“Me celebro a mí mismo,
y cuanto asumo tú lo asumirás,
porque cada átomo que me pertenece, te pertenece
a ti también.”
Walt Whitman (1)
y cuanto asumo tú lo asumirás,
porque cada átomo que me pertenece, te pertenece
a ti también.”
Walt Whitman (1)
A la hora de hablar de la intimidad nos encontramos con una traba muy importante que es posiblemente la que se encuentra cualquiera que trate de expresar su experiencia vital más profunda de manera que llegue a los corazones de otras personas: esta traba es el lenguaje.
Y es que el lenguaje es una bendición, pero también un problema. El milagro de la creación nos ha dado este irresoluble engaño: el lenguaje sirve para comunicarnos, pero tan solo nos permite decir algunas cosas.
A Nietzsche no le faltaba razón al afirmar en el “Crepúsculo de los ídolos” lo siguiente; “Nuestras vivencias auténticas no son en modo alguno charlatanas. No podrían comunicarse si quisieran. Es que les falta la palabra.”(2)
Que Nietzsche fuera capaz de decir algo así es realmente sorprendente e incluso contradictorio, ya que sus escritos en realidad son la historia de una experiencia.
La filosofía de Nietzsche es, posiblemente, la realidad de una “vivencia auténtica” expresada mediante el lenguaje, lenguaje que muchos ponen en duda por no ser estrictamente filosófico, pero lenguaje al fin y al cabo.
Por tanto, yo me enfrento al problema al que se han enfrentado todos los que han tratado de expresarse con claridad acerca de la grandiosidad de su interioridad.
Hay quién afirma que la mejor manera de dar a conocer este tipo de cosas es la poesía. La poesía no tiene por qué darse al lenguaje canónico, porque al fin y al cabo la poesía supone desnudarse y expresar el desnudo. Bajar a lo más profundo y plasmarlo.
Pero es que para mí eso es lo que debe hacer también la filosofía y es lo que me gustaría tratar de expresarles en este texto. Expresada pues la problemática del lenguaje, les pediría que prestasen atención a lo que les voy a tratar de decir en estas pocas palabras.
¿Qué es la intimidad?
Me gustaría comenzar por plantear la pregunta, una pregunta que me he hecho repetidas veces a lo largo de mi vida; ¿qué es la intimidad?
La intimidad está en la boca de todo el mundo. En los telediarios nos hablan de la violación de la intimidad que se produce por las redes sociales, que los grandes magnates tienen toda nuestra información, que saben dónde vivimos, qué hacemos, qué compramos...etc
¿Es esto realmente la intimidad? ¿De verdad somos tan necios como para pensar (y recalco la palabra pensar, verborrea, lenguaje...) que eso es intimidad? De ser así estamos perdidos (y lo estamos).
La intimidad nunca podría ser algo así de frío. Y esto es lo que nos hemos hecho a nosotros mismos a lo largo de los siglos y sobre todo en los últimos 100 años; simplificarnos, reducirnos.
La intimidad no es eso que dicen en la tele, la intimidad realmente no consiste en que un medio sepa qué estás haciendo: si la intimidad estuviera basada en eso, el poder ya habría ganado y las peores pesadillas de Orwell se harían realidad.
La intimidad es algo que se aleja de la locura y la frialdad del mundo para aportarnos cordura y calor. La intimidad es hogar. Posiblemente no haya nadie que haya sabido ver esto mejor que Michel De Montaigne que se estudió a sí mismo con tanto hincapié que acabó por dejarnos por escrito una de las experiencias humanas más puras que yo haya leído.
Y es que, para Montaigne, lo más importante era la intimidad, el profundo conocimiento que uno puede tener de sí mismo, el sitio al que uno debe acudir para encontrar cordura, calor, risa, lágrimas... Esto es, intimidad humana, intimidad de especie, como especie.
Es una intimidad que se aleja de la frialdad del mundo del número y el cálculo. Solo este tipo de intimidad nos puede hacer libres y nos puede salvar de un mundo en el que has de ser alguien, en el que has de sentir la culpa.
Uno mismo como precepto
Cuando uno se toma a sí mismo como precepto, todo esto queda lejos. Y es que la intimidad te aleja del ajetreo del mundo para traerte paz, te aleja del mundo para mirarlo con una perspectiva un poco más cuerda y más libre.
Y no pretendo decir con esto (como muchas personas me dicen) que no sienta empatía por el resto de seres humanos. Al revés, yo siento una empatía más pura porque cuanto más cerca esté uno de sí mismo, más puede aportar a los demás.
Nietzsche supo ver esto con extremada claridad porque, se quiera o no, Nietzsche con su manera de destruir lo anterior a él, acabó destruyendo el yo sucio de sí mismo, acabó por darle otro sentido a la individualidad.
Al final, cuando lees a Nietzsche, no ves ni una pizca del yo que manejamos en la actualidad, aquel yo que dicta a tu conciencia, y que no es un yo “puro” (Kant se encargó de destruir esta palabra). Es un yo creado por el poder para producir una serie de conductas, valores... que tenemos la obligación de acatar.
Ya en su momento Nietzsche me enseñó que esto en realidad no existe, que en el mundo de lo que realmente nos hace humanos todo esto es una mentira. Y es que todo es mentira.
Actualmente no existe un solo valor moral que no sea puramente instrumental, incluso los valores de la social-democracia solo tienen como objetivo el sometimiento de lo más puro de nuestra especie: la intimidad.
Siento que sólo una intimidad bien formada, una intimidad que nos aporte libertad, en la que encontremos refugio, es lo que nos puede salvar de la locura o del suicidio. Porque al final, como diría Zweig hablando de Montaigne, de lo que se trata es de mantener “la cordura en estos tiempos de locura gregaria.” (3)
Lo difícil
Pero claro, todo esto es realmente difícil. Decía Nietzsche que “el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre” (4).
El superhombre nietzscheano se caracteriza por esto que yo pretendo ilustrar aquí: por tener una intimidad tan pura que renuncia a todo valor moral, a toda forma de opresión y que está en constante lucha consigo mismo y con el mundo, para que este último no le domine.
Que pretende mantenerse cuerdo, que se desnuda ante el mundo y lo hace suyo y que por hacerlo suyo dota al mundo de una apariencia diferente. Es complicado llegar a eso, porque es complicado llegar a ser lo que se es.
Tiene uno que ir quitando capas de suciedad de su ser, la suciedad es la verdad inducida, la incapacidad de vivir con la incertidumbre, la necesidad de control sobre la vida.
Nosotros hemos tratado de encarcelar la vida en una caja con nuestros conceptos, nuestro lenguaje, nuestra moralina... No me pesa decir que posiblemente el responsable de esto sea Kant, que convirtió la vida en ley, asesinando cualquier impulso, siendo los impulsos aquello que nos hace humanos.
Kant es uno de los responsables del infierno moderno. Y es que “Al leerlo (a Kant), con sus rigurosas divisiones y sub-divisiones, uno encuentra un sentido del pensar como esfuerzo de universalización y totalidad. La filosofía, en su versión kantiana, lo conoce todo; conoce incluso lo que no conoce”(5).
Vemos que en esta pretensión kantiana de querer controlarlo todo lo que se consigue en realidad en convertir la vida en algo frío, calculado... Kant es quizás el filósofo más inhumano de todos, no se encuentra en él algo que de tristeza o de alegría. Y lo supo ver bien Cioran; “Me aparté de la filosofía en el momento en que se me hizo imposible descubrir en Kant ninguna debilidad humana, ningún acento de verdadera tristeza...(6).”
La realidad es que la vida nos desborda, nos pasa por los lados, nos atraviesa. Esta es la realidad que Nietzsche nos muestra al afirmar que “el valor de la vida no puede ser tasado” (7). Y ver esto, sentir esto, es doloroso, porque es la verdad fundamental de la existencia: nada nos pertenece, todo lo que tenemos viene prestado (o regalado) e igual que viene se va.
Pasar al otro lado
Y es de esta idea de la que nace el pesimismo... el pesimismo nos aporta una intimidad triste, una intimidad suicida, gris. Sin embargo, si uno es capaz de ir más allá de esto, si es capaz de “hundirse en su ocaso” (8) y de “pasar al otro lado” (9), se descubren formas hermosas, juguetonas.
El mundo se desnuda, la vida se descubre hermosa, alegre... este tipo de intimidad candente, una intimidad que no exige sino que libera es la que nos puede aportar felicidad (renunciando a ella) en estos tiempos tan oscuros.
Pensamos que somos los únicos que hemos vivido tiempos de crisis, pero la realidad es que en todas las épocas hay tiempos de crisis, de profundas crisis.
Todo está dicho, decir cosas nuevas es realmente difícil porque realmente el ser humano en todas las épocas ha estado rumiando lo mismo.
Por eso es necesario y ahora más que nunca volver a la raíz de todo, y esta raíz está en el interior. Hay que soltar lastre porque todo lo que hasta ahora nos ha resultado firme está yendo a morir y esta muerte a la que se dirige todo lo que hasta ahora hemos tomado como nuestro, va a resultar posiblemente el ocaso más doloroso de todos.
Tener una intimidad firme es lo que hará que consigamos sobrevivir a la crisis más grande de toda nuestra especie.
(*) Samuel Morales es estudiante de Filosofía en la Universidad de Granada.
Pero claro, todo esto es realmente difícil. Decía Nietzsche que “el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre” (4).
El superhombre nietzscheano se caracteriza por esto que yo pretendo ilustrar aquí: por tener una intimidad tan pura que renuncia a todo valor moral, a toda forma de opresión y que está en constante lucha consigo mismo y con el mundo, para que este último no le domine.
Que pretende mantenerse cuerdo, que se desnuda ante el mundo y lo hace suyo y que por hacerlo suyo dota al mundo de una apariencia diferente. Es complicado llegar a eso, porque es complicado llegar a ser lo que se es.
Tiene uno que ir quitando capas de suciedad de su ser, la suciedad es la verdad inducida, la incapacidad de vivir con la incertidumbre, la necesidad de control sobre la vida.
Nosotros hemos tratado de encarcelar la vida en una caja con nuestros conceptos, nuestro lenguaje, nuestra moralina... No me pesa decir que posiblemente el responsable de esto sea Kant, que convirtió la vida en ley, asesinando cualquier impulso, siendo los impulsos aquello que nos hace humanos.
Kant es uno de los responsables del infierno moderno. Y es que “Al leerlo (a Kant), con sus rigurosas divisiones y sub-divisiones, uno encuentra un sentido del pensar como esfuerzo de universalización y totalidad. La filosofía, en su versión kantiana, lo conoce todo; conoce incluso lo que no conoce”(5).
Vemos que en esta pretensión kantiana de querer controlarlo todo lo que se consigue en realidad en convertir la vida en algo frío, calculado... Kant es quizás el filósofo más inhumano de todos, no se encuentra en él algo que de tristeza o de alegría. Y lo supo ver bien Cioran; “Me aparté de la filosofía en el momento en que se me hizo imposible descubrir en Kant ninguna debilidad humana, ningún acento de verdadera tristeza...(6).”
La realidad es que la vida nos desborda, nos pasa por los lados, nos atraviesa. Esta es la realidad que Nietzsche nos muestra al afirmar que “el valor de la vida no puede ser tasado” (7). Y ver esto, sentir esto, es doloroso, porque es la verdad fundamental de la existencia: nada nos pertenece, todo lo que tenemos viene prestado (o regalado) e igual que viene se va.
Pasar al otro lado
Y es de esta idea de la que nace el pesimismo... el pesimismo nos aporta una intimidad triste, una intimidad suicida, gris. Sin embargo, si uno es capaz de ir más allá de esto, si es capaz de “hundirse en su ocaso” (8) y de “pasar al otro lado” (9), se descubren formas hermosas, juguetonas.
El mundo se desnuda, la vida se descubre hermosa, alegre... este tipo de intimidad candente, una intimidad que no exige sino que libera es la que nos puede aportar felicidad (renunciando a ella) en estos tiempos tan oscuros.
Pensamos que somos los únicos que hemos vivido tiempos de crisis, pero la realidad es que en todas las épocas hay tiempos de crisis, de profundas crisis.
Todo está dicho, decir cosas nuevas es realmente difícil porque realmente el ser humano en todas las épocas ha estado rumiando lo mismo.
Por eso es necesario y ahora más que nunca volver a la raíz de todo, y esta raíz está en el interior. Hay que soltar lastre porque todo lo que hasta ahora nos ha resultado firme está yendo a morir y esta muerte a la que se dirige todo lo que hasta ahora hemos tomado como nuestro, va a resultar posiblemente el ocaso más doloroso de todos.
Tener una intimidad firme es lo que hará que consigamos sobrevivir a la crisis más grande de toda nuestra especie.
(*) Samuel Morales es estudiante de Filosofía en la Universidad de Granada.
Bibliografía
Whitman, W (2019). Hojas de hierba. Madrid: Alianza Editorial. Nietzsche, F (2013). Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo. Madrid: Alianza Editorial Sweig, S (2018). “Montaigne” Barcelona: Acantilado Nietzsche, F. (2016). Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial. Thacker, E. (2018). Rutilante cadáver especulativo. Madrid: Materia Oscura Editorial. Cioran, E.M. (2014) Brevario de podredumbre. Madrid: Editorial Taurus. Nietzsche, F (2013). Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo. Madrid: Alianza Editorial Nietzsche, F. (2016). Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial. Ibid.
Whitman, W (2019). Hojas de hierba. Madrid: Alianza Editorial. Nietzsche, F (2013). Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo. Madrid: Alianza Editorial Sweig, S (2018). “Montaigne” Barcelona: Acantilado Nietzsche, F. (2016). Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial. Thacker, E. (2018). Rutilante cadáver especulativo. Madrid: Materia Oscura Editorial. Cioran, E.M. (2014) Brevario de podredumbre. Madrid: Editorial Taurus. Nietzsche, F (2013). Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo. Madrid: Alianza Editorial Nietzsche, F. (2016). Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial. Ibid.