Dos de cada tres planetas modelados (en el centro y a la derecha, en menor tamaño) tienen un sistema de corrientes que hace sus climas habitables, a pesar de no existir en ellos ciclos de día y noche. Imagen: Ludmila Carone. Fuente: KU Leuven
El núcleo de todo estudio astrobiológico es el descubrimiento de posibles formas de vida más allá de la Tierra, y en torno a ello orbitan las características particulares de cada investigación.
De ellas, la más importante es, sin duda, la búsqueda de planetas que puedan sostener formas de vida similares a las terrestres, en función de su tamaño, masa y composición (lo que determina su gravedad), de su cercanía a una estrella, y de un sinfín de características más (como el albedo o el ciclo orbital) que entran en juego.
El estudio más inmediato se tiende a hacer, y así lo destacan los medios, en torno al concepto de zona de habitabilidad : dado que el medio líquido es la base de la vida en la tierra, se buscan planetas que se encuentren a una distancia de su estrella idónea para mantener un clima ni muy frío ni muy caliente, que permita la existencia de agua en estado líquido.
Esta zona, por supuesto, dependerá no solo de la cercanía del planeta a su estrella, sino también del tamaño y la naturaleza de esta.
De ellas, la más importante es, sin duda, la búsqueda de planetas que puedan sostener formas de vida similares a las terrestres, en función de su tamaño, masa y composición (lo que determina su gravedad), de su cercanía a una estrella, y de un sinfín de características más (como el albedo o el ciclo orbital) que entran en juego.
El estudio más inmediato se tiende a hacer, y así lo destacan los medios, en torno al concepto de zona de habitabilidad : dado que el medio líquido es la base de la vida en la tierra, se buscan planetas que se encuentren a una distancia de su estrella idónea para mantener un clima ni muy frío ni muy caliente, que permita la existencia de agua en estado líquido.
Esta zona, por supuesto, dependerá no solo de la cercanía del planeta a su estrella, sino también del tamaño y la naturaleza de esta.
Descartando candidatos
Este concepto es, probablemente, el mejor con el que se pueda trabajar, a pesar de que adolece de ciertos defectos: por ejemplo, el hecho de que, como criticaba Carl Sagan, solo se buscan formas de vida similares a las que conocemos, por la facilidad relativa de identificarlas, aunque podrían existir otras muy diferentes.
Por otra parte, es tan grande el número de factores que entran en juego en la búsqueda, y tan inmenso el número de posibles candidatos a ser “segundas Tierras ”, que se hace absolutamente necesaria una criba, lo que lleva a que los científicos muchas veces dejen fuera planetas que bien podrían ser habitables.
En torno a esa idea gira un nuevo estudio realizado por la KU Leuven, también conocida como la Universidad Católica de Lovaina la Vieja, en Bélgica.
Un grupo de investigadores de dicha universidad han realizado 165 simulaciones climáticas en exoplanetas rocosos cuya habitabilidad se descartaba, pues siempre muestran su misma cara a la estrella, y se creía que eso conllevaría unas temperaturas altísimas (o excesivamente frías) que impedirían mantener formas de vida.
Las investigaciones de la doctora Ludmila Carone y los profesores Rony Keppens y Leen Decin, sin embargo, han concluido algo distinto: en dos de cada tres modelos climáticos, la superficie del planeta tendría unas temperaturas que permitirían la existencia de vida, gracias a un ciclo de corrientes que redistribuye el aire a distintas temperaturas del cuerpo. En otras palabras: ni el lado iluminado sería un infierno ardiente, ni el lado oscuro un páramo helado.
Distintos sistemas de corrientes
Los sistemas de corrientes que pueden existir en estos planetas se categorizan en tres tipologías. El que deja fuera de juego la habitabilidad se da en planetas con una órbita menor de doce días (en términos terrestres), donde se forma en las capas superiores de la atmósfera, sobre el ecuador, una corriente en chorro en dirección este llamada “superrotación”, que calienta en exceso el lado iluminado y deja el oscuro sumido en el frío.
La clave está en los otros dos posibles modelos: uno de ellos incluye no una, sino dos corrientes en chorro, más débiles, y formadas en altas latitudes, cerca de los polos, en dirección oeste.
El tercer modelo es una derivación del anterior, y combina esas dos corrientes hacia el oeste con una variante más débil de la superrotación; en cualquier caso, estos dos modelos que el equipo ha realizado en 3D son, según Carone, “potencialmente habitables”.
Lo prometedor de estos candidatos viene acompañado, además, de otra ventaja, pues suelen corresponder a planetas rocosos orbitando enanas rojas, y es esta una de las tipologías más habituales conque se suelen encontrar los científicos al cargo de las misiones destinadas a hallar exoplanetas (los telescopios Hubble, Kepler, o el futuro James Webb en que trabajan investigadores de KU Leuven, así como la misión PLATO, que se lanzará en 2024).
Es por ello que el valor del descubrimiento permite poner sobre la mesa nuevos candidatos exoplanetarios en la búsqueda de cuerpos habitables, y aleja un poco más esa idea tan criticada de la necesidad de encontrar la Tierra gemela.
Este concepto es, probablemente, el mejor con el que se pueda trabajar, a pesar de que adolece de ciertos defectos: por ejemplo, el hecho de que, como criticaba Carl Sagan, solo se buscan formas de vida similares a las que conocemos, por la facilidad relativa de identificarlas, aunque podrían existir otras muy diferentes.
Por otra parte, es tan grande el número de factores que entran en juego en la búsqueda, y tan inmenso el número de posibles candidatos a ser “segundas Tierras ”, que se hace absolutamente necesaria una criba, lo que lleva a que los científicos muchas veces dejen fuera planetas que bien podrían ser habitables.
En torno a esa idea gira un nuevo estudio realizado por la KU Leuven, también conocida como la Universidad Católica de Lovaina la Vieja, en Bélgica.
Un grupo de investigadores de dicha universidad han realizado 165 simulaciones climáticas en exoplanetas rocosos cuya habitabilidad se descartaba, pues siempre muestran su misma cara a la estrella, y se creía que eso conllevaría unas temperaturas altísimas (o excesivamente frías) que impedirían mantener formas de vida.
Las investigaciones de la doctora Ludmila Carone y los profesores Rony Keppens y Leen Decin, sin embargo, han concluido algo distinto: en dos de cada tres modelos climáticos, la superficie del planeta tendría unas temperaturas que permitirían la existencia de vida, gracias a un ciclo de corrientes que redistribuye el aire a distintas temperaturas del cuerpo. En otras palabras: ni el lado iluminado sería un infierno ardiente, ni el lado oscuro un páramo helado.
Distintos sistemas de corrientes
Los sistemas de corrientes que pueden existir en estos planetas se categorizan en tres tipologías. El que deja fuera de juego la habitabilidad se da en planetas con una órbita menor de doce días (en términos terrestres), donde se forma en las capas superiores de la atmósfera, sobre el ecuador, una corriente en chorro en dirección este llamada “superrotación”, que calienta en exceso el lado iluminado y deja el oscuro sumido en el frío.
La clave está en los otros dos posibles modelos: uno de ellos incluye no una, sino dos corrientes en chorro, más débiles, y formadas en altas latitudes, cerca de los polos, en dirección oeste.
El tercer modelo es una derivación del anterior, y combina esas dos corrientes hacia el oeste con una variante más débil de la superrotación; en cualquier caso, estos dos modelos que el equipo ha realizado en 3D son, según Carone, “potencialmente habitables”.
Lo prometedor de estos candidatos viene acompañado, además, de otra ventaja, pues suelen corresponder a planetas rocosos orbitando enanas rojas, y es esta una de las tipologías más habituales conque se suelen encontrar los científicos al cargo de las misiones destinadas a hallar exoplanetas (los telescopios Hubble, Kepler, o el futuro James Webb en que trabajan investigadores de KU Leuven, así como la misión PLATO, que se lanzará en 2024).
Es por ello que el valor del descubrimiento permite poner sobre la mesa nuevos candidatos exoplanetarios en la búsqueda de cuerpos habitables, y aleja un poco más esa idea tan criticada de la necesidad de encontrar la Tierra gemela.
Referencia bibliográfica:
L. Carone, R. Keppens and L. Decin. Connecting the dots – II. Phase changes in the climate dynamics of tidally locked terrestrial exoplanets. MNRAS (2015). DOI: 10.1093/mnras/stv1752.
L. Carone, R. Keppens and L. Decin. Connecting the dots – II. Phase changes in the climate dynamics of tidally locked terrestrial exoplanets. MNRAS (2015). DOI: 10.1093/mnras/stv1752.