La explicación darwinista de la moral y la ética queda incompleta

La revista mexicana Ludus Vitalis aborda de forma interdisciplinar esta revolución científica interminable


Una de las cuestiones más debatidas en la obra de Darwin es la peligrosa extrapolación de sus ideas a las ciencias sociales. Para Darwin, ¿puede fundamentarse en la Selección Natural la aparición de comportamientos morales? ¿Explica la biología el amor y el altruismo? Un conjunto de artículos publicados en un número monográfico sobre Charles Darwin de la revista mexicana Ludus Vitalis (volumen XVII, número 32 de 2009) aborda de forma interdisciplinar estas cuestiones. Este número monográfico de la revista está en la red y puede ser consultado completo por los interesados. Los editores han logrado reunir las opiniones de destacados especialistas, tanto desde el campo de las ciencias de la naturaleza como desde las ciencias sociales. Por Leandro Sequeiros.


Leandro Sequeiros
16/01/2010

Darwin en el Museo de Historia Natural de Londres. Foto: Patche99z. Wikipedia.
La revista mexicana Ludus Vitalis nació con el objetivo de convertirse en un lugar profesional de reunión y diálogo de reflexiones teóricas acerca de las ciencias de la vida. Ese propósito lleva a ocuparnos de las ideas sobre los seres vivos y del peso que aquellas tienen en nuestro mundo. Para ello, qué mejor ocasión por su magnitud y alcance que la doble conmemoración en este año de Charles Darwin: los dos siglos que se cumplen de su nacimiento y el siglo y medio de la aparición de su libro más notable, donde expone la teoría de la evolución por selección natural.

Una publicación como Ludus Vitalis no puede permitirse sólo el recuento anecdótico ni la remembranza veneradora de Charles Darwin. Está obligada a convocar a la reflexión rigurosa sobre los elementos cruciales de la propuesta darwinista, tanto la solidez de sus fundamentos como la de su carácter abierto y en permanente renovación.

En este número especial de Ludus Vitalis dedicado a Darwin se incluye un escogido y selecto grupo de artículos redactados por especialistas que permiten prestar especial atención a los claroscuros de la teoría: a su luminoso poder explicativo y a sus zonas borrosas, a sus dificultades, a sus tensiones y paradojas, a la complejidad de los procesos en los que a la determinación se le suma el azar.

El darwinismo y sus secuelas han mostrado con creces que la obra que nos ha sido legada por Darwin está viva y conoce múltiples formas de desarrollo. Ya sea, por ejemplo, el papel del evo-devo, los modelos de la teoría de juegos, los enigmas de la expresión genética o la emergencia de una complejidad creciente en un mundo en el que la idea misma de progreso es sospechosa, las ideas centrales de Darwin han sido una y otra vez sometidas a la crítica, a la prueba, a la reinterpretación y al ajuste. Presentamos nuestros lectores las ideas más esenciales de este volumen al que se ha añadido el pdf de cada artículo para disfrute del lector.

En el centenario de Darwin

El biólogo español residente en EEUU, Francisco J. Ayala, abre este volumen con un artículo introductorio en el que avanza tres proposiciones. La primera es que la contribución intelectual más significativa de Darwin es que llevó el origen y la diversidad de los organismos al dominio de la ciencia. La revolución copernicana consistió en un compromiso con el postulado de que el universo está gobernado por leyes naturales que explican los fenómenos naturales. Darwin complementó la revolución copernicana extendiendo ese compromiso al mundo viviente.

La segunda proposición es que la selección natural es un proceso creativo que puede explicar la aparición de novedad genuina. El proceso creativo de la selección natural se muestra con un ejemplo sencillo y se aclara con dos analogías, la creación artística y los “monos mecanógrafos”, con las que comparte similitudes y muestra diferencias importantes. Dicho poder creativo emerge de una interacción distintiva entre azar y necesidad, o entre procesos al azar y determinísticos.

La tercera proposición concierne la naturaleza del método científico, sus virtudes y sus límites. Si queremos interpretar a Darwin hoy, es necesario hacerlo desde las categorías de lo que se entiende por “Teoría científica”, por “evolución”, por “ciencia” y por “hipótesis”.

La revolución científica interminable: de Copérnico en adelante, haciendo hincapié en Darwin

El profesor Carlos Castrodeza, nos ayuda en su artículo a situar a Darwin dentro del marco de los grandes paradigmas científicos. ¿Es comparable la revolución científica de Darwin a la anterior de Copérnico y a la posterior de Einstein?

Castrodeza concluye: “¿qué se puede esperar desde la proyección naturalista que Darwin iniciara subrepticiamente y que se ha impuesto como la metafísica básica que ilustra a todo Occidente? Es de temer que, contrariamente a las previsiones del mismo Darwin, la selección natural no obra para el bien progresivo de sus victimas, que somos todos, sino para el bien del que en momentos difíciles tira por la calle de en medio ‘caiga quien caiga’, o sea, que a no ser que una pandemia por venir se lleve a media humanidad por delante, podemos esperar lo peor y, más que desafortunadamente, ya no cabe ni siquiera rezar como solución de emergencia de los momentos más desesperados.

Tenemos ciencia y tecnología pero, a la postre, esos son sólo instrumentos de supervivencia con un grado de refinamiento extremo si queremos considerarlo así, pero son esos instrumentos de supervivencia para entes como nosotros, cuyo objetivo es sobrevivir a toda costa en nuestro material genético. O sea que desde la perspectiva ortodoxa presente del ‘gen egoísta’, por no ser ni siquiera somos”.

El debate entre Cuvier y Geoffroy, y el origen de la homología y la analogía

Para entender el lugar social de las ideas de Charles Darwin en el contexto de los paradigmas científicos de su época, es muy conveniente reflexionar sobre iuna de las controversias anteriores a Darwin. El debate entre Georges Cuvier y Geoffroy ilumina algunos conceptos que pasarían luego a las ciencias sociales y que Darwin explica desde la Selección Natural. Los profesores Carlos Ochoa y Ana Barahona (Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México) repasan las implicaciones sociales de este debate. Este debate tuvo lugar entre 1829 y1830 (cuando Darwin preparaba su viaje alrededor del mundo).

Georges Cuvier (1769-1832) y Étienne Geoffroy de Saint-Hilaire (1772-1844) se enfrentaron durante dos meses en un choque de opiniones acerca de la comprensión de la anatomía animal, dentro del marco de la controversia del formalismo y el funcionalismo. Tuvo lugar en el seno de la Academia de Ciencias de París y fue publicado posteriormente como Principes de Philosophie Zoologique.

Aunque el debate quedó sin concluir, la difusión del mismo colaboró al conocimiento de los conceptos de homología y analogía. Dentro de las ciencias sociales, el debate trascendió en torno a las relaciones entre estructuras sociales y funcionamiento de las estructuras sociales. Y dentro de la filosofía marxista, ¿cuál es el valor del individuo y cuál es la función de la sociedad? ¿Es el individuo, su cultura y sus valores, fruto de su interacción con el sistema social? ¿quién determina a quién?

Siguen varios artículos de temas diversos sobre Darwin y su obra y nos encontramos con varios trabajos que tocan las relaciones entre el darwinismo y sus implicaciones filosóficas:

Darwin’s legacy: A comparative approach to the evolution of human derived cognitive traits;

Darwin and some leading ideas of contemporary western cultura;

La vigencia del darwinismo. Hacia una integración biosemiótica;

The problem of constraints on variation, from Darwin to the present;

Evolución: ¿Una teoría?;

Evolución y registro fósil: Hacia una perspectiva más amplia;

Philosophy of science in an age of Neo-Darwinian apologetics;

Darwin como noticia. La imagen de Darwin a través de los medios de comunicación en el bicentenario de su nacimiento.

Foto: Fastfission. Everystockphoto.
Darwinismo y ciencias sociales

Un grupo de profesores de la UNED de España, de la Facultad de Ciencias Políticas y de la Escuela de Ingenieros de Madrid, presentan el provocador ensayo titulado Una interpretación evolucionista de la cultura.

En su opinión, Darwin ha sido uno de los científicos más influyentes en el desarrollo de las ciencias contemporáneas, a la altura de otras figuras señeras como I. Newton o A. Einstein. Su contribución más reconocida es, por supuesto, el concepto de selección natural, que permitió la identificación de un mecanismo no teleológico capaz de explicar la irrupción del orden y la complejidad en la naturaleza, también han sido muy relevantes sus aportaciones al pensamiento poblacional y la defensa de una posición nominalista a la hora de definir el concepto de especie. Sus contribuciones han marcado el desarrollo de innumerables áreas del conocimiento biológico como la microbiología, la paleontología, la genética de poblaciones, la etología, la ecología o la neurología, entre otras.

Además, al contrario que la mayoría de sus contemporáneos, incluyendo al codescubridor del concepto de selección natural, A. R. Wallace, Darwin apostó con firmeza por la posibilidad de encontrar una explicación evolutiva para el origen y naturaleza de las facultades morales e intelectuales del hombre, un nuevo abordaje capaz de mostrar que el principio de selección natural es la llave para entender la naturaleza humana, sin necesidad de recurrir a la intervención de principios espirituales o de reproducir, por enésima vez, las soluciones dualistas al problema de la interacción entre materia, orden y vida.

Expresado de una forma más actual, Darwin creyó posible comprender la cultura y la organización social de las poblaciones humanas, al menos parcialmente, desde un punto de vista naturalista, es decir, a partir de la investigación de las condiciones psicobiológicas que hacen del hombre un ser social, un ser de cultura(s).

Por ello, su influencia ha trascendido el campo de la biología para influenciar otros como la medicina, la psicología, la economía o la sociología, dotándolos de una profundidad temporal y de una heurística nueva y poderosa. No obstante, a pesar de la fuerza que cobraron las ideas darwinistas en las décadas siguientes a la publicación de sus dos obras más relevantes (El origen de las especies y La descendencia del hombre), lo cierto es que el darwinismo no tuvo una acogida favorable entre la mayor parte de los pensadores que, por aquel entonces, construían los cimientos de las disciplinas sociales. Más bien al contrario, la biología desplegó unas aterradoras afinidades electivas que instalaron el darwinismo —más spenceriano que darwinista— en los cenagosos territorios del racismo, el clasismo y la xenofobia.

Para muchos, esta perturbadora afinidad con los más rancios ideales del etnocentrismo occidental (victoriano, germano o de cualquier otra procedencia) fue razón suficiente para desestimar la consideración de la naturaleza humana como parte de la ciencia social. Sin embargo, bien considerado, el conflicto que latía en el fondo de este asunto contenía, cuando menos, dos factores añadidos.

Darwin y la naturalización de las ciencias de la cultura

Como continuación de las ideas anteriores, el profesor Juan Ramón Álvarez (del departamento de Psicología, Sociología y Filosofía de la Universidad de León) aborda la problemática de si Darwin naturalizó la cultura. En su trabajo, De aquel Darwin tan singular al darwinismo universal: La problemática naturalización de las ciencias de la cultura indaga sobre la posibilidad ontológica de hablar de un “Darwinismo Universal”, un paradigma que puede extenderse a todas las ramas del conocimiento humano. ¿Logró Darwin, a partir de sus ideas científicas, naturalizar” la cultura? ¿Es la cultura una actividad humana reductible a la biología? Esta cuestión ha sido tratada en otras ocasiones en Tendencias21.

Esta posibilidad se analiza desde tres puntos de vista diferentes: primero, el propuesto por Mesoudi, Whiten y Laland para la unificación de las ciencias de la cultura de modo paralelo a la unificación de las ciencias biológicas basadas en los principios de variación, herencia y selección natural. El segundo punto de vista, contempla el problema siguiendo el concepto de “meme” de Richard Dawkins, entendiendo la cultura como un proceso de selección natural de conductas transmitidas en un grupo humano. El tercer punto de vista es el que han elaborado Hodgson y Knudsen en su programa para una economía basada en el evolucionismo. Postulan la existencia de una ontología abstracta darwinista en términos de teoría económica. La conclusión del autor de este trabajo es que aún no existe unanimidad sobre la naturalización de la cultura en Darwin.

Adrián Medina Liberty (profesor de Psicología en la UNAM de México) vuelve sobre el tema de Darwin y su influjo en las ciencias sociales y en la cultura. Su estudio, Evolución, sociedad y cultura, parte del hecho de que la autoridad de Darwin ha sido tal que, durante décadas, la evolución fue vista a través del exclusivo prisma de la biología, aunque se solía admitir que otros factores, como los sociales y culturales, podrían haber cumplido también un papel importante. Aún así, los análisis continuaron ciñéndose al perímetro de la biología, especialmente después de los sorprendentes descubrimientos proporcionados por la genética, que confirmaban a posteriori muchos de los supuestos darwinianos.

En este breve ensayo, se pretende ponderar más fehacientemente aquellos aspectos sociales y culturales que, específicamente, colaboraron para que durante el largo proceso de hominización emergiera la moderna mente humana. La argumentación se centra en dos núcleos: primero, se discute lo que generalmente se entiende por relaciones sociales e intenta distinguirlas de las relaciones culturales. Esta distinción—que no separación— es vital para el segundo aspecto, que se refiere a la génesis y desarrollo de la mente humana dentro de este esquema de relaciones.

El peligroso Darwin y las ciencias sociales

Cinco artículos de este número monográfico de Ludus Vitalis intentan ahondar en las consecuencias del darwinismo en las ciencias sociales. Antonio Gomila (del grupo de Evolución y Cognición Humana de la Universidad de las Islas Baleares) presenta su estudio titulado El peligroso Darwin y las ciencias sociales.

Según ha señalado Daniel Dennett en su libro La peligrosa idea de Darwin (2005), más allá de la posición que ocupa Darwin en la historia de la biología, el germen de su originalidad como científico radica en haber imaginado un modo de explicación que no requiere de la intervención de un diseñador, de un ingeniero. El orden, el diseño, se explican evolutivamente, es decir, simplemente como resultado de un proceso de variación, selección y replicación: un tipo de explicación revolucionario —y, por tanto, peligroso. Además la relevancia histórica de su figura tiene mucho que ver con las implicaciones para los humanos de su teoría de la evolución por selección natural. Es esta dimensión la que convierte a Darwin en un hito de la historia de las ideas, en un pensador más que revolucionario, subversivo.

Por su parte, Bruno Estañol (investigador en el Laboratorio de Neurofisiología en México) ahonda en las tesis de Dawkins en su artículo La evolución cultural del hombre. ¿Una forma de transmisión darwiniana?.

En su opinión, el homo sapiens fue durante una larga etapa de su historia un superviviente que se dedicaba a la caza, la pesca y a colectar raíces y frutos. Todas estas actividades requieren la invención y el uso de ciertas técnicas y conocimientos transmitidos de unos a otros gracias al lenguaje.

Hace doce mil años, la agricultura constituyó una importante revolución cultural que dotó a los humanos de la posibilidad de aumentar los recursos alimenticios y al mismo tiempo diversificar sus actividades. Unos cinco mil años antes de nuestra era, se produjo la segunda gran revolución cultural con la invención de la escritura. De este modo, la información podía ser transmitida mediante símbolos situados fuera del cuerpo.

Aparece la información extrabiológica y la evolución cultural se beneficia de una rápida aceleración. Aunque es difícil pensar cómo la información cultural pudo ser trasmitida a través de segmentos de información (tales como los “memes”), es posible que las palabras, los números y las notas musicales pudieron ser considerados unidades básicas muy importantes de transmisión cultural. Sin embargo, la transmisión de ideas escritas, conceptos, técnicas y pautas artísticas puede ser considerada como los hitos más importantes de la evolución cultural humana.

Pero, ¿explica el darwinismo la evolución de estos hitos culturales? ¿Se trata sólo de aparición al azar de innovación seguida de una selección natural de técnicas? ¿No hubo en los humanos primitivos un atisbo de intencionalidad en las innovaciones? Llegamos aquí a una de las preguntas más complejas de la moderna antropología: la emergencia de pautas de conducta humana no regidas por el simple azar.

Darwin y la facultad (no tan) humana del lenguaje

La emergencia de las pautas culturales están muy condicionadas por el lenguaje. ¿Es una facultad exclusivamente humana? ¿Explica el darwinismo la aparición del lenguaje articulado? Estas son algunas de las preguntas que se hace el profesor Guillermo Lorenzo (del Departamento de Filología de la Universidad de Oviedo) en su trabajo Darwin y la facultad (no tan) humana del lenguaje. Estas mismas preguntas las intenta responder la profesora Angèle Kremer-Marietti (del grupo de Estudios Epistemológicos de Paria) en su trabajo Darwin et le langage.

Pero la existencia de un lenguaje articulado remite a la capacidad de emisión de juicios morales. ¿Cuándo aparece la conciencia de sí mismo? ¿Explica la biología darwinista la aparición del “yo”, de la autoconciencia, de la capacidad de diferenciar el bien del mal, el desarrollo de las pautas morales? ¿Son simple convención o están exigidas por la misma naturaleza biológica humana?

El profesor Andrés Moya (Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, Universidad de Valencia) en su artículo Biología de la vida y la conciencia: A propósito de Darwin y Franz M. Wuketits (profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Viena) en su contribución a este monográfico, Charles Darwin and modern moral philosophy, insisten en aspectos reduccionistas.

Para ellos, Charles Darwin puede considerarse como uno de los más destacados defensores de una aproximación evolucionista a las éticas o a la filosofía moral. Como muchos evolucionistas de su tiempo, extendió la teoría de la evolución por selección natural a los fenómenos morales. Argumentaba que tales fenómenos están profundamente arraigados en la naturaleza humana y que los humanos se guían por “instintos sociales”. También, sostenía que con la ayuda de la inteligencia podemos los humanos estrechar y refinar nuestra simpatía natural hacia los otros. Darwin creía en el progreso moral, defendía que las ideas de justicia y solidaridad daban soporte a un humanismo evolucionista.

Desde nuestro punto de vista, este enraizamiento de la moral y la ética en la biología evolucionista necesita matizaciones. Ya en los años 80 del siglo pasado, el biólogo Francisco J. Ayala insistía en que hay dos procesos diferentes. Por un lado, los procesos naturales de la evolución del cerebro y de la conciencia humana van preparando y sosteniendo la capacidad ética y moral de los humanos. Pero los principios morales, las normas, la conducta, la diferencia entre el bien y el mal es una elaboración posterior del grupo humano que va construyendo los principios básicos de la convivencia. Desde el punto de vista filosófico, la moral no procede de la biología, sino que procede de la emergencia de los sistemas de valores, y sobre todo del valor del otro, y la naturaleza del amor, que no se basan en la selección natural. Sin embargo, aún quedan aspectos para aclarar que escapan a este trabajo y nos referimos a otros artículos de Tendencias21.



Leandro Sequeiros San Román, Catedrático de Paleontología y profesor de Antropología Filosófica, es Colaborador de la Cátedra CTR. Facultad de Teología, Granada




Leandro Sequeiros
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