La información podría ser uno de los constituyentes básicos de la materia

Un nuevo libro escrito por científicos, filósofos y teólogos, sugiere que la información se encontraría en las células, las partículas subatómicas o el ADN


Se cree que la masa y la energía son los constituyentes básicos de la naturaleza. Sin embargo, en los últimos años, el papel de la “información” como constituyente del mundo ha ido cobrando un interés cada vez mayor para la física. En un libro reciente de artículos escritos por científicos, filósofos y teólogos, y recopilados por Paul Davies y Niels Henrik Gregersen, se analiza la posibilidad de que la información sea un elemento constitutivo de la realidad material. Esta cuestión surge a raíz de los hallazgos del siglo XX en física y biología, que sugieren que la información se encontraría en lugares tan dispares como las células, las partículas subatómicas o el ADN. Por Yaiza Martínez.


16/12/2010

Se cree que la masa y la energía son los constituyentes básicos de la naturaleza. Sin embargo, en los últimos años, el papel de la “información” como constituyente del mundo ha ido cobrando un interés cada vez mayor para la física.

En un intento de analizar la función de la información en la naturaleza, el famoso físico y escritor británico Paul Davies, en colaboración con el profesor de teología sistemática de la Universidad de Copenhague, Niels Henrik Gregersen, ha publicado recientemente un libro en el que se recopilan artículos sobre el tema, escritos por científicos de diversas disciplinas, así como por teólogos y filósofos.

Fin del Mito de la Materia

En la introducción a la obra, titulada “Information and the Nature of Reality: From Physics to Metaphysics” (La información y la naturaleza de la realidad: de la física a la metafísica), se explica que las nociones heredadas sobre el mundo material no pueden explicar los hallazgos realizados, a lo largo del siglo XX, por la física y la biología.

La idea, mantenida durante siglos, de que la materia está formada por partículas sólidas, con masa, impenetrables y móviles, así como las leyes que suponían que se podía predecir cualquier hecho (materialismo clásico y determinismo), se han visto sacudidas por las realidades mostradas por discplinas como la termodinámica y la física cuántica o por el estudio de las estructuras disipativas o del caos, entre otros.

¿Qué ha pasado, entonces, con la noción tradicional acerca de la materia y del mundo material? ¿Dónde queda ahora lo que los científicos denominan el “Mito de la Materia”?

Para tratar de responder a estas preguntas, Davies se cuestiona en el presente libro qué sucedería si comenzáramos a no asumir que las relaciones matemáticas de las llamadas “leyes de la naturaleza” son el nivel descriptivo más básico de la realidad material, y qué pasaría si pasáramos a darle a la “información” el valor de fundamento, a partir del cual la realidad física se construye.

El físico propone el siguiente esquema de explicación de la realidad material: información → leyes de la física → materia, que sería inverso al tradicional modo de explicación del mundo. Davies realiza, por tanto, un análisis de la posibilidad de que la información sea en sí misma una entidad que subyace a las cosas materiales.

El efecto de la conciencia en la realidad cuántica

Este planteamiento de Davies encuentra respaldo en una de las interpretaciones derivadas del estudio de la física cuántica. Aunque el hecho de que el cerebro sea capaz de generar nuestra conciencia aún es un misterio científico por resolver, existe una escuela de pensamiento bien establecida que sostiene que dicha conciencia podría tener alguna relación con la mecánica cuántica.

Según se explica en el presente libro, ciertamente, el papel del observador en la mecánica cuántica resulta muy distinto al papel del observador en la mecánica clásica: tal y como explicamos anteriormente en Tendencias21, a principios del siglo XX, los físicos descubrieron que, aunque en nuestra vida cotidiana las cosas parecen existir sin que pongamos nada de nuestra parte, es decir, independientemente del observador, en el nivel cuántico de la materia no ocurre lo mismo, ya que las observaciones científicas condicionan lo que se está observando.

A raíz de esta constatación y dado que, según se cree, la mecánica cuántica realmente proporciona la descripción más fundamental de la naturaleza, en algún nivel dicha mecánica debería incoporar cierta cantidad de conciencia y otras propiedades mentales clave (como la emergencia de la semántica o la impronta del libre albedrío), sugieren los científicos.

Paul Davies. Fuente: ASU.
El especialista en física de partículas de la Universidad de California en Berkeley, Henry Stapp, que lleva muchos años tratando de entender el papel de la mente y de su observador en el contexto cuántico, afirma en “Information and the Nature of Reality” que, por tanto, la conciencia debe ser tomada seriamente y no como un mero epifenómeno o fenómeno secundario de la materia, y que debería situarse dentro de la descripción cuántica de la naturaleza. Según Stapp, la mente y la información que ésta procesa son partes integrales del mundo.

Capacidad de sentido en la biología

Más allá de la física cuántica, la biología ha resultado esencial para nuestra comprensión del papel de la información en la naturaleza, escriben los autores del libro.

En el capítulo siete de éste, en un artículo escrito por el genetista e investigador de biología evolutiva, John Maynard Smith, se argumenta que las ciencias biológicas deberían ser vistas como información en la naturaleza, dado que la propia estructura secuencial del ADN está causalmente relacionada, de manera sistemática, con la producción de proteínas.

En general, en el siglo XIX, los organismos vivos eran vistos como una suerte de materia mágica imbuida de fuerza vital. Hoy día, incluso la célula es tratada como un superordenador, un procesador de información y un sitema de replicación de una fidelidad extraordinaria, señalan los científicos.

En los capítulos ocho y nueve del libro, el antropólogo y biólogo Terrence Deacon y el profesor de filosofía natural de la Universidad Friedrich de Alemania, Bernd-Olaf Küppers, por su parte, añaden dos perspectivas naturalistas más sobre los niveles cruciales de información que emergen de la termodinámica y de los procesos evolutivos: ambos investigadores argumentan que la información biológica no es sólo instructiva sino también “significativa”, y que tiene capacidad de referencia y sentido en cada contexto de la naturaleza.

Teoría incompleta pero importante

En la introducción a “Information and the Nature of Reality: From Physics to Metaphysics” se reconoce que la teoría de la información es aún incompleta. Esta carencia se ejemplifica claramente a lo largo del libro, en los diferentes sentidos que le dan sus autores al término “información”.

Pero los científicos insisten en la importancia de tener en consideración la información: a nivel humano es fundamental, pero también a nivel cuántico, en el que, por ejemplo, una función de onda no deja de ser una “encapsulación de *todo lo que es conocido* sobre el sistema cuántico”. Cuando se realiza una observación y ese conocimiento encapsulado cambia, también lo hace la función de onda y, con ello, se produce una evolución cuántica del sistema.

Además, las estructuras informativas juegan un papel causal innegable en la materia, por ejemplo en el fenómeno físico de la resonancia o en los sistemas biológicos, en forma de secuencias de ADN. ¿Qué es un gen, si no un “conjunto de instrucciones codificadas” por un sistema molecular cuyo fin es llevar a cabo una tarea?, escriben los autores del libro.

En sus capítulos finales, “Information and the Nature of Reality: From Physics to Metaphysics” se adentra en las posibles consecuencias teológicas y filosóficas de que la información sea un elemento constituyente de la realidad material: ¿sería Dios una fuente de información para un mundo que se auto-despliega?, se pregunta el teólogo y filósofo británico Keith Ward.

¿Nueva metáfora?

Cabría preguntarse si no será este modelo explicativo del mundo más que una metáfora derivada de la tecnología que manejamos en la actualidad, especialmente la de la computación cuántica (“naturaleza computacional”).

Ya sucedió antes: en la antigüa Grecia la expansión del uso de instrumentos musicales favoreció la idea del mundo como manifestación de relaciones geométricas y de armonía musical; en el siglo XVII, los mecanismos de relojería sirvieron para describir un universo determinista; y en el siglo XIX, la máquina de vapor consiguió que se creyera que el universo era un gigantesco motor de calor generador de entropía. ¿Hacia dónde nos llevaría esta nueva metáfora?



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