Respecto al tema “Surgimiento de la espiritualidad y la religión en el ser humano”, habría que decir que no poseemos ni testimonios ni documentación alguna sobre él, sólo especulaciones. Pero eso no significa que no podamos aventurar hipótesis sobre ese surgimiento.
Lo primero que habría que decir es que el ser humano ha pasado más del 99,5 % del tiempo que lleva sobre la Tierra como cazador-recolector. Y sabemos también que en esa época la figura que representa la espiritualidad es la figura del chamán. Se le ha llamado también medicine man, hechicero o mago.
Pero el historiador de las religiones rumano, Mircea Eliade, en su libro El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, dice que el chamán es también sacerdote, místico y poeta. Y define el chamanismo como la técnica del éxtasis.
Es el especialista de un trance durante el cual su alma se cree que abandona el cuerpo para emprender ascensiones al cielo o descendimientos al infierno. Recordemos que en el Credo de los Apóstoles se dice que Jesús descendió a los infiernos, por lo que, entre otros muchos argumentos, hay autores que consideran al Jesús de los Evangelios un chamán.
El arqueólogo estadounidense, Prof. David Whitley, experto mundial en pinturas rupestres, afirma en su libro Cave Paintings and the Human Spirit (Pinturas en cuevas y el espíritu humano, que el chamanismo fue la primera religión y que las prácticas chamánicas motivaron las primeras obras de arte. Whitley es de la opinión que las pinturas rupestres fueron realizadas por chamanes en estado de éxtasis.
Jean Clottes, prehistoriador francés, en el prólogo al libro de Whitley dice que siguiendo al antropólogo inglés, Edward Tylor, la espiritualidad surgiría de los ensueños, tanto los ordinarios nocturnos que todos experimentamos como los ensueños diurnos de estados alterados de consciencia. En España utilizamos la palabra sueños para dos cosas distintas. En inglés, por ejemplo, existen dos palabras: sleep y dream; en alemán Schlaf y Traum; y en francés sommeil y rêve. Por eso yo suelo utilizar sueño y ensueño.
Cosa del lóbulo temporal
¿Cómo se hace una persona chamán? Eliade dice que por transmisión hereditaria o por una vocación o llamada que a veces se produce en ensueños. En ocasiones, una persona que es víctima de ataques epilépticos se convierte en chamán. Esto no deja de ser interesante porque es conocido que la epilepsia del lóbulo temporal es capaz de producir experiencias espirituales y religiosas, como veremos luego.
En los pueblos altaicos, del centro de Asia, cuando en una familia un chico es víctima de un ataque de epilepsia, se cree a ciencia cierta que uno de sus antepasados ha sido chamán. Eliade resume diciendo que los sueños, en los que se les aparecen seres sobrenaturales, y los éxtasis más o menos patológicos, son medios de acceso a la condición de chamán.
Según él, “todas las experiencias extáticas que deciden acerca de la vocación del futuro chamán asumen el esquema tradicional de una ceremonia de iniciación, a saber sufrimiento, muerte y resurrección” (recuerdad lo dicho anteriormente sobre la figura de Jesús).
El antropólogo estadounidense y profesor de la Universidad Estatal de Arizona, Michael Winkelman, considerado como uno de los mejores especialistas en chamanismo, en su libro Shamanism (Chamanismo), dice que las prácticas del chamán son procedimientos rituales institucionalizados que implican un impulso humano básico para alterar la consciencia.
Estos estados alterados de consciencia pueden producirse de manera espontánea o mediante ciertas técnicas que pueden ser activas o pasivas. Las técnicas activas son el golpeteo de tambores y otros instrumentos de percusión o la danza rítmica, es decir lo que produce un aumento de la estimulación sensorial. Las pasivas producen lo contrario, es decir una reducción de la información sensorial que se consigue con el control de la respiración, el ayuno, el aislamiento, por ejemplo la huida al desierto, la meditación o la privación de sueño.
Con otras palabras, desde el punto de vista fisiológico, o con estimulación del sistema vegetativo simpático, el que utilizamos para la lucha o la huida, o por estimulación del sistema vegetativo parasimpático, el que usamos durante el sueño y para recuperar fuerzas. Cuando uno de ellos se estimula de manera máxima se produce un desbordamiento (spillover en inglés) que hace que ambos se exciten a la vez y se produzca el éxtasis. Por ello, las técnicas activas y pasivas pueden conducir al mismo resultado cuando se practican intensamente.
Lo primero que habría que decir es que el ser humano ha pasado más del 99,5 % del tiempo que lleva sobre la Tierra como cazador-recolector. Y sabemos también que en esa época la figura que representa la espiritualidad es la figura del chamán. Se le ha llamado también medicine man, hechicero o mago.
Pero el historiador de las religiones rumano, Mircea Eliade, en su libro El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, dice que el chamán es también sacerdote, místico y poeta. Y define el chamanismo como la técnica del éxtasis.
Es el especialista de un trance durante el cual su alma se cree que abandona el cuerpo para emprender ascensiones al cielo o descendimientos al infierno. Recordemos que en el Credo de los Apóstoles se dice que Jesús descendió a los infiernos, por lo que, entre otros muchos argumentos, hay autores que consideran al Jesús de los Evangelios un chamán.
El arqueólogo estadounidense, Prof. David Whitley, experto mundial en pinturas rupestres, afirma en su libro Cave Paintings and the Human Spirit (Pinturas en cuevas y el espíritu humano, que el chamanismo fue la primera religión y que las prácticas chamánicas motivaron las primeras obras de arte. Whitley es de la opinión que las pinturas rupestres fueron realizadas por chamanes en estado de éxtasis.
Jean Clottes, prehistoriador francés, en el prólogo al libro de Whitley dice que siguiendo al antropólogo inglés, Edward Tylor, la espiritualidad surgiría de los ensueños, tanto los ordinarios nocturnos que todos experimentamos como los ensueños diurnos de estados alterados de consciencia. En España utilizamos la palabra sueños para dos cosas distintas. En inglés, por ejemplo, existen dos palabras: sleep y dream; en alemán Schlaf y Traum; y en francés sommeil y rêve. Por eso yo suelo utilizar sueño y ensueño.
Cosa del lóbulo temporal
¿Cómo se hace una persona chamán? Eliade dice que por transmisión hereditaria o por una vocación o llamada que a veces se produce en ensueños. En ocasiones, una persona que es víctima de ataques epilépticos se convierte en chamán. Esto no deja de ser interesante porque es conocido que la epilepsia del lóbulo temporal es capaz de producir experiencias espirituales y religiosas, como veremos luego.
En los pueblos altaicos, del centro de Asia, cuando en una familia un chico es víctima de un ataque de epilepsia, se cree a ciencia cierta que uno de sus antepasados ha sido chamán. Eliade resume diciendo que los sueños, en los que se les aparecen seres sobrenaturales, y los éxtasis más o menos patológicos, son medios de acceso a la condición de chamán.
Según él, “todas las experiencias extáticas que deciden acerca de la vocación del futuro chamán asumen el esquema tradicional de una ceremonia de iniciación, a saber sufrimiento, muerte y resurrección” (recuerdad lo dicho anteriormente sobre la figura de Jesús).
El antropólogo estadounidense y profesor de la Universidad Estatal de Arizona, Michael Winkelman, considerado como uno de los mejores especialistas en chamanismo, en su libro Shamanism (Chamanismo), dice que las prácticas del chamán son procedimientos rituales institucionalizados que implican un impulso humano básico para alterar la consciencia.
Estos estados alterados de consciencia pueden producirse de manera espontánea o mediante ciertas técnicas que pueden ser activas o pasivas. Las técnicas activas son el golpeteo de tambores y otros instrumentos de percusión o la danza rítmica, es decir lo que produce un aumento de la estimulación sensorial. Las pasivas producen lo contrario, es decir una reducción de la información sensorial que se consigue con el control de la respiración, el ayuno, el aislamiento, por ejemplo la huida al desierto, la meditación o la privación de sueño.
Con otras palabras, desde el punto de vista fisiológico, o con estimulación del sistema vegetativo simpático, el que utilizamos para la lucha o la huida, o por estimulación del sistema vegetativo parasimpático, el que usamos durante el sueño y para recuperar fuerzas. Cuando uno de ellos se estimula de manera máxima se produce un desbordamiento (spillover en inglés) que hace que ambos se exciten a la vez y se produzca el éxtasis. Por ello, las técnicas activas y pasivas pueden conducir al mismo resultado cuando se practican intensamente.
Sustancias enteógenas
Un tercer método para producir esos estados alterados de consciencia sería la ingesta de sustancias enteógenas. La palabra enteógena, acuñada por el profesor de filología clásica de la Universidad de Boston, Carl Ruck, significa etimológicamente “dios generado dentro de nosotros”.
La ingesta de sustancias enteógenas es incluso más antigua que la Humanidad. Sabemos que muchos animales las buscan y las ingieren. En el libro del escritor italiano Giorgio Samorini, titulado Animali che si drogano (Animales que se drogan), se describen muchos mamíferos, como elefantes, cabras, monos, gatos, renos, llamas, etc. que se drogan. Pero también pájaros, mariposas, abejas, moscas y mosquitos que se drogan con plantas y hongos enteógenos.
El hombre ha copiado a estos animales. Los chamanes siberianos, por ejemplo, copiaron a los renos que ingieren el hongo conocido como Amanita muscaria, llamado también hongo del diablo u hongo matamoscas, precisamente porque las moscas son atraídas por el hongo, ingieren la sustancia enteógena y caen al suelo en una especie de estupor. Luego se levantan y vuelven de nuevo a ingerirla.
Tribus de Siberia, como los yakutos, tunguses, samoyedos, etc. beben la orina de los que habían ingerido el hongo matamoscas. Esto es así porque los principios activos pierden las impurezas al atravesar el filtro del organismo.
En el Rig-Veda, el texto sagrado más antiguo de la India escrito en sánscrito, se menciona que la bebida sagrada llamada soma se ingiere de la orina de los que la han bebido primero. Esto llevó al etnomicólogo estadounidense, Gordon Wasson a plantear la hipótesis de que el soma, esa bebida euforizante, era un brebaje elaborado con el hongo Amanita muscaria. Como se dice en ese texto: “Hemos bebido el soma, nos hemos vuelto inmortales, hemos llegado a la luz, hemos encontrado a los dioses”.
Asimismo se sabe que en el año 900 a.C. un pastor abisinio notó que sus cabras cobraban energía tras ingerir un fruto rojo de un árbol al que posteriormente se le llamó el arbusto del café (coffea arabica). Igualmente se supone que los indios de los Andes observaron a las llamas cómo ingerían hojas de coca y vieron que aumentaba su vivacidad y resistencia, por lo que las copiaron. Todavía lo hacen hoy.
Importante para la evolución de la mente
El etnobotánico estadounidense Terence McKenna, en su libro El manjar de los dioses, llega incluso a especular con que las sustancias enteógenas han podido tener una importancia en el desarrollo de la mente humana. Lo cito textualmente: “Mi argumento es que la mutación producida por componentes psicoactivos en la dieta humana temprana influyó directamente en la rápida reorganización de las capacidades de procesamiento de la información del cerebro. Los alcaloides de las plantas, particularmente los compuestos alucinógenos como la psilocibina, la dimetiltriptamina (DMT) y la harmalina, pueden ser los factores químicos de la dieta protohumana que catalizaron la emergencia de la autoconsciencia humana. La acción de los alucinógenos, presentes en muchas plantas comunes, mejoró nuestra facultad de procesar la información o sensibilidad ambiental y, por lo tanto, contribuyó a la repentina expansión del tamaño del cerebro humano”.
Por cierto, nuestra glándula pineal produce DMT y no sabemos por qué. Asimismo hay que mencionar que, probablemente como resultado de una interacción ancestral entre el ser humano y los enteógenos, tenemos en el cerebro receptores para cannabinoides.
El surgimiento de la espiritualidad en el ser humano estaría ligado a la activación de estructuras cerebrales que pertenecen a lo que se llama sistema límbico o cerebro emocional. Esta activación tuvo lugar probablemente de manera espontánea, en los ensueños, copiando a animales que ingerían sustancias enteógenas o mediante técnicas activas o pasivas, que conducen al éxtasis, ya descritas.
La activación de algunas estructuras del cerebro emocional proporciona placer, de manera que una vez activadas llevarían al ser humano a volver una y otra vez a conseguir activarlas de nuevo. Es sabido que este placer se produce por sustancias que el propio cerebro genera: las llamadas endorfinas, sustancias parecidas a la morfina que el cerebro utiliza como analgésicos.
Sin ellas, los atletas de alto rendimiento, corredores de maratón y todos aquellos que realizan ejercicios extenuantes, no podrían hacerlo por el dolor que el ácido láctico produce en los músculos. La desventaja es que muchos de estos individuos se vuelven adictos a estos ejercicios. Hay autores que sostienen que las endorfinas no son adictivas, pero el hecho es que hay individuos que son adictos a ciertos ejercicios.
Un tercer método para producir esos estados alterados de consciencia sería la ingesta de sustancias enteógenas. La palabra enteógena, acuñada por el profesor de filología clásica de la Universidad de Boston, Carl Ruck, significa etimológicamente “dios generado dentro de nosotros”.
La ingesta de sustancias enteógenas es incluso más antigua que la Humanidad. Sabemos que muchos animales las buscan y las ingieren. En el libro del escritor italiano Giorgio Samorini, titulado Animali che si drogano (Animales que se drogan), se describen muchos mamíferos, como elefantes, cabras, monos, gatos, renos, llamas, etc. que se drogan. Pero también pájaros, mariposas, abejas, moscas y mosquitos que se drogan con plantas y hongos enteógenos.
El hombre ha copiado a estos animales. Los chamanes siberianos, por ejemplo, copiaron a los renos que ingieren el hongo conocido como Amanita muscaria, llamado también hongo del diablo u hongo matamoscas, precisamente porque las moscas son atraídas por el hongo, ingieren la sustancia enteógena y caen al suelo en una especie de estupor. Luego se levantan y vuelven de nuevo a ingerirla.
Tribus de Siberia, como los yakutos, tunguses, samoyedos, etc. beben la orina de los que habían ingerido el hongo matamoscas. Esto es así porque los principios activos pierden las impurezas al atravesar el filtro del organismo.
En el Rig-Veda, el texto sagrado más antiguo de la India escrito en sánscrito, se menciona que la bebida sagrada llamada soma se ingiere de la orina de los que la han bebido primero. Esto llevó al etnomicólogo estadounidense, Gordon Wasson a plantear la hipótesis de que el soma, esa bebida euforizante, era un brebaje elaborado con el hongo Amanita muscaria. Como se dice en ese texto: “Hemos bebido el soma, nos hemos vuelto inmortales, hemos llegado a la luz, hemos encontrado a los dioses”.
Asimismo se sabe que en el año 900 a.C. un pastor abisinio notó que sus cabras cobraban energía tras ingerir un fruto rojo de un árbol al que posteriormente se le llamó el arbusto del café (coffea arabica). Igualmente se supone que los indios de los Andes observaron a las llamas cómo ingerían hojas de coca y vieron que aumentaba su vivacidad y resistencia, por lo que las copiaron. Todavía lo hacen hoy.
Importante para la evolución de la mente
El etnobotánico estadounidense Terence McKenna, en su libro El manjar de los dioses, llega incluso a especular con que las sustancias enteógenas han podido tener una importancia en el desarrollo de la mente humana. Lo cito textualmente: “Mi argumento es que la mutación producida por componentes psicoactivos en la dieta humana temprana influyó directamente en la rápida reorganización de las capacidades de procesamiento de la información del cerebro. Los alcaloides de las plantas, particularmente los compuestos alucinógenos como la psilocibina, la dimetiltriptamina (DMT) y la harmalina, pueden ser los factores químicos de la dieta protohumana que catalizaron la emergencia de la autoconsciencia humana. La acción de los alucinógenos, presentes en muchas plantas comunes, mejoró nuestra facultad de procesar la información o sensibilidad ambiental y, por lo tanto, contribuyó a la repentina expansión del tamaño del cerebro humano”.
Por cierto, nuestra glándula pineal produce DMT y no sabemos por qué. Asimismo hay que mencionar que, probablemente como resultado de una interacción ancestral entre el ser humano y los enteógenos, tenemos en el cerebro receptores para cannabinoides.
El surgimiento de la espiritualidad en el ser humano estaría ligado a la activación de estructuras cerebrales que pertenecen a lo que se llama sistema límbico o cerebro emocional. Esta activación tuvo lugar probablemente de manera espontánea, en los ensueños, copiando a animales que ingerían sustancias enteógenas o mediante técnicas activas o pasivas, que conducen al éxtasis, ya descritas.
La activación de algunas estructuras del cerebro emocional proporciona placer, de manera que una vez activadas llevarían al ser humano a volver una y otra vez a conseguir activarlas de nuevo. Es sabido que este placer se produce por sustancias que el propio cerebro genera: las llamadas endorfinas, sustancias parecidas a la morfina que el cerebro utiliza como analgésicos.
Sin ellas, los atletas de alto rendimiento, corredores de maratón y todos aquellos que realizan ejercicios extenuantes, no podrían hacerlo por el dolor que el ácido láctico produce en los músculos. La desventaja es que muchos de estos individuos se vuelven adictos a estos ejercicios. Hay autores que sostienen que las endorfinas no son adictivas, pero el hecho es que hay individuos que son adictos a ciertos ejercicios.
Religión y éxtasis
¿Qué relación habría entre el éxtasis referido anteriormente y la religión? En mi libro El cerebro espiritual, he dicho que el éxtasis sirve para acceder a lo que he llamado una segunda realidad, entendiendo por la primera realidad la realidad cotidiana en la que vivimos normalmente.
Precisamente en ese libro se dice que aunque solemos asociar la espiritualidad con la religión, esto no es siempre correcto, ya que si bien es cierto que no se entiende la religión sin espiritualidad, la espiritualidad puede perfectamente existir sin religión, como lo prueban lo que se han llamado corrientes filosóficas como el budismo, el jainismo, el sintoísmo, el taoísmo, el confucianismo y una parte del hinduismo, que no son religiones porque no tienen dioses.
Y en El cerebro espiritual defino la espiritualidad de la manera siguiente: “El sentimiento o impresión subjetiva de alegría extraordinaria, de atemporalidad y de acceder a una segunda realidad que es experimentada más vívida e intensamente que la realidad cotidiana y que está producida por una hiperactividad de estructuras del cerebro emocional”.
Como todas las definiciones no abarcan todos los fenómenos, aquí quise hacer hincapié en lo que se refiere a lo que llamo segunda realidad. Hay, desde luego, experiencias que pueden llamarse espirituales, como las experiencias estéticas, musicales, artísticas en general, que nos conmueven profundamente y que no son extáticas.
Para que estas experiencias espirituales se conviertan en religión tienen que haber habido personas que hayan tenido esas experiencias espirituales profundas y que lo hayan comunicado a sus seguidores. Ese es el caso de todos los fundadores de religiones.
En el cristianismo es el caso de Pablo de Tarso, pero también de Jesús en el bautismo, en el desierto y en la transfiguración en el monte Tabor. En el islamismo en la cueva de Hira cuando Mahoma recibe presuntamente las revelaciones del arcángel Gabriel. Moisés, figura importante para el judaísmo, cristianismo, islam, mormonismo y bahaísmo, tiene unas revelaciones en el monte Horeb, en el que vio una zarza ardiendo que no se consumía y desde allí le habló Dios. Y podríamos mencionar muchos otros.
Desactivando el yo
¿Cuáles serían, pues, las bases neurobiológicas de esos estados alterados de consciencia? Tanto las drogas enteógenas como las endorfinas afectan al sistema dopaminérgico, sea estimulándolo o afectando a la serotonina, que inhibe las neuronas dopaminérgicas y produce esos estados alterados de consciencia.
Según varios autores, esos fenómenos se producen cuando la corteza prefrontal es regulada a la baja debido a la desinhibición de la dopamina por la serotonina. El resultado es una desactivación del sentido del yo y el surgimiento de otro aspecto de la identidad proveniente de estructuras cerebrales más antiguas. Estructuras más primitivas, filogenéticamente hablando, imponen su dinámica al cerebro en su totalidad.
Esta es la razón por la que en El cerebro espiritual hablo de regresión. Por regresión se entiende un regreso de la mente a un estadio o nivel de funcionamiento anterior al habitual. El pensamiento lógico y consciente se pierde, siendo sustituido por un pensamiento onírico, emocional, a una consciencia pre-verbal, no dualista, arcaica.
Hay que aclarar que esta regresión no es la regresión de la que hablan los psicoanalistas, pues yo no la considero patológica. Por eso se entiende que en religiones o corrientes espirituales orientales se diga que para acceder a la iluminación hay que anular el yo.
A este respecto quisiera mencionar que en el evangelio gnóstico de Santo Tomás se dice: “Cuando convirtáis los dos en uno, cuando hagáis lo que está dentro igual a lo que está fuera y lo que está fuera a lo que está dentro, y lo que está arriba a lo que está abajo, cuando convirtáis lo masculino y lo femenino en una sola cosa…entonces entraréis en el Reino de los Cielos. Mi interpretación diría que cuando anulemos la consciencia egoica dualista, podremos acceder a la consciencia límbica, en ese texto caracterizada como el Reino de los Cielos.
Y San Agustín dice: Noli foras ire in teipsum reddi: in interiore homine hábitat veritas, es decir: “No vayas fuera, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad”.
¿Qué relación habría entre el éxtasis referido anteriormente y la religión? En mi libro El cerebro espiritual, he dicho que el éxtasis sirve para acceder a lo que he llamado una segunda realidad, entendiendo por la primera realidad la realidad cotidiana en la que vivimos normalmente.
Precisamente en ese libro se dice que aunque solemos asociar la espiritualidad con la religión, esto no es siempre correcto, ya que si bien es cierto que no se entiende la religión sin espiritualidad, la espiritualidad puede perfectamente existir sin religión, como lo prueban lo que se han llamado corrientes filosóficas como el budismo, el jainismo, el sintoísmo, el taoísmo, el confucianismo y una parte del hinduismo, que no son religiones porque no tienen dioses.
Y en El cerebro espiritual defino la espiritualidad de la manera siguiente: “El sentimiento o impresión subjetiva de alegría extraordinaria, de atemporalidad y de acceder a una segunda realidad que es experimentada más vívida e intensamente que la realidad cotidiana y que está producida por una hiperactividad de estructuras del cerebro emocional”.
Como todas las definiciones no abarcan todos los fenómenos, aquí quise hacer hincapié en lo que se refiere a lo que llamo segunda realidad. Hay, desde luego, experiencias que pueden llamarse espirituales, como las experiencias estéticas, musicales, artísticas en general, que nos conmueven profundamente y que no son extáticas.
Para que estas experiencias espirituales se conviertan en religión tienen que haber habido personas que hayan tenido esas experiencias espirituales profundas y que lo hayan comunicado a sus seguidores. Ese es el caso de todos los fundadores de religiones.
En el cristianismo es el caso de Pablo de Tarso, pero también de Jesús en el bautismo, en el desierto y en la transfiguración en el monte Tabor. En el islamismo en la cueva de Hira cuando Mahoma recibe presuntamente las revelaciones del arcángel Gabriel. Moisés, figura importante para el judaísmo, cristianismo, islam, mormonismo y bahaísmo, tiene unas revelaciones en el monte Horeb, en el que vio una zarza ardiendo que no se consumía y desde allí le habló Dios. Y podríamos mencionar muchos otros.
Desactivando el yo
¿Cuáles serían, pues, las bases neurobiológicas de esos estados alterados de consciencia? Tanto las drogas enteógenas como las endorfinas afectan al sistema dopaminérgico, sea estimulándolo o afectando a la serotonina, que inhibe las neuronas dopaminérgicas y produce esos estados alterados de consciencia.
Según varios autores, esos fenómenos se producen cuando la corteza prefrontal es regulada a la baja debido a la desinhibición de la dopamina por la serotonina. El resultado es una desactivación del sentido del yo y el surgimiento de otro aspecto de la identidad proveniente de estructuras cerebrales más antiguas. Estructuras más primitivas, filogenéticamente hablando, imponen su dinámica al cerebro en su totalidad.
Esta es la razón por la que en El cerebro espiritual hablo de regresión. Por regresión se entiende un regreso de la mente a un estadio o nivel de funcionamiento anterior al habitual. El pensamiento lógico y consciente se pierde, siendo sustituido por un pensamiento onírico, emocional, a una consciencia pre-verbal, no dualista, arcaica.
Hay que aclarar que esta regresión no es la regresión de la que hablan los psicoanalistas, pues yo no la considero patológica. Por eso se entiende que en religiones o corrientes espirituales orientales se diga que para acceder a la iluminación hay que anular el yo.
A este respecto quisiera mencionar que en el evangelio gnóstico de Santo Tomás se dice: “Cuando convirtáis los dos en uno, cuando hagáis lo que está dentro igual a lo que está fuera y lo que está fuera a lo que está dentro, y lo que está arriba a lo que está abajo, cuando convirtáis lo masculino y lo femenino en una sola cosa…entonces entraréis en el Reino de los Cielos. Mi interpretación diría que cuando anulemos la consciencia egoica dualista, podremos acceder a la consciencia límbica, en ese texto caracterizada como el Reino de los Cielos.
Y San Agustín dice: Noli foras ire in teipsum reddi: in interiore homine hábitat veritas, es decir: “No vayas fuera, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad”.
Estado pre-verbal
Una de las características de esta regresión sería la inefabilidad, la dificultad para describir verbalmente la experiencia, por lo que se puede hablar de un estado pre-verbal.
Jakob Böhme, el gran místico cristiano alemán se refiere así a la experiencia mística: “¿Qué lengua puede hacer otra cosa que balbucear como un niño que está aprendiendo a hablar”.
Pero también San Francisco de Sales, obispo católico de Ginebra, describe la llamada oración de la quietud: “En este estado, el alma es como un niño de pecho a fin que la leche se deslice hacia su boca sin que él tenga siquiera que mover los labios”.
Los autores Raymond Prince y Charles Savage, que escriben un capítulo en el libro La experiencia mística titulado Los estados místicos y el concepto de regresión, dicen que mientras que la regresión psicológica es una retirada patológica sin retorno, el estado místico sería una retirada controlada con retorno.
También el psicólogo y neurólogo francés Pierre Janet habla de abassement du niveau mental, o sea de un descenso de nivel mental, o que el funcionamiento psíquico ha descendido a un tipo de característica de un estadio más temprano de desarrollo personal, refiriéndose a éxtasis de una de sus pacientes llamada Madeleine. La propia Madeleine lo expresaba así: “Dios me ha llevado al estado dichoso del niño pequeño”.
Volviendo a las bases neurobiológicas de los estados alterados de consciencia, el psicólogo de la Universidad de Phoenix, en Arizona, Fred H. Previc, dice que la dopamina está implicada en estados alterados de consciencia, en los ensueños y alucinaciones, así como en experiencias religiosas. Previc asevera que ciertos trastornos psicológicos como el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo-compulsivo y la esquizofrenia, están asociados a una actividad religiosa aumentada, a experiencias y prácticas religiosas, implican una hiperactivación de la dopamina.
El profesor de neurología de la Universidad de Boston, Patrick McNamara, sostiene que existe una estrecha relación entre la dopamina y la religiosidad. Esto explicaría por qué en la enfermedad de Parkinson, en la que disminuye la dopamina, también disminuye la religiosidad de los pacientes.
Origen de la religión
Pasemos ahora a explicar lo que se especula actualmente sobre el origen de la religión. No existe unanimidad entre los expertos sobre si los neandertales, que vivieron desde hace 230.000 hasta hace 28.000 años y que se mezclaron con el Homo sapiens, eran religiosos o no: lo único que sabemos es que enterraron a sus muertos con ocre rojo y con diversos objetos que algunos interpretan como ofrendas y que por ello atribuyen a esta especie quizá la consciencia de una existencia tras la muerte. Parece claro que los neandertales exploraban cuevas profundas supuestamente con el propósito de inducir estados alterados de consciencia. Asimismo se supone que el chamanismo se pudo originar en el tiempo de los neandertales.
Sin embargo, muchos autores suponen que la religión podría haber surgido en la llamada “explosión cultural” que tuvo lugar aproximadamente en la transición del Paleolítico Medio al Superior, hace unos 40.000 o 50.000 años.
El Homo sapiens se origina en África hace unos 200.000 años. Pero las expresiones culturales, como las pinturas parietales, tienen una edad mucho más tardía. ¿Por qué, se preguntan los paleoarqueólogos, se tardan unos 150.000 años para que se produzca esa explosión cultural? La respuesta que algunos autores dan es que se produjo una mutación que fue responsable del surgimiento del arte, de la música, de la religión y probablemente también del lenguaje sintáctico.
Respecto al surgimiento del pensamiento religioso todo son, como dije al principio, especulaciones pero que representan aproximaciones que supongo cada día serán más precisas.
El profesor de psicología de la Universidad de Oxford, Justin Barrett, ha planteado la hipótesis de la existencia de un módulo mental fundamental al que llama hyperactive agency detection device (dispositivo hiperactivo de detección de agencia), entendiendo por agencia la capacidad de acción. Sería la tendencia humana y de otros animales a responder a situaciones como si hubiese un agente con un propósito determinado, la causa de los sucesos que percibimos. Este dispositivo tendría un beneficio claro de supervivencia porque habría permitido a nuestros ancestros sobrevivir a los depredadores.
Para Barrett, nuestro sistema de detección de agentes está sesgado hacia la super-detección. Y la razón es simple: en cualquier situación es más ventajoso para el individuo sobre-detectar un agente que minusvalorarlo. El gasto en los falsos positivos, es decir, ver agentes donde no los hay, es mínimo; por el contrario, el gasto en no detectar agentes cuando realmente están presentes – sean predadores o presas – puede ser muy alto y poner en peligro incluso la vida del individuo. Como alguien ha dicho: “Es mejor engañado que muerto”.
Una de las características de esta regresión sería la inefabilidad, la dificultad para describir verbalmente la experiencia, por lo que se puede hablar de un estado pre-verbal.
Jakob Böhme, el gran místico cristiano alemán se refiere así a la experiencia mística: “¿Qué lengua puede hacer otra cosa que balbucear como un niño que está aprendiendo a hablar”.
Pero también San Francisco de Sales, obispo católico de Ginebra, describe la llamada oración de la quietud: “En este estado, el alma es como un niño de pecho a fin que la leche se deslice hacia su boca sin que él tenga siquiera que mover los labios”.
Los autores Raymond Prince y Charles Savage, que escriben un capítulo en el libro La experiencia mística titulado Los estados místicos y el concepto de regresión, dicen que mientras que la regresión psicológica es una retirada patológica sin retorno, el estado místico sería una retirada controlada con retorno.
También el psicólogo y neurólogo francés Pierre Janet habla de abassement du niveau mental, o sea de un descenso de nivel mental, o que el funcionamiento psíquico ha descendido a un tipo de característica de un estadio más temprano de desarrollo personal, refiriéndose a éxtasis de una de sus pacientes llamada Madeleine. La propia Madeleine lo expresaba así: “Dios me ha llevado al estado dichoso del niño pequeño”.
Volviendo a las bases neurobiológicas de los estados alterados de consciencia, el psicólogo de la Universidad de Phoenix, en Arizona, Fred H. Previc, dice que la dopamina está implicada en estados alterados de consciencia, en los ensueños y alucinaciones, así como en experiencias religiosas. Previc asevera que ciertos trastornos psicológicos como el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo-compulsivo y la esquizofrenia, están asociados a una actividad religiosa aumentada, a experiencias y prácticas religiosas, implican una hiperactivación de la dopamina.
El profesor de neurología de la Universidad de Boston, Patrick McNamara, sostiene que existe una estrecha relación entre la dopamina y la religiosidad. Esto explicaría por qué en la enfermedad de Parkinson, en la que disminuye la dopamina, también disminuye la religiosidad de los pacientes.
Origen de la religión
Pasemos ahora a explicar lo que se especula actualmente sobre el origen de la religión. No existe unanimidad entre los expertos sobre si los neandertales, que vivieron desde hace 230.000 hasta hace 28.000 años y que se mezclaron con el Homo sapiens, eran religiosos o no: lo único que sabemos es que enterraron a sus muertos con ocre rojo y con diversos objetos que algunos interpretan como ofrendas y que por ello atribuyen a esta especie quizá la consciencia de una existencia tras la muerte. Parece claro que los neandertales exploraban cuevas profundas supuestamente con el propósito de inducir estados alterados de consciencia. Asimismo se supone que el chamanismo se pudo originar en el tiempo de los neandertales.
Sin embargo, muchos autores suponen que la religión podría haber surgido en la llamada “explosión cultural” que tuvo lugar aproximadamente en la transición del Paleolítico Medio al Superior, hace unos 40.000 o 50.000 años.
El Homo sapiens se origina en África hace unos 200.000 años. Pero las expresiones culturales, como las pinturas parietales, tienen una edad mucho más tardía. ¿Por qué, se preguntan los paleoarqueólogos, se tardan unos 150.000 años para que se produzca esa explosión cultural? La respuesta que algunos autores dan es que se produjo una mutación que fue responsable del surgimiento del arte, de la música, de la religión y probablemente también del lenguaje sintáctico.
Respecto al surgimiento del pensamiento religioso todo son, como dije al principio, especulaciones pero que representan aproximaciones que supongo cada día serán más precisas.
El profesor de psicología de la Universidad de Oxford, Justin Barrett, ha planteado la hipótesis de la existencia de un módulo mental fundamental al que llama hyperactive agency detection device (dispositivo hiperactivo de detección de agencia), entendiendo por agencia la capacidad de acción. Sería la tendencia humana y de otros animales a responder a situaciones como si hubiese un agente con un propósito determinado, la causa de los sucesos que percibimos. Este dispositivo tendría un beneficio claro de supervivencia porque habría permitido a nuestros ancestros sobrevivir a los depredadores.
Para Barrett, nuestro sistema de detección de agentes está sesgado hacia la super-detección. Y la razón es simple: en cualquier situación es más ventajoso para el individuo sobre-detectar un agente que minusvalorarlo. El gasto en los falsos positivos, es decir, ver agentes donde no los hay, es mínimo; por el contrario, el gasto en no detectar agentes cuando realmente están presentes – sean predadores o presas – puede ser muy alto y poner en peligro incluso la vida del individuo. Como alguien ha dicho: “Es mejor engañado que muerto”.
Antropomorfismo sistemático
Otro autor, el profesor de antropología de la Universidad de Yale, Stewart Elliot Guthrie, en la misma línea argumentaba que las conjeturas del animismo aportaría ventajas selectivas aunque esas suposiciones fuesen falsas. Guthries es autor de un interesante libro titulado Faces in the Clouds (Caras en las nubes), título que se refiere a un texto del empirista escocés David Hume, en el que defiende la existencia de esos mecanismos hiperactivos de detección de agentes, dispositivo que ha sido muy adaptativo en nuestro pasado evolutivo. La religión se puede entender mejor como un antropomorfismo sistemático, o sea, la atribución de características humanas a cosas o sucesos o personas no humanos.
En línea con este antropomorfismo habría que citar a Jenófanes de Colofón, poeta y filósofo griego del siglo VI a. C. que decía: “Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros, mientras que los tracios dicen que los suyos tienen los ojos azules y son pelirrojos. Pero si los bueyes y los caballos tuviesen manos, o fuesen capaces de pintar con sus manos y hacer los trabajos que hacen los humanos, los caballos pintarían la forma de los dioses como si fuesen caballos, los bueyes semejantes a los bueyes”.
Y Voltaire, parafraseando a Jenófanes y haciendo gala de su estilo burlón, decía: “Si las cucarachas tuviesen una noción de dios se lo imaginarían probablemente como una cucaracha muy grande y poderosa”.
Stewart Guthrie dice que el animismo parece ser intrínseco a la percepción, ya que se trata de descubrir la máxima significación posible para interpretar cosas y sucesos con el modelo más significativo. El antropomorfismo se parece mucho al animismo, ya que ambos fenómenos provienen de la búsqueda de organización y significado y ambos los sobreestiman.
Otro antropólogo francés, Scott Atran, ha propuesto que este módulo mental para la detección de agencia se extendió desde la función de detección de predadores a la percepción automática de otros fenómenos. El animismo sería el resultado de procesos cognitivos normales, generando la tendencia a suponer que las acciones de cualquier agente invisible serían responsables de sucesos de origen desconocido. Hay que recordar que la hipótesis de Edward Tylor sobre el origen de la religión está basada en el animismo.
La autoscopia
Por cierto, el animismo parece ser más antiguo que el ser humano. Charles Darwin, en su libro The Descent of Man, que se tradujo al español como El origen del hombre, publicado en 1871, relataba lo siguiente:
“La tendencia que tienen los salvajes a imaginarse que los objetos o agentes naturales están animados por esencias espirituales o vivientes, puede comprenderse por un hecho que he tenido ocasión de observar en un perro mío. Este animal, adulto y muy sentible, estaba tendido sobre el césped, un día muy cálido, a alguna distancia de un quitasol, sobre el que no hubiera fijado la atención si alguien hubiese estado cerca de aquel objeto. Pero la ligera brisa que soplaba agitaba el quitasol a menudo, y a cada movimiento el perro prorrumpía en ladridos. A mi modo de ver, debía formarse la idea de una manera rápida y consciente de que aquellos movimientos sin aparente causa indicaban la presencia de alguien que los produjese, que no tenía ningún derecho a estar por aquellos sitios”.
Respecto a lo que dice Scott Atran, es evidente que el ser humano siempre que se ha enfrentado a un suceso cuya causa natural desconocía lo ha atribuido a entidades metafísicas, como el alma, o a seres sobrenaturales, como los dioses. Cuando se encontró una explicación natural a esos fenómenos, las entidades metafísicas y los seres sobrenaturales desaparecieron, como ocurrió, por ejemplo, con los eclipses, las erupciones volcánicas, los rayos y los truenos. Por eso se acuñó la expresión “Dios tapa-agujeros”.
Un ejemplo típico de este fenómeno lo constituye la llamada autoscopia, es decir lo que se produce en las experiencias cercanas a la muerte, en la que se crea un desdoblamiento de la personalidad y la segunda persona se separa de la primera y se eleva en el espacio y observa a la primera persona que yace en el lecho. Se interpretó como que cuando la persona va a morir el alma sale del cuerpo y vuelve cuando de manera espontánea el sujeto vuelve a la vida o es reanimado por algún médico.
Sin embargo, hoy se puede estimular una circunvolución cerebral llamada el giro angular y producir experimentalmente la autoscopia. Lo ha hecho un investigador en Lausanne llamado Olaf Blanke. Es más, dependiendo de la intensidad de la corriente de estimulación, este experimentador podía subir y bajar a placer a esa segunda persona, lo cual es difícilmente compatible con la hipótesis del alma.
El especialista en religiones comparadas, de la Universidad de Helsinki, Ilkka Pyysiäinen, distingue tres mecanismos cognitivos que contribuyen al razonamiento de agencia, o sea al animismo, mecanismos que tendríamos todos de manera innata.
Otro autor, el profesor de antropología de la Universidad de Yale, Stewart Elliot Guthrie, en la misma línea argumentaba que las conjeturas del animismo aportaría ventajas selectivas aunque esas suposiciones fuesen falsas. Guthries es autor de un interesante libro titulado Faces in the Clouds (Caras en las nubes), título que se refiere a un texto del empirista escocés David Hume, en el que defiende la existencia de esos mecanismos hiperactivos de detección de agentes, dispositivo que ha sido muy adaptativo en nuestro pasado evolutivo. La religión se puede entender mejor como un antropomorfismo sistemático, o sea, la atribución de características humanas a cosas o sucesos o personas no humanos.
En línea con este antropomorfismo habría que citar a Jenófanes de Colofón, poeta y filósofo griego del siglo VI a. C. que decía: “Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros, mientras que los tracios dicen que los suyos tienen los ojos azules y son pelirrojos. Pero si los bueyes y los caballos tuviesen manos, o fuesen capaces de pintar con sus manos y hacer los trabajos que hacen los humanos, los caballos pintarían la forma de los dioses como si fuesen caballos, los bueyes semejantes a los bueyes”.
Y Voltaire, parafraseando a Jenófanes y haciendo gala de su estilo burlón, decía: “Si las cucarachas tuviesen una noción de dios se lo imaginarían probablemente como una cucaracha muy grande y poderosa”.
Stewart Guthrie dice que el animismo parece ser intrínseco a la percepción, ya que se trata de descubrir la máxima significación posible para interpretar cosas y sucesos con el modelo más significativo. El antropomorfismo se parece mucho al animismo, ya que ambos fenómenos provienen de la búsqueda de organización y significado y ambos los sobreestiman.
Otro antropólogo francés, Scott Atran, ha propuesto que este módulo mental para la detección de agencia se extendió desde la función de detección de predadores a la percepción automática de otros fenómenos. El animismo sería el resultado de procesos cognitivos normales, generando la tendencia a suponer que las acciones de cualquier agente invisible serían responsables de sucesos de origen desconocido. Hay que recordar que la hipótesis de Edward Tylor sobre el origen de la religión está basada en el animismo.
La autoscopia
Por cierto, el animismo parece ser más antiguo que el ser humano. Charles Darwin, en su libro The Descent of Man, que se tradujo al español como El origen del hombre, publicado en 1871, relataba lo siguiente:
“La tendencia que tienen los salvajes a imaginarse que los objetos o agentes naturales están animados por esencias espirituales o vivientes, puede comprenderse por un hecho que he tenido ocasión de observar en un perro mío. Este animal, adulto y muy sentible, estaba tendido sobre el césped, un día muy cálido, a alguna distancia de un quitasol, sobre el que no hubiera fijado la atención si alguien hubiese estado cerca de aquel objeto. Pero la ligera brisa que soplaba agitaba el quitasol a menudo, y a cada movimiento el perro prorrumpía en ladridos. A mi modo de ver, debía formarse la idea de una manera rápida y consciente de que aquellos movimientos sin aparente causa indicaban la presencia de alguien que los produjese, que no tenía ningún derecho a estar por aquellos sitios”.
Respecto a lo que dice Scott Atran, es evidente que el ser humano siempre que se ha enfrentado a un suceso cuya causa natural desconocía lo ha atribuido a entidades metafísicas, como el alma, o a seres sobrenaturales, como los dioses. Cuando se encontró una explicación natural a esos fenómenos, las entidades metafísicas y los seres sobrenaturales desaparecieron, como ocurrió, por ejemplo, con los eclipses, las erupciones volcánicas, los rayos y los truenos. Por eso se acuñó la expresión “Dios tapa-agujeros”.
Un ejemplo típico de este fenómeno lo constituye la llamada autoscopia, es decir lo que se produce en las experiencias cercanas a la muerte, en la que se crea un desdoblamiento de la personalidad y la segunda persona se separa de la primera y se eleva en el espacio y observa a la primera persona que yace en el lecho. Se interpretó como que cuando la persona va a morir el alma sale del cuerpo y vuelve cuando de manera espontánea el sujeto vuelve a la vida o es reanimado por algún médico.
Sin embargo, hoy se puede estimular una circunvolución cerebral llamada el giro angular y producir experimentalmente la autoscopia. Lo ha hecho un investigador en Lausanne llamado Olaf Blanke. Es más, dependiendo de la intensidad de la corriente de estimulación, este experimentador podía subir y bajar a placer a esa segunda persona, lo cual es difícilmente compatible con la hipótesis del alma.
El especialista en religiones comparadas, de la Universidad de Helsinki, Ilkka Pyysiäinen, distingue tres mecanismos cognitivos que contribuyen al razonamiento de agencia, o sea al animismo, mecanismos que tendríamos todos de manera innata.
Cableados por la religión
El primero ya lo hemos descrito: el dispositivo hiperactivo de detección de agencia. El segundo sería la comprensión hiperactiva de intencionalidad, o sea la tendencia a postular mentalidad y ver sucesos como causados intencionadamente en ausencia de cualquier agente visible. Y el tercero sería el razonamiento hiperactivo teleo-funcional, es decir, la tendencia a ver objetos como que existen con un propósito. Yo añadiría un cuarto al que he llamado el mecanismo o dispositivo arque-teleológico, o sea la tendencia a buscar en cualquier suceso una causa y un fin.
Volviendo a los posibles orígenes de la religión, Michael Winkelman, mencionado anteriormente, es de la opinión que estaríamos cableados para la religión. Yo no estoy de acuerdo con esta opinión y coincido más con Barbara King, antropóloga de la Universidad de Oklahoma, que en su libro Evolving God: a provocative view of the origins of religion (Desarrollando a dios: una opinión provocativa de los orígenes de la religión), relata que en estudios con gemelos se ha podido mostrar de manera significativa que la espiritualidad, pero no la religión, es heredable.
Esto confirma mi opinión de que la espiritualidad es anterior a la religión y puede conducir a ella o no, como vemos en muchas corrientes espirituales y filosóficas que no tienen dioses y, por tanto, no pueden considerarse como religiones como ya mencionamos al principio.
Un autor que se ha distinguido por intentar explicar los orígenes de la religión es el antropólogo estadounidense de origen francés, Pascal Boyer, que en su libro Religion explained (La religión explicada), parte de la base de que la aclaración de las creencias y conductas religiosas hay que buscarla en la manera de funcionar de nuestra mente.
Tener un cerebro como el nuestro no implica, según él, tener una religión, pero sí la posibilidad de adquirirla. Aquí estaría yo también de acuerdo volviendo a mi opinión de que tenemos una predisposición genética para la espiritualidad, pero no para la religión, ya que esa espiritualidad, como dije anteriormente, puede conducir a la religión o no.
Spandrel
Varios autores han planteado la cuestión del origen de la religión en nuestra mente desde el punto de vista evolutivo como un spandrel, palabra utilizada por el paleontólogo de Harvard ya fallecido Stephen Jay Gould y el genetista Richard Lewontin en 1979.
La traducción de spandrel al español es enjuta y es la parte más o menos triangular que queda entre dos arcos, o entre un arco y el rectángulo que lo rodea y que suele utilizarse por los arquitectos para colocar imágenes, flores, o cualquier otro tipo de adornos. Desde el punto de vista evolutivo, eso significa que la religión no estaría determinada por un módulo cerebral, sino que sería el fruto adicional y no expresamente querido del funcionamiento de otros módulos cerebrales.
Recientemente se ha hablado mucho sobre la llamada theory of mind (teoría de la mente), también llamada mentalización, que se define como la capacidad de atribuir estados mentales, como creencias, intenciones, deseos, conocimientos, etc. a otras personas. Se llama teoría de la mente porque cada ser humano sólo puede intuir la existencia de su propia mente por intuición y no tiene ningún acceso directo a la mente de otra persona. Así que se teoriza sobre la existencia de procesos mentales ajenos.
Se supone que esta capacidad es innata en primates. La empatía es un concepto relacionado con la teoría de la mente y se sabe que se debe a las llamadas neuronas espejo, encontradas en el lóbulo frontal por mi amigo Giacomo Rizzolatti y colaboradores de la Universidad de Parma.
Estas neuronas disparan cuando un animal, un macaco, se lleva un alimento a la boca, pero también lo hacen cuando el animal está inmóvil y observa el mismo movimiento en el experimentador. Las neuronas “copian”, “reflejan”, de ahí el nombre, la conducta de la persona. Dicho coloquialmente, son las que nos permiten ponernos en la piel de los demás.
Pues bien, esta empatía falta en los niños autistas, lo que hace imposible que entiendan y anticipen la conducta y los sentimientos de los demás y por eso se recluyen en sí mismos y se aíslan del entorno. En otro orden de cosas se ha podido constatar mediante técnicas de neuroimagen que rezar activa las mismas regiones cerebrales que utilizamos cuando interaccionamos con y pensamos sobre otras personas.
El primero ya lo hemos descrito: el dispositivo hiperactivo de detección de agencia. El segundo sería la comprensión hiperactiva de intencionalidad, o sea la tendencia a postular mentalidad y ver sucesos como causados intencionadamente en ausencia de cualquier agente visible. Y el tercero sería el razonamiento hiperactivo teleo-funcional, es decir, la tendencia a ver objetos como que existen con un propósito. Yo añadiría un cuarto al que he llamado el mecanismo o dispositivo arque-teleológico, o sea la tendencia a buscar en cualquier suceso una causa y un fin.
Volviendo a los posibles orígenes de la religión, Michael Winkelman, mencionado anteriormente, es de la opinión que estaríamos cableados para la religión. Yo no estoy de acuerdo con esta opinión y coincido más con Barbara King, antropóloga de la Universidad de Oklahoma, que en su libro Evolving God: a provocative view of the origins of religion (Desarrollando a dios: una opinión provocativa de los orígenes de la religión), relata que en estudios con gemelos se ha podido mostrar de manera significativa que la espiritualidad, pero no la religión, es heredable.
Esto confirma mi opinión de que la espiritualidad es anterior a la religión y puede conducir a ella o no, como vemos en muchas corrientes espirituales y filosóficas que no tienen dioses y, por tanto, no pueden considerarse como religiones como ya mencionamos al principio.
Un autor que se ha distinguido por intentar explicar los orígenes de la religión es el antropólogo estadounidense de origen francés, Pascal Boyer, que en su libro Religion explained (La religión explicada), parte de la base de que la aclaración de las creencias y conductas religiosas hay que buscarla en la manera de funcionar de nuestra mente.
Tener un cerebro como el nuestro no implica, según él, tener una religión, pero sí la posibilidad de adquirirla. Aquí estaría yo también de acuerdo volviendo a mi opinión de que tenemos una predisposición genética para la espiritualidad, pero no para la religión, ya que esa espiritualidad, como dije anteriormente, puede conducir a la religión o no.
Spandrel
Varios autores han planteado la cuestión del origen de la religión en nuestra mente desde el punto de vista evolutivo como un spandrel, palabra utilizada por el paleontólogo de Harvard ya fallecido Stephen Jay Gould y el genetista Richard Lewontin en 1979.
La traducción de spandrel al español es enjuta y es la parte más o menos triangular que queda entre dos arcos, o entre un arco y el rectángulo que lo rodea y que suele utilizarse por los arquitectos para colocar imágenes, flores, o cualquier otro tipo de adornos. Desde el punto de vista evolutivo, eso significa que la religión no estaría determinada por un módulo cerebral, sino que sería el fruto adicional y no expresamente querido del funcionamiento de otros módulos cerebrales.
Recientemente se ha hablado mucho sobre la llamada theory of mind (teoría de la mente), también llamada mentalización, que se define como la capacidad de atribuir estados mentales, como creencias, intenciones, deseos, conocimientos, etc. a otras personas. Se llama teoría de la mente porque cada ser humano sólo puede intuir la existencia de su propia mente por intuición y no tiene ningún acceso directo a la mente de otra persona. Así que se teoriza sobre la existencia de procesos mentales ajenos.
Se supone que esta capacidad es innata en primates. La empatía es un concepto relacionado con la teoría de la mente y se sabe que se debe a las llamadas neuronas espejo, encontradas en el lóbulo frontal por mi amigo Giacomo Rizzolatti y colaboradores de la Universidad de Parma.
Estas neuronas disparan cuando un animal, un macaco, se lleva un alimento a la boca, pero también lo hacen cuando el animal está inmóvil y observa el mismo movimiento en el experimentador. Las neuronas “copian”, “reflejan”, de ahí el nombre, la conducta de la persona. Dicho coloquialmente, son las que nos permiten ponernos en la piel de los demás.
Pues bien, esta empatía falta en los niños autistas, lo que hace imposible que entiendan y anticipen la conducta y los sentimientos de los demás y por eso se recluyen en sí mismos y se aíslan del entorno. En otro orden de cosas se ha podido constatar mediante técnicas de neuroimagen que rezar activa las mismas regiones cerebrales que utilizamos cuando interaccionamos con y pensamos sobre otras personas.
Hombres y mujeres, diferentes
Lo curioso es que se ha observado que las personas con trastornos autistas, que tienen problemas con la teoría de la mente, son menos religiosas que sujetos controles. Mientras más profundo era el autismo, menos probable era que esa persona creyese en Dios.
Estos resultados están en consonancia con el hecho muchas veces comprobado que los hombres suelen ser menos religiosos que las mujeres, y precisamente los hombres son también menos hábiles que las mujeres en entender los estados mentales de las demás personas.
Con otras palabras: las mujeres son mejores en la teoría de la mente, más empáticas. Los investigadores de estos estudios concluyeron que tanto los hombres como los autistas creen menos en Dios porque interpretan el mundo menos personalmente que las mujeres.
Esto no es de extrañar porque sabemos que los creyentes tratan intuitivamente a sus dioses como agentes intencionales, que tienen estados mentales y que entran en relaciones sociales con los humanos, que tienen superpoderes para aliviar los asuntos que preocupan al ser humano, que responden a sus deseos y que controlan su conducta social. Por eso, cuando los creyentes rezan o hablan con sus dioses, se activan en el cerebro las áreas que son determinantes para la teoría de la mente o mentalización.
Resumiendo lo dicho hasta ahora: La espiritualidad es inherente al ser humano porque se genera en el cerebro, en las regiones conocidas como el sistema límbico o cerebro emocional. La hiperactivación de estas estructuras genera una especie de segunda realidad, si por primera realidad llamamos a la realidad cotidiana. Esta segunda realidad suele ser placentera y el ser humano, a lo largo de la Historia, la ha buscado siempre con diversas técnicas o con la ingesta de sustancias enteógenas.
La segunda realidad
El acceso a esta segunda realidad, como han hecho todos los místicos de todas las religiones, es considerada aquí como una regresión, una vuelta a un estado anterior de consciencia, sobre todo teniendo en cuenta que el cerebro emocional es filogenéticamente hablando anterior a la corteza cerebral y la capacidad racional del ser humano.
La espiritualidad puede, pero no tiene, que conducir a la religión. Muchas corrientes espirituales lo demuestran. Ahora bien, la espiritualidad es la base de toda religión.
No me quedo satisfecho con estas explicaciones. Son aún muy rudimentales, pero sí tengo la convicción de que la ciencia irá avanzando también en este terreno. Falta por saber si Edward Tylor tiene razón y la religión se caracterizaría por la creencia en seres espirituales, por qué y cuándo el ser humano da ese paso que contradice cualquier consideración racional y es, como dicen los anglosajones, contraintuitivo, es decir que está en contra de nuestro sentido común.
Que estas creencias sean fruto de la función cerebral no dice gran cosa, aunque para algunos represente una novedad. A fin de cuentas, sin cerebro difícilmente podríamos creer, pensar o gozar. Y muy probablemente sin cerebro emocional no tendríamos ni creencias, ni espiritualidad ni religión.
Lo curioso es que se ha observado que las personas con trastornos autistas, que tienen problemas con la teoría de la mente, son menos religiosas que sujetos controles. Mientras más profundo era el autismo, menos probable era que esa persona creyese en Dios.
Estos resultados están en consonancia con el hecho muchas veces comprobado que los hombres suelen ser menos religiosos que las mujeres, y precisamente los hombres son también menos hábiles que las mujeres en entender los estados mentales de las demás personas.
Con otras palabras: las mujeres son mejores en la teoría de la mente, más empáticas. Los investigadores de estos estudios concluyeron que tanto los hombres como los autistas creen menos en Dios porque interpretan el mundo menos personalmente que las mujeres.
Esto no es de extrañar porque sabemos que los creyentes tratan intuitivamente a sus dioses como agentes intencionales, que tienen estados mentales y que entran en relaciones sociales con los humanos, que tienen superpoderes para aliviar los asuntos que preocupan al ser humano, que responden a sus deseos y que controlan su conducta social. Por eso, cuando los creyentes rezan o hablan con sus dioses, se activan en el cerebro las áreas que son determinantes para la teoría de la mente o mentalización.
Resumiendo lo dicho hasta ahora: La espiritualidad es inherente al ser humano porque se genera en el cerebro, en las regiones conocidas como el sistema límbico o cerebro emocional. La hiperactivación de estas estructuras genera una especie de segunda realidad, si por primera realidad llamamos a la realidad cotidiana. Esta segunda realidad suele ser placentera y el ser humano, a lo largo de la Historia, la ha buscado siempre con diversas técnicas o con la ingesta de sustancias enteógenas.
La segunda realidad
El acceso a esta segunda realidad, como han hecho todos los místicos de todas las religiones, es considerada aquí como una regresión, una vuelta a un estado anterior de consciencia, sobre todo teniendo en cuenta que el cerebro emocional es filogenéticamente hablando anterior a la corteza cerebral y la capacidad racional del ser humano.
La espiritualidad puede, pero no tiene, que conducir a la religión. Muchas corrientes espirituales lo demuestran. Ahora bien, la espiritualidad es la base de toda religión.
No me quedo satisfecho con estas explicaciones. Son aún muy rudimentales, pero sí tengo la convicción de que la ciencia irá avanzando también en este terreno. Falta por saber si Edward Tylor tiene razón y la religión se caracterizaría por la creencia en seres espirituales, por qué y cuándo el ser humano da ese paso que contradice cualquier consideración racional y es, como dicen los anglosajones, contraintuitivo, es decir que está en contra de nuestro sentido común.
Que estas creencias sean fruto de la función cerebral no dice gran cosa, aunque para algunos represente una novedad. A fin de cuentas, sin cerebro difícilmente podríamos creer, pensar o gozar. Y muy probablemente sin cerebro emocional no tendríamos ni creencias, ni espiritualidad ni religión.
(*) Francisco J. Rubia es Catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Miembro numerario de la Real Academia Nacional de Medicina y Vicepresidente de la Academia Europea de Ciencias. Es el editor del Blog Neurociencias de Tendencias21, donde pueden consultarse sus artículos, conferencias y sus libros. Este artículo corresponde a la conferencia pronunciada por el autor en la Universidad de Verano, Santander, el 19 de julio de 2017, bajo el título: Surgimiento de la espiritualidad y la religión en el ser humano.