La carne y los productos lácteos son los mayores emisores de gases de efecto invernadero procedentes de la dieta europea, ha descubierto un estudio publicado en la revista Global Food Security.
Este estudio ha podido establecer que el ciudadano medio de la Unión Europea deja una huella alimentaria de 1.070 Kg de CO2 al año, procedentes de las emisiones contaminantes que genera la producción de alimentos, el cambio de uso de la tierra y el transporte internacional.
Este impacto es equivalente a las emisiones que desprende un coche corriente durante 6.000 kilómetros de recurrido y es un tercio superior a los cálculos establecidos hasta ahora por la Comisión Europea para determinar la contaminación generada por el consumo de alimentos.
El estudio comprobó que la carne y los productos lácteos representan más del 75% del impacto ambiental de las dietas de la UE. Esto se debe a que la producción de carne y lácteos no solo genera emisiones directas de la producción animal, sino que también contribuye a la deforestación por la expansión de las tierras de cultivo para piensos, que a menudo se produce fuera de la UE. El estudio descubrió también que las emisiones relacionadas con el comercio internacional relacionado con los alimentos son marginales, en comparación con otras fuentes.
“El seguimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero de la producción de alimentos es extremadamente complicado, y necesitamos mejores métodos para hacerlo. Nuestro objetivo fue comprender mejor el impacto climático de las dietas de la UE y cómo el comercio internacional afecta al recuento de estas emisiones", explica Vilma Sandström, la autora principal del estudio, en un comunicado.
Los investigadores destacan un hecho relevante: en realidad, la huella ecológica de la producción de alimentos en Europa sólo representa menos del 5% de las emisiones globales asociadas al sector agrícola y uso de la tierra.
Sin embargo, estas estimaciones no han tenido en cuenta que los europeos consumen productos alimenticios importados de todo el mundo y es incorporando estos datos a la ecuación que emergen los datos reales de lo que supone la dieta europea en la contaminación global.
Esa ha sido la principal contribución de este estudio: determinar con bastante precisión la huella ecológica de la dieta europea, independientemente del origen de los alimentos consumidos.
Este estudio ha podido establecer que el ciudadano medio de la Unión Europea deja una huella alimentaria de 1.070 Kg de CO2 al año, procedentes de las emisiones contaminantes que genera la producción de alimentos, el cambio de uso de la tierra y el transporte internacional.
Este impacto es equivalente a las emisiones que desprende un coche corriente durante 6.000 kilómetros de recurrido y es un tercio superior a los cálculos establecidos hasta ahora por la Comisión Europea para determinar la contaminación generada por el consumo de alimentos.
El estudio comprobó que la carne y los productos lácteos representan más del 75% del impacto ambiental de las dietas de la UE. Esto se debe a que la producción de carne y lácteos no solo genera emisiones directas de la producción animal, sino que también contribuye a la deforestación por la expansión de las tierras de cultivo para piensos, que a menudo se produce fuera de la UE. El estudio descubrió también que las emisiones relacionadas con el comercio internacional relacionado con los alimentos son marginales, en comparación con otras fuentes.
“El seguimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero de la producción de alimentos es extremadamente complicado, y necesitamos mejores métodos para hacerlo. Nuestro objetivo fue comprender mejor el impacto climático de las dietas de la UE y cómo el comercio internacional afecta al recuento de estas emisiones", explica Vilma Sandström, la autora principal del estudio, en un comunicado.
Los investigadores destacan un hecho relevante: en realidad, la huella ecológica de la producción de alimentos en Europa sólo representa menos del 5% de las emisiones globales asociadas al sector agrícola y uso de la tierra.
Sin embargo, estas estimaciones no han tenido en cuenta que los europeos consumen productos alimenticios importados de todo el mundo y es incorporando estos datos a la ecuación que emergen los datos reales de lo que supone la dieta europea en la contaminación global.
Esa ha sido la principal contribución de este estudio: determinar con bastante precisión la huella ecológica de la dieta europea, independientemente del origen de los alimentos consumidos.
Metodología reveladora
Para ello, los investigadores compararon un gran número de países, diversos productos agrícolas de diferentes orígenes e integraron varias fuentes de gases de efecto invernadero. Los investigadores dicen que este método también podría ser aplicable en otros países y regiones.
El nuevo estudio podría ser útil para los responsables políticos que pretenden cuantificar con mayor precisión las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, destaca la necesidad de un mejor seguimiento de los impactos de los alimentos importados, especialmente el de los piensos.
La investigación también proporciona más información para los consumidores preocupados por el clima, lo que refuerza la investigación anterior que muestra que comer menos carne y productos lácteos es una de las acciones clave que los individuos pueden tomar para reducir su huella ecológica.
"La gente tiende a pensar que el consumo local será la solución al cambio climático, pero resulta que el tipo de producto que comemos es mucho más importante para el impacto general", dice Hugo Valin, coautor del estudio.
“Los europeos están vinculados culturalmente al consumo de carne y productos lácteos. Reducir nuestra huella climática no necesariamente requiere dejar de comer estos productos alimenticios, sino más bien diversificar nuestras dietas para reducir la proporción de estos", añade.
Los autores del estudio incluyeron investigadores de la Organización de Investigaciones Científicas e Industriales del Commonwealth (CSIRO) en Australia, y del Centro de Investigación de Biodiversidad y Clima de Senckenberg en Alemania.
Para ello, los investigadores compararon un gran número de países, diversos productos agrícolas de diferentes orígenes e integraron varias fuentes de gases de efecto invernadero. Los investigadores dicen que este método también podría ser aplicable en otros países y regiones.
El nuevo estudio podría ser útil para los responsables políticos que pretenden cuantificar con mayor precisión las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, destaca la necesidad de un mejor seguimiento de los impactos de los alimentos importados, especialmente el de los piensos.
La investigación también proporciona más información para los consumidores preocupados por el clima, lo que refuerza la investigación anterior que muestra que comer menos carne y productos lácteos es una de las acciones clave que los individuos pueden tomar para reducir su huella ecológica.
"La gente tiende a pensar que el consumo local será la solución al cambio climático, pero resulta que el tipo de producto que comemos es mucho más importante para el impacto general", dice Hugo Valin, coautor del estudio.
“Los europeos están vinculados culturalmente al consumo de carne y productos lácteos. Reducir nuestra huella climática no necesariamente requiere dejar de comer estos productos alimenticios, sino más bien diversificar nuestras dietas para reducir la proporción de estos", añade.
Los autores del estudio incluyeron investigadores de la Organización de Investigaciones Científicas e Industriales del Commonwealth (CSIRO) en Australia, y del Centro de Investigación de Biodiversidad y Clima de Senckenberg en Alemania.
Referencia
The role of trade in the greenhouse gas footprints of EU diets. Sandström V et al. Global Food Security, Volume 19, December 2018, Pages 48-55.DOI: 10.1016/j.gfs.2018.08.007
The role of trade in the greenhouse gas footprints of EU diets. Sandström V et al. Global Food Security, Volume 19, December 2018, Pages 48-55.DOI: 10.1016/j.gfs.2018.08.007