Los creacionistas más conservadores en el fundamentalismo protestante piensan que la naturaleza se entiende (racional y científicamente) “creada” por Dios, hasta el punto de que no es inteligible de otra manera; podría pensarse quizá que fue creada a través de la evolución, pero muchos de estos fundamentalistas radicales negaban incluso la idea misma de evolución.
Los naturalistas piensan que la ciencia impone una explicación del origen de la naturaleza y de la vida en que las causas se atribuyen a un proceso natural (el origen y permanencia del universo, así como el nacimiento de la vida en su interior) donde la referencia a Dios no juega ningún papel; Dios es, pues, explicativamente prescindible para el naturalismo.
La zona de conflicto ha sido precisamente la enseñanza: es decir, imponer que se enseñe una u otra versión científica (¿filosófica?) en las escuelas. Para mantener los derechos de una u otra perspectiva se ha recurrido a los tribunales en un sinnúmero de ocasiones a lo largo de la historia de América.
Así, en Dayton, Tenn., John Scopes fue condenado en el llamado “juicio del mono”, en el año1925, por violar una ley del Estado contra la enseñanza de la evolución. Esta ley no se derogó hasta 1968, cuando el Tribunal Supremo anuló una ley anti-evolución de Arkansas, argumentando que el gobierno debía permanecer neutral en materias religiosas.
En 1982, un juez de Arkansas anuló una ley sobre el tratamiento equilibrado de la “Creation-Science” y la “Evolution-Science” por ser anticonstitucional. En 1987 el Tribunal Supremo volvió a intervenir para prohibir otra ley de Louisiana y anular la enseñanza del creacionismo en la escuela pública.
Recientemente, en Dover, Pennsylvania, esta temática ha llegado de nuevo a los tribunales de justicia, aunque en este caso el concepto más antiguo de “creacionismo” ha sido matizado por otra expresión supletoria: el intelligent design (ID).
Con ocasión de este nuevo juicio se ha replanteado en los Estados Unidos la discusión entre ID y naturalismo, llegando el análisis más allá incluso del ámbito escolar y jurídico, para extenderse incluso hacia el interés suscitado por la cuestión de fondo: a saber, qué es más científicamente argumentable, el ID o el naturalismo.
El Dover Trial de 2005 sobre Intelligent Design
A comienzos de 2005 el administrador de una High School en Dover leyó a los estudiantes de biología una toma de postura oficial del Dover Area School District en que se ordenaba la enseñanza del ID junto a la teoría evolutiva en las clases de biología. Este era el texto básico de la declaración:
“La Dover Area School District quiere apoyar y no discriminar a los estudiantes y padres que tienen creencias contrapuestas, especialmente en el área del debate sobre el origen de la vida. Los requisitos académicos en Pennsylvania establecen el estudio sobre la teoría de la evolución de Darwin…”. “Puesto que la teoría darwiniana es una teoría, debe continuar siendo puesta a prueba, en cuanto nuevas evidencias se descubran. La teoría no es un hecho y existen lagunas para las que no hay evidencias empíricas…”.
“El Intelligent Design es una explicación del origen de la vida que difiere de la de Darwin. El libro de referencia Of Pandas and People está al alcance para los estudiantes que puedan estar interesados en tener una conocimiento del alcance real del Intelligent Design. En relación con cualquier teoría se exhorta a los estudiantes a tener un espíritu abierto. La Escuela deja la discusión sobre los orígenes de la vida a cada estudiante y a sus familias…”.
En diciembre de 2004 la American Civil Liberties Union, representando a un grupo de 11 padres de Dover, llevó a juicio este caso por razón de su “creacionismo”. El administrador de la escuela y el distrito escolar se vieron involucrados en un juicio que duró casi un año; el más largo de los juicios creacionismo-evolución de la historia americana.
Un brain storming desmedido sobre Intelligent Design
Las circunstancias que lo producen y el Dover Trial en sí mismo han derivado a lo largo de 2005-2006 a un, en apariencia desmedido, debate nacional sobre ID que todavía prosigue. Todas las posibles posiciones ante el debate han salido a la arena, y en ocasiones han sido defendidas por quienes no cabría esperar.
Se ha intervenido desde las más variadas confesiones religiosas, desde los fundamentalismos hasta el catolicismo. Algunos profesores de Dover opuestos al ID eran creyentes e hijos de clérigos. A su favor estaban miembros de grupos fundamentalistas.
Pero la mayoría de los padres opuestos al ID eran creyentes que argumentaban que la religión debía enseñarse en casa, pero no en la escuela. Pero, al mismo tiempo, declarados no-creyentes arguían en periódicos de tirada nacional que los niños tenían derecho en la escuela a participar del rico debate entre naturalismo e ID, y a ser informados sobre éste.
Es posible delimitar, sin embargo, a pesar de la confusión y de la enorme cantidad de juicios lanzados al aire al mismo tiempo a través de los medios de comunicación, algunas temáticas de fondo: la neutralidad cosmovisional y religiosa de la Constitución americana y su repercusión en la enseñanza de la escuela pública; la naturaleza misma de la ciencia, su alcance y su derecho a constituir los contenidos del programa docente; el carácter científico neutro de una constatación de la naturaleza bio-antrópica de nuestro universo; las cuestiones finales del creacionismo, del ID y del naturalismo como posiciones filosóficas (no científicas).
Está claro, por tanto, el principio de la neutralidad cosmovisional-religiosa de la Constitución americana, con todas sus consecuencias docentes; este reconocimiento fue el fondo permanente aceptado en el juicio.
Por otra parte, parece justificado que la enseñanza imparta los conocimientos que han resultado de la investigación científica. Pero, ¿qué es ciencia? ¿Cuáles son los resultados a los que llega y a los que no llega?
A lo largo del juicio se expusieron una variedad de teorías epistemológicas, muchas de ellas cuestionables, sobre la naturaleza de la ciencia. Demos, sin embargo, por admisible (y saquemos las consecuencias) que ciencia es un conocimiento del mundo fundado en los hechos empíricos constatables; conocimiento no absoluto, claro está, sino hipotético e interpretativo avalado por el consenso mayoritario de la misma comunidad científica.
Teorías discutibles
Entonces puede hablarse del hecho de la evolución, aunque las teorías que lo exponen globalmente sean discutibles; el curriculum académico debe, pues, como reconocen las sentencias judiciales americanas, integrar la docencia sobre la evolución. Pero, algunos argumentan que el ID es también un contenido científico. ¿Es así?
Es un hecho admisible por la ciencia objetiva que nuestro universo tiene aquella forma, aquellas variables y valores que han posibilitado la evolución de la vida y del hombre (el universo tiene un carácter bio-antrópico). Es obvio, ya que, si no fuera así, no estaríamos aquí. Pero, ¿supone esto ID? Es más: ¿supone un “diseñador”? Esto ya es más complicado, sobre todo si se pretende presentarlo como una deducción hecha por la ciencia dentro de su estricta metodología.
Por ello, las voces más sensatas oídas en el juicio apuntaron a que tanto creacionismo como ID o naturalismo deben considerarse posiciones filosóficas que van más allá de la ciencia, y no deben formar parte de un curriculum docente neutro ideológicamente.
El problema del creacionismo fundamentalista es que no acepta la teoría de la evolución y se opone a un consenso absolutamente mayoritario para la comunidad científica. Si el ID fuera también una forma camuflada de creacionismo, tendría el mismo desprestigio ante la ciencia.
Pero el ID es compatible con el hecho evolutivo y muchas formas de formular la teoría evolutiva: puede ser entendido como “teísmo evolutivo”. Pero, en todo caso, el ID va más allá de un mero constatar el carácter bio-antrópico del universo, ya que, desde ahí argumenta un diseño inteligente atribuible a un diseñador (que en último término acaba siendo el Dios de una concepción teísta); por ello va más allá de lo que la ciencia puede decir y es filosófico.
El naturalismo como explicación de una evolución producida por causas ciegas al azar por determinismo-indeterminismo no se deduce tampoco de la ciencia y es una posición filosófica; enseñarlo camuflado como ciencia sería también un fraude y se lesionaría igualmente la neutralidad ideológica de la enseñanza.
La sentencia final en el Dover Trial
El juez Jones sentenció finalmente en contra de quienes habían promovido la enseñanza del ID en el curriculum. Jones consideró en su sentencia que sus promotores habían introducido una falsa contradicción entre ciencia y religión.
Los promotores del ID “habían hecho una presuposición básica que es chocantemente falsa. Su presuposición es que la teoría evolutiva es antitética a una creencia en la existencia de un ser supremo o a la religión en general”. La teoría de la evolución “de ninguna manera entra en conflicto con, ni niega, la existencia de un creador divino”.
En esta sentencia, referida al ID, se supone que la ciencia tampoco impone la existencia de Dios. El naturalismo es también posible, como posición personal filosófica, pero no como ciencia, siendo un fraude contra la neutralidad ideológica de la enseñanza imponerlo camufladamente como ciencia.
Juan Antonio Roldán es miembro de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión. Artículo elaborado a partir de los materiales ofrecidos por Science & Theology News, número Enero 2006. Puede verse también el artículo, en esta misma sección de Tendencias21: El debate sobre Inteligent Design involucra a importantes intelectuales, donde podrán verse otros links de interés en esta temática.
Los naturalistas piensan que la ciencia impone una explicación del origen de la naturaleza y de la vida en que las causas se atribuyen a un proceso natural (el origen y permanencia del universo, así como el nacimiento de la vida en su interior) donde la referencia a Dios no juega ningún papel; Dios es, pues, explicativamente prescindible para el naturalismo.
La zona de conflicto ha sido precisamente la enseñanza: es decir, imponer que se enseñe una u otra versión científica (¿filosófica?) en las escuelas. Para mantener los derechos de una u otra perspectiva se ha recurrido a los tribunales en un sinnúmero de ocasiones a lo largo de la historia de América.
Así, en Dayton, Tenn., John Scopes fue condenado en el llamado “juicio del mono”, en el año1925, por violar una ley del Estado contra la enseñanza de la evolución. Esta ley no se derogó hasta 1968, cuando el Tribunal Supremo anuló una ley anti-evolución de Arkansas, argumentando que el gobierno debía permanecer neutral en materias religiosas.
En 1982, un juez de Arkansas anuló una ley sobre el tratamiento equilibrado de la “Creation-Science” y la “Evolution-Science” por ser anticonstitucional. En 1987 el Tribunal Supremo volvió a intervenir para prohibir otra ley de Louisiana y anular la enseñanza del creacionismo en la escuela pública.
Recientemente, en Dover, Pennsylvania, esta temática ha llegado de nuevo a los tribunales de justicia, aunque en este caso el concepto más antiguo de “creacionismo” ha sido matizado por otra expresión supletoria: el intelligent design (ID).
Con ocasión de este nuevo juicio se ha replanteado en los Estados Unidos la discusión entre ID y naturalismo, llegando el análisis más allá incluso del ámbito escolar y jurídico, para extenderse incluso hacia el interés suscitado por la cuestión de fondo: a saber, qué es más científicamente argumentable, el ID o el naturalismo.
El Dover Trial de 2005 sobre Intelligent Design
A comienzos de 2005 el administrador de una High School en Dover leyó a los estudiantes de biología una toma de postura oficial del Dover Area School District en que se ordenaba la enseñanza del ID junto a la teoría evolutiva en las clases de biología. Este era el texto básico de la declaración:
“La Dover Area School District quiere apoyar y no discriminar a los estudiantes y padres que tienen creencias contrapuestas, especialmente en el área del debate sobre el origen de la vida. Los requisitos académicos en Pennsylvania establecen el estudio sobre la teoría de la evolución de Darwin…”. “Puesto que la teoría darwiniana es una teoría, debe continuar siendo puesta a prueba, en cuanto nuevas evidencias se descubran. La teoría no es un hecho y existen lagunas para las que no hay evidencias empíricas…”.
“El Intelligent Design es una explicación del origen de la vida que difiere de la de Darwin. El libro de referencia Of Pandas and People está al alcance para los estudiantes que puedan estar interesados en tener una conocimiento del alcance real del Intelligent Design. En relación con cualquier teoría se exhorta a los estudiantes a tener un espíritu abierto. La Escuela deja la discusión sobre los orígenes de la vida a cada estudiante y a sus familias…”.
En diciembre de 2004 la American Civil Liberties Union, representando a un grupo de 11 padres de Dover, llevó a juicio este caso por razón de su “creacionismo”. El administrador de la escuela y el distrito escolar se vieron involucrados en un juicio que duró casi un año; el más largo de los juicios creacionismo-evolución de la historia americana.
Un brain storming desmedido sobre Intelligent Design
Las circunstancias que lo producen y el Dover Trial en sí mismo han derivado a lo largo de 2005-2006 a un, en apariencia desmedido, debate nacional sobre ID que todavía prosigue. Todas las posibles posiciones ante el debate han salido a la arena, y en ocasiones han sido defendidas por quienes no cabría esperar.
Se ha intervenido desde las más variadas confesiones religiosas, desde los fundamentalismos hasta el catolicismo. Algunos profesores de Dover opuestos al ID eran creyentes e hijos de clérigos. A su favor estaban miembros de grupos fundamentalistas.
Pero la mayoría de los padres opuestos al ID eran creyentes que argumentaban que la religión debía enseñarse en casa, pero no en la escuela. Pero, al mismo tiempo, declarados no-creyentes arguían en periódicos de tirada nacional que los niños tenían derecho en la escuela a participar del rico debate entre naturalismo e ID, y a ser informados sobre éste.
Es posible delimitar, sin embargo, a pesar de la confusión y de la enorme cantidad de juicios lanzados al aire al mismo tiempo a través de los medios de comunicación, algunas temáticas de fondo: la neutralidad cosmovisional y religiosa de la Constitución americana y su repercusión en la enseñanza de la escuela pública; la naturaleza misma de la ciencia, su alcance y su derecho a constituir los contenidos del programa docente; el carácter científico neutro de una constatación de la naturaleza bio-antrópica de nuestro universo; las cuestiones finales del creacionismo, del ID y del naturalismo como posiciones filosóficas (no científicas).
Está claro, por tanto, el principio de la neutralidad cosmovisional-religiosa de la Constitución americana, con todas sus consecuencias docentes; este reconocimiento fue el fondo permanente aceptado en el juicio.
Por otra parte, parece justificado que la enseñanza imparta los conocimientos que han resultado de la investigación científica. Pero, ¿qué es ciencia? ¿Cuáles son los resultados a los que llega y a los que no llega?
A lo largo del juicio se expusieron una variedad de teorías epistemológicas, muchas de ellas cuestionables, sobre la naturaleza de la ciencia. Demos, sin embargo, por admisible (y saquemos las consecuencias) que ciencia es un conocimiento del mundo fundado en los hechos empíricos constatables; conocimiento no absoluto, claro está, sino hipotético e interpretativo avalado por el consenso mayoritario de la misma comunidad científica.
Teorías discutibles
Entonces puede hablarse del hecho de la evolución, aunque las teorías que lo exponen globalmente sean discutibles; el curriculum académico debe, pues, como reconocen las sentencias judiciales americanas, integrar la docencia sobre la evolución. Pero, algunos argumentan que el ID es también un contenido científico. ¿Es así?
Es un hecho admisible por la ciencia objetiva que nuestro universo tiene aquella forma, aquellas variables y valores que han posibilitado la evolución de la vida y del hombre (el universo tiene un carácter bio-antrópico). Es obvio, ya que, si no fuera así, no estaríamos aquí. Pero, ¿supone esto ID? Es más: ¿supone un “diseñador”? Esto ya es más complicado, sobre todo si se pretende presentarlo como una deducción hecha por la ciencia dentro de su estricta metodología.
Por ello, las voces más sensatas oídas en el juicio apuntaron a que tanto creacionismo como ID o naturalismo deben considerarse posiciones filosóficas que van más allá de la ciencia, y no deben formar parte de un curriculum docente neutro ideológicamente.
El problema del creacionismo fundamentalista es que no acepta la teoría de la evolución y se opone a un consenso absolutamente mayoritario para la comunidad científica. Si el ID fuera también una forma camuflada de creacionismo, tendría el mismo desprestigio ante la ciencia.
Pero el ID es compatible con el hecho evolutivo y muchas formas de formular la teoría evolutiva: puede ser entendido como “teísmo evolutivo”. Pero, en todo caso, el ID va más allá de un mero constatar el carácter bio-antrópico del universo, ya que, desde ahí argumenta un diseño inteligente atribuible a un diseñador (que en último término acaba siendo el Dios de una concepción teísta); por ello va más allá de lo que la ciencia puede decir y es filosófico.
El naturalismo como explicación de una evolución producida por causas ciegas al azar por determinismo-indeterminismo no se deduce tampoco de la ciencia y es una posición filosófica; enseñarlo camuflado como ciencia sería también un fraude y se lesionaría igualmente la neutralidad ideológica de la enseñanza.
La sentencia final en el Dover Trial
El juez Jones sentenció finalmente en contra de quienes habían promovido la enseñanza del ID en el curriculum. Jones consideró en su sentencia que sus promotores habían introducido una falsa contradicción entre ciencia y religión.
Los promotores del ID “habían hecho una presuposición básica que es chocantemente falsa. Su presuposición es que la teoría evolutiva es antitética a una creencia en la existencia de un ser supremo o a la religión en general”. La teoría de la evolución “de ninguna manera entra en conflicto con, ni niega, la existencia de un creador divino”.
En esta sentencia, referida al ID, se supone que la ciencia tampoco impone la existencia de Dios. El naturalismo es también posible, como posición personal filosófica, pero no como ciencia, siendo un fraude contra la neutralidad ideológica de la enseñanza imponerlo camufladamente como ciencia.
Juan Antonio Roldán es miembro de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión. Artículo elaborado a partir de los materiales ofrecidos por Science & Theology News, número Enero 2006. Puede verse también el artículo, en esta misma sección de Tendencias21: El debate sobre Inteligent Design involucra a importantes intelectuales, donde podrán verse otros links de interés en esta temática.