Elecciones cotidianas. Wired.
La revista Scientific American publicó recientemente un artículo titulado “Free will versus the programmed brain”, en el que el filósofo de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, Shaun Nichols reflexiona sobre el libre albedrío.
Esta reflexión surge a raíz de la publicación de los resultados de un estudio llevado a cabo por dos psicólogos norteamericanos, que demostró que las creencias sobre nuestra capacidad o no de decidir condicionan nuestras acciones, y nuestra propia valoración moral de éstas.
El libre albedrío, defendido por una serie de doctrinas filosóficas, señala que los humanos tenemos el poder de elegir y tomar nuestras propias decisiones. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, escribe Nichols, las posturas contra la existencia del libre albedrío se han acrecentado y extendido a través de libros y revistas de ciencia divulgativa.
Prueba condicionada
Es el caso, por ejemplo, de la obra La búsqueda científica del alma: una revolucionaria hipótesis para el siglo XXI, de Francis Crick. Crick, considerado uno de los científicos más importantes del siglo XX por su descubrimiento, junto a James Watson, de la estructura molecular del ADN, defendió en ella la inexistencia del libro albedrío, así como la reducción de todo lo que consideramos la identidad humana a un simple paquete de neuronas y de conexiones entre éstas. Según este enfoque, ¿cómo podrían juzgarse las acciones humanas?
El libro de Crick fue utilizado por los psicólogos Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota, y Jonathan Schooler, de la Universidad de California en Santa Bárbara, para realizar su experimento.
Vohs y Schooler dieron a leer a 30 voluntarios (13 de ellos mujeres) pasajes muy concretos del libro de Crick, en los que se decía, por ejemplo, que nuestros recuerdos, ambiciones, deseos o tristezas y, también, nuestro libre albedrío, no son más que el resultado del comportamiento de un vasto ensamblaje de células nerviosas y de sus moléculas asociadas.
Por otro lado, los voluntarios pudieron leer que “aunque parece que tenemos libre albedrío, en realidad, nuestras decisiones están predeterminadas sin que podamos cambiarlas”. Otros participantes en la prueba leyeron otros textos científicos relacionados con la importancia del estudio de la conciencia, pero en ellos no se mencionaba el libre albedrío.
Análisis de resultados
Posteriormente, todos los voluntarios respondieron a una encuesta sobre sus creencias acerca del libre albedrío. Por último, se les pidió que completaran 20 problemas de aritmética que aparecieron en la pantalla de un ordenador. Se les dijo que, cuando se vieran las preguntas, debían presionar la barra de espacio para que la computadora no hiciera aparecer, al mismo tiempo, la respuesta correspondiente en pantalla. Se les pidió que no hicieran trampa, aunque se les dijo que, si la hacían, nadie podría saberlo.
Los resultados fueron claros: aquéllos que habían leído los textos anti-libre albedrío de Crick, así como los que habían reflejado en las encuestas su rechazo hacia la idea del libre albedrío, hicieron trampas más a menudo que el resto.
Nichols analiza estos resultados de la siguiente manera: por un lado, el texto anti-libre albedrío de Crick presenta una cosmovisión desoladora, en la que la voluntad del ser humano no juega ningún papel. Por tanto, ¿qué importancia tiene si se comporta de una manera u otra?
Por otro lado, nos sentimos responsables de nuestros actos precisamente porque pensamos que nuestras acciones dependen en gran medida de nosotros mismos. Así que, tal y como algunos filósofos habían predicho, es normal que cuanto más escéptico se sea con respecto al libre albedrío, menos condicionado se encuentre nuestro comportamiento por cualquier idea moral.
Moral y libre albedrío
A continuación, Nichols comenta otros resultados, en este caso, los de una encuesta realizada por él, en colaboración con el filósofo Hagop Sarkissian, de la universidad de Duke, y con otros colaboradores de Hong Kong, la India y Colombia, acerca del determinismo y la responsabilidad moral.
En este sondeo se les preguntó a personas de distintas culturas si creían que, de ser el universo un medio determinista, la gente sería moralmente responsable de sus actos (el determinismo afirma que todo acontecimiento, incluyendo el pensamiento humano y las acciones, está causalmente determinado por la irrompible cadena causa-consecuencia).
Los resultados revelaron un alto grado de convergencia de opiniones sobre este tema en las diversas culturas. En todos los cuatro grupos culturales consultados, la mayoría de los participantes afirmaron que, en su opinión, nuestro universo no es determinista, y que, por otra parte, la responsabilidad moral no sería nunca compatible con el determinismo. Es decir, que para que haya responsabilidad moral debe haber, de alguna forma, libertad de decisiones.
De cualquier manera, es cierto que, desde hace unos años, los resultados empíricos producidos por la investigación en psicología y neurología han hecho que se replantee con fuerza un problema de siempre, tal y como publicamos en otro un artículo: ¿está el hombre determinado por los genes y el ambiente a obrar “necesariamente” como lo hace? ¿Somos una especie de robots biológico-sensitivos que respondemos de una manera fija e inapelable a las circunstancias del ambiente según nuestros, digamos, programas de procesamiento? La realidad es que nos sentimos dentro del mundo, condicionados por nuestra naturaleza y por el ambiente; pero sabemos que somos personas que hacemos diariamente nuestra vida impulsando opciones selectivas de entre ámbitos de posibilidades.
Y es que los últimos hallazgos científicos han dado pie a una reflexión en profundidad sobre nuestra libertad, es decir, sobre una de las cuestiones decisivas acerca de la idea que tenemos del ser humano.
Esta reflexión surge a raíz de la publicación de los resultados de un estudio llevado a cabo por dos psicólogos norteamericanos, que demostró que las creencias sobre nuestra capacidad o no de decidir condicionan nuestras acciones, y nuestra propia valoración moral de éstas.
El libre albedrío, defendido por una serie de doctrinas filosóficas, señala que los humanos tenemos el poder de elegir y tomar nuestras propias decisiones. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, escribe Nichols, las posturas contra la existencia del libre albedrío se han acrecentado y extendido a través de libros y revistas de ciencia divulgativa.
Prueba condicionada
Es el caso, por ejemplo, de la obra La búsqueda científica del alma: una revolucionaria hipótesis para el siglo XXI, de Francis Crick. Crick, considerado uno de los científicos más importantes del siglo XX por su descubrimiento, junto a James Watson, de la estructura molecular del ADN, defendió en ella la inexistencia del libro albedrío, así como la reducción de todo lo que consideramos la identidad humana a un simple paquete de neuronas y de conexiones entre éstas. Según este enfoque, ¿cómo podrían juzgarse las acciones humanas?
El libro de Crick fue utilizado por los psicólogos Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota, y Jonathan Schooler, de la Universidad de California en Santa Bárbara, para realizar su experimento.
Vohs y Schooler dieron a leer a 30 voluntarios (13 de ellos mujeres) pasajes muy concretos del libro de Crick, en los que se decía, por ejemplo, que nuestros recuerdos, ambiciones, deseos o tristezas y, también, nuestro libre albedrío, no son más que el resultado del comportamiento de un vasto ensamblaje de células nerviosas y de sus moléculas asociadas.
Por otro lado, los voluntarios pudieron leer que “aunque parece que tenemos libre albedrío, en realidad, nuestras decisiones están predeterminadas sin que podamos cambiarlas”. Otros participantes en la prueba leyeron otros textos científicos relacionados con la importancia del estudio de la conciencia, pero en ellos no se mencionaba el libre albedrío.
Análisis de resultados
Posteriormente, todos los voluntarios respondieron a una encuesta sobre sus creencias acerca del libre albedrío. Por último, se les pidió que completaran 20 problemas de aritmética que aparecieron en la pantalla de un ordenador. Se les dijo que, cuando se vieran las preguntas, debían presionar la barra de espacio para que la computadora no hiciera aparecer, al mismo tiempo, la respuesta correspondiente en pantalla. Se les pidió que no hicieran trampa, aunque se les dijo que, si la hacían, nadie podría saberlo.
Los resultados fueron claros: aquéllos que habían leído los textos anti-libre albedrío de Crick, así como los que habían reflejado en las encuestas su rechazo hacia la idea del libre albedrío, hicieron trampas más a menudo que el resto.
Nichols analiza estos resultados de la siguiente manera: por un lado, el texto anti-libre albedrío de Crick presenta una cosmovisión desoladora, en la que la voluntad del ser humano no juega ningún papel. Por tanto, ¿qué importancia tiene si se comporta de una manera u otra?
Por otro lado, nos sentimos responsables de nuestros actos precisamente porque pensamos que nuestras acciones dependen en gran medida de nosotros mismos. Así que, tal y como algunos filósofos habían predicho, es normal que cuanto más escéptico se sea con respecto al libre albedrío, menos condicionado se encuentre nuestro comportamiento por cualquier idea moral.
Moral y libre albedrío
A continuación, Nichols comenta otros resultados, en este caso, los de una encuesta realizada por él, en colaboración con el filósofo Hagop Sarkissian, de la universidad de Duke, y con otros colaboradores de Hong Kong, la India y Colombia, acerca del determinismo y la responsabilidad moral.
En este sondeo se les preguntó a personas de distintas culturas si creían que, de ser el universo un medio determinista, la gente sería moralmente responsable de sus actos (el determinismo afirma que todo acontecimiento, incluyendo el pensamiento humano y las acciones, está causalmente determinado por la irrompible cadena causa-consecuencia).
Los resultados revelaron un alto grado de convergencia de opiniones sobre este tema en las diversas culturas. En todos los cuatro grupos culturales consultados, la mayoría de los participantes afirmaron que, en su opinión, nuestro universo no es determinista, y que, por otra parte, la responsabilidad moral no sería nunca compatible con el determinismo. Es decir, que para que haya responsabilidad moral debe haber, de alguna forma, libertad de decisiones.
De cualquier manera, es cierto que, desde hace unos años, los resultados empíricos producidos por la investigación en psicología y neurología han hecho que se replantee con fuerza un problema de siempre, tal y como publicamos en otro un artículo: ¿está el hombre determinado por los genes y el ambiente a obrar “necesariamente” como lo hace? ¿Somos una especie de robots biológico-sensitivos que respondemos de una manera fija e inapelable a las circunstancias del ambiente según nuestros, digamos, programas de procesamiento? La realidad es que nos sentimos dentro del mundo, condicionados por nuestra naturaleza y por el ambiente; pero sabemos que somos personas que hacemos diariamente nuestra vida impulsando opciones selectivas de entre ámbitos de posibilidades.
Y es que los últimos hallazgos científicos han dado pie a una reflexión en profundidad sobre nuestra libertad, es decir, sobre una de las cuestiones decisivas acerca de la idea que tenemos del ser humano.