“Si me arañaran de nuevo, salpicaría ceniza.”
Menchu Gutiérrez.
Menchu Gutiérrez. Fuente: Asociación Genialogías / Ediciones Tigres de Papel.
Remedio y veneno
Cualquier víspera, cualquier futuro, se suspenden en el oxímoron de la existencia, de los caminos entrecruzados por la niebla que habita en todos nosotros. Una niebla tan blanca y extraña que es pura y terrorífica ante el vacío que susurra, un nomadismo de incertidumbre narrado en el momento de duda vital de la autora.
Como este poemario es circular (dado que en la oscuridad no hay localizaciones), termino con el primer poema que abre este libro, aquel que se inicia como cuento. La autora alude en estos versos a la naturaleza del fármaco.
En su etimología griega, phármakon, es una palabra polisémica que si bien significa remedio, también significa veneno. Paracelso, padre de la farmacología moderna, afirmaba que no hay venenos, sino dosis. Y esta es la trampa magistral de la poética de Menchu Gutiérrez. La mano es celosa, parece dormida, pero se aferra todavía a lo que pueda agarrar y llevarse consigo hacia lo informe.
Leer este libro me ha recordado a un viejo enigma: una mujer cena en casa sola mientras mira la televisión. De repente, dan un parte de urgencia: se ha producido una tragedia, un barco lleno de pasajeros se ha hundido en el mar. Entonces, la mujer, cesa su cena y se tira por la ventana. ¿Por qué? La mujer era la encargada del faro. Se había olvidado de encender la luz.
Cualquier víspera, cualquier futuro, se suspenden en el oxímoron de la existencia, de los caminos entrecruzados por la niebla que habita en todos nosotros. Una niebla tan blanca y extraña que es pura y terrorífica ante el vacío que susurra, un nomadismo de incertidumbre narrado en el momento de duda vital de la autora.
Como este poemario es circular (dado que en la oscuridad no hay localizaciones), termino con el primer poema que abre este libro, aquel que se inicia como cuento. La autora alude en estos versos a la naturaleza del fármaco.
En su etimología griega, phármakon, es una palabra polisémica que si bien significa remedio, también significa veneno. Paracelso, padre de la farmacología moderna, afirmaba que no hay venenos, sino dosis. Y esta es la trampa magistral de la poética de Menchu Gutiérrez. La mano es celosa, parece dormida, pero se aferra todavía a lo que pueda agarrar y llevarse consigo hacia lo informe.
Leer este libro me ha recordado a un viejo enigma: una mujer cena en casa sola mientras mira la televisión. De repente, dan un parte de urgencia: se ha producido una tragedia, un barco lleno de pasajeros se ha hundido en el mar. Entonces, la mujer, cesa su cena y se tira por la ventana. ¿Por qué? La mujer era la encargada del faro. Se había olvidado de encender la luz.
Un poema de La mano muerta cuenta el dinero de la vida, de Menchu Gutiérrez.
Hablar
es estar colgado de una soga,
suspendido sobre un caldero de agua hirviendo,
boca abajo.
Las palabras mantienen la tensión de la cuerda,
el vapor consume la sed de los labios
y la noche enfría el caldero,
reflejándose en la superficie de las aguas…
de lo que comienza a ser sueño…
Hablar
es estar colgado de una soga,
suspendido sobre un caldero de agua hirviendo,
boca abajo.
Las palabras mantienen la tensión de la cuerda,
el vapor consume la sed de los labios
y la noche enfría el caldero,
reflejándose en la superficie de las aguas…
de lo que comienza a ser sueño…
Domingo, 14 de Febrero 2021
Almudena Anés
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