras y agrícolas y por otra por los efectos del calentamiento global, la salinización de los cauces de agua dulce afecta a todas los ríos y lagos el planeta. Desgraciadamente, a nivel interacional no se han adoptado las políticas necesarias para evitar este deterioro.
Las amenazas quedan recogidas en un artículo de investigación publicado por un equipo de científicos a cuyo frente se sitúan Nacis Prat y Miguel Cañedo-Arguelles, profesores del Departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona, publicado en Enviromental Pollution.
El grupo de firmantes está formado por investigadores australianos, franceses o alemanes, entre otros. Los investigadores aseguran que la legislación actual resulta demasiado imprecisa a la hora de fijar los límites de concentración salina que pueden albergar los ríos, lo que dificulta en gran medida la adopción de medidas conjuntas.
Esta flexibilidad en el marco normativo, según entienden, ofrece una idea clara de que los legisladores no están plenamente concienciados del problema que representa este exceso de sales en las aguas dulces. De hecho, en la Unión Europea, por ejemplo no existe ninguna directiva común al respecto y corresponde a cada estado miembro fijar sus niveles de tolerancia.
Los autores destacan que hoy en día prevalecen los argumentos empresariales o industriales sobre los ecológicos, lo que dificulta el establecimiento de una legislación más restrictiva.
Las amenazas quedan recogidas en un artículo de investigación publicado por un equipo de científicos a cuyo frente se sitúan Nacis Prat y Miguel Cañedo-Arguelles, profesores del Departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona, publicado en Enviromental Pollution.
El grupo de firmantes está formado por investigadores australianos, franceses o alemanes, entre otros. Los investigadores aseguran que la legislación actual resulta demasiado imprecisa a la hora de fijar los límites de concentración salina que pueden albergar los ríos, lo que dificulta en gran medida la adopción de medidas conjuntas.
Esta flexibilidad en el marco normativo, según entienden, ofrece una idea clara de que los legisladores no están plenamente concienciados del problema que representa este exceso de sales en las aguas dulces. De hecho, en la Unión Europea, por ejemplo no existe ninguna directiva común al respecto y corresponde a cada estado miembro fijar sus niveles de tolerancia.
Los autores destacan que hoy en día prevalecen los argumentos empresariales o industriales sobre los ecológicos, lo que dificulta el establecimiento de una legislación más restrictiva.
Información más precisa
Los ecosistemas de agua dulce están sometidos a una serie de factores naturales que inciden en el aumento de sus niveles de salinidad, como son la geología de los cauces sobre los que se asientan o la climatología.
La interacción con el ser humano, es un factor antropogénico que ha ido aumentando progresivamente estos niveles. Los vertidos domésticos o industriales, los generados por las industrias agrícolas, ganaderas o las industrias de extracción, entre otras, son algunas de las actividades que han introducido este desajuste que está condicionando la vida en estos hábitats.
No obstante, no existen estudios pormenorizados de como afecta el exceso de sal a la funcionalidad de lo ecosistemas fluviales. Del mismo modo, los científicos subrayan el problema se va a agravar por las consecuencias del cambio climático para la climatología. Así, destacan que el riesgo de salinización aumenta en el Mediterráneo, donde se prevé un descenso del nivel de precipitaciones en los próximos años, un aumento de la sequía y del consumo de agua.
Derivada económica
El exceso de sal, explican, afecta negativamente la potabilización del agua. Y esta mala calidad obligará a la adopción de otros sistemas diferentes a los actuales para que sea apta para el consumo. Una depuración que incrementa el precio de este bien escaso y el uso de compuestos químicos -más contaminación secundaria- para su tratamiento.
En el artículo, se apuesta por implantar nuevos modelos más eficientes de la gestión de este tipo de vertidos y se cita como ejemplo el modelo que se sigue en el río Hunter (Australia), donde los vertidos de productos salinos se adaptan al régimen de la corriente fluvial, y así en función del caudal se regula la evacuación al río de este tipo de residuos.
Los ecosistemas de agua dulce están sometidos a una serie de factores naturales que inciden en el aumento de sus niveles de salinidad, como son la geología de los cauces sobre los que se asientan o la climatología.
La interacción con el ser humano, es un factor antropogénico que ha ido aumentando progresivamente estos niveles. Los vertidos domésticos o industriales, los generados por las industrias agrícolas, ganaderas o las industrias de extracción, entre otras, son algunas de las actividades que han introducido este desajuste que está condicionando la vida en estos hábitats.
No obstante, no existen estudios pormenorizados de como afecta el exceso de sal a la funcionalidad de lo ecosistemas fluviales. Del mismo modo, los científicos subrayan el problema se va a agravar por las consecuencias del cambio climático para la climatología. Así, destacan que el riesgo de salinización aumenta en el Mediterráneo, donde se prevé un descenso del nivel de precipitaciones en los próximos años, un aumento de la sequía y del consumo de agua.
Derivada económica
El exceso de sal, explican, afecta negativamente la potabilización del agua. Y esta mala calidad obligará a la adopción de otros sistemas diferentes a los actuales para que sea apta para el consumo. Una depuración que incrementa el precio de este bien escaso y el uso de compuestos químicos -más contaminación secundaria- para su tratamiento.
En el artículo, se apuesta por implantar nuevos modelos más eficientes de la gestión de este tipo de vertidos y se cita como ejemplo el modelo que se sigue en el río Hunter (Australia), donde los vertidos de productos salinos se adaptan al régimen de la corriente fluvial, y así en función del caudal se regula la evacuación al río de este tipo de residuos.