La hormona del amor también nos puede volver agresivos

Dependiendo del entorno tiene un efecto paradójico


La oxitocina, que potencia las relaciones armónicas, no es solo la hormona del amor, sino que es también una hormona social porque dependiendo del ambiente puede desencadenar agresividad.


Redacción T21
22/06/2020

© Weizmann Institute of Science
Científicos del Instituto de Ciencia Weizmann y del Instituto de Psiquiatría Max Planck han descubierto que la oxitocina, conocida como la hormona del amor, también puede conducir a un comportamiento agresivo.
 
Lo descubrieron manipulando la oxitocina en el cerebro de ratones de laboratorio que vivían en condiciones casi naturales mediante un dispositivo instalado en sus cabezas.
 
Gracias a este dispositivo, pudieron comprobar que la estimulación reiterada de las neuronas de oxitocina puede tener efectos diferentes, tanto de comportamiento prosocial como agresivo, según el contexto social.
 
La oxitocina es una hormona neuromoduladora de los comportamientos sociales, sentimentales, patrones sexuales y la conducta parental. Su complejidad radica en el hecho de que sus neuromoduladores pueden unir corazones o inducir agresividad.
 
La nueva investigación enfatiza la influencia del medio ambiente en el estudio de los neuromoduladores sociales y proporciona nuevas ideas sobre cómo utilizar la oxitocina para tratar diversos trastornos mentales, desde el trastorno de ansiedad social y el autismo, hasta la esquizofrenia.
 
Medio natural
 
Gran parte de nuestra comprensión de los efectos de los neuromoduladores como la oxitocina proviene de estudios de comportamiento de animales de laboratorio en condiciones estándar.
 
Estas condiciones son estrictamente controladas y artificiales, por lo que los investigadores pueden limitar la cantidad de variables que afectan al comportamiento.
 
Sin embargo, algunos estudios recientes han demostrado que la conducta del ratón en un entorno seminatural permite aprender más sobre el comportamiento natural, especialmente cuando queremos aplicar estos hallazgos a los humanos.
 
El equipo de laboratorio del profesor Chen Long creó un dispositivo experimental que les permitió observar ratones en un entorno cercano a las condiciones de vida naturales, que está lleno de estímulos que se pueden explorar. A modo de comparación, también colocaron ratones en un laboratorio estéril estándar y repitieron los experimentos.

Resultados paradójicos
 
En un entorno seminatural, los ratones mostraron inicialmente un mayor interés mutuo, pero pronto se vieron acompañados por un aumento en la conducta agresiva.
 
Este resultado contrasta con el comportamiento de los ratones observados en condiciones clásicas de laboratorio, ya que el aumento en la producción de oxitocina les provocó en una disminución de la agresión.
 
Uno de los investigadores, Sergey Anpilov, explica al respecto en un comunicado: "en un entorno social natural totalmente masculino, esperaríamos ver comportamientos beligerantes a medida que compiten por territorio o comida. Es decir, las condiciones sociales son propicias para la competencia y la agresión. En la configuración estándar del laboratorio, una situación social diferente conduce a un efecto distinto para la oxitocina".
 
Entonces, si la "hormona del amor" es más probable que sea una "hormona social", ¿qué significa eso para sus aplicaciones farmacéuticas?
 
Noa Eren, otra de las investigadoras, aclara: “la oxitocina está involucrada, como lo han demostrado experimentos anteriores, en comportamientos sociales como hacer contacto visual o sentimientos de cercanía, pero nuestro trabajo muestra que no mejora la sociabilidad en todos los ámbitos. Sus efectos dependen tanto del contexto como de la personalidad. Si queremos comprender las complejidades del comportamiento, necesitamos estudiar la conducta en un entorno complejo. Solo entonces podemos comenzar a traducir nuestros hallazgos”.

Referencia
 
Wireless Optogenetic Stimulation of Oxytocin Neurons in a Semi-natural Setup Dynamically Elevates Both Pro-social and Agonistic Behaviors. Sergey Anpilov et al. Neuron. 28 june 2020. DOI:10.1016/j.neuron.2020.05.028
 
 
 
 



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