Imagen: John D. Fuente: Flickr.
La pobreza durante la infancia tiene efectos negativos en el cerebro, según un estudio publicado por JAMA Pediatrics, revista mensual de la American Medical Association. Además, dichos efectos se pueden extender hasta la vida adulta y, en última instancia, contribuir a acortar la vida activa y a tener salarios bajos, señala la investigación.
En esta se analizó el tejido de materia gris de varias áreas del cerebro vulnerables a entornos tempranos y con un papel relevante para las capacidades cognitivas.
Se estudiaron también áreas del cerebro como el lóbulo frontal (clave para la atención, la inhibición y la regulación emocional), el lóbulo temporal (vinculado a la memoria y la comprensión lingüística) y el hipocampo (relevante para el procesamiento de la información espacial y contextual y para la memoria a largo plazo).
El objetivo del análisis era determinar diferencias sistemáticas en el desarrollo de la estructura cerebral, y la relación entre pobreza y rendimiento académico.
Resultados obtenidos
Dirigida por la psiquiatra infantil Joan L. Luby, doctora de la Washington University School of Medicine de St. Louis (EEUU), la investigación reveló lo siguiente: por un lado, que la pobreza infantil puede provocar cambios en la estructura cerebral que propicien problemas de depresión durante toda la vida y dificultades y limitaciones de gestión del estrés.
También se constató que los niños que crecen en entornos con bajos ingresos presentan un desarrollo cerebral irregular y obtienen puntuaciones más bajas en tests estándar, con una diferencia estimada del 20% en los logros y explicada por un desarrollo deficiente en los lóbulos frontal y temporal.
En esta se analizó el tejido de materia gris de varias áreas del cerebro vulnerables a entornos tempranos y con un papel relevante para las capacidades cognitivas.
Se estudiaron también áreas del cerebro como el lóbulo frontal (clave para la atención, la inhibición y la regulación emocional), el lóbulo temporal (vinculado a la memoria y la comprensión lingüística) y el hipocampo (relevante para el procesamiento de la información espacial y contextual y para la memoria a largo plazo).
El objetivo del análisis era determinar diferencias sistemáticas en el desarrollo de la estructura cerebral, y la relación entre pobreza y rendimiento académico.
Resultados obtenidos
Dirigida por la psiquiatra infantil Joan L. Luby, doctora de la Washington University School of Medicine de St. Louis (EEUU), la investigación reveló lo siguiente: por un lado, que la pobreza infantil puede provocar cambios en la estructura cerebral que propicien problemas de depresión durante toda la vida y dificultades y limitaciones de gestión del estrés.
También se constató que los niños que crecen en entornos con bajos ingresos presentan un desarrollo cerebral irregular y obtienen puntuaciones más bajas en tests estándar, con una diferencia estimada del 20% en los logros y explicada por un desarrollo deficiente en los lóbulos frontal y temporal.
La buena noticia
Sin embargo, el estudio ha constatado también que los padres y madres que crían bien a sus hijos pueden contrarrestar estos efectos negativos de la pobreza sobre el desarrollo cerebral.
Estos hallazgos muestran la necesidad de enseñar habilidades a los padres para criar (particularmente a los que viven en condiciones de pobreza), afirman los científicos.
Estudios previos ya habían demostrado que la dedicación de los padres y, en particular la de las madres, a los hijos en condiciones de pobreza ayuda a mantener no solo la salud cerebral de los pequeños, sino también la salud cardiaca y otras.
De cualquier forma, “en nuestra investigación se muestra que la pobreza influye de una forma espectacular en el desarrollo cerebral e increíblemente en el hipocampo”, explica Luby. Los niños con bajos recursos analizados presentaron un desarrollo intelectual irregular e inferior, según los resultados de las pruebas estandarizadas.
Por eso Luby y su equipo señalan la necesidad de aplicar políticas y medidas para preservar y apoyar “lo más importante de nuestra sociedad: el desarrollo cerebral”. Hay que tener en cuenta que, en Estados Unidos, país en que se ha desarrollado la investigación, un 22% de los niños vive en la pobreza.
Por desgracia, en Europa, las cifras de pobreza infantil son también muy altas, y se han incrementado en los últimos años a raíz de la crisis económica: actualmente, el número total de niños que viven en la pobreza en el mundo desarrollado se eleva ya a unos 76,5 millones, según un informe reciente de UNICEF.
El encéfalo, también afectado por la pobreza
El pasado mes de abril, investigadores de la Universidad de Columbia, de Nueva York, y del Hospital Infantil de Los Ángeles, ambos de Estados Unidos, también realizaron un estudio sobre la relación entre factores socioeconómicos y, en este caso, la morfometría del encéfalo (región del cerebro que se ocupa de las funciones voluntarias) en más de mil niños y jóvenes de entre tres y veinte años de edad.
Descubrieron así que, entre los niños de las familias con menor nivel de ingresos, pequeñas diferencias en dichos ingresos se asociaban a diferencias relativamente grandes en el área superficial encefálica, mientras que entre los niños de familias con ingresos superiores, incrementos similares en los ingresos se asociaban a diferencias menores en cuanto al área superficial. Tales relaciones eran más acusadas en las regiones asociadas al lenguaje, la capacidad lectora, funciones ejecutivas y destrezas espaciales.
Por último, una investigación del pasado mes de enero reveló que la pobreza puede afectar negativamente a la memoria de trabajo de los niños, una memoria que se encarga de los procesos de almacenamiento y gestión de la información.
Sin embargo, el estudio ha constatado también que los padres y madres que crían bien a sus hijos pueden contrarrestar estos efectos negativos de la pobreza sobre el desarrollo cerebral.
Estos hallazgos muestran la necesidad de enseñar habilidades a los padres para criar (particularmente a los que viven en condiciones de pobreza), afirman los científicos.
Estudios previos ya habían demostrado que la dedicación de los padres y, en particular la de las madres, a los hijos en condiciones de pobreza ayuda a mantener no solo la salud cerebral de los pequeños, sino también la salud cardiaca y otras.
De cualquier forma, “en nuestra investigación se muestra que la pobreza influye de una forma espectacular en el desarrollo cerebral e increíblemente en el hipocampo”, explica Luby. Los niños con bajos recursos analizados presentaron un desarrollo intelectual irregular e inferior, según los resultados de las pruebas estandarizadas.
Por eso Luby y su equipo señalan la necesidad de aplicar políticas y medidas para preservar y apoyar “lo más importante de nuestra sociedad: el desarrollo cerebral”. Hay que tener en cuenta que, en Estados Unidos, país en que se ha desarrollado la investigación, un 22% de los niños vive en la pobreza.
Por desgracia, en Europa, las cifras de pobreza infantil son también muy altas, y se han incrementado en los últimos años a raíz de la crisis económica: actualmente, el número total de niños que viven en la pobreza en el mundo desarrollado se eleva ya a unos 76,5 millones, según un informe reciente de UNICEF.
El encéfalo, también afectado por la pobreza
El pasado mes de abril, investigadores de la Universidad de Columbia, de Nueva York, y del Hospital Infantil de Los Ángeles, ambos de Estados Unidos, también realizaron un estudio sobre la relación entre factores socioeconómicos y, en este caso, la morfometría del encéfalo (región del cerebro que se ocupa de las funciones voluntarias) en más de mil niños y jóvenes de entre tres y veinte años de edad.
Descubrieron así que, entre los niños de las familias con menor nivel de ingresos, pequeñas diferencias en dichos ingresos se asociaban a diferencias relativamente grandes en el área superficial encefálica, mientras que entre los niños de familias con ingresos superiores, incrementos similares en los ingresos se asociaban a diferencias menores en cuanto al área superficial. Tales relaciones eran más acusadas en las regiones asociadas al lenguaje, la capacidad lectora, funciones ejecutivas y destrezas espaciales.
Por último, una investigación del pasado mes de enero reveló que la pobreza puede afectar negativamente a la memoria de trabajo de los niños, una memoria que se encarga de los procesos de almacenamiento y gestión de la información.
Referencias bibliográficas:
Seth D. Pollak, et al. Poverty’s most insidious damage: The developing brain. JAMA Pediatrics (2015). DOI: 10.1001/jamapediatrics.2015.1475.
Joan L. Luby. Poverty’s Most Insidious Damage: The Developing Brain. JAMA Pediatrics (2015). DOI: 10.1001/jamapediatrics.2015.1682.
Seth D. Pollak, et al. Poverty’s most insidious damage: The developing brain. JAMA Pediatrics (2015). DOI: 10.1001/jamapediatrics.2015.1475.
Joan L. Luby. Poverty’s Most Insidious Damage: The Developing Brain. JAMA Pediatrics (2015). DOI: 10.1001/jamapediatrics.2015.1682.