La mente de los bebés cuenta con un sistema generalizado de magnitudes

Un estudio demuestra que niños de tan sólo nueve meses organizan información sobre números, espacio y tiempo


Incluso antes de aprender a hablar, los bebés organizan la información que reciben acerca de números, espacio y tiempo, de una manera más compleja de lo que hasta ahora se creía. Esto es lo que han demostrado investigadores de la Universidad de Emory, en Estados Unidos, en un estudio realizado con bebés de nueve meses a los que se les presentaron imágenes de objetos sometidas a diversos patrones. El tiempo que los bebés observaban dichas imágenes – atendían más a las que les producían “sorpresa” por no seguir los patrones iniciales- permitió determinar que los niños organizaban rápidamente magnitudes, espacios y números. Estos resultados se suman a otras evidencias recientes de que el cerebro humano no es una tabula rasa al nacer. Por Yaiza Martínez.


17/06/2010

Fuente: Universidad de Emory.
Incluso antes de aprender a hablar, los bebés organizan la información que reciben acerca de números, espacio y tiempo, de una manera más compleja de lo que hasta ahora se creía.

Esto es lo que ha descubierto la psicóloga Stella Lourenco, de la Universidad de Emory, en Estados Unidos, en un estudio cuyos resultados han aparecido publicados en la revista Psychological Science.

Sensibles a conceptos cuantitativos

En un comunicado emitido por dicha Universidad, Lourenco explica que con el presente estudio se ha conseguido demostrar que los bebés de tan sólo nueve meses de edad son sensibles a conceptos como “más que” o “menos que”, en referencia a números, tamaño y duración de la presentación de objetos.

En su trabajo, Stella Lourenco colaboró con el neurocientífico Matthew Longo, del University College London (UCL), del Reino Unido.

Los resultados obtenidos por ambos investigadores contradicen la máxima que, en 1890, estableciera el psicólogo William James, al describir las impresiones que los bebés reciben del mundo como “una confusión de zumbidos” en su obra “The Principles of Psychology”.

Según Lourenco, “nuestros descubrimientos indican que los humanos usan la información sobre cantidad para organizar sus experiencias del mundo desde los primeros meses de vida. La cantidad parece ser una potente herramienta para hacer predicciones sobre cómo los objetos podrían comportarse”.

Sistema mental de magnitudes

Los investigadores enfocaron su estudio, concretamente, en el desarrollo de la percepción espacial y cómo ésta interactúa con otras dimensiones cognitivas, como el procesamiento numérico y la percepción del tiempo.

Una investigación previa había sugerido que estos dominios cognitivos diversos están profundamente conectados a nivel neuronal.

Diferentes pruebas, por ejemplo, ya habían demostrado que los adultos asocian pequeños números con el lado izquierdo del espacio, y números más extensos con el lado espacial derecho. Sobre este fenómeno, Lourenco señala: “es como si tuviéramos una regla en nuestra cabeza”.

Otros tests habían demostrado, asimismo, que cuando se les pide a los adultos que seleccionen rápidamente entre dos números aquél que es más alto, la tarea se les vuelve mucho más difícil si el número más alto está representado como físicamente más pequeño que el número más bajo.

Lourenco pretendió explorar si el cerebro humano sólo alberga regularidades estadísticas gracias a la experiencia y las asociaciones lingüísticas o si, por el contrario, existe un sistema generalizado de magnitudes en la mente humana, desde la más tierna infancia.

Esperando el patrón

Para hacerlo, los investigadores diseñaron un estudio que consistió en mostrar grupos de objetos a través de una pantalla de ordenador, a bebés de tan sólo nueve meses de edad.

Según Lourenco, lo que se midió con esta prueba fue la cantidad de tiempo que los niños miraban dichos objetos, con el fin de comprender cómo sus pequeños cerebros estaban procesando la información presentada.

La prueba permitió comprobar que, cuando a los niños se les mostraban imágenes de objetos grandes, de color negro con rayas, y objetos más pequeños, blancos y con puntos, los bebés esperaban después un patrón y colores en la presentación de las imágenes de objetos, similar al patrón y colores de las presentaciones iniciales.

Los científicos supieron que los bebés anticipaban todo esto midiendo el tiempo que los pequeños miraban a la pantalla. Según Lourenco, cuando los bebés miran a la pantalla durante un periodo de tiempo mayor es porque se sienten “sorprendidos” por la ausencia de la congruencia que ellos esperan encontrar en las imágenes.

Estos hallazgos sugieren que los humanos nacemos con un sistema generalizado de magnitudes. Y, si no nacemos con él, parece que se desarrolla muy rápidamente, afirma Lourenco.

Análisis de la discalculia

En una próxima investigación, la psicólogo planea estudiar cómo se desarrolla este sistema de procesamiento de la información cuantitativa, tanto en situaciones corrientes como atípicas, es decir, cuando se padecen ciertos trastornos del aprendizaje como la discalculia o acalculia, nombre que recibe la dificultad de comprender y realizar cálculos matemáticos.

Según Lourenco, la dislexia ha sido muy estudiada en las últimas décadas, pero también la discalculia debería ser analizada. La investigadora pretende explorar las causas subyacentes de este trastorno y, con suerte, comprender mejor cómo intervenir con niños que presentan dificultades para el razonamiento cuantitativo.

Nacen sabiendo

El estudio de Lourenco y Longo no es el primero que contradice la máxima de William James. En los últimos tiempos, diversas investigaciones han permitido constatar el sorprendente grado de conciencia de los bebés, demostrando, por ejemplo, que éstos, con tan sólo cinco meses, son ya capaces de diferenciar entre sólidos y líquidos o que, con sólo dos o tres días de edad, ya pueden detectar el ritmo de la música.

Por otro lado, otro estudio realizado este mismo año por científicos de la Universidad de York, en Canadá, demostró que bebés de seis meses de edad son capaces de identificar las intenciones de los adultos.

Por último, una investigación de la Universidad de Florida reveló recientemente que los recién nacidos dormidos presentan una forma básica de aprendizaje. Este hallazgo pudo hacerse gracias a un test que consistió en repetir tonos y acompañar cada uno de éstos con un leve soplido de aire en los párpados de los niños. Después de 20 minutos de repeticiones tonales, 24 de los 26 pequeños contrajeron sus párpados después de los tonos, esperando la llegada del soplo.

Los especialistas señalan que las precoces habilidades demostradas por los bebés se deben a que el ser humano nace con conocimientos innatos, y a que es un experimentador muy precoz. En otras palabras, el cerebro de los individuos de nuestra especie no es un tabula rasa cuando nacemos.



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